miércoles, 30 de diciembre de 2020

Prostituta

La mujer lamentó su esterilidad. La sequedad de su vientre no era más que el pálido reflejo del modo de cómo dios la quería... Al menos eso pensaba ella, al menos así lo percibían las mujeres y hombres de sus días. La mirada compasiva o sórdida de su dios se reflejaba en el número de hijos, en la cantidad de sus cosechas, en la parición de las crias de ovejas, en la calidad de sus camellos. ¿El amor de dios se refleja en la riqueza de las gentes? Bueno sí, pero si la incredulidad te sobreabunda, creele a Job. En el libro sagrado que cuenta su tragedia, desde sus primeros versos lo deja notar: Tan pronto nos lo presentan,  nos dicen que el hombre es uno de muy altas cualidades, amado por dios y, para que no quede duda, a linea seguida, se anuncia que tenia siete hijos y tres hijas, que en sus rebaños pastaban siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas burras. Además tenía un numeroso grupo de gentes subordinadas a él. En resumen, era un hombre rico ¿Es que acaso se puede dudar de que era un preferido de dios? Tener un hijo, por tanto, era la expresión elemental del amor de la divinidad.

La mujer no sólo no tenia hijos, sino que además los hombres mismos la aborrecían. Su primer marido murió sin dejarle prole y, los dos siguientes prontamente la habian abandonado por el solo hecho de no procrear. El "crezcan y multipliquense" era un eco vacío en sus oquedades naturales. Pero, confiada ella, decidió poner fin a la maldad de dios ¿No es que acaso el rey Ajab tenía un adoratorio privado para Asherá, la esposa de dios? ¿Las cananeas circundantes acaso no decían que aquellas aborrecidas superaban cualquier olvido siempre que cumplieran con el ritual de Ishtar, la diosa de la fertilidad? La esposa de Yavéh, Asherá, no sería mas misericordiosa con ella? ¿Es que las ofrendas de trigo y cebada que cada año dejaba en el adoratorio de Silo eran insuficientes?  La mujer caminó por tres días y, sus dolores -incluido el de no poder parir- se los ofrecía al dios o diosa que le quisiera escuchar. Con escasas monedas en la talega, pernoctó por varios días, en la afueras del Gran Templo, mientras que compartía sombra y pan con algunos devotos y feligresas que llegaban de todos los lugares conocidos.

En ese espacio conoció a Samara, que decía ser heredera del difunto rey Asá, que a su vez le habia trasmitido los rituales y secretos de la fertilidad. Le ofrecía un hijo en el tercer año, contado a partir de su compromiso, alianza, pacto, o como quieran llamarle, con la divinidad... Conocía al dedillo los ceremoniales de Asherá y, se proclaba su sacerdotisa ferviente, su intermediaria preferida. No bastaba, sin embargo, ni el trigo ni la cebada de la ofrenda. Esa ofrenda, por decirlo límpiamente,  era lo de menos. La diosa le exigía su propia humanidad: sus jóvenes carnes, la lozanía de sus pechos, la textura de su torso, la delicadeza de sus muslos eran aparentes para que durante algún buen número de novilunios se dedique a representar a la diosa misma en escenas carnales con devotos que -a cambio de algún favor en sus heredades- no solo dejaban suculentas ofrendas, sino que le auguraban -a la prosélita sacra- la opción de la fertilidad. "Solo piensalo", le dijo Samara y, aun advirtiendo resquicios de dudas en el alma de la mujer, sugirió a modo de pregunta "¿acaso dudas de la santidad de tu hijo si es procreado en medio de una liturgia de Luna Llena? No importará cuantos hombres sean. A la vuelta a tu tierra, acaso no dirán las envidiosas: ¡Su hijo es un elegido, es un enviado de dios!".

Luego de ires y venires en su alma, la mujer pactó con Samara su estadía en los secretos aposentos de Asherá, esos que se adosaban en los laterales del templo elevado en el monte Moriah. Allí se desempeñó como iniciada de la diosa y, en las veces que no ofrecía su sexo en liturgias sagradas, preparaba mantos y velos para la divinidad. Muchos de estos se ofrecían a las mujeres devotas para asegurarles protección y favor divinos a cambio de una muy buena ofrenda, que asegure el sustento de todas aquellas que vivían en el templo. "El sexo es gratificante, pero también hay que llenar las tripas", solia decirle Samara a sus discipulas, con el ánimo de incentivarlas para mejores bordados en los souvenirs religiosos que podían ofrecer. De hecho, no solo había prostitutas sagradas en Jerusalén, sino que se repartían en varios otros centros ceremoniales religiosos: Silo, Guerizim, Betel... Eran poco menos de trescientas cooperadoras sagradas que se repartian en distintos oráculos.

Quién sabe si la mujer logró su propósito original, empero es muy probable que su vida fuese corta para ver las reformas del rey Josías que obligaron a “sacar a Asherá de la casa de Yahvé" y, llevándola a las afuera de Jerusalén, "al torrente Cedrón; allí la quemaron, la pulverizaron y arrojaron sus cenizas sobre las tumbas del pueblo”, como dejaron anotado los escritores sagrados en el segundo libro de Reyes 23, 4-14.

Cosas de dioses... en las que el entendimiento es parco.


lunes, 23 de noviembre de 2020

preJUICIOS

Era un hombre dotado de una fuerza física descomunal. Era temido por cualquiera que pretendiera liarse a golpes con él. La irascibilidad le brotaba por los poros, al punto que le importaba poco la vida ajena. Si no me creen, quizá el asunto debería ser respondido por los 30 varones a los que dio muerte para quitarles sus ropas y cumplir con una apuesta pactada con otras personas. Me parece que hubiera sido suficiente con que les robara… En fin, su mala cólera iba más allá: por el amor de una mujer que rechazó sus pretensiones, tomó venganza con los vecinos de aquella quemándoles los sembríos, además de exponer gran crueldad al untar en las colas de los zorros la brea encendida con la se provocó el incendio. En pocas palabras: era un hijo de puta. Literalmente: peleonero, irascible, promiscúo y hasta putañero.

