jueves, 28 de noviembre de 2024

STP

Hay una calcomanía, pegatina, adhesivo, que suele estar en los vehículos automotores. Es una elipse de fondo rojo con un delgado filo azul donde aparecen tres letras STP. Es un logotipo, que desde mis vivencias, siempre estuvo ligado a los lubricantes para carros. De hecho, había una pegatina sobre el parabrisas del Rambler 330, verde, en el que, de vez en cuando, me paseaban en mis días de infantitud.

Apareció esa pegatina en el vidrio vehicular y, en algún momento, cuando El Rubio ya había conseguido que me aprenda el ABC, se me ocurrió preguntar ¿Qué significa STP? No hubo respuesta. Es probable que la respondieran con otra pregunta "menos preguntona". Quizá "¿Que tal tu día en el colegio? ¿Te han dejado tareas?" serían las preguntas ideales para desatender mi inquierencia.
El asunto es que no fue suficiente. La pregunta ¿Qué significa STP? tiene que haberse repetido por varias veces. Las letras que se dibujan sobre el óvalo rojo son de color blanco, pero éstas proyecta una sombra oscura que hace juego con el contorno azul de la figura geométrica que las contiene. Mi papá era mecánico y, de seguro en algún pomo de lubricante tenía que estar esa imagen. El asunto es que, la que me llamaba la atención y provocaba mi inquietud era aquella que aparecía sobre el vidrio vehicular. "¿Por qué STP?"
Un día, la respuesta llegó. Mi mamá manejaba y, probablemente, esperaba la pregunta. Y tuvo la respuesta que cubrió todas mis expectativas: STP significa "Solo tu puedes". Y como para acallar todas mis repreguntas, reafirmó: "S de solo, T de tu, P de puedes". Es probable que, en sus adentros pensaba "Y deja de joder muchacho de mierda". (Ella no decía "malas palabras". Las pensaba). El asunto es que... ¿Qué tiene que ver eso con aceite de motores? No pude formular la interrogante, porque vino la explicación: "El solo tu puedes es una frase que quiere resaltar sus cualidades frente a los aceites de la competencia". Y eso llenó mis insatisfacciones.
A partir de esa fecha, mi mamá en alguna vez, con el afán de incentivarme en alguna tarea que me causaba fastidio me decía "STP". Y era el combustible para seguir. Y ahora, después de 40 años me doy cuenta que alguna vez las afirmaciones inexactas, erróneas, mendaces, puede conseguir más que las verdaderas. Ayer, en un vehículo, en la parte posterior, lado izquierdo, parte baja de su cuarta puerta aparecía el bendito logotipo. Se vino a la memoria lo que ahora les cuento... El Google me acaba de mostrar que por muchos años he vivido engañado. Maternalmente engañado... Las benditas letras, en ingles, responden a una cosa totalmente distinta a la que siempre creí: Science, Tecnology, Performance. Palabras, con las que, la empresa de lubricantes pretende exponer su lema institucional.
No importa el contenido de las afirmaciones; resalta más, la convicción con la que te adhieres a aquellas.

lunes, 25 de noviembre de 2024

Maestra

En los resquicios de la quebrada de las aguas amargas, había una choza donde vivía una mujer. Se dedicaba a lo que fuera bueno para vivir... De ordinario vendía allí cositas que comer para los pasajeros: galletas, gaseosas, golosinas... otra vez, galletas. En días de fiesta, cuando tocaba alguna celebración cívica o religiosa, preparaba alguna comida que vendía en las ferias que se formaban... Cerca de su casita no había otras casas que le hicieran compañía suya... Allí vivía en compañía de un niño, que ella misma había parido, quien sabe de quién y también ignoro quién le ayudó en el parto.

Los lugareños la evitaban. Decían era bruja. ¿A quién se le ocurre echarse a vivir en una geografía pedregosa, muy cerca de aguas malas? Sí. La quebrada llevaba ese nombre, porque en ese recodo de piedra fluían aguas de hechuras amargas, fétidas, humeantes de mal sabor... En tiempos de calor, hasta burbujeaban. En esas cercanías vivía ella... Ella y su criatura. La evitaban las mujeres, porque decía tenía mal olor. Olía como a azufre. A amoniaco, decía otras. Y en su bolsa, una que llevaba siempre escondida en la pretina de sus faldas, portaba un par de frasquitos llenos de raíces y aceites naturales, con los que se santiguaba... Al menos, eso parecía, cada vez que ella lo consideraba necesario. Sin perjuicio, había gentes foráneas, que cada cierto tiempo, llegaban a esa cabaña para pedir su consejo, recibir remedios, atenderse de alguna dolencia, hacerse ver el aura... No eran pocas veces.

En esas reuniones secretas, ella prefería le dijeran "maestra". De ordinario sus atenciones eran de noche y, a la sola luz de la obscuridad. "Vamos a aclarar... rompamos los contagios, las envidias, las malas intenciones" y seguía "San Pedro bendito, aclara mi vista, despeja mi mente, alumbra mis sentidos". Y venían más jaculatorias dirigidas a la naturaleza, a la luna llena, a la laguna de olores nauseabundos, al palo santo y demás resinas olorosas que mitigaban el azufre y el verde pastoso de los líquidos de sus calderos de barro. "No juegue, no mire de cualquier forma... aguaite con cuidado... en el techo, en la candela, en las velas. Las revelaciones vienen de improviso... Aguaite, aguaite", eran recomendaciones para sus invitados. “No tenga miedo”, le decía al público… “Yo mando” profería con voz enérgica, mientras blandía su bijama en el aire y ordenaba: “Aléjense Chununas”.

Ese hijo que cuidaba, decían las pueblerinas, era hijo de algún diablo al que ella invocaba para dar remedios y consejos, para adivinar el pasado y evitar futuros contingentes. No se le conocía marido y no parecía que ningún hombre de los caseríos aledaños le tuviera algún deseo carnal. Y de haberlo “¿Cómo se le ocurriría yacer con una mujer apestosa?”. Su solo “humor” atosigaba hasta a los perros."Ni los zancudos hallaban buena su sangre". Su olor propio era ácido, penetrante; ante el que cualquier “brutt” o colonia perfumada se rendía sin miramientos. Dicen que era amiga de los demonios y, que éstos le obedecían en sus mandatos a razón de una bijama de ajo jaspe, vegetal que guarda en su corazón espíritus rudos, capaces de doblegar a cualquier alma. Dicen que, con esa vara se había enfrentado a las Chununas y, las había vencido ahogándolas en esas lagunas pestíferas. Allí mismo, con la misma amenaza, los Tatapure preferían sujetarse a su voluntad y, mostrarle lo que ella preguntaba respecto de las gentes que llegan a su consulta… Los tatatupe, espíritus de la noche, al olor de los palosantos y el ishpingo; de la lima y del agua florida, se acercaban a la mesa y, ella –la maestra- los forzaba mediante el San Pedro a lidiar con los afanes de conocer los misterios de la vida…

El niño, a pesar de su corta edad, había visto a muchas gentes y había aprendido a ver la luz, sin necesidad de lámpara, sin pretexto de ninguna achuma… Sus ojos limpios veían las almas de los parroquianos y, con curiosidad infantil, le entregaba en las manos los vegetales que necesitaba para seguir en la existencia… La mujer se dio cuenta que su hijo –a pesar de su cortos años- era un “maestro curandero” de naturales aptitudes. No necesitaba ni de varas ni de alucinógenos. Ella, mientras le dure la vida, sabía que esas aguas amargas que nacían de la piedra, eran el talismán natural que la protegía de cualquier mal y, le ofrecía –contra cualquier espíritu- la virtud de hacerlos obedecer.

La mujer vivió allí, por muchos años y murió de vieja. Su hijo, hosco a la vida social, prefirió irse a la montaña para ahondar en aquellos saberes que parecía le venían por ciencia infusa.

miércoles, 20 de noviembre de 2024

Muñeca

Conversaba, hace un par de días con Dn. Fernando Panta, hombre viceño, hecho de arena y mar, con hartos atardeceres sobre sus escasos cabellos canos. Me daba noticia de sus días mozos, en los que retaceaba su tiempo de pescador y su afición por el futbol... De los días en que los viceños y unionenses se enfrentaban representados por once gentes dispuestas a todo por el gol.... jóvenes que eran naturales de sus respectivos distritos. El futbol era pura pasión por el terruño.


¿Y conoció a Dn. Pepe Seminario? Sus ojos orbitaron la sorpresa. replicó con otra interrogante seguida de una afirmación de complacencia. ¿Lo conoció? ¿El padrecito? Claro... Esa "a" se alargó para motivar convicción. "Después de la misa, directo a la cancha de futbol, se ponía sus zapatillas y a jugar... Carajo, jugaba..." Se rio con sus recuerdos. No hay juego donde no hayan las mieles y los ajos, refirió. "En las canchas siempre hay malcriaus, las lisuras se pasean en las línea blanca de la cancha..." Se volvió a reír. "Varias veces se acordaron de su madrecita... "Pepe, conchatumare... centra la pelota..." Cuenta, que por no responder con otra lisura, el padrecito solo respondía, en el fragor del juego: "Seguro que tu mamá es muñeca.. sonso". Y seguía corriendo detrás de la pelota.

Me hizo saber que en el cementerio del lugar hay una escultura de ese curita pueblerino, Dn. José Domingo Seminario Pingo, que expone el recuerdo de las gentes que convivieron con él en los días de su vida de servicio en estos polvorientos pueblos piuranos.

En su natal Negritos, me acabo de enterar, el cementerio lleva su nombre. Ese donde el prenombre rima con el patronímico.

Dias de Dios, Dn. Pepe.

