viernes, 6 de septiembre de 2019

Lengualarga

- ¿Has visto el video del perro que se come las entrañas del violador? ¡Corre en las redes! Mientras leo el mensaje, suena nuevamente el timbre del wasap, haciendo anotación de la llegada de un video. - ¡Ojalá ese fuera el castigo para los depravados, violadores y degenerados! Las imágenes me remiten a una vieja historia que se escribe en las memorias y crónicas de la península ibérica del S. XIII.

Dn. Jaime I, Rey de Aragón, de Mallorca y de Valencia, conde de Barcelona y de Urgel y Señor de Montpellier, en los días de su mayor gloria gozó de los fueros que el derecho y el poder le permitían. Rodeado de una aristocracia nobiliaria que le cubría las espaldas, casó por necesidad de política y diplomacia con Dñ. Violante de Hungría, hacia 1235. Con ella logró dos hijos y la mujer le pidió unas específicas jurisdicciones para el futuro reinado de sus vástagos. El silencio del soberano no hizo más que motivar el encaprichamiento de su consorte: alcanzar que sus hijos fueran nominados reyes en desmedro de Alfonso, hijo mayor de Jaime I. Este hijo era fruto de un matrimonio que fue anulado canónicamente… tema que, por ahora, no viene a cuento.

La mujer era de tan embravuconado carácter que, la sucesión regia se convirtió en un grave problema conyugal. Afirman los “chismocientos” de la época que envió cartas consultivas y secretas al gran sabio judío catalán Mosé Ben Nahmán -Nahmánides- para saber su opinión, lo conversó también con su principal trujamán, el judío Jahudá de la Cavallería, asesor financiero, traductor  y negociador  comercial con los árabes  y principal de la Sección Árabe de la Cancillería; empero, fiel a su condición de rey cristiano,  el “problema” también fue materia de conversación con el dominico Berenguer de Castellbisbal, confesor personal del rey y futuro mitrado de Gerona. Dicen, los que estuvieron allí, que a éste le confió el modo como es que pretendía repartir los territorios en los que regirían sus distintos hijos. Entiéndase, además, que el tal Berenguer, en su condición de confesor también le conocía sus cochinaditas.

La reina Violante de Hungría pasó a mejor vida en 1251 y, libre de tan grave atadura el rey aceptó en matrimonio a Teresa Gil de Vidaure. En realidad no se casaron, pero para los efectos, la sociedad así lo asumió. Las malas lenguas sostienen que, la citada Teresita siempre fue el amor de su vida, que incluso antes de tomar el matrimonio del que era viudo ya había tenido sus encontronazos con aquella. Los avezados dicen más… que estos choques y fugas ocurrían cada vez que la tal Violante dejaba de hablarle y, los arrumacos eran tan fuertes que los hijos de Teresa, Jaime de Jérica y Pedro de Ayerbe, nacieron en 1238 y 1240, respectivamente. Y si de escapadas se dice algo, habría que indicar que pareciera que también tuvo algún amorío con una tal Aurembiaix de Urgel, de cuya relación, algunas casas nobles temían lo peor: que se casara, lo que se convertiría en una inconveniencia diplomática. El asunto, por lo acontecido, no dio para tanto.  Al final de sus días, se cuentan sus amatorias relaciones con una tal Berenguela Alfonso.

Es altamente probable que esas bellaquerías y otras de carácter político y diplomático le hubieran sido reveladas al religioso  Berenguer de Castellbisbal… Al menos las que correspondieron a su tiempo. De éste se cuenta, además,  que era un enjundioso predicador, acompañante del rey en las batallas y, al que habría que agradecerle sus encendidas alocuciones y sus fervorosas proclamas al tiempo de las beligerancias, las que posibilitaban elevar los ánimos de los combatientes, permitiendo con ello, numerosas victorias. Así es que, el buen dominico conocía de cabo a rabo las cosillas reales, sea porque se las contaban, sea porque era testigo, voluntario o de necesidad, de las mismas. Y ese fue el motivo de su perdición: el monarca Jaime I advirtió que información de inestimable reserva llegaba a oídos de Papa Inocencio III, por lo que luego de una incisiva investigación, llegó a la conclusión que el soplón era su propio confesor y, decide, en atención a su pasada amistad, deportarlo de sus terruños. El sucesor de Pedro, con conocimiento -o sin él- de las innobles desavenencias del soberano con su consejero religioso, decide nombrar a éste obispo de Gerona, asunto que fue interpretado por el disgustado rey como la confirmación de sus temores: la mitra y el báculo solo podía responder al agradecimiento papal por las informaciones alcanzadas.

El disgusto real se acrecentó y mandó la captura del eclesiástico y, sin mediar trámite le cortó la lengua por correveidile, lengualarga e infidente. Para hacer saber su mortificación al Obispo de Roma, Dn. Jaime I de Aragón mandó una carta en la que le hacía saber los detalles: la grave traición de quien en otro tiempo había detentado muy alta autoridad y era tenido como “el más honrado entre los mayores” en el ámbito cortesano era la causa  de la amputación lingual. De modo preciso, la justificación era la nefasta “osadía de revelar cosas que le fueron descubiertas en el fuero de la penitencia” entro otras muchas y muy graves maquinaciones. Estas últimas no aparecen detalladas en los anales de la historia… por lo menos, hasta donde alcanza nuestra curiosidad.

Jaime I, con tamaña acción, no hizo más que granjearse el desafecto del vicario de Cristo y, motivó la ruptura de las relaciones diplomáticas con Roma; lo que a su vez, lo exponía frente a sus enemigos y adversarios como un “enemigo de la religión cristiana” y, con ello en blanco fácil de posibles invasiones por los cuatro puntos cardinales. De hecho, en aquellos días, la sanción canónica de excomunión  suponía la publicación de la decisión papal y, por tanto, se hacía de “público conocimiento”. Es así que el 05 de agosto de 1246, suscribe una carta en la que expone arrepentimiento, pide perdón, anuncia su sometimiento al juicio de la Iglesia y pide intervención de los legados pontificios. El 17 de octubre de ese mismo año, en Lérida, en el convento de Religiosos de San Francisco, frente a los comisionados papales Felipe, Obispo camerinense, y Fr. Desiderio de la Orden de los Menores, en nombre del “Señor Papa” le conceden el perdón y le obligan a que comprometa al cumplimiento de obras pías. Con ello quedó levantadas las censuras eclesiásticas y, “todo volvió a la normalidad”.

Luego de mirar por segunda vez, aquel video en el que un perro se come los "apendículos" sexuales de un hombre, me pregunto ¿No será que alguien tendrá que pedir perdón en los siguientes días?

Nuestra humanidad no puede caer tan bajo.

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