Y a propósito de putas: cuando intentamos simplificar la dureza del significado solemos anunciar que es el “oficio más antiguo del mundo” ¿será cierto que lo sea? Si recordamos lo que se ha escrito del paleolítico, es muy probable que los primeros ejercicios profesionales estuvieran destinados a otras tareas, como por ejemplo, atender las exigencias básicas de subsistencia colectiva: los cazadores fueron los primeros llamados al reconocimiento: había necesidad de gentes hábiles para seguir las huellas de las presas o para advertir de los riesgos de los animales salvajes. Pero como no todo es carne, aquellos que podían distinguir los mejores frutos silvestres, resaltaron conjuntamente con los primeros: los recolectores se hicieron importantes. Y allí no más, a la par que los citados: esos que labraban la piedra con facilidad se colocaban en el podio de los ganadores en razón a que sin ellos, las puntas, cuchillos y raspadores con las que se defendían o se cortaba la carne o las hortalizas no hubieran sido fáciles de alcanzar. Así, aquella expresión no hace más que exponer un prejuicio del que no se tiene nada, más que la condena de los textos legislativos más antiguos.

Dicen los que leen acadio antiguo que en la “Epopeya de Gilgamesh” se tienen las primeras expresiones de recriminación de la explotación de la propia sexualidad. En realidad es una maldición: “Jamás construirás un hogar feliz, jamás te introducirás en un harén, la cerveza ensuciará tu bello seno, tus arreglos serán salpicados por el vómito del borracho, habitarás en la soledad y te ubicarás en las murallas”. Duras expresiones de condena; empero parece que no todas las culturas pretendían el mismo nivel de reproche. Veamos lo que dice el Deuteronomio 23, 17: “No habrá entre las hijas de Israel prostituta sagrada de culto pagano, ni prostituto sagrado de culto pagano entre los hijos de Israel." Y el dato es importante por aquello que oculta sin pudor: la condena es para aquellos que ofrecen sus carnes en razón a prácticas sacras de otras religiones, mientras que los que se dedica a la prostitución por razones particulares... que sigan en lo suyo, no más. Es más, hasta posibilita creer en alguna forma de prostitución religiosa en los tiempos primordiales de la cultura hebrea.

Los griegos de los tiempos arcaicos, eran aún más condescendientes con las prostitutas: se reconoce que fue Solón el primero en disponer una regulación específica para las casas de citas. Afirman que fueron dos: una, cerca al puerto y la otra, en el barrio de los alfareros, en noreste de la acropolis. Además de aquellas destinadas a prestar servicio al “populorum”, había de otras de distinta catadura, chicas A1, de elite, en las ademas de la delectación sexual, tal compañía aseguraba placeres  intelectivos que permitía escuchar de éstas sus consejos, conversar sobre asuntos de política, de filosofía, de negocios, hasta de los problemas familiares. Friné, por ejemplo, fue la "amante" de Praxíteles (y de varios otros intelectuales de esos días) y aumentó su fama por el juicio de impiedad (semejante al de Sócrates) al que fue sometida. Decía que “ella misma era la encarnación de Afrodita”, por eso es que, para representarla –cuentan los que vieron- se metía entre las aguas del mar así como dios la trajo al mundo y surgía en medio de las espumas marinas y, simulando el nacimiento de la diosa, mostraba la generosidad de sus formas ¿Habrase visto?

Regresemos a nuestro personaje de las primeras líneas. ¿Ya lo reconocieron? Es nada menos que el juez Sansón. Semejante libertino. El libro que anota su historia hace referencia a la prostitución como actividad permitida, pues de no serlo, no tendría caso que el autor sagrado lo cuente con tanta naturalidad: Dice que luego de haber matado a mil hombres con una quijada de burro, se fue la ciudad de Gaza para pachamanquearse con una moza de cascos flojos a la que pagó por sus servicios. Y, la historia sigue, porque no le fue suficiente: ¿Alguien podría negar que la tal Dalila era una hetaira, una prostituta de élite? El asunto es claro: sus paisanos sabían quién era ella y quien era él. De él ya hemos dicho: era la máxima autoridad de aquellos días: era un juez, el "Hércules" hebreo, y ella, una cortesana, que además fungía de espía pues a cambio de la información certera para los suyos tenía asegurada una buena cantidad de dinero que le aseguraba sus días de vejez.  El hombre se pegaba sus buenas borracheras, tanto que no se daba cuenta que hasta en cuatro oportunidades fue amarrado por sus enemigos y recién tomaba razón de su condición de presunto “reo” hasta en el momento en que lo despertaban. En la última ya no se escapó.

Bueno… ahora me dirán que, las prostitutas referidas en los libros bíblicos son extranjeras. Si claro… Sin embargo hay de aquellas que tenían la misma sangre que los hijos de Jacob: de hecho Judá –uno de los hijos de citado patriarca- se acostó con una prostituta que se encontró en el camino y resultó que era su nuera Tamara, la que –además- quedó embarazada. La pobre, se vio obligada a ofrecerse –engañosamente- como trabajadora sexual para asegurarse tener un hijo que le garantice algún futuro dada su viudedad (Génesis 38); mientras que aquella parábola de Salomón en la que resuelve el contubernio entre dos mujeres que pelean por la maternidad de un niño expone la realidad de las contendoras: era un par de prostitutas, que compartían el mismo espacio en el que, también, prestaban sus servicios (1 reyes 3, 16).

