miércoles, 11 de julio de 2007

La Biblioteca Pública de Piura

Laurence Chunga Hidalgo
Abogado
Hacía mucho tiempo que no visitaba la biblioteca municipal de nuestra ciudad. Desde aquellos días en que trabajaba mi tesis para optar el grado de abogado no había vuelto a pisar sus ambientes. Hace algunos días, so pretexto de conocer que se ha escrito y publicado acerca de Piura en el S. XVIII, he vuelto a ella.
Es agradable –en cierto modo- ver a pequeños grupos de adolescentes entrar al aula mayor para resolver sus prácticas y ejercicios ofrecidos en sus academias preuniversitarias, discutiendo las posibles soluciones a sus problemas de álgebra, trigonometría y demás incertidumbres matemáticas; consultando fechas y datos históricos, resolviendo asuntos del uso del lenguaje.
Lamentablemente, la infraestructura, pese a su modernidad, no es la más adecuada a nuestra calurosa Piura –más aún en nuestros días de verano- y es ocasión de lamentos de parte de los usuarios; motivándoles incluso a buscar otros espacios para estudiar (en la casa de alguno de ellos, debajo de algún árbol, etc.) y, peor aún, promoviendo ideas malévolas cómo la buscar formas para sacar los libros de la biblioteca o de arrancar sus hojas sin ser descubiertos.
Estas conductas, muy propias de adolescentes o de cleptómanos sin diagnóstico psiquiátrico que los justifique, son la causa fundamental del reducido número de libros o del deterioro que muy buen porcentaje de éstos muestran. Es lamentable, que muchos de ellos, se encuentren con hojas desglosadas, con páginas faltantes, sin el código correspondiente o con sus tapas y contratapas distintas a las originales, trabajadas con materiales deleznables y con acabados que pareciera haber sido realizados por inexpertos bibliotecarios o inútiles libreros.
La sala de lectura, donde se ubican los usuarios; al medio día se convierte en un gran nicho, donde el calor se hace insoportable y el único ventilador existente es insuficiente para apaciguar los humores corporales. Sin embargo, no es el calor, ni la infraestructura ni la condición de los libros, la causa principal del menoscabo en el ánimo estudiantil de los lectores. Es la actitud de más de uno de los servidores públicos que allí se desempeñan. Por la forma de tratar al lector, pareciera que se hallaran en la “Siberia” de la administración municipal.
Un hombre avanzado en años, de cabello canoso, de contextura normal, te recibe en la puerta que da a la Av. Los Cocos. Su apariencia descuidada, su camisa sin botones muestra parte de sus pectorales. Su asaltante pregunta: ¿Vas a la biblioteca?, te hace saber que es el encargado de la portería, pero bien podría pasar como un cargador de bultos del mercado. En la misma biblioteca, la servidora encargada de registrar a los lectores, carece de lapicero para la anotación del recién llegado y bajo el argumento de que es el usuario quien desea la atención, le pide se registre, teniendo o no el instrumento que permita su inscripción. Otro servidor, por allí –identificado por el color de su vestimenta- dice, para que todos oigan, que la fotocopiadora solo funciona en las mañanas, porque en las tarde no hay personal calificado para atención.
De muy mala manera, me indican la forma directa de consultar y, sí se requiere de verificar libros que atiendan la historia de Piura, me dirigen a una ambiente donde funciona algo que podría denominarse “biblioteca especializada”, pero que a ese tiempo no atiende porque hay programadas clases de no sé que materia. ¡Regrese a eso de las 4.00! me recomendaron.
Como quiera que mi interés era mayor, regresé casi al anochecer. La atención fue distinta. Muy distinta. Sin embargo, de haberse tratado de un simple lector –sin otro interés que el de la lectura- con el trato descrito muy probablemente, no habría tenido tiempo para advertir que no todos los servidores públicos de nuestra biblioteca municipal son hoscos, desagradables y desatentos.Es incomodo comprobar –y decirlo, además- que el buen trato, los buenos modales y la cortesía, carta de presentación de una institución impulsora de la cultura, no se encuentran en quienes, justamente, la administran. Una desatención, que esperamos no se repita.

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