N.B. Dn. Fernando: ya habrá ocasión para otras historias que no merecen morir.

domingo, 3 de noviembre de 2024

Dolores

 “¡Eres bien huevona, ¿no?!” Las mujeres de alrededor se sonrieron con gusto. “Me dices que te condenaron por vender droga en tu casa, que te dieron la oportunidad de una pena chiquita, de ir a firmar cada mes con reglas de conducta y, ¿Qué por ‹facilidad› te fuiste a vivir con tu comadre que también se dedica a la venta de droga?” La mujer puso cara de perro reñido… “¡Así fue…! Yo solita me jodí”. El hombre le sonrió con piedad… Y con chanza le dijo: “Te daría un abrazo… pero ¿y si me siembras un quetito…? ¿Qué hago?” Sonrió ella, porque ella misma, decía en su relato que, en esta vez, no le encontraron nada, pero que en las actas policiales siempre les ponen cosas de más..  que en el cuarto de su comadre si había de la buena, ‹de moño rojo› y otras cositas. Para su mal, la comadre, ese día de la intervención, no estaba. Andaba de fiestera por, no sé qué, caserío de Sechura. Se rieron y, otra mujer se adueñó del imaginario micrófono.

“Señor juez estoy aquí, porque le quiñé la cara a mi marido”. Lo decía con esa voz cantarina que, ahora no puedo dibujar con letras, pero que suena bonito en el oído de los piuranos. Lo decía mientras sus puños se los acercaba repetidamente a la cara. El interlocutor, le retrucó “¿Le quiñaste…? ¿Con el cortaúñas? ¿Con el cuchillo? ¿Cómo fue? Ella, se limitó a un “Noooooo…. Ya estuviera condenada a 35 años”. Y mientras lo decía, miró compasiva a otra reclusa, una jovencita que se encontraba a unas sillas de sí. La buena moza aludida se avergonzó. Y continuó sin miedo: “Le pegué a mi marido con estas manos. Él es grandazo, de su vuelo –mientras con la quijada señalaba al que la escuchaba- grandazo… aah… pero es ‹manolarga› el facineroso… Y ese día, se me metió el demonio… Le dí… carajo… hasta que me dolieron los nudillos. Yo estaba… -hizo gesto de copa con su pulgar e índice derecho- medio tomadita, pero él estaba más… Y llegó pidiendo comida, como sí hubiera dejado algo para ‹elquecomer›…. Y me dio un manazo… Carajo… no sé de donde me salieron fuerzas… Quedó privado… Mi cuñada llamo a la policía… Y ya luego, yo estoy aquí. Me faltan tres días para irme, con redención de la pena por haber trabajado…” El hombre aplaudió: “Regalémosle un aplauso a Seberdina… que se va en tres días”. Todas se sumaron en algarabía. “¿Alguna quiere decirle algunas palabras?” Una muchacha, por sus formas, colombiana, le habló bonito: “Ojalá, algún día pueda yo ir a Campanas, a tu pueblo, y espero no encontrar a ese hombre en tu casa. Te quiero mucho”. Volvimos a aplaudir. La colombiana, sin embargo, aprovechó la oportunidad: “Mi mamá (se refería a Seberdina) ha estado aquí como un año, pero ¿Por qué? El hombre le pegó y ella se defendió y, no era la primera vez… ¡Ud. es juez ¿no?! ¿No hay el derecho a la legitima defensa? Ella no tenía que estar aquí. Él, en cambio, sí; pero está libre…. Como si nada”. Y la efervescencia de la indignación parecía contagiarse en sus almas.   

Eran algo cuarenta mujeres. Ese día recibieron la visita de los alumnos de la UPAO, del curso de Práctica Jurídica II. La idea era ofrecerles una charla sobre “beneficios penitenciarios”. Los alumnos se habían preparado para eso; más el aprendizaje fue nuestro. Ellas sabían poco de derechos -al menos de los que pretendíamos discursear- pero de la dureza de la vida eran maestras. Unas, con sus pequeñitos –unos de dos, otros de tres años- intentaban comportarse para escuchar a las demás y, luego alcanzar una bolsita en la que como regalo se les entregaba algunos útiles de aseo: pasta dental, papel higiénico, jabón, toallas higiénicas…. En algunas hasta jabón de ropa. Y el asunto empezó con “¿Alguna sabe que son los beneficios penitenciarios”? y luego siguieron más preguntas ¿Qué otros beneficios conocen? ¿Qué derechos da la liberación condicional? Y en ese tamizaje de saberes no podía evitarse los ayes y lamentos: “Yo he cumplido con todo. Y el juez no me ha dado solo porque dice que no confía en mí” Y otra, sin necesidad de autorización “es que los jueces son malos” y, otra: “¿Malos? Malos, no. Corruptos… págales y vas a ver”.

Y desde los beneficios penitenciarios, de la ausencia de un asesor jurídico que les permita formar sus expedientes o de la falta de un psicólogo que les ofrezca consejería y, de la escasa presencia de un cura para que les preste consejería espiritual, pasamos a los más negro de la justicia: la corrupción. La mujer se ganó el oído de todos: “Mi familia le ha pagado a mi abogado diez mil soles, porque dice que con eso me va a sacar. Así me ofreció, porque con ese dinero iba a comer el fiscal, el secretario del juez y el juez… Me dijo que en tres meses era libre y ya van como ocho. Casi que alcanzo el año. ¿Será que como me pidió doce mil y solo le he dado diez… quien sabe…?” El hombre solo le dijo: “Ojalá pronto alcances tu libertad. Estoy seguro que tus hijos la merecen. Ellos estarán muy contentos de tenerte consigo; pero, si por tal dinero te ofrecieron libertad, sin que tu hayas visto siquiera la luz del sol en tan largo tiempo lo más probable es que te hayan engañado… ¿No dices que tu abogado ya no te contesta las llamadas y que has tenido que recurrir a la defensa pública? No niego la opción de jueces corruptos, pero a veces nos dejamos ganar por las ansias de libertad que queremos conseguirla a cualquier precio… y justamente por cosas fáciles nos encontramos aquí: querer pasar droga al penal en una botella de gaseosa, vender droga en cantidades pequeñas para decir que somos consumidores, por no pagar los alimentos de nuestros hijos, creer que podemos envenenar al marido sin que nos descubran”.

Eran mil historias y todas ellas merecedoras de alguna gracia jurídica, de la indulgente mirada de la justicia, de alguna migaja de beneficio penitenciario. Allí había una mujer de pelo corto, estaba parada al filo de una puerta y, espetó: “Ud me ha puesto doce años de cárcel por nada… Yo soy fulana de tal”. Y le replicamos “Uy… sí. Tu cara me parece conocida… ¿Hace seis meses fue eso?” La mujer había llegado –al parecer- a sabiendas de que el juez que la había condenado estaba allí. Sacó su sentencia y leyó: “La traza del pelo recortado como de varón es un indicador coincidente con la descripción que efectúa la agraviada, a la que le robaron su cartera, documentos personales y su celular”. Y luego de conversar –casi públicamente- de las razones de la sentencia, ella no se sentía convencida de su culpabilidad pero aceptaba que había poco que hacer con tantas pruebas en el expediente. Se limitaba, al “pero son pruebas prefabricadas”: el celular no era de la agraviada, lo puso el policía, era un celular inservible; el arma encontrada era una de juguete y, el conductor de la moto nunca fue intervenido, porque era un datero de los polis… Al final, entre reclamos, risas e inconveniencias, la conversación con esta mujer terminó con un “gracias por escucharme” y, un “te pido disculpas por tanto dolor”. Y entre risas: “pero son doce añazos, la primaria y la secundaria completa… De vez en cuando, como ahora, visítenos”. El hombre ofreció regresar y, una dijo: “pero regrese como civil, solo como abogado… para que asuma mi caso”. La de pelo corto reafirmo: “Sí. Para que me tramite la revisión en la Corte Suprema”.

Los alumnos por su parte… también asumían los dolores de aquellas mujeres y, desde sus cortas experiencias estudiantiles se dieron cuenta que, en tan pequeño espacio hecho de ladrillos se pueden esconder tan grandes dolores en las almas, que basta un oído atento para que el alivio se contente satisfactoriamente. Ese día, el profesor fue el alumno y los alumnos, otra vez alumnos, de historias que les afirman sus preferencias por el derecho… la voluntad de alcanzar justicia para sus causas.

martes, 29 de octubre de 2024

Duende

Un amigo pone en el wasap una música hecha, entre otras cosas, de silbidos y, pregunta si la recordamos... La verdad es que no me suena ni me truena... Ni en pelea de perros, dirían algunos. La pregunta, sin embargo, me lleva a los duendes de los montes.

Allí, arriba en los cerros de Cerro Pelau, allí teníamos pequeños espacios en los que guarecernos del sol. De ramas de algarrobo y de tallos de otras layas de vegetales, hacíamos sombras bajo las que descansar o, permanecer en el juego mientras hacíamos de vigías para que las cabras no sobrepasen los límites del pastoreo... De cuando en vez, pegamos unos gritos o silbidos... invitábamos a los perros a ladrar, para que alguna cabra andariega no saliera del cuadro en el que pretendíamos mantener el orden del pastoreo.