Desde el relato de Sansón, tal parece que la prostitución, al fin de cuentas, no es tan mala y, ser un juez putañero, tampoco.

jueves, 5 de noviembre de 2020

Caminata

Allí, entre la casa de "La Pera" y la carretera Panamericana se distinguía un afirmado que lograba superar la ladera de la loma sobre la que se elevaban varias casas. Detrás de éstas algunas otras que era de anterior factura, apenas se lograban ver desde la carretera; sin embargo, desde los laterales de aquellas era posible visualizar, en ambos extremos del barrio, un par de terraplenes en los que los jóvenes solían –en las tardes- jugar sus partiditos de futbito a pata pelada y con el pecho al sol. En estos días una de esas canchitas ya no existe: una desordenada ubicación de viviendas ha suplido los arcos formados de ramas de algarrobo o de retazos de caña de Guayaquil. La otra canchita, desde hace ya varios años, fue construida con material noble: una plataforma de cemento bordeada por pequeñas graderías que se convirtió en el centro recreacional más importante de esos vecinos. La parte frontal de cementerio, que también era visible desde la Panamericana, ahora mismo tambien se esconde detrás de viviendas rústicas. En los treinta últimos años, el crecimiento demográfico se ha multiplicado y de forma desordenada.

El cementerio, en los primeros años de la década de los ochenta, gracias a la iniciativa del Sr. Burgos se amplió hacia su lateral posterior y allí terminaba Máncora: en el muro que se adosaba en la parte de una cuchilla que conduce a la cadena de elevaciones geográficas que rodean al poblado. Muy hacia el este se visualizaba la entrada de la llamada “Quebrada del camal”, en cuyo lado norte se elevaba una construcción solitaria en la que funcionaba el matadero municipal. Más allá de éste, cualquiera podía subirse por la quebrada y perderse entre los cerros. Los chiquillos denunciábamos la existencia de tres abismos. Cada uno más peligroso que los anteriores. Era parte de la “mitología infantil” de la que nosotros mismos habíamos generado una serie de personajes inexistentes salvo en nuestra imaginación que nos llevaba por esos espacios buscando riesgos que contar en los días de clases tupacamarinas. Ahora mismo, por esos espacios se ubican un sin número de viviendas, con callejuelas estrechas y, algunas sin salida a la vista, en las que hasta da miedo aventurarse, aunque las gentes te permiten el acceso y salen para espantar a los perros que se enfrentan a los desconocidos. Es posible también el temor de los habitantes ante un desconocido que se atreve a aventurarse, en pleno sol, por lugares escondidos al ojo de los visitantes playeros de la Máncora de fines de semana.

Después de la desembocadura de la quebrada de camal y, ya a la altura del Túpac Amaru, algunas casas no resistieron las avenidas del 83 y sus habitantes las desalojaron, por lo que lo más próximo que podía verse era las casas que se circunscribían a otra planicie que llamábamos “la cancha de Don Pedrito”, en la que los domingos se jugaban los más peleados partidos de futbol. En sus inmediaciones, algunas casas eran acondicionadas para la venta de comidas, cerveza, dulces, frutas… cosas necesarias para los aficionados. Desde el lado este, un talud de tierra hacía de muro de contención de las aguas que pudieran allegarse desde los cerros y las redirigían hacia el asiento de la quebrada del camal. Ahora, aventurado por esos espacios, solo es posible identificar el lugar donde se ubicaba la cancha de Dn. Pedrito guiado tan solo por los cerros que apenas pueden verse en razón a que las viviendas ya han alcanzado sus laderas, bordeando un canal de concreto que rodea el asentamiento mancoreño y por el que puede llegar hasta la calle posterior de la iglesia Virgen de Carmen. Esta calle sigue tan abandonada como en mis días de infancia, aunque, eso no significa que el número de casas no haya crecido en ese espacio. De hecho, allí puede identificarse aquellas existentes en la década de los ochenta y, otras que se le adosan, en un caminito de tierra donde conviven los perros conjuntamente con el abandono. Unas huellas de ruedas de trimovil me hacen saber que es posible llegar hasta la vieja pista que da acceso a la vetusta casa de Dñ. Bertha Céspedes. Es posible que esa propiedad le corresponda a otras familias. En el camino, el faro: un gigante que no se ha cambiado de ropa desde que tuve conciencia de su existencia. Un par de escalinatas, una de maderas y tierra, la otra de concreto armado –pero muy, muy empinada y peligrosa- permiten el acceso. Un hombre amable te da la bienvenida y te invita a darle “like” a su negocio en una página electrónica. Desde esa cima puedes darte cuenta que aquello que tus pasos te han regalado es real: Máncora se pierde a la visión. Se nota el crecimiento de sus establecimientos playeros pero su horizonte está más allá de ellos; su esperanza bordea los cerros circundantes, se escribe con el esfuerzo del barrendero que quiere mejorar su aspecto en medio de esas calles polvorosas donde los vecinos escribe sus propias historias, se advierte en la  tarea de la ama de casa que sale a mirar a los viandantes con ánimo vigilante, con los chiquillos que juegan con los otros –quizá sus hermanos- en medio de las dificultades de cada día.

Gentes desconocidas, que ahora le regalan su mejor esfuerzo a esta Máncora de todos. Que el mar sea su mejor faro.

miércoles, 4 de noviembre de 2020

Hipocresías

Esa mañana las redes sociales vibraban crepitantes en la publicidad de unas fotos que merecieron hartos “likes”, pero también semejante número de marcaciones de desaprobación: un par de mujeres vestidas en prenda intimas mostraban sus jóvenes corporeidades apenas cubiertas por unas displicentes sábanas y/o un chaleco policial que poco podía hacer por cubrir sus carnes. Los medios de comunicación de esos días multiplicaron las imágenes, no sólo porque estaba de por medio una muy cívica institución estatal sino también porque las carnes venden… pregúntenle a las páginas medias del diario “Ojo” de los años ochenta, a la contraportada del Trome de hace unos años, a la penúltima página de Caretas de tiempos idos y un largo etcétera que agotado en los medios impresos, ahora se ha trasladado a paginas especializadas del mundo virtual. Allí no sólo son posibles las pictográficas sugerencias, sino también animadas imágenes que no dejan nada a la imaginación.

