miércoles, 11 de julio de 2007

La Pena de Muerte

Hace algún tiempo, en un cuadro de humor un diario nacional mostraba a una señora, que luego de escuchar a una “supuesta” congresista exponer sus argumentos a favor de la pena de muerte, le comentaba a su menor acompañante: “hijito cuídate de los violadores pero tampoco te acerques a esa señora”. La gráfica que ahora describo, detalla el grave peligro que supone la existencia de depravados sexuales en medio de nuestra sociedad, pero también expone la profunda amenaza que esconde la pena de muerte como castigo a un delito tan grave, la afectación de la indemnidad sexual de los menores.
Los argumentos que se exponen en su favor, se reducen a 1. castigar gravemente un delito cruel, 2. la muerte del condenado garantiza plenamente la vigencia de los derechos humanos de los demás ciudadano, 3. el costo menos oneroso frente a cualquier pena alternativa (dígase: privación de la libertad temporal o absoluta, castración química o física), 4. la condición disuasiva de la misma que obligará a otros, a que por temor a correr la misma suerte, evitar cometer el delito.
Las razones que sustentan los argumentos de la posición contraria, excusan: 1. la contradicción lógica y ética que conlleva la defensa de un valor (la vida humana y la indemnidad sexual) negándolo a la vez (pena de muerte), 2. la imposibilidad de remediar el error (o dolo) jurisdiccional, 3. la exposición de las falencias estatales para hacer frente a un problema que exige reformas sociales estructurales, 4. la negación del carácter disuasivo de las penas graves.
Sin exponer las consecuencias jurídicas de alcance internacional que supone la denuncia del Pacto de San José de Costa Rica y el retiro de la comunidad jurídica internacional; la muerte como consecuencia penal de un delito, estadísticamente, es una pena que en los países civilizados cada vez se aplica menos, de hecho Amnistía Internacional señala que a nivel mundial 104 países la han abolido en la práctica y en la legislación; quedando como tal, en 91 países, aunque son muchísimos menos los que la ejecutan, siendo que las realizadas por Estados Unidos, China, Irán y Arabia Saudí representan más del 80% de las ejecuciones anuales (datos para 1998). De otro lado, se tiene que en los últimos 20 años más de treinta y cinco países la han abolido total o parcialmente y, dentro de este mismo lapso, tan sólo cuatro estados abolicionistas la han restablecido.
La justificación del efecto disuasivo no tiene sustento fehaciente; puesto que la misma organización internacional, reseñando un informe de las Naciones Unidas, señala que el aumento o disminución de la criminalidad no está en proporción a la existencia o abolición de la pena de muerte; y que, por el contrario, “no ha podido aportar una demostración científica de que las ejecuciones tengan un mayor poder disuasorio que la reclusión perpetua. Y no es probable que se logre tal demostración. Las pruebas en su conjunto siguen sin proporcionar un apoyo positivo a la hipótesis de la disuasión”» y por el contrario, desde otras fuentes se resalta el riesgo de “matar inocentes” sin la posibilidad de corregir el error.
El riesgo de muerte de un inocente, (en un país donde el 68.42% de encarcelados no tiene sentencia condenatoria que justifique su privación de libertad y, por ende, protegido por el principio de la presunción de inocencia), es mérito suficiente para evitar la creación del riesgo. En todo caso, su proposición como posibilidad de sanción jurídica no hace más que evidenciar la ausencia de rumbos en la política anti-criminal asumida por el Estado. ¿Cómo instaurar como pena la muerte del sentenciado, si aún no se ha evaluado los alcances y consecuencias de la última reforma legislativa penal realizada en abril del presente año en donde se impone como pena máxima la cadena perpetua? ¿Cuántos acusados de violación sexual de menores han sido condenados con la cadena perpetua? ¿Se ha evaluado el carácter disuasivo de esas penas impuestas?En realidad, ninguno. Y pese a ello, tan sólo por tratase de una “promesa electoral”, la pena de muerte se hace obligación de imponerla, sin medir las consecuencias que conlleva. Es evidente que se necesitan luces para resolver tan sombrío problema, por lo pronto, solo atinamos a citar a San Pablo: “No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence al mal con el bien”.

No hay comentarios:

Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...