En esos parajes, buscábamos -algunas veces- en particular en tiempo de lluvias cactus enanos, de esos que le gusta crecer entre las rendijas de las piedras. Los buscábamos porque dan un pequeño fruto de color rosado al que nos dirigíamos con devoción. Su dulzor es muy agradable, aun no tanto su extracción: había que sacarlo con cuidado para evitar quedarse con pelusas dolorosas entre los dedos... Le llamábamos "abuelos". Sus espinas blancas nos remitían a las veteranas barbas del nuestro.
De alguna vez, oíamos, en la distancia, ligeros y finos silbidos que nos llegaban al oído y que parecían tener origen en la nada. Los oíamos y, solo atinábamos a decir "el duende anda por allí". Así nos lo decía el abuelo, así lo repetíamos nosotros. La soledad de esos parajes, sin embargo, invitaba a una narración que posibilite una explicación a esos sonidos... Alguna vez, habíamos intentado seguirlo y, el viejo, con la sabiduría de los años: "¡muchachos cojudos...! ¿el duende se va a quedar parado, seguro, para que lo puedan ver?" Y le agregaba alguna tarea para que nuestros pensamientos se recondujeran: "Allí en la alforja ando la capotera y el hilo, péguenle una zurcida a esa manta que, si no la arreglo yo, no hay quien". Y en esa terea se perdía el interés por el silbido... pero eso no lo paraba... Se seguía oyendo... En lo más alto del sol, al medio día, cuando parece que nada se mueve, cuando el calor causa estragos, parece que el duende también dejaba de silbar...
Así crecimos, creyendo que el duende siempre nos seguía. Que le gustaba nuestra presencia o que, a veces le disgustaba. Creíamos que -de chismoso- se ponía cerca de nosotros para oír de que hablábamos. Siempre supusimos que era un personaje solitario ¿Tendrá hijitos? Y nos llegaba la respuesta: "cojudo... es duende. Los espíritus no se reproducen, solo existen...." Advertimos, que había espacios en los que a los duendes les gustaba estar... En los espacios pedregosos, en especial en aquellas donde hubieran piedras grandes y filosas. Hasta llegamos a pensar que vivían de seguro en alguna grieta de la tierra puesto que, eran las veces en que lo oíamos silbar... El silbido era siempre el mismo... de notas largas y suaves... De ordinario de tristeza. "Silba para no sentirse solo".
De hecho, nosotros también lo hacíamos. La vuelta a casa era siempre, una silbadera de canciones tristes, de pasillos y yaravíes. El ganado, plan de cuatro de la tarde era alertado, para que se desadormeciera y se prepare para la vuelta. El rebaño era reunido... atendíamos a las cabras y chivos perezosos y aquellos andariegos para ponerlos en el camino de vuelta. El andar del jumento debía acompasarse con el propio de las cabras y, adormitábamos nuestra andanza en medio de esos silbidos... a veces intentado imitar juguetonamente los de aquel otro, que una vez más -de seguro- se quedaba solo, allá arriba en los cerros. De seguro, silbaría con más intensidad, extrañando nuestra ausencia, esperando que se repita nuestra visita.
Hasta que alguien dijo... "Yo creo que el duende se sienta sobre los cactus. Allí se sienta y canta... bueno... silba". Las risas se dejaron sentir luego de tan curiosa afirmación. ¿Los cactus silban? preguntó otro y, la mirada esperaba una respuesta del mayor. Y, sonrió y se limitó a decir "Si muchacho. Los duendes viven en los cactus y, sus espinas son la quena con la que hace música". Y para terminar remató: "Arrea pronto hasta la quebrada y no dejes que ganado se vaya más allá, hasta que todos estemos juntos... Apura, que el sol se esconde".
Así que... si! Si me acuerdo del duende silbador, ese que se escondía en las barbas del abuelo.

domingo, 18 de agosto de 2024

Palmadita

Si tienes la suerte de conducir algún automotor y te topas con una persona que intenta cruzar la calle, detente... Déjala pasar. No te cuesta nada. Regala un poco de amabilidad, en particular a los niños. Ellos son el futuro... A los ancianos, un poco de paciencia. Recuerda, cada día que pasa tu futuro se aproxima. No pierdas la sonrisa aunque lleves apuro.

He vuelto a la moto... Ya, de buen tiempo. Y esta es solo para contarles que hace un rato en la calle Lima, en la intersección con Huánuco, tres mayores -quizá con 20, a lo mejor, 22 calendarios de delantera- miraban con la paciencia propia de los viejos hacia la Sánchez Cerro, en la espera de tiempo para cruzar. Ya con esos años pretender esquivar autos y/o motos en movimiento sería como sonreírle a la pelona... La verdad, los advertí muy cerca, y frené casi de seco... Estaban al filo de la vereda. Con la mano les hice una señal de "pase".

Hicieron un pulgar y me lo mostraron mientras sus pasos se apuraban en cruzar el escaso asfalto de la vía. El tercero giró sus pasos para acercárseme y pensé que me diría algo, casi que temí que pudiera llamarme la atención por quién sabe que cosa... Se me ocurrió, en ese instante, por haber frenado bruscamente. Se acercó por la derecha, puso su mano en mi hombro y, con una sonrisa y una voz gutural, propia de los mayores, me dijo: "buen muchacho". Su mano, me regalaba dos palmaditas de yapa. Me sonreí para adentro y... en ese segundo, lo que demoró mi cerebro en procesar el sonido de su boca, me sentí un perro... literal... Solo faltó la galletita. Jajajaja

En el momento siguiente, me di cuenta que era el "like" más bonito, la forma sincera de agradecerme y sonreí de manera distinta. Y me volví a mí, para decirme: "Cuando veas a alguien cruzando la calle, dale el pase". Esa sola acción supone un guiño a tu propio apuro y la cortesía te ofrece una ventaja. Si aquel otro tuviera que recorrer la misma distancia que la que tú pretendes, con todo, tú llegarás primero: él va a pie, tú en motor encendido. Concédele la gracia de tu gentileza, a cambio, muchos pulgares te alegrarán el día. Alguna vez, una palmada en el hombro con el esfuerzo de avejentados pasos de un viejo que ha esperado tanto como para negarte a la pregunta: Cuando me toquen esos días, ¿Tendré la aptitud para cruzar la calle con mis propios medios? La esperanza se pierde al final de la calle...

Aceleré mi caballo de dos ruedas y los miré por el espejo... ¿A donde se irían esos "tíos"?. Me quedé con la duda.

lunes, 22 de julio de 2024

Apóstola

Hoy es el día de la apóstola, de la primera testigo de la resurreccion. Por mucho tiempo fue acusada de haberse dedicado a la prostitución; mas, pareciera, que se trató de una fórmula con la que se intentó minimizar su labor en la "iglesia" primitiva.

La palabra "apóstol" proviene del griego y se relaciona con el verbo enviar. Su significado por tanto es "enviado", "emisario", "mensajero". Es la traducción de la palabra hebrea "sheliaj", como parece haber usado en los días del Hijo de María.

El evangelio de Felipe, uno de esos que califican como "no canónicos" afirma que esta mujer era "compañera" de Jesús. Y el término da para varias hipótesis ¿Era su pareja? ¿Era una apóstola tan cercana como lo mismo se dice de Simón, el hijo de Jonás? Y en cualquiera de los casos ¿Porque esta información se ha ocultado tanto tiempo?

En el idioma español, "apóstol" es un sustantivo epiceno. Es decir que, se utiliza tal cual, cuanto para referirse a varones tanto para mujeres. Así, corresponde se le dé parecido tratamiento que a las palabras "víctima", "testigo" y "tiburón". Para el caso, el artículo "el" o "la" harían la diferencia.

Otro escrito apocrifo, el Segundo Apocalipsis de Santiago, hace referencia a que Jesús la besó. El texto no termina la idea porque, precisamente, lo que sigue ha desaparecido. Muchos infieren que el beso es "en la boca", desde el hecho de que el trocito de texto perdido es suficiente para que quepa esa palabra. Y pues ya... Los noveleros se permiten afirmar que tenía un lazo conyugal con el que le da el beso. Otros, deducen que ese texto es una forma metafórica de decir que Jesús le trasmitía conocimientos especiales.

Sin perjuicio de la epicenidad actual de la palabra "apóstol", su femenino "apóstola" está admitido como un arcaismo, aunque no por eso se tacha de incorrecto. Algún académico, versado en historia medieval, sostiene que en algún momento de la historia la palabra no terminaba en consonante sino que la versión era "apóstolo". Lo que justifica la existencia del femenino clásico de la terminación en "a".

Creo, respecto de modo como se relacionaba Jesús con María Magdalena, que no sabremos nunca la verdad. Lo que si sabemos es que en Francia es una santa de muy devota veneración, al punto que varios templos dicen guardar partes de su osario... Un pie, una mano... su cráneo. Sería interesante que esos huesitos se sometan a pruebas de ADN para verificar, al menos, si pertenecen a la misma persona.

Cuando decimos "apóstola", lo decimos bien y acentuamos la intención de resaltar la feminidad de algunos pasajes de la historia, o cuando menos, de un tema que se ha considerado tabú por muy buen tiempo.

Así las cosas, solo queda recordar que hoy 22 de julio es el día de su fiesta en el calendario de la Iglesia Romana.

sábado, 6 de julio de 2024

Dulce

"Tráeme un atadito" dijo el abuelo mientras con su mano derecha le alcanzaba unas monedas. El chiquillo recibió con agrado.
Un "atadito" era sinónimo de "chancaca" o "dulce". Era el reemplazo de cualquiera de la comidas en caso éstas fueran escasas o llegaran con retraso. Era, la más de las veces, el postre. Un trozo de chancaca con otro de queso en un platito de té, era el baile del corazón.
En aquellos días, se vendía envuelto en hoja seca de platano. El muchacho hallaba las formas de raspar el dulce, fruto de la caña de azúcar, por en medio de la envoltura para beneficio propio. Le alcanzó el recado al mayorcito y salió corriendo.
Una cosa era raspar con la uña, otra hacerle un quiñe. "Chacho de mier.." se oyó en la lejanía. Solo faltó el pedazo de queso.

viernes, 28 de junio de 2024

Despedida

Las ajadas pieles de la mujer acentuaban la oscuridad de su color. Su carácter huraño y la acidez de sus formas se habían diluido con los años. ¿Quién sabe cuantos llevaba a cuestas?! Hasta la memoria le era huidiza... Solo quedaban algunos chispazos que, "de cuando en vez", la ponían en la realidad, aun cuando ésta pudiera retrasarse en algunas cosas. "Hoy estamos sábado, ¿no?" dijo en forma de pregunta, pero en realidad quería afirmar que no se equivocaba. "No mamá. Estamos domingo. Domingo..." Ella completó: "¿Domingo 14?". Ahora su afán era congraciarse con su interlocutora.