Las muchachas aquellas fueron identificadas con sus nombres y apellidos, sus unidades policiales y sus ubicaciones geográficas. El asunto se hizo de discusión nacional. En un extremo aquellos que sentían que la institución policial había sido ingratamente agraviada con el uso inapropiado de las vestimentas policiales mientras que de otro se posicionaban aquellos que encontraban en esas imágenes la materialización de sus más intrínsecos deseos y se imaginaban en medio de la escena, haciéndose actores de las mismas, ubicándose debajo de estos techos tropicales o en medio de esa selva, que de ordinario, genera en el imaginario colectivo atribuciones de conducta que se anuncian prejuiciosamente en contra –o a favor, (quien sabe)- de las gentes de nuestro oriente nacional.  La discusión, he de suponer, plantea la situación del erotismo humano como circunstancia de eticidad. ¿Hasta dónde puede ser regulado como conducta humana?

En  la versión escrita de “El exorcista”, en su primer capítulo, se describe algunas circunstancias de hierofilia, en la que un entendido de la psiquiatría relata circunstancias de pacientes que se sienten a gusto –pero con sentimiento de culpa confundidos- por su afición a dormir con imágenes sagradas, mientras que aquella escena en la que la poseída Reagan Mc Neil agrede su propia sexualidad con un crucifijo no es más que una desencarnada forma de  sarcasmo hiperbólico, de burla grotesca frente a lo sagrado y, desde el desentrañamiento de deseos escondidos e ignotos, nos preguntamos ¿Qué pretendían las autoras de las cuestionadas fotografías ¿burlarse de su propia institución? ¿convertirse en el objeto sexual de los destinatarios de esas fotos? Si ya, claro… No cojan piedras todavía… ¿Alguien con dos dedos de frente puede asegurar que Luisa Lane está súper enamorada de Superman, pero no puede identificarlo cuando éste se viste de modo normal y se oculta bajo una “máscara” hecha de un par de anteojos?  ¿Y cuantas van al cine para ver a Thor y su martillo en el mundo de Marvel pero les vale madre la historia que está detrás? ¿Cuántas manzanas se dejaron en el pupitre del profesor (o profesora) envenenadas por ese deseo que recién iba apareciendo en los cuerpos adolescentes? Pregúntenles a las mancebas de los años 1985 y 1986 que presurosas se sentaban por las noches para ver los devaneos amorosos entre Fiorella Mencheli y Mariano Tovar de la edulcorada Carmín. ¿Qué se escondía detrás? ¿atracción por la inteligencia del profesor o sólo era el afán de protección de la muchacha huérfana? ¿Quizá un especial caso de gerontofilia? Si aquella novela se trajera a nuestros tiempos ¿Cuál sería el tratamiento social? ¿Con quien se identificaría la tal Fiorella en estos días: con Tokio cuando dice que le importa poco los músculos o el pelo o la manera de hablar prefiriendo la inteligencia de Sergio Marquina de La Casa de Papel o, quizá se pondría a cantar con Becky G “A mí me gustan mayores / de esos que llaman señores”?

Las muchachonas del escuadrón policial, las de las primeras líneas, fueron sancionadas por la autoridad administrativa policial. Luego de las idas y venidas procesal-administrativas, la acción típica prohibida se identificó con la realización de “actos indecorosos vistiendo el uniforme policial" y, el castigo que se les impuso fue de seis días de arresto de rigor en contra de una y de tres días en perjuicio de la otra.  Solo como curiosidad, inicialmente el hecho de tomarse fotos con pocas ropas y con un traje institucional fue calificado como una afectación trascendente de “la disciplina, la imagen institucional y la ética (...)”. El asunto llegó hasta el más alto tribunal de justicia constitucional cuestionando fundamentalmente, dos asuntos: el uso de prueba adquiridas ilícitamente y la afectación de la intimidad.

La justicia policial había establecido que las fotografías habían sido publicadas en una página de red social que si bien tenía el nombre de una de las fotografiadas no parecía que éstas la hubieran creado, pero además se estableció que la sesión fotográfica no correspondía a las instalaciones policiales del sector. Desde esos hallazgos, la justicia constitucional concluye que la prueba ha sido ilícitamente adquirida, en tanto proviene de una fuente ilegitima, pero además afirma que es necesario evitar la descripción de conductas con lenguaje indeterminado. Así, cuestiona la expresión "realizar actos indecorosos vistiendo el uniforme policial" ¿Cuándo puede entenderse que una acción humana es indecorosa? Solo para el morbo del lector ¿Por qué a las agentes policiales motorizadas femeninas las visten con unos pantalones ceñidos a sus contorneadas siluetas y no se aplica el mismo criterio para los varones? ¿A cuántos les parece indecoroso que el uniforme policial tenga que verse obligado a sujetar malamente los abdómenes de carretilla de algunos policías que apenas podría correr si no fuera porque van en un vehículo policial? ¿Qué es lo indecoroso?
Ante la imposibilidad de definir en abstracto lo que debe contener algunas palabras usadas como adjetivos, el Tribunal Constitucional, recuerda que las personas que ejercen función pública tienen el deber de comportarse conforme a los valores de la Constitución cuando se trata del ejercicio de la función, sin perjuicio de no-perder la posibilidad de que estructuren su vida personal y social conforme a sus propios valores. El ejercicio de la autonomía moral del ser humano, debe asegurarle un espacio de privacidad en el que la persona sea libre de la persona forjar “su personalidad, sus convicciones más íntimas, sus gustos, manías, placeres y fobias en libertad”. En este ámbito, la persona queda fuera del despiadado ojo de la moral social, donde “las formas correctas de actuar” no pueden ni deben ser objeto de la ética colectiva. 

Bueno pues, si alguien cree que vestirse de profesora y alumno, de caperucita y lobo feroz, de tombita sexi y secuestrador enmascarado, etc. etc. en medio de una escenografía donde los actores son, a la vez, el público invitado, se quedará con las ganas de tirar las piedras que ya tiene en las manos.

