lunes, 17 de febrero de 2025

Gratitud

El hambre era más. La tarde aún alumbraba, amenazaba con desaparecer pero el cansancio y la necesidad de su alivio exigían atención. Una garúa fina llenaba de agua el parabrisas y la plumilla de cuando en cuando se activaba. El destino, en cada vuelta de rueda, se hacía más cercano... El cansancio era la piedra del zapato.

A la vera del camino, una casa. Una de esa de amplia anchura, de factura propia de las casas serranas. Ofrecía sus puertas de par en par. Una lucecita invitó al aparcamiento. El motor de la camioneta se apagó y, los ruteros dejaron ver sus siluetas en el quicio de la puerta de doble hoja. Varias mesas ofrecían su espacio para el acomodo propio de los comensales.

Una mujer se arrellanaba en una de ellas. Junto a ella una muchacha joven, que parecía ser su hija. Ambas ofrecieron una bienvenida calurosa... "Tomen asiento... Un café, una trucha frita..." Se asombraron de las cortas vestimentas de la costa en una geografía que hacía sentir frío. Un frío muy fresco que apuraba al calor de sus propias chalinas. "Vienen de la costa... Y sin parar", dijo la de más edad.Tomó el pedido y se adentró. Las brasas del fogón se atizaron.

La muchacha invitó a la conversación... "¿Vienen de Lima?". "Del norte, de Piura", fue la respuesta. Y luego vino un "aaaahhh su paseo es largo... Andan lejos de su sitio ¿Van para Ayacucho? La respuesta no llegó porque la mujer mayor se acercó para asegurar la presa que le gustaría a los comensales para su caldo de gallina "¿Pierna, entre pierna o pecho?" Y luego "¿Le gusta con fideos bien cocidos o al dente?" Y para evitar el desgano de la posible demora, remató: "Ya está todo,  ahhh. El fideo lo echamos y al toque se cocina". Y se volvió a esconder.

Apareció unos minutos después con un humeante caldo de gallina que llegaba al filo mismo del plato que lo contenía. Un huevo aún en su cascarón se cocinaba en medio de la densidad del caldo de papas, fideos y carne de gallina criolla. La muchacha alcanzó un plato que contenía cancha... Había sido elegida en preferencia del mote. "Los piuranos acompañan sus ceviches con cancha....por eso el gusto que le tienen" dijo a modo de explicación al ver nuestros gestos de agrado frente a ella.

Y mientras tomábamos el caldo a sorbos, la conversación no paraba. Hablamos de la ubicación específica:  caserío Saracoto, km 93, sector Muchik,  y nos indicó que pertenece a Haytarâ, que pertenece a Huancavelica. La muchacha refinó: "Así que uds ya están en Huaytarâ, aunque no hayan llegado a la ciudad misma. Ya les falta poco... Unos veinte minutos". La mamá, en cambio, se congraciaba con la fruición con la que tomabamos su apreciado potaje. En medio de la.conversación nos hizo saber que su nombre era María Huarcaya Páucar y que siempre había vivido en estas geografías serranas. Nos hizo saber que la mujer mayor, una que bajaba lentamente las escaleras, era su madre. Hasta nos regaló algunos secretitos de su caldo de gallina.... "Aquí estamos para ofrecerle a los caminantes, traileros, turistas, nuestros mejores sabores".

Nos regocigamos con un café humeante y luego de yapear algunos soles, nos volvimos a subir en nuestras ruedas para continuar nuestra ruta... Agradecidos, ahora, con doña María Huarcaya, que con un caldo de gallina mató el cansancio y el hambre de un par de ruteros que jamás imaginaron que a las cinco de la tarde de un verano algo lluvioso de cualquier año, pasarían, en pocas horas, del sol de Pisco al frío huancavelicano.

Si un día están por Saracoto de Huaytará, camino de Ayacucho, no olviden tomar un apetitoso caldo de gallina en el restaurant "Mary". "Vayan despacio, que ya les falta poco" fue su consejo final. 

El camino nos regalaría una escena de terror.


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Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...