La hija en cambio tenía otros apuros distintos del tiempo. En realidad, se relacionaban, más, con el futuro. "¿Ya tienes todo listo? Zapatos, medias, calzoncillos, camisa y pantalón.... No te olvides del pañuelo", le decía al adolescente, mientras en un maletín de triple fondo -de aquellos que mediante un sistema de cierres generan mayor espacio en profundidad- acomodaba las cosas del hijo: ropas, cosas de limpieza personal, correa... perfume, detergente, shampoo... todo iba allí. Algunas de esas cosas para estrenar. Y mientras acomodaba, le decía: "A donde vas, de seguro vas a tener un ropero o un casillero... por favor que tu ropa siempre esté acomodada... no importa que pueda estar sucia, pero acomodada donde corresponda". Mis recuerdos se van en el jabón liquido -que era la primera vez que lo conocía- y en algunos pares de medias de "seda china", que se había comprado en Huaquillas, Ecuador. 

La otra mujer, la de los años viejos, miraba por encima de un ventanal. Uno que hacía de conexión entre "la casa" y la casa de barro. Miraba... quizá no entendía... puede que a lo mejor entendiera solo un poco... No sé porqué, pero siempre la recuerdo con un cuchillo en la mano... Era uno al que siempre tenía que sacarle filo... renegaba por ese asunto, pero tampoco quería abandonarlo. Era como su juguete... Era un cuchillo cacha de madera aunque enfundado en un plástico logrado de un trozo de manguera de jardín. Se notaba las líneas azules y negras de que se había adornado, en otros tiempos, el plástico de que estaba hecho. La radio, en cambio, ajena a la escena, nos regalaba una melodía triste: "amor hecho de canto y de lamento, de ensueño, de dolor y grito mudo; amor que deja el corazón desnudo, para mostrar el por qué del sentimiento". O quizá, suponía lo que debajo de esas tareas se escondía.

"Recuerda que vas a estudiar. No te han pedido nada pero... es mejor que lleves lapiceros, un par de cuadernos, lápices... Hay un folder debajo de la caja de ropa... ponlo en tu maletín". El apremio era harto. "¿Tienes la carta de presentación?". Mientras la mujer acomodaba las cosas, no dejaba de pensar en lo que tenía que acomodarse en la mochila de mano del muchacho. "Ya má... ya... tranquilÍizate", solo se limitaba a decirle. En el bolso de mano se escondía los útiles escritorio, un acta de nacimiento, acomodada en una bolsa trasparente y ajustada con una costura de máquina de coser, un documento de presentación y, la constancia de término de los estudios secundarios. No había alcanzado ni los diecisiete como para pensar en libreta militar... En todo caso, en aquellos días, bien podía ser sujeto de leva. 

La mujer vieja apenas podía saber de que iba el asunto, hasta que un rayo de luz le iluminó los recuerdos inmediatos "¿Te vas a Lima?... Tan chiquito ¿y ya te vas?" y, a línea seguida, respondí: "No mamá Delmira. Me voy a Piura. Me voy a estudiar". Ella se encogió del hombros: "¿Y cuando dejarás de estudiar?" me refutó... Se volteó y alejó sus pasos. El cuchillo se quedó en el marco del ventanal. Sus pasos se alejaron sin decir nada... regresó después de unos minutos y volvió a acomodar su cuerpo sobre el mismo ventanal.

"Allá en Piura hay fotocopiadoras", dijo la otra mujer, la de menos años. "Saca una copia de tu partida y llévala siempre contigo". Y las recomendaciones iban hasta de como cruzar la calle, como tomar los cubiertos, tender la cama al levantarse... ¡las luces de los semáforos! jajaja fue una clase entera. Y la clase venia bien. Allí, en ese pueblito aledaño al mar, apenas la única pistas asfaltada era la Panamericana y, la peor forma de tráfico ocurría los fines de semana, frente a la comisaria cuando los buses interprovinciales se detenían para que los pasajeros nuevos aborden y, uno que otro, para que los choferes puedan tomar sus alimentos en alguno de los restaurantes. Los vehículos eran contados y las mototaxis, inexistentes. No había necesidad de instrumentos de control vehicular. ¡Los pasajes déjalos a la mano, por favor! ¡No quiero renegar en la madruga! Se escuchó. 

Luego de los acomodos, todo quedó listo. La emoción, el miedo, la intranquilidad regalaba una tensa calma. Todo estaba preparado. Solo faltaba esperar que llegase la madrugada. Un par de boletos desglosables, arrancados de un talonario y llenados a mano afirmaban que la salida del bus era a las "tres a.m". "¿Vas a comer?" preguntó la madre. Un "no", rotundo, se hizo sentir en el espacio.  La ansiedad de no quedarse dormido, de no olvida nada de importancia, de las pocas cinco horas para descansar había hecho del hambre una nada en el buche del chiquillo... Y apareció la mujer, la de años cansados,  la que se acomodaba de curiosa sobre la ventana: "no tienes hambre y yo tampoco, pero mañana seguro que si lo tendrás: extendió su brazo por el ventanal y, hasta se hizo de puntillas para acortar lo más posible la distancia y, en un pequeño mantelito blanco, me alcanzó un par de gofios... "Esos te aliviarán el hambre", pero ya será para mañana". Y a modo de reproche, remató: "Ojalá que cuando vuelvas, yo todavía esté". Se dio la vuelta y se fue.

La vida nos regaló varios silenciosos encuentros más...

martes, 25 de junio de 2024

Verano

Era 15 de enero. El año anterior había dejado las aulas de la secundaria. El Eppo se acoderó en un amplio estacionamiento que se encontraba en la avenida Loreto. Ésta no ha cambiado mucho. La estación de buses no tenía baños. Las casi cinco horas de viaje habían acumulado suficiente pichi como para necesitar un urinario... Pero no había uno. No allí. Al menos, en ese momento no.

Era lunes. Quizá las seis y media o siete de la mañana. Y las primeras ganas de ir al baño son de muy difícil disimulo. En diagonal al Eppo había un pequeño restaurante "Mi Juanita". Aún conserva el nombre y está allí, en el mismo lugar. Quiso aparcar allí sus fluidos, pero no. Estaba cerrado. En la otra diagonal había un edificio en construcción. El muro de calaminas dejaban notar que ya faltaba poco para terminar la construcción. Un vigilante miraba desde una esquina... "Señor, me orino", dijo con toda la vergüenza del mundo, a modo de pedir permiso o de disculpas por lo que no dejó de hacer... El alivio de su vejiga era también la del reproche del vigía, pero ¿que importaba ya...? Al edificio le faltaba poco, aunque que no parecía que quisieran terminarlo. Allí funciona, ahora, la SUNAT.

A su vuelta, la mujer esperaba en la puerta del "Mi Juanita". Tomaron desayuno: un jugo de papaya para cada quien con un sanguche de quien sabe qué... Quizá de huevo o de palta. Sus recuerdos no llegan a tanto. Recibió los últimos consejos que pudiera recibir: "Obedece... El que obedece no deja espacio para el reproche". Luego de un rato -que no fue tanto- tomaron un taxi ¿Conoce la Avenida Chirichigno? ¿La cuadra 4? Es probable que el taxista dijera que si. 

Después de unos minutos, se apeaban al frente de un edificio de dos pisos, largo, semejante a un gran colegio. Un par de palmeras de dátiles adornaban su pórtico, rematado en arco de medio punto. Un pórtico de doble hoja. La mujer tocó el timbre. Un hombre, quizá de 30 años abrió la puerta y sonriente dijo ¿Y tu quién eres? ¿De donde vienes? Pasamos a la sala y allí nos despedimos. Le dió abrazo, interminable... Es probable que la mujer se fuese llorando y él... ¿Él? Se esforzó para no hacerlo. El miedo era más... Aunque quizá era de miedo que quería llorar.

Han pasado casi 35 años. Era el verano de 1990.

jueves, 6 de junio de 2024

Frescura

- Y con esa nota no llegas ni a "en proceso". Estás en clave de "Logro en inicio". Una 'C' clavadita.
- O sea, soy un analfabeto del derecho. ¿He engañado a todo el mundo en los últimos quince años?
- Yaaaa no seas trágico. No eres ningún analfabeto. Eres... Eres... Eres un juvenil con experiencia pero te falta vivir un poco más. Solo eso.

Se dió media vuelta y se fue sonriendo. Imaginé su sonrisa y la copié. Me sacó de la depresión en tentativa de la tarde. Y regresó. Y con su mano me dio una palmada en el brazo, mientras decía: "tranquilo Boby, tranquilo. ¿Así dice Juan Luis Guerra, no?". Otra media vuelta y sus pasos se perdieron en las escaleras. En el último escalón se volvió sobre sus pies, se agachó y me volvió a mirar, me hizo un guiño y me ofreció su puño. Le contesté el saludo. Sus pasos, luego, los pude oír en la sala de estudio del piso superior.