Revisen la sentencia del expediente 01341-2014-PA/TC.

viernes, 30 de octubre de 2020

Pilatos

Las cosas estaban color de hormiga. El hombre le dijo a los suyos que sería mejor buscar un refugio en  las laderas de las colinas aledañas a la ciudad. Allí en las afueras de la gran Jerusalén estarían mejor que en cualquier posada, incluso mejor que en Betania, casa de Lazaro, lugar en el que de seguro los buscarían. Quizá, como decía Yaakov, sería mejor buscar un muy buen espacio para esconderse entre las ruinas de los altares de Moloch, aquellos que Salomón mandó a construir y, que tiempo después fueron destruidos por el profeta Josías.  

El asunto es que no sólo daban miedo las advertencias del zorro de Herodes que amenazaba con aprehenderles, sino también los cuentos de vieja que daban espacio a esas historias de fantasmas que decían las gentes vagaban en inmediaciones del Monte de la Ofensa, espectros que robaban los recuerdos de las gentes a favor de sí mismos. Los espíritus de los recién nacidos ofrecidos en rituales al dios Moloch vagaban en las noches. Moloch era una vieja deidad cananea, de la que se decía daba voz a una estatua de bronce con ojos de fuegos y, cuya oquedad interna era no solo el horno de sacrificios, sino también la caja de resonancia para los chillidos, llantos y gritos desesperados de los ofrecidos en fuego vivo.  Quienes alguna vez habían pasado por esas abandonadas geografías, en noches de novilunio, cuando las noches son más oscuras, decían se podían ver, sentir, padecer a los espectros revolviéndose en el dolor de las llamas, haciéndose insufribles sus chillidos, sus lamentos, sus requiebros. Los mismos pastores de las cercanías preferían no apacentar sus ovejas por esos espacios y, aunque la estatua de bronce ya no existía, decían que las sombras de sus víctimas ofrecían apariciones que, en algún caso, habían hecho perder el seso, sin recuperación alguna. La maldición de Josías no solo había derrumbado las piedras de que estaban hechos esos altares, se extendía al fuego que había consumido el bronce que daba forma a la deidad y alcanzaba al futuro de esas tierras: "anatema sea quien horadare estos campos con su pie, o aquel que pretenda sus pastos para sus cabras, o intente plantar una casa en sus cercanías. El maligno le alcance con su espíritu intranquilo".

El maestro los calmó: “Témanles a los vivos. El nefesh, el aliento vital, regresa a Dios, porque Él sabe de que estamos hechos ¿acaso no se acuerdan que el salmista dice 'les retiras el soplo y expiran y a su polvo retornan'?. Son sus conciencias y sus miedos los que engañan a sus ojos”. En realidad, no logró mucho. El miedo permaneció allí, confundido en sus pechos. Así, acordaron pasar la noche allí, en medio del monte de los olivos. Se acomodaron y mientras conversaban de los peligros de la “Jerusalén que mata a sus profetas”, Simeon Kefa, ben Yoná, como el mayor de todos, recordó aquella historia de algunos años antes cuando el prefecto de Judea, Poncio Pilatos, recién llegado ordenó el cambio de la guarnición disponiendo que aquella que ofrecía seguridad en Cesarea se traslade a la torre Antonina en Jerusalén. El prefecto romano prefería que sus hombres de confianza se ubicaran cerca de Jerusalén mientras que él aseguraba su tranquilidad con el antiguo destacamento romano en tierras del mítico David. Los recién llegados llevaban sus estandartes, en los que aparecía la imagen del César, deidad a la que rendían pleitesía y que, habían dejado caer desde los torreones más altos de la fortaleza Antonina.  A los jerosolimitanos de esos días y a los demás fieles judíos y galileos no les vino bien el espectáculo ¿Cómo se atreven a exponer deidades profanas e ídolos humanos a pocos metros de gran templo de Yavéh? Entre los naturales de la ciudad, gentes del campo y peregrinos de las provincias helénicas se formó rápidamente una muchedumbre que decidió caminar los más de cien kilómetros que les separaba de la casa del prefecto para hacer saber sus reclamos con la intención de que fueran retirados esos estandartes. El grupo de gentes casi que llegaba al medio millar y, la distancia lograda a pie, hacía presumir que algún ecuestre pudiera haber adelantado la noticia a la autoridad romana. El destacamento militar les esperaba armado hasta los dientes y, debidamente posicionado para repeler algún ataque. 

Un par de hombres pidieron hablar con Pilatos, pero nadie les atendió. Nadie hizo eco de sus pedidos.  Las horas se sucedían lentamente. Los guardias al advertir que las armas más letales eran algunos garrotes de madera, pedreras de cabuya y  quizá algunos cuchillos que se escondían entre sus ropas, bajaron la guardia. Los hombres, aquellos que parecían los más instruidos en la leyes de Moisés pero también en los acuerdos con Roma, volvieron a insistir hasta que en el día quinto –cuando buen número de advenedizos ya se habían retirado- fueron atendidos por el tal Pilatos. “Parecía un hombre rudo”, dijo el hijo de Jonás y, luego añadió que desde la tribuna desde la que hablaba, les amenazó con darles muerte "si mantenían su oposición a los emblemas de la divina autoridad del emperador” y, mientras lo decía los soldados desenvainaban sus espadas… El miedo empezó a inundarles. Allí, inspirados por el ejemplo del viejo Enoc, que adelantó sus pasos,  se puso de rodillas y ofreció su cuello, mientras decía: “Es mejor morir a que trasgredir los mandatos de nuestro Dios… El nos liberará del yugo”. Los otros, los que aún permanecían allí, replicaron la escena con sus propios cuerpos. En silenció ofrecieron sus testas. Unos minutos después, el rudo Pilatos hizo ingresar al viejo Enoc a su palacete. Un tiempo después, éste salía con una sonrisa de satisfacción. El prefecto había decidido retirar los estandartes. Un mensajero salía por un extremo hacia Jerusalén. 

