Laurence Chunga Hidalgo
Abogado
Con la visita del señor Alan García a nuestros predios, -realizada en el mes de mayo pasado- numerosas instituciones del Estado se han puesto saco y corbata para presentarse ante el Primer Mandatario con sus mejores galas, exponiendo en hojas doradas sus mayores logros y reclamando mejores atenciones en aquellos espacios donde la demacración ha sido expuesta por las breves lluvias que nos han acompañado en estos días.
Sin embargo, desde la otra orilla del río, nuestro visitante ha venido acompañado por un séquito de funcionarios, cuales antiguos tucuyricoc, se han presentado en las distintas oficinas estatales para verificar la buena marcha del administración. Las instituciones educativas han sido las más visitadas. En una de ellas, uno de los viceministros del sector se presentó muy rozagante en muy tempranas horas y, luego de hacer las presentaciones respectivas, se dio cuenta que no estaba siendo atendido por la primera autoridad del centro educativo, por lo que preguntó ¿Cuál es la hora de ingreso? ¿y porqué el director no está aquí?. En el ciberespacio varios mensajes de texto revoloteaban por llegar primeros al móvil del esperado ausente.
Mientras tanto, el muy alto funcionario quiso saber si los profesores eran igual de impuntuales. Se puso de pie y camino hacia la puerta de ingreso y acompañado de una auxiliar de educación vio como ingresaban los alumnos, algunos le saludaban, otros lo miraban indiferentes y un tercer grupo ni siquiera contestó sus educadas formas de saludar; pero él muy atento, a la par, dejaba pasar a los profesores y, saludándolos, miraba su reloj insinuándoles que llegaban retrasados. Algunos muy pocos advirtieron que se trataba de un alto funcionario del sector.
Algo mortificado quiso imponer sanciones, pero le hicieron saber que muchos de los que tenía más de 30 minutos de retraso, ingresaban en la segunda hora de clase. No quiso perder la oportunidad de reunirse con la plana docente, cuando menos los que ya habían llegado, para recordarles que la campaña “La hora sin demora” también era para ellos y que el ejercicio de los valores empezaba por el cumplimiento de los deberes personales. No estaba mal. Sin embargo, más de uno aprovecho la oportunidad para presentar el consabido pliego de reclamos, para hacer picadillo al colega con el que no se lleva bien, para denunciar las pajas del ojo ajeno y hacer trizas del árbol caído, digo del “árbol ausente”.
Y en medio de tan enmarañada selva de peticiones, a alguno se le ocurrió agradecer la visita. Lastimosamente, el irritado funcionario le hizo callar y como mejor pretexto, ante el reclamo del profesor, profirió: “Yo no le he gritado, solo le he levantado la voz”. No se que quiso decir, y fue motivo para olvidar, que a pesar de que la puntualidad es un valor importante, hay también otros asuntos que merece la atención para ver las mejorías de la educación: olvidó preguntar cómo se está aplicando el plan lector, relegó para la próxima visita revisar las instalaciones en las que se dan las clases, conversar con los alumno/as, revisar las estrategias pedagógicas, el cumplimiento de la currícula, los planes de trabajo, las propuestas pedagógicas, verificar si se cumplen los plazos administrativos, en fin, otras tantas cosas tan importantes como las que fueron objeto de la visita.
Al final, el apurado funcionario sabía que tenía que acudir a otra cita, recibió la despedida de todos, pero quizá, ese día no olvidaría a aquella distraída profesora que al verlo en la entrada y sin saber quien era, cual malagueña, le dijo: “que bonitos ojos tienes”, piropo que el sonriente señor agradeció muy atentamente, sin dejar de advertir con la mirada en su reloj, que la gentil dama había llegado tarde. Se espera la próxima visita y, para que tenga mejores frutos, que sea cuidadosamente planificada: improvisada para los visitados, con objetivos específicos para los visitantes.
Sin embargo, desde la otra orilla del río, nuestro visitante ha venido acompañado por un séquito de funcionarios, cuales antiguos tucuyricoc, se han presentado en las distintas oficinas estatales para verificar la buena marcha del administración. Las instituciones educativas han sido las más visitadas. En una de ellas, uno de los viceministros del sector se presentó muy rozagante en muy tempranas horas y, luego de hacer las presentaciones respectivas, se dio cuenta que no estaba siendo atendido por la primera autoridad del centro educativo, por lo que preguntó ¿Cuál es la hora de ingreso? ¿y porqué el director no está aquí?. En el ciberespacio varios mensajes de texto revoloteaban por llegar primeros al móvil del esperado ausente.
Mientras tanto, el muy alto funcionario quiso saber si los profesores eran igual de impuntuales. Se puso de pie y camino hacia la puerta de ingreso y acompañado de una auxiliar de educación vio como ingresaban los alumnos, algunos le saludaban, otros lo miraban indiferentes y un tercer grupo ni siquiera contestó sus educadas formas de saludar; pero él muy atento, a la par, dejaba pasar a los profesores y, saludándolos, miraba su reloj insinuándoles que llegaban retrasados. Algunos muy pocos advirtieron que se trataba de un alto funcionario del sector.
Algo mortificado quiso imponer sanciones, pero le hicieron saber que muchos de los que tenía más de 30 minutos de retraso, ingresaban en la segunda hora de clase. No quiso perder la oportunidad de reunirse con la plana docente, cuando menos los que ya habían llegado, para recordarles que la campaña “La hora sin demora” también era para ellos y que el ejercicio de los valores empezaba por el cumplimiento de los deberes personales. No estaba mal. Sin embargo, más de uno aprovecho la oportunidad para presentar el consabido pliego de reclamos, para hacer picadillo al colega con el que no se lleva bien, para denunciar las pajas del ojo ajeno y hacer trizas del árbol caído, digo del “árbol ausente”.
Y en medio de tan enmarañada selva de peticiones, a alguno se le ocurrió agradecer la visita. Lastimosamente, el irritado funcionario le hizo callar y como mejor pretexto, ante el reclamo del profesor, profirió: “Yo no le he gritado, solo le he levantado la voz”. No se que quiso decir, y fue motivo para olvidar, que a pesar de que la puntualidad es un valor importante, hay también otros asuntos que merece la atención para ver las mejorías de la educación: olvidó preguntar cómo se está aplicando el plan lector, relegó para la próxima visita revisar las instalaciones en las que se dan las clases, conversar con los alumno/as, revisar las estrategias pedagógicas, el cumplimiento de la currícula, los planes de trabajo, las propuestas pedagógicas, verificar si se cumplen los plazos administrativos, en fin, otras tantas cosas tan importantes como las que fueron objeto de la visita.
Al final, el apurado funcionario sabía que tenía que acudir a otra cita, recibió la despedida de todos, pero quizá, ese día no olvidaría a aquella distraída profesora que al verlo en la entrada y sin saber quien era, cual malagueña, le dijo: “que bonitos ojos tienes”, piropo que el sonriente señor agradeció muy atentamente, sin dejar de advertir con la mirada en su reloj, que la gentil dama había llegado tarde. Se espera la próxima visita y, para que tenga mejores frutos, que sea cuidadosamente planificada: improvisada para los visitados, con objetivos específicos para los visitantes.
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