La insonoridad de la habitación se prolongó por todo el resto de la tarde. En mi cabeza, una melodía se suma al silencio y apenas recuerdo algún verso:
"Abrí los ojos como luna llena /
y me agarré la cabeza (je) /
Porque es muy duro pasar / 
el Niágara en bicicleta".

martes, 4 de junio de 2024

Sorpresa

Una cárdigan de lana, oscura, de hace mil años, le acompañaba esa tarde. Había que llegar prontamente al taller de mecánica. Cinco minutos antes, una amable voz le dió a saber que el vehículo ya estaba listo y que si quería tenerlo esa mismo tiempo era necesario que se acerque "porque a las seis se cierra el taller... Y hasta el día siguiente".

Un sombrero negro, tipo fedora, le cubría las canas. Se había acostumbrado a llevarlo consigo, salvo que la ocasión ameritase una prenda distinta... O ninguna. Un hombre le invitó a pagar con sencillo y a que, por favor, avance entre los demás pasajeros. La ruta paseaba por toda la avenida Grau.

Desde hacía unas semanas, quizá seis, se le había dado por dejar crecer la barba... Avejentada. La media centuria dejaba huellas blancas. Sus pies se acomodaron frente a la primera fila de asientos, mientras con su mano izquierda se cogía del estribo superior que corre a lo largo de todo el vehículo.

A un lado, desde su hombro caía un bolso tipo morral en el que guardaba una libreta, un lapicero y su computadora personal. Era uno de esos clasicos que venden en Catacaos. Una adolescente, sentada en esas butacas de colores para las personas de derecho preferente, le miró -quizá con condescendencia- y con una voz amable le ofreció "señor, ¿quiere Ud. sentarse?" 

La parada no estaba lejos, pero este momento, un día tenía que llegar... Y llegó. Y le sonreí amablemente... A la oferente y al minuto mismo en que ocurrió.

viernes, 10 de mayo de 2024

Maquinaciones

 “Me limpio las tripas con esas leyes” grito el rey. “Estos son mis territorios y aquí mando yo, después del señor Jesucristo”, masculló al final con afán de serenarse. El embajador, venido desde Orvieto, temió por su vida. Se sabía de las malas cóleras y de la rabiosa irascibilidad del rey Dn. Pedro III y ya las noticias de que le había cortado el pescuezo a Dn. Fernando Sánchez de Castro, algunos años antes, era de conocimiento de todas las embajadas, incluso, en la corte papal. El emisario, a ese momento, no sólo renegaba en sus adentros de haber aceptado la encomienda, sino que, además, se reprochaba: “Si fue capaz de ahogar a su hermano, y de degollarlo, después; en mi caso puede que la cosa sea peor. ¡Vaya la hora en que se me ocurre venir!”.

Y es que la muerte de Fernando Sánchez de manos del infante Pedro, se parecía a la de Abel desde las manos de Caín. Ambos eran infantes. Su padre el rey Jaime I, alias el Conquistador, se encontraba en el trono y, había puesto sus esperanzas en el primero: le había encomendado algunas tareas de negociaciones con varios señores feudales de la España medieval, le encargó su propia defensa en el viaje a Tierra Santa para participar en la cruzada de 1269, lo envió con facultades diplomáticas con el rey Manfredo de Sicilia para adelantársele a Alfonso X de Castilla en sus afanes de alianzas internacionales y posibles extensiones comerciales. En cambio, al infante Pedro las tareas le fueron otras: de mayores riesgos. Era el "policía" del reino. Se le encargó  apagar los tumultos, evitar las reyertas y poner el “estate quieto” a quien pretenda generar inestabilidad en la monarquía de su padre. Su fama, por tanto, era de la un guerrero despiadado y carente de empatía para con los demás.  Sin perjuicio, ambos hijos, pretendían el mejor querer de su padre, que, a su vez, vería la luz a la repartición del reino... Con la muerte de Fernando, la luz solo fue para Pedro.

La comunidad judía, por su lado, estaba muy bien asentada en Aragón. Así había sido antes, con Jaime I; así lo era ahora, con Pedro III. Algunos miembros notables de la misma actuaban como funcionarios de la corona y/o como asesores privados del rey. Un mandamiento talmúdico dispone que los judíos le deben fidelidad a los reyes –y por tanto a las leyes civiles- de los territorios en los que habitan. Se habían ganado sus posiciones desde la afirmación de su fidelidad monárquica; empero sería huera si no produce frutos para la corona. Tres eran las manzanas: los médicos judíos eran los mejores de esos días (pregúntenle a Sancho I de León); su dispersión por el mundo, los hacía políglotas, así que, si se necesitaba un traductor, los judíos eran muy buenos en esos menesteres: los que conocían la lengua árabe, valían doblemente y, la tercera tarea, era la de las finanzas. Eran excelentes en la contabilidad y también en las triquiñuelas legales para acrecentar los patrimonios. Yusef Ravaia, el judío inspector de cuentas, cobros y pagos de la Corona de Aragón, ingresó a la sala con paso firme, se acercó al rey y al oído le dijo: “Aquiétese. No ponga en riesgo las cuentas de la corona y, menos, las suyas propias”. “Gazmoño gálico”, replicó el rey, insultando calladamente al papa Martín IV… Sus cóleras habían disminuido. Otro hombre, judío por sus ropas, portaba un libro en el que, en escritura hebrea –expuesta así para esconder la información acumulada- anotaba las cuentas del reino. Le mostró un par de líneas y, con un gesto de negación, le hizo saber que no era necesario pelearse con el embajador papal. En todo caso, le aconsejó, era mejor enviar a emisarios propios para negociar los términos del vasajalle solicitado.

Mientras Pedro III había alcanzado el trono de Aragón en 1276; Martín IV era papa desde apenas unos meses antes; desde marzo de 1281, cuando finalmente se logró “consenso” entre los cardenales italianos y franceses para alcanzar su elección apostólica. En realidad, este buen hombre había logrado el puesto desde las maquinaciones, triquiñuelas y malas artes alcanzadas por el rey Carlos de Anjou, quien mandó a apresar a dos cardenales italianos para adquirir mayoría. El nuevo papa, por tanto, se convirtió en… no sé si marioneta… en un gran aliado del rey galo.  El conclave para la elección de Martín se realizó en Viterbo, distante a unos 80 km de Roma. Conviene decir que éste no llegó a Roma. Nunca puso los pies allí en la sede romana. Prefirió hacer juramento y asunción del cargo desde el castillo de Orvieto. Esta era una ciudad poderosa, económica y militarmente. Su aliada era Florencia, por lo que había poco que temer entre sus muros y castillos. Es más, los túneles subterráneos de la ciudad –aún bajo ataque de sus enemigos- le daban no sólo la seguridad de huir, sino también la de permanecer –si así lo elegía- sin mayores riesgos. Bajo la losa pétrea en que se erige la ciudad, había otra, oculta y con sus propias seguridades, trampas y acondicionamientos. Martin IV, por su origen, era francés, natural de Tours, y por sus formas, nunca llegó a ser cabeza de la iglesia de Roma, al menos no, materialmente.

Regresemos… Los emisarios papales regresaron sin haber conseguido mucho. Advertían que, Pedro III ni siquiera se había inmutado; empero pudieron anotar información que sería relevante para lo que vendría después, para decisiones futuras de la corona papal, pero por sobre ellas, para decisiones del rey Carlos I de Anjou… todas ellas relacionadas con el dominio y señorío del mar Mediterráneo. Y aquí viene bien otras historias, que se relacionan con privilegios y lengualarga, que aparecen en este muro. De ellas resalto dos ideas: Jaime I, padre de Pedro III, fue excomulgado por el papa Inocencio IV y, para su readmisión en la Iglesia, sujetó sus reinos a vasallaje en el año de 1246 y; la segunda, cuando Pedro III juró su coronación como rey de Aragón en noviembre de 1276 “olvidó” varios asuntos protocolares, entre ellos, jurar el vasallaje en favor del papa y otras obligaciones en favor de distintos señores de esos terruños. La oferta aragonesa, por tanto, de enviar a sus embajadores nunca se cumplió, al menos no, con las intenciones de negociar subordinaciones. De otro lado, Carlos de Anjou y Martín IV se convertirán en sus enemigos, en la piedra en el zapato para sus pretensiones expansionistas.

Vayamos a otros valles… Manfredo de Sicilia, al que hemos mencionado antes, por asuntos que no viene a cuento explicar, fungió de rey de Sicilia desde el año 1254; empero el papa Inocencio IV (uno que estuvo antes de nuestro Martin IV) solicitó que la isla debía sujetarse a la autoridad papal y la solicitud fue denegada. Así que, le declaró la guerra a Manfredo y, con la ayuda del tal Carlos I de Anjou le dieron muerte al mentado rey siciliano en el 1266 y, al verdadero heredero del trono , un tal Conradino, en el 1268. Estas muertes traerían consecuencias en los intereses de la corona aragonesa... Luego de la visita del embajador papal a las tierras de Aragón, dos días después, cuando Pedro III departía con sus asesores; uno de ellos, le recordó que Constanza, su esposa, las veces que correspondía al protocolo y, desde la muerte de Manfredo se hacía llamar “reina de Sicilia”, asunto que no era baladí; dado que era hija de aquel y, como tal, le correspondía la corona. El judío, asesor de sus personales asuntos, concluyó: “Si Dios está con Ud. ¿Qué importa la voluntad de un papa espurio?”. Una embajada, al día siguiente, se dirigía hacia Orvieto para pedir autorización papal para una cruzada contra Túnez. El rey aragonés ponía en marcha su maquinaria y sus mejores tretas para reclamar al menor costo, aun por la fuerza, la corona de Sicilia. Contra la voluntad del papa o de cualquier rey galo que intente ser inoportuno.

Y todo en nombre de la cristiandad.