Yehudá Tadiyah y Matatiyah no parecían convencidos con el relato de Simeon Kefa, en la que se daba cuenta de un Pilatos misericordioso . El asunto era distinto: ahora era una circunstancia en la que se habían enunciado como seguidores del “hamashiaj”, del ungido de Dios, del enviado de David, del llamado para liberarles de la opresión. Ese hombre, que aquella vez había cedido, era probable que ahora se comporte de manera diferente, conforme a la crueldad con la que había actuado en otras veces. Y no solo era él, detrás también estaban los saduceos, esos usurpadores de la Casa del Bendito, que no hacían más ofrecer loas a la autoridad romana con tal de no perder la mamadera: la administración de las ofrendas y los dineros del templo. Matatiyah remató sus desconfianzas con aquella historia más cercana en la que gobernador romano mató a un grupo de galileos que se opusieron a la construcción de un acueducto con las ofrendas del templo. Y de esos hechos apenas había pasado algo menos de un par de años. Por eso, finalizaron diciendo: “ese hombre es implacable, de espíritu vengativo, de temperamento furioso”. Y todos cuchicheaban de otras acciones de semejante factura.

El maestro pidió un poco de silencio, les ofreció algunas palabras de aliento y les invitó, en ese momento, a pedirle a Altísimo, les inspire y de fortaleza de espíritu para la tarea emprendida. Cada quien buscó un lugar apartado. Unos para atenta vigilia, otros para ofrecer sus oraciones y, un tercer grupo para soñar con un mañana mejor. 

viernes, 16 de octubre de 2020

Sobre la novelada vida de Jesús

Mi muro, de un par de días acá, me anuncia desde las comunicaciones de mis contactos una precaución de orden religioso, que  resumo con doblez: no veas la serie novelada "Jesús" (que se trasmite en algún canal de señal abierta) por qué  calumnia a la "madre de dios" y de seguro meterá cuentos sobre la sexualidad de Jesús y hasta podría decir que tenia hermanos e hijos. Y el argumento remata: es una serie editada por una televisora que responde a intereses de otra religión. En dos palabras: va contra el dogma y contra la institucionalidad eclesial. 

Argumentos de semejante factura también se expusieron cuando en los finales del siglo XIX se discutía la introducción del matrimonio civil en el país. Carlos Ramos Núñez, en un viejo texto de historia del derecho civil peruano, recoge una carta de un obispo limeño, un tal Bandini, en el que auguraba: “Degrada la altísima dignidad a que el cristianismo elevó a la mujer, la vuelve a arrastrar sin piedad ni compasión a los antiguos templos de las falsas divinidades, en los que era lícito ofrendar el pudor con mengua de la virtud”. Anunciaba el prelado, que la pretensión de un matrimonio distinto al eclesiástico, sería la causa de muchos males, de la malformación de la sociedad, de... la proximidad del fin del mundo, digo, del fin de la sociedad cristiana.  

En medio del pasado siglo XIX, el Estado peruano reconocía una tipología de hijos (harto aberrante en estos días). Según Trazegnies, se distinguía a los hijos con los siguientes calificativos: legítimos, naturales, adulterinos e ilegítimos.  En mérito a las circunstancias históricas en las que vivíamos las instituciones tutelares no dijeron nada. Les parecía bien, pero en realidad, algo tenía que cambiar: había quienes decían que esas distinciones eran muy discriminatorias y, exponían epítetos, que se trasladaban también a la madre. En la vida ordinaria una mujer casada tenía más derechos (de los poquitos que se les reconocían) que una que no lo era y, aquella que sin estar casada tenía hijos, pasaba a ser un poco menos que escoria. La dignidad de la mujer, en pocos términos, venía disminuida, pero la preocupación eclesial se centraba en la administración de un poco de poder: la tenencia de los libros registrales de los matrimonios y su capacidad jurídico-civil de reconocimiento de la actuación eclesiástica. 

 Esas diferencias han venido disminuyéndose con el tiempo, empero no han desaparecido. Aun cuando nuestra legislación ya no tiene la distinción entre los hijos, todavía en los corrillos sociales aparece de vez en cuando esa diferencia: ¿recuerdan que hace algunos años a una periodista de espectáculos le enrostraban que era la hija ilegitima de un policía por el hecho de que había nacido –si la memoria no me falla- por fuera del matrimonio? En realidad, esas diferencias, inexistentes en la ley, siguen vigentes en la realidad y han motivado intervenciones del Tribunal Constitucional, para salvar diferencias cuando alguna institución privada pretendía distinguir entre los hijos y los hijastros que viven bajo el mismo techo. Esa decisión dio lugar al reconocimiento de las familias ensambladas. Las diferencias siguen vigentes, cuando instituciones religiosas piden que para postular a alguna entidad pública –que dirigen por convenio entre la Iglesia Católica y Estado Peruano- exigen que los niños que pretendan educarse en sus aulas sean bautizados. ¿Qué hace más? ¿Ser bautizado te hace diferente o mejora tus cualidades para adquirir formación escolar? 

 Las estructuras sociales se han ido modificando con el trascurso del tiempo. Habrán muy pocas personas que sostengan hoy que la diferenciación entre hijos: espurios, legítimos, falsos, matrimoniales, etc. es mejor que aquella otra que fundada en la dignidad de las personas y en la igualdad ante la ley prefiere decir que todos son hijos –y por tanto tienen los mismos derechos- independientemente de sí provienen de una relación matrimonial, convivencial, de un choque o fuga, o de un acto violento. Hemos evolucionado en ese aspecto. Ese progreso ¿puede aplicarse a nuestras vivencias religiosas? Hay quienes consideran que, aún estamos en aquellos tiempos en los que las verdades de fe son incontrastables y deben asentarse en nuestras conciencias sin dudas ni murmuraciones, bajo la pretendida intención de que, la feligresía es incapaz de entender la racionalidad que se esconde detrás de esas verdades (si es que hubiera alguna) y por eso elevan sus voces con ojos desorbitados: “no lo lean, no lo vean, no lo escuchen”. ¿Aun es posible –en pleno XXI- asumir la comparativa de feligresía y rebaño de ovejas? Recuérdese que en algún tiempo de la historia se predicaba la inerrancia del texto sagrado y por eso se condenó a muchos científicos. Hace algunos lustros los papas han reconocido que esas condenas nos avergüenzan; también –en algún tiempo de la historia- se defendía con fervor la infalibilidad del Santo Padre, pero a Francisco no se le ocurriría salir a decir que sus palabras son poco menos que la dios… De hecho, en más de una vez, el mismo se ha corregido a sí mismo.   