Rostro de Pedro III, reconstruido con IA


 

https://core.ac.uk/download/pdf/38983014.pdf

miércoles, 8 de mayo de 2024

Privilegios


El siglo XIII estaba en su atardecer y, los catalanes habían logrado que el rey Pedro III de Aragón, también conocido como Pedro, el Grande, reconociera derechos en favor de los señores principales, de distintas naturalezas. Se vio precisado de reconocer derechos y privilegios en favor de los señores feudales y de los señores obispos y, de alguna forma institucionalizó formas muy específicas de organización política. En particular, de una institución que ahora denominamos “parlamento”. El asunto vino así… 

En estos menesteres siempre se hace necesario explicar temas de la parentela…. Allí vamos. Este Pedro III es hijo de Jaime I, el Conquistador… ¿Lo recuerdan? ¿Si?  Es ese rey que fue engendrado con engaños, cuando los nobles aragoneses le metieron harto vino por el buche a Pedro II, abuelo de nuestro personaje y luego lo encamaron con su propia esposa para asegurar un heredero… ¿Ya? Bueno, los invito a leer “marrullerías”, para que se entienda los parentescos. El asunto es que Dn Jaime I, el padre, tenía el título de “Conde de Barcelona”, que no era poca cosa y, en cuanto rey de Aragón, le posibilitaba algunos privilegios frente a los señores principales de Cataluña: aseguraba prestaciones y contraprestaciones en las que las obediencias y vasallajes dependían de circunstancias protocolares, por las que cualquier defecto, o “quítame esta paja” podía convertirse en pretexto para empezar una revuelta.

Don Jaime, en su crónica “Libro de los hechos del rey Jaime” da detalles de la forma como consigue los territorios de Mallorca y de Valencia a favor de la corona de Aragón. Esta tarea militar, que al final concluye con la capitulación y rendición del rey musulmán en 1238, se vio empañada por los desencuentros intestinos de los propios “ricohombres” aragoneses, que dueños y señores de varias ciudades se disputaban, bandoleramente, pedazos de tierra y la fidelidad de los siervos de la gleba. Tal era el desorden que amargamente, Jaime, el Conquistador, cuenta: “Y señalamos fecha a los ricohombres, al maestre del Temple, del Hospital, al de Uclés y al de Calatrava que estaban en nuestras tierras, para que se nos uniesen en Teruel, a la entrada de mayo. Pero, al día fijado para que acudiesen a Teruel, los que habían recibido la orden no vinieron».

La fidelidad y buenas relaciones mantenidas por Jaime I con los señores de Barcelona se puso en riesgo cuando aquel se vio precisado de dividir su reino entre sus varios hijos.  El hombre fue muy prolífico… por las puras no le apodaron “el Conquistador”. Muchos señores vieron mermadas sus seguridades y, con mayor razón cuando se dieron cuenta que el heredero de la corona de Aragón era Pedro III. Éste había construido su fama a punta de espada, flechas y alabardas para sometimiento de la aristocracia frente a la realeza. Con ello, la inquietud se convirtió en protesta y las protestas en levantamientos. Pedro III se obliga a convocar a las Cortes de Barcelona para el reconocimiento de privilegios existentes y la dación de otros nuevos. De hecho, de tiempo de su padre era la prioridad concedida a las naves mercantiles catalanas, la exención del impuesto a las mercaderías, el reconocimiento de las corporaciones de mercaderes, entre otros. Se anotan en Las Ordenaciones de la Ribera y, que- en buena cuenta- es un código de derecho marítimo.   

Los valencianos, pese a su anexión con Aragón, siempre fueron una piedra en el zapato. Pedro III andaba urgido de monedas para financiar su campaña pacificadora, así que exigió a los catalanes apuren el pago del impuesto del bovaje. ¡Para que hizo eso! Los catalanes afilaron sus machetes, digo sus espadas. El impuesto del bovaje, –y en el entendimiento de los señores de esos días- era una concesión graciosa que, además, requería la convocatoria de los hombres principales a cortes para realizar su cumplimiento. Así que, se negaron. El rey Pedro III encarceló a algunos varones de buen apellido, pero el asunto no cesó. Cataluña mantuvo la zozobra.

Con las protestas en el cuello, Pedro III convoca a cortes y, éstas se celebran en Barcelona en 1283 y da pie al documento Recognoverunt Proceres que se convierte en la aceptación y reconocimiento de los usos y privilegios jurados por reyes anteriores y en la dación de nuevas cartas de franquezas en beneficio de los barceloneses. Entre otras, se reconoce la ciudadanía a todo aquel que hubiere vivido en la ciudad por más de un año y, respecto de las cortes mismas, se afirma que el rey se obligaba a realizar Corte General una vez al año, con el objeto de tratar de buena forma los asuntos relacionados con el estado y la reforma de la tierra y de los impuestos. El propio rey establecía: "si nosotros y nuestros sucesores queremos hacer una constitución o estatuto en Cataluña, los someteremos a la aprobación y al consentimiento de los prelados, barones, caballeros y de los ciudadanos...".

Pedro III, el Grande

En otras palabras: “Yo soy rey, pero Uds. mandan”. Allí aparecen formas legislativas que aún existen, aunque sus nombres nos sean extraños: Si la propuesta legislativa venía del rey y quedaba aprobada, tomaba el nombre de “constituciones”; si el proyecto nacía de los estamentos de la nobleza o el eclesiástico o de los representantes urbanos, la norma adquiría el nombre de “capítulos de Cortes”. Viene bien reconocer que, el rey quedaba impedido de crear nuevos impuestos o de ampliar los ya existentes. Si una guerra exigía dineros adicionales, las contribuciones de los nobles respondían a su propia providencia y voluntad antes que a una obligación.

Con las cosas así, se van sentando las bases para la prosperidad de la ciudad condal de Barcelona, escenario que hará de la vida ficcional de Arnau Estanyol una que puede leerse en la novela “La catedral del mar”, que recrea a la Catuluña del siglo siguiente.

 

 

lunes, 6 de mayo de 2024

Mundano

Corría el último mes del año del Señor de 966 y, el rey Don Sancho I de León, pasaba a mejor vida… envenenado. Las pompas fúnebres, que duraron sus buenos días, se convirtieron en la ocasión perfecta para que, Sisnando, el mundano, escape de la cárcel, lugar al que había sido confinado por el rey, recientemente difunto. No me alcanza la curiosidad, todavía, para contarles las razones de la desgracia de haber perdido la libertad, pero es muy probable que se deba a alguna traición.

El siglo X de la España medieval es un marisma de formas políticas… reinos, condados, comarcas, merindades, taifas, honores, villas, etc., eran algunos de los nombres que, la verdad, ofrecen "mareos de cabeza". Y allí se jugaban las mejores formas de vasallaje. Cada señor feudal miraba por sus intereses militares, económicos y… espirituales. El mapa político se modificaba año a año... ¡Qué digo…! ¡los cambios se podían ver cada seis meses! La temporada primavera-verano no era una de modas, como en nuestros días, eran tiempos de enfrentamientos, saqueos, reubicaciones de poblados… eran espacios para nuevas viudedades y de huérfanos con que llenar las calles de mendigos; tiempo adecuado para reactivar las tareas de los panteoneros y de nuevas fidelidades políticas y de juegos diplomáticos aditamentados con fuertes dosis de espionajes.

El apodo de “mundano” para Sisnando II, no es nuestro. A contrario, ya lo llevaba consigo en los días en que jugaba su partidito en medio de la creación del buen dios. Un cronista de sus días, decía de él: “nimium secularis et potens era”, que en español, precisa: “Era poderoso y demasiado terrenal”, que en el idioma de nuestro cada día supone: “era muy, pero muy político a que allegado a las liturgias y protocolos religiosos”.  Y no se me entienda mal ni tampoco piénsese lo peor de él: el poder religioso, en esos días, -ahora también- era parte del binomio conformado con el poder político: reyes, condes y duques tenían capacidad jurídica para nombrar a clérigos y demases y éstos -a su vez- sucedían el puesto eclesiástico a algún sobrino –hogaño, saltan las diferencias-.... Si a estos días haces la ruta de Santiago de Compostela hay una parada particular: el “Monasterio de Santa María de Sobrado”, una construcción religiosa románica fundada por el mundano Sisnando II, la que serviría, además, como muralla y parapeto ante las invasiones vikingas. Convenga decir, a modo de afirmación, que Sisnando es un obispo.



Ummmhhh... Habrá que contarse lo que no se quería. Sancho I de León, apodado “el gordo” era muy mal hadado a las artes militares. Era más bien de actividades protocolares y de encuentros sociales, amigo de la buena mesa y de los vinos mejores… de allí su apodo. Ese buen señor intentó hacerse del poder pleiteándoselo con su primo Ordoño III. El asunto es que no logró sacar ni su espada. La huida fue una buena forma para guardar la vida y esperar mejores tiempos. De hecho, su tiempo llegó a la muerte de Ordoño III y tomó las riendas del poder leonés, pero tan solo por un par de años entre el 956 y el 958. Los principales leoneses no lo querían… despreciaban su gordura y su falta de experticia política, así que, llegó un nuevo rey Ordoño IV. El obispo Sisnando conocía mejor el tablero geopolítico y puso todas sus fichas a favor del golpe de Estado. Don Sancho tuvo que huir por segunda vez.

Y una nueva aclaración se hace necesaria: Sisnando no es que odiara al rey Sancho Panza, perdón al buen Sancho, “el gordo”; es que simplemente, éste no se acomodaba en el juego político de la reconquista, de la permanente guerra sostenida contra los musulmanes y, la inquietud permanente de las invasiones vikingas que se realizaban cada cierto tiempo en las costas del norte y noreste de la península ibérica. Sisnando, conocedor de esos riesgos, con la autorización y, muy probablemente, con la subvención económica del rey Dn. Sancho amuralló y reforzó la ciudad de Compostela… Lamentablemente, las políticas expansionistas o de reconquista del rey Sancho no le fueron favorables y, prontamente, perdió todos los auxilios políticos, militares, sociales y… hasta religiosos.  Nuestro personaje, sin embargo no midió el futuro. Su bola de cristal estuvo opaca: Ordoño IV, “el malo”, tampoco tuvo mucho tiempo para reinar. Murió en el 960 y, los historiadores convienen en reconocer que el apodo de “el malo” no viene de su mal genio o la irascibilidad de su carácter, si no que, deriva, dicen unos, de su flácido temperamento y, otros, de sus pésimas condiciones de salud.  Don Sancho I volvió a reinar y, ahora tenía ánimos de vengarse y, es probable que, la promoción y valeduría de Sisnando de Iria a favor del rey muerto merecían un muy grave castigo para recordación de las venideras gentes leonesas.

Muerto Ordoño IV, el malo, regresa al poder Sancho I, el gordo, como ya dijimos. Y en esta vez, su reinado alcanzó el triple de tiempo que en la primera oportunidad. Eso no significa que lo quisieron mejor: él solo era dueño de la pelota, otros jugaban con las fichas de su ajedrez. Sisnando es encarcelado, pero tan pronto vea la muerte nuestro papujito rey, él recuperará la libertad y, agrupadas sus huestes y ataviado como un guerrero, con su camisola de cuero, su espada y su escudo de madera asaltó el palacio episcopal de Santiago de Campostela, sacó en pocas ropas al obispo Rosendo, lo montó –maniatado- en una mula y lo encaminó hacia el monasterio de Celanova. Otro chismociento de esos días, que afirma haber estado presente en la escena, dice que el obispo Rosendo, levantó las dos manos e hizo una cruz en el aire, mientras anunciaba: “Si con una espada me atacas, con una espada morirás”. Sus ojos echaban fuego y sus palabras eran brasas ardientes.

A otra cosa... Si desde el sur, los reinos cristianos tenían que cuidarse de las avanzadas musulmanas; desde el norte, el purísimo mar era la página en que se anotaba el riesgo de los bárbaros noruegos. Así, en la cuaresma de 968, cuando el obispo Sisnando se preparaba para las celebraciones de los sagrados misterios de la pasión de Cristo, fue alertado de que Gunderedo, rey vikingo, ingresaba con cien naves militares por las costas cantábricas. Nuestro secular obispo lo esperó en las cercanías del rio Louro y le hizo frente. Una flecha mandó a mejor vida a nuestro mitrado guerrero... Dicen los cronistas, que llevaba las de ganar, que Gunderedo ya iba en retirada...  la muerte del estratega, sin embargo, hizo mella en el alma de sus vasallos y, desbandados éstos, las tierras de Santiago fueron noruegas por unos buenos meses.

Buenos días.


miércoles, 24 de abril de 2024

Muladí

¿Recuerdan algún caso de damnatio memoriae? Ummmh… Hemos contado historias relacionadas con esa institución política.  La “damnatio memoriae” o –en español—“condena de la memoria” supone un acto o varias actuaciones destinadas a conseguir que la colectividad olvide a un personaje específico de la historia. Si la expresión original está en latín, entonces, conviene pensar que la institución es propia del derecho romano. La verdad, no sé si es un invento romano, pero sí que la utilizaron y con harta frecuencia y nosotros la hemos heredado.

Don Omar, descendiente de Hafsún, está casi olvidado y hay quienes lo recuerdan por el castigo post mortem, recibido para ejemplo y remedio de conductas de otros. Omar nació hacia el año 850 en territorios hispánicos; en lo que era y actualmente es Málaga, en un pequeño espacio denominado Parauta. Si la pequeña localidad sigue existiendo… pregúntenle a “San Google”. El asunto es que nació allí, en ese espacio que se llama, en el sol de hoy, España. En aquellos días la península ibérica era un sancochado de reinos y de gobernanzas, de obediencias y de rebeldías. Por allí anduvo Omar. Y dicen de él, en estos días, unos, que es un héroe, con el agregado de que defendió a la religión católica; otros, que era un forajido, un guerrillero, un asaltante de caminos. Un tercer grupo, afirma que nadie se acordaría de él si no fuera por lo que le “sucedió” a diez años de su muerte. Para el caso… el epíteto lo pone el lector.

Ahora mismo, nuestros políticos utilizan la damnatio memoriae con dolo o con ignorancia deliberada. Para muestra: el alcalde de estreno –con un par de meses en el cargo- inaugura una obra que se inició en la gestión anterior, se pega un discurseo a favor de su trabajo sin siquiera mencionar al alcalde que gestionó y ejecutó la obra aunque no pudo concluirla. La placa conmemorativa de seguro olvidará decir el nombre del edil anterior. Es una asolapada forma de negar la importancia del funcionario antecesor, de borrarlo de la memoria de la sociedad.

Conviene decir que, en los inicios los años 710, los distintos grupos godos y francos esparcidos en la península peleaban entre sí, por el poder. Un tal Rodrigo, rey visigodo, discutía el poder con un tal Witiza y, éste pide ayuda a Musa ibn Nusair, militar musulmán. Éste, aprovechando la división interna de los visigodos, invade la península y, en nueve años, se apoderó de casi toda el área, excepto Asturias, que es la parte norte de la península. Hacía en 730, el estado musulmán de El Andalús, que así se le llamaba, alcanza su mayor extensión en la geografía hispana, pero no estaba exento de problemas. No solo era que, los conquistados se levantaban constantemente, sino que además, se conformaba por gentes, clasificadas desde distintos conceptos: religión, posición social, origen étnico, que posibilitan reconocer bereberes, sirios, árabes, moros, esclavos que pleiteaban entre sí por tener mejores posiciones en la repartición del poder…. Descansemos de Don Omar.

El olvido político es una deliberada intención de olvidar... Los adultos la intentamos por distintas razones y de diferentes formas: la enamorada le ha terminado la relación a un joven y, éste para olvidarla no tiene mejor idea que romper la foto que solía llevar en su billetera, el pueblo advierte que su alcalde ha sido un corrupto de gran calaña y decide romper los vidrios de la municipalidad, hasta le mete fuego, la asociación de padres de familia es estafada y  prefiere dar por perdidos los libros generando uno nuevo con nuevas cuentas… Hacemos cosas con el ánimo de olvidar. Y, dicen los especialistas en psicología del testimonio que si es posible… De por allí viene eso de que “un clavo saca a otro clavo”.

Los antecedentes familiares de Omar nos conducen a una vieja y acomodada familia de origen hispano-godo que, a la llegada de los musulmanes se convirtió –posiblemente para no perder su posición social- a la religión de Alá, lo que permite ubicar a nuestro protagonista como un “muladí”, nombre que se le da a aquellos cristianos que se convierte al islam. Los mozárabes, en cambio, eran aquellos hispano-godos que mantienen la religión cristiana pero que se aculturan entre los musulmanes. Joven todavía, al estilo Robin Hood, mata a un berebere, pastor de los ganados de su abuelo, porque lo encontró robándole algunas de las cabezas de ganado. Perseguido por la justicia, se hace cimarrón y, se establece en las ruinas de un antiguo castillo abandonado: Bobastro. Prontamente y, sin mucha necesidad de ayuda, se aseguró con varios mozárabes, muladíes, cristianos, bereberes, esclavos… todos, descontentos con la clase dominante. Sus huestes se mantuvieron rebeldes por casi 40 años, sin que los emires cordobeses pudieran alcanzarlo. Es más, sus milicias eran de tan grave valentía que el emirato de Córdoba lo reconoció como gobernador de Málaga y Granada.

Hay fórmulas de olvido muy específicas. Nerón, por ejemplo fue un emperador odiado y querido. El senado y las clases altas celebraron su muerte. De hecho se habla de una conspiración para su muerte y hasta de sobornos a la guardia personal. Los esclavos, la plebe y quienes vivían a expensas del arte y de los juegos, lamentaron su ausencia. De hecho, tanta era su popularidad, que como en nuestros días se dice respecto de un ex presidente muerto, en los tiempos de aquel aparecieron en las lejanías del imperio, historias de que el hombre estaba vivo, incluso, personas -aprovechando su parecido- se presentaban en los teatros o en los juegos para fingir que eran el fenecido emperador. Bueno… El asunto es que, a su muerte por disposición del Senado se ordenó el arrancamiento de su nombre de aquellas obras públicas que él hubiera conseguido y, los emperadores sucesivos, desde esa autorización, mandaron que en las estatuas publicas que llevaban la representación de su rostro, esa parte de la escultura sea cambiada por otra que sea más aparente con los rasgos faciales del gobernante de turno. Su tumba, la de Nerón, motivó otras leyendas. Tengo pendiente, algunas historias sobre el particular.

En el 899, por influencia de los mozárabes, Omar instala en su fortaleza a un obispo. Éste logra su conversión y toma el nombre de Samuel. Su afán, en realidad, era político: alcanzar el reconocimiento de su poder entre los cristianos y, por tanto, conseguir una alianza con los asturianos. Ésta proyección, lamentablemente le restó créditos en el mundo rebelde musulmán y, en poco tiempo su declive se hizo notorio. Muere en el 917 y le sucede su hijo, quien mantiene la fortaleza y hegemonía por diez años más. En el 928, Abdarramán III se presentó en Bobastro, se deshizo de las fortificaciones e incluso la mezquita y las iglesias, ordenando la exhumación del cuerpo de Omar y de su hijo Yafar. Tomó prisionera a su hija Argenta y cargó con ellos hacia Córdoba.