 Y la pregunta que está detrás es ¿Por qué no mirar esa historia novelada de la vida de Jesús con ojo lúdico? O mejor ¿Con ojo crítico? Quizá sería hasta mejor hacerlo con ojos ecuménicos: ¿Que hay en ella de verdad que me permita comunicarme con aquellos otros que adoran al mismo dios, pero que lo interpretan distinto? Los fieles del siglo XXI ya no solo los ignorantes del Medioevo que requerían de las esculturas de piedra y los “dibujitos animados” de las cornisas de los templos para la asimilación de la fe. El nuevo milenio exige nuevas formas de entender la fe y de relacionarse con aquellos que la viven de modo diferente. Si me preguntan sobre el asunto de la vida de Jesús… véanla y, si algo no entienden, pregúntenle a sus… pastores.  

El progreso se lee a la luz de una pantalla y ella es la cornisa de los nuevos tiempos. La fe es importante como también es importante reinterpretarla desde la perspectiva del progreso que nos regala la historia. De hecho, desde las nuevas tipologías, ¿No sería mejor pensar que la icónica y modélica familia cristiana es también una de las que ahora llamamos "ensamblada"? ¿José no es, acaso, un papá putativo? Eso, estoy seguro, permitirá entender, por ejemplo, la situación de los divorciados. Sin embargo, todavia no está escrito en tu catecismo.
Buenos días.

miércoles, 7 de octubre de 2020

ATEnción

La expresión “Ate-Vitarte” siempre –en mi cabeza- me conducía hacia la mitología griega. Cada vez que recuerdo el barrio en el que la noche le llega a mi viejo, siempre, me conduzco hacía la imagen de Zeus y su cohorte celeste, pero también a un desaparecido supermercado -situado en una calle perpendicular a la Av. Los Quechuas- que en mis días de chiquititud visitaba para matar el aburrimiento en un par de veranos que me tocó pasarlos en ese distrito limeño…

Ese super, de seguro ha desaparecido… Ni siquiera recuerdo el nombre. No obstante, hoy cayó en mis manos un diccionario de cosas de divinidades de este mundo y, se me ocurrió buscar ambas palabras. Respecto de Ate, se le reconocía como la personificación de error, una especie de divinidad menor que fue desterrada del cielo de los dioses griegos por pretender engañar a Zeus y, ante tamaño despropósito aquél la condenó al destierro eterno. Con esa decisión, la tal Ate hizo de la tierra su morada y se dedicó, ahora de lleno, a inducir al error a los hombres… Dicen que asentó sus pies en la región de Frigia y se fundó, a su instancia, la ciudad de Ilo –no a la de sur del país- sino la de la antigua región del oeste del Asia menor…  El asunto es que, en su cabeza, aún palpita la litispendencia que tiene con su padre Zeus y, como buena hija de Eris, representación divina de la discordia, mantiene en vilo su venganza que materializa en la acción de atormentar a los hombres con la ruina, el engaño, la insensatez derivados del error en el que suele introducirlos… incluso como mucha facilidad.

¿A quién, pues, se le ocurrió nominar con el nombre de tan fatal divinidad a un distrito limeño? No parece sensato, salvo que el fundador de aquel distrito efectivamente haya sido embriagado por los pechos de la tal Ate, que, siendo hija de dioses, de seguro, ha de estar prendada de embriagadora belleza.  La palabra Vitarte, en cambio, no aparece en ningún diccionario de mitologías.

El asunto no iba por allí… el distrito de Ate le debe su nominación a otras humanas experiencias, a otras más próximas de estos terruños nuestros. Sin embargo, alguna razón tendrá que existir para que la morada de los dioses griegos aparezca  en mis referencias recordatorias, en mis reminiscencias telúricas.  El google maps se encargaría de darme respuestas: allí no solo está Clio, la musa de la historia y  de la poesía épica, sino también Ceres la encargada de hacer parir a las semillas; Apolo, el niño bonito de Zeus; Pluton, el dios de mundo de los muertos; Atenea, la diosa de la sabiduría y otros varios más. Todos esos seres se anotan en las esquinas dando nombre a las calles conforman ese espacio habitacional, del que, además, ahora caigo en cuenta, se llama "Urb. Olimpo".... Y yo confusamente pretendía encontrar una relación entre "Vitarte" y Astarte", nombre de una diosa de otros cielos y que no viene a cuento, salvo por la homofonía final.
 
Por hoy, gracias a la diosa Ate, he superado mis erróneas evocaciones.

martes, 25 de agosto de 2020

Secretos

“Oye, so hijo de puta: ¿Qué acaso crees que no sé que intimas con el hijo de Yishai? ¡Esa es tu vergüenza y con ella aseguras la vergüenza de tu madre!” Y continuó en imprecaciones. La furia de hombre era tan grande que no paraba de reproducir lisuras e insultos. Algunos de los invitados de la festividad de la luna nueva hicieron oídos sordos sobre las injurias y apuraron en tocar los instrumentos para menguar la difícil circunstancia. Una mujer se acercó para anunciar que los terneros, los carneros, y los corderos solicitados para la fiesta de inicio de mes, ya ofrecían sus mejores olores y los vinos estaban en su punto. El hombre, fingió una sonrisa y siguió reclamándole al muchacho: “Desde aquella vez que por primera vez llegó por aquí, vi como te brillaban los ojos... Que me haga el cojudo, es otra cosa”. El muchacho intentaba calmar al furibundo, ofreciéndole de comer de una de las fuentes de comida que la mujer había dejado cerca y, mientras hacía el además de ofrecer bocado, preguntó ¿Y qué es lo que ha hecho de mal en contra tuya como para que merezca tanto aborrecimiento? ¿A qué viene tu insano odio o es que no recuerdas que dirige tus ejércitos y te ha regalado numerosas batallas victoriosas? ¡Tus enemigos le temen, tú –en cambio- le odias! ¡Es el marido de tu hija!