Hoy, como formas de olvidar se escriben autobiografías y se publicitan de tal forma que parecieran verdades absolutas. El arte se presta para esos propósitos. En estos días, por ejemplo, una película expone la biografía de una persona dedicada a la televisión, al entretenimiento. La película expone su vida, la semblanza que él quiere que la gente tenga de sí... Una especie de plantación de recuerdos y, para su lamento, ha conseguido lo contrario. La gente, convive con el protagonista, y se ha encargado de recordarle de modo distinto pasajes de su propia historia... Lo mismo para aquel otro, político, muerto por su propia mano, de quien sus seguidores también exponen su vida fílmica para enarbolar una historia que lo dulcifique. 

La propuesta de Abdarramán III era llevar el cuerpo del difunto -también llevaba los de sus dos hijos, uno muerto recientemente- a Córdoba, la capital del emirato, para una ceremonia fúnebre conveniente al nombre del rebelde; empero el propósito era evitar el culto y cercanía del cadáver con sus posibles seguidores y leales. En Córdova, a contra de la promesa, y alegando que Omar al convertirse en Samuel había traicionado los deberes con la religión del profeta Mahoma, de modo cínico y haciendo alegoría a la deshonra que supone la muerte de cruz, desnudó las pocas carnes huesosas que quedaban, y las amarró en una cruz, para recordarles a todos, que en el Islam la traición religiosa se paga con el nombre y el honor. Dice el cronista "para amonestación de espectadores y satisfacción de los musulmanes". La idea, por contraproducente que parezca, era hacer olvidar de la memoria de los viandantes la existencia de un señor llamado Omar Ibn Hafsún, que cristianizado por su voluntad, tomó el nombre de Samuel de Babastro, el Pelayo de sur. Los suyos, preferían llamarle "el señor de la gran nariz".

miércoles, 17 de abril de 2024

Amantes

“Intercambiábamos más besos que ideas sabias. Mis manos buscaban sus pechos antes que las hojas de los libros”. Así empieza uno de los párrafos de la autobiografía de Abelardo. En ella, cuenta su vida y la versión personal de uno de los amores prohibidos y secretos mejor revelados de la historia. Hoy, pese a las prohibiciones de proximidad de antaño, el cuerpo del amante yace por los días que le restan a este mundo al lado de Eloisa, su amada, la hija de la abadesa de Fontevraud. ¿Dónde? En el cementerio de Peré Lachaise, en París. A estos días, más que un centro fúnebre es un centro de recreo. Cuarenta hectáreas de tumbas, arquitecturas fúnebres, árboles enormes anidados de pájaros cantores, reptiles y gatos cimarrones, lo convierten en atracción turística. Las tumbas de Abelardo y Eloísa, son destino de los contemporáneos corazones enamorados, en los que nuevos amantes, pública o de modo furtivo, regeneran arquetípicas formas de juramento del amar inacabable.

El muchacho la conoció mocita. Y ella era, digamos, conocida. Era la sobrina de un canónigo de la Catedral de Nuestra Señora de Paris. En realidad, para aquellos primeros tiempos del S. XII, que una mujer supiese leer y escribir era noticia; más todavía, si su entendimiento se recreaba en lenguas extrañas, dígase griego, latín clásico y hebreo. Su alma exponía devoción fiel a las letras y las filosofías y sus manos procreaban algunas canciones en instrumentos musicales. Su poesía… era inspiración para el filósofo Abelardo. Con tan brillosos pergaminos, la noticia se resalta a doble luz. La muchacha desayunaba letras, al medio día conversaba con Tertuliano, con Cicerón, con Séneca…   Afirman los que por esos días vagabundeaban en París, que bien podía dar clases de cualquiera de las materias correspondientes a las artes liberales del Trivium. Lastimosamente, la humanidad no ha heredado sus canciones, pero el solo hecho de su renuncia al matrimonio en favor de la erudición nos da cuenta de su valía emocional. Decíamos, que Abelardo la conoció muy jovencísima y, tendenciosamente –provocado por su sapiencia- la enamora y la hace suya. Piénsese en la forma de las más carnales posibles y, con ello, el amor libre proclamado por la joven resaltaba la amistad de los amantes, a que las obligaciones de los esposos.

El hombre –que le sobrepasaba en 22 años- luego de azarosa vida, tan pronto se vio liberado de la corporeidad mortal cuando ya le pesaban algo más de sesenta años y, con tantos enemigos religiosos de por medio, su cuerpo fue depositado en el convento del Paráclito. Éste fue fundado por el mismo Abelardo hacia el 1120, cuando contaba con 41 años aproximadamente. En realidad, lo funda como una especie de escuela en la que instruía a sus propios discípulos respecto de temas de lógica y filosofía. Desde allí se enfrentó a otros profesores, como el muy afamado Bernardo de Claraval, el célebre autor de la frase “Hay quienes buscan el conocimiento por el conocimiento mismo, eso es curiosidad; pero aquellos que lo buscan para el reconocimiento público no dejan de ser simples vanidosos. Aquel que pone su conocimiento al servicio de los demás, ese es el hombre ideal”. Bernardo en sus puyas intelectuales con nuestro afamado amante, le acusó, algunos años después, de herejía. Así, Abelardo se ve obligado de abandonar la Abadía del Paráclito y, en su lugar dejó a Eloísa y fundan, en ese mismo espacio, la primera rama monástica benedictina propia de mujeres, con el objetivo fundamental de propiciar el conocimiento filosófico y la música vocal culta entre sus consagradas.

Decía antes, que Eloísa renunció al matrimonio en preferencia del amor libre. Lo hizo solo en parte.  “No hay pecado en la lujuria, si ésta es hija del amor” cantaba. Sin embargo, la muchacha se guardó para sí una pequeña dosis de toxicidad… Y eso que en esos tiempos no había wasap. Allí les va su propia confesión: “Hace buen tiempo que la casualidad me trajo una carta que a un amigo tuyo encaminabas. Luego que reconocí tu letra, la abrí, disculpando mi satisfacción el exclusivo derecho que en mi lisonja creo tener a cuanto a ti pertenece o de ti sale”. Promotora del amor libre, pero con vocación de inspectora de cartas. Retomemos… Abelardo y Eloísa se casaron a exigencia del tío Fulberto, el canónigo protector de la muchacha… Se casaron, valga decir, con anuencia de Abelardo y un respingado “si así lo quieres” de Eloísa. Fue un matrimonio a escondidas y no viene a cuento contar porqué. Aunque quizá si… La Eloísa le había adelantado prenda a Abelardo y como producto de esos yacimientos había nacido Astrolabio, un bebé que fue cuidado por su tía Denisse, hermana del filósofo y, que más tarde también se haría religioso como lo fueron sus padres y sus abuelos. Sin embargo, parece que la celebración no satisfizo suficientemente al Dn. Fulberto que, un tiempito después, valiéndose de las manos de cuatro canallas, mandó a que se metieran en los aposentos de los matrimoniados y le malograran, a punta de navaja, la masculinidad del buen Abelardo… Astrolabio se vio condenado a no tener hermanos y, los amantes a realizar vidas separadas: Eloísa hizo voto en el monasterio de Argenteuil, mientras que Abelardo se escondió en la abadía de San Denisse.

Cuentan, con tufillo de historicidad, que el Abelardo era tan buen polemista que, tuvo varias acusaciones de herejía y, por tal obligado a defenderse y/o a sujetarse a sanciones como la prohibición de enseñar y/o realizar retractaciones. La escasa producción intelectual conocida se debe a que también se le obligó a quemar sus propios libros, con el extendido mandato de que quienes pudieran tener copias de los mismos también los destinen a la hoguera, bajo amenaza de acusación similar. Habrá que reconocer que algunos de sus discípulos le hicieron quite a la prohibición y, a este tiempo lo poco que se conoce es gracias a ellos. En los últimos tiempos de su vida, se dedicó a la penitencia y al silencio en el monasterio de San Marcelo, bajo la mirada atenta de la abadía de Cluny. A su muerte, su esposa Eloisa, la abadesa de El Paraclito, recibió y dio sepultura al consabido amante en la capilla del lugar. Unos años más tarde, ella –a su propia petición- hizo que sus restos sean enterrados junto a Pedro Abelardo, el más romántico de los filósofos medievales. Un par de esculturas de cuerpos yacientes, con las manos juntas y de factura medieval, representan a los que se esconden al interior de las tumbas.

En su segunda carta, el afamado le decía a ella: “Eloisa, te amo más que nunca, y voy a descubrirte mi corazón. He ocultado mi pasión después de mi retiro. Al mundo por vanidad y a ti, por compasión. Te quería curar con mi fingida indiferencia y excusarte las crueles amarguras de un amor sin esperanza”. Ella en cambio, no disimuló las inquinas del amor: “Si, Abelardo. Cien veces y otras tantas. Oh Abelardo, ¡mi bien! Pero ¿Qué digo? ¿Y en esta soledad tan tierno nombre, me atrevo a pronunciar y aún a escribirlo? Perdona Dios benigno. A tus altares inmenso Dios, me postro y sacrifico. Tu ley, tu ley terrible me prohíbe escribir al esposo más querido”.

El monasterio del Paráclito albergó a religiosas hasta finales del siglo XVII. En la actualidad es de propiedad de la familia Walckenaer, quienes intentan preservar las piezas arquitectónicas que las guerras y las inclemencias temporales han permitido subsistir. Algunas de sus salas son usadas como museos temporales en los que se rememora el amor de Abelardo y Eloísa. La privacidad del monumento, solo permite visitas los días 21 de abril y 16 de mayo de cada año. Probablemente, el traslado de la propiedad sea la causa del traslado de las tumbas al cementerio de Peré Lachaise, como señalamos al inicio.

Ya está… Si alguien está interesado en visitar las dichosas tumbas y leer la oración fúnebre de Eloísa en favor del buen Abelardo, me avisa y armamos el viaje.

 

 

 

Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...