Las cítaras y arpas habían dejado de ofrecer sus melodías para darle paso al shofar. Las trompetas hechas de cuerno retumbaron para marcar la diferencia del tiempo: era el momento de la oración previa al convite de la carne asada y del vino. Un momento para regalárselo a la divinidad; empero ese estruendoso ruido no hizo más que irritar aún más al descontrolado hombre, que sacando su espada, se la mostraba escondidamente a su interlocutor, mientras le decía: “Traidor, hijo de mala madre. Ni siquiera eres capaz comportarte como un varón… traicionas tu virilidad, a los de tu estirpe, a tu propia sangre, te comportan como…”. Una de las sirvientas, aquella que su mujer Ahinoam, había notado era su preferida, se acercó en ese instante y no dejó que terminara el insulto. Tímidamente le hizo saber que le esperaban en la pieza principal para presidir el inicio de la fiesta. De hecho, los astrólogos ya habían anotado el momento exacto en que la luna nueva había tomado la forma de un delgadísimo cuerno, que daba pie a los instrumentos de viento que le ofrecían la bienvenida. Unas mujeres se disponían a cantar una alabanza en la que se reconocía las bondades de Dios regaladas en la naturaleza, pero también a los astros celestes, en especial a la luna por regalarles la diferencia de los tiempos, la marcación de las estaciones y también la beldad de la oscura bóveda celeste en su esplendor en la que se hacían visibles los designios de Creador.

Tomó aire y en tono de mando dijo al muchacho: “acompáñame”, mientras escondía la espada y adelantaba el paso. Su enojo se disimuló en la necesidad de presentarse ante los invitados. El muchacho, también tomó aire y reafirmó lo que otros ya le habían anunciado: “Tu padre está loco. Ni siquiera sabe que es lo que quiere”. Y era verdad y en sus adentros se preguntaba: ¿Cómo es posible que un rey quiera matar a su mejor comandante? El hijo de Yishai, ahora ausente, era objeto de la mayor de las iras, del peor de los odios, de las insanias de ese hombre que, además, era el rey a quien Dios había elegido para gobernar a su pueblo. Esos preocupados pensamientos, sin embargo se perdieron ante la voz de un iniciado que daba cuenta del origen de la fiesta de los novilunios. Puso atención a sus palabras en ese mismo momento: “…al tiempo de la creación, Dios creó dos grandes astros en el cielo: el sol y la luna. La luna, sin embargo, se sintió desplazada, disminuida y vino a reclamar ante el Creador que ¿cómo es posible que dos luminarias gobiernen con un mismo espacio?, y pretendía que se le diera más importancia que al sol. Ante el reclamo, Dios se reservó una sonrisita sarcástica y, casi con indiferencia le señaló: «ve y redúcete tú», pero la luna no estaba dispuesta a perder sus mejores argumentos: «¿por haber dicho algo razonable debo reducirme?». Dios, ahora preocupado, la consoló diciéndole que el pueblo de Israel habría de consagrar sus novilunios en base a la observación de su ciclo y que los justos serán llamados por su nombre, pero a la luna esa propuesta no le satisfizo. Entonces Ha-Shem, el Altisimo, ordenó: «Tráiganme una ofrenda expiatoria porque reduje a la luna» y por eso está escrito en el libro de Bemidbar (Números 28:15) el ritual que había de celebrarse a modo de festividad en cada vez que la luna se renovaba”.

Más allá del sacrificio ritual, el novilunio era una oportunidad para nuevos comienzos, para nuevos negocios, para nuevas oportunidades, incluso era el tiempo pertinente para nuevos compromisos, por ejemplo, algunas familias tenían a bien realizar sus compromisos de pareja en la fiesta de la luna. De ordinario, coincidía con el final de las cosechas, así que era la ocasión para la puesta en el mercado de los logros de la tierra, los pescadores decían que en noches más oscuras, los peces salían a la superficie y, por tanto, la pesca era abundante… En fin, era un tiempo para alegrarse con las cosas buenas de la vida. El muchacho, frente a esta circunstancia, no le quedó más que recordar aquella tarde en la que el odiado pastor de ovejas, hijo de Yishai, natural de la tribu de Judá, oriundo de Beth Leḥem –pese a la poca confianza que le ofrecía- logró matar a un soldado enemigo -enfundado en sus pertrechos militares- tan sólo confiando en la ligereza de su honda y un par de piedras que llevaba en su morral. Esa tarde en que fue llevado ante la presencia de su padre el rey, supo que tendrían una relación entrañable… Así que no mentía el dueño de la fiesta cuando le reclamaba por el brillo de sus ojos en aquella vez.

Lo que no sabía el rey era que él y el aborrecido y huido jefe de los ejércitos, en esa oportunidad habían celebrado un pacto secreto, un pacto en que despojándose de su capa, de su vestido, de su cinturón y de sus armas, él le regaló su desnudez entera como señal corpórea de la alianza de ambos en virtud del profundo cariño que se prodigaban. En esa noche de novilunio, las cosas eran de ese modo, solo por el hecho de que ambos así lo habían tramado: el afán de descubrir si el rey mantenía su perversa intención de matarlo o si la invitación a la festividad era efectivamente, un convite de amistad. Luego de esta grave escena, de coléricos arrebatos, los propósitos se dejaban ver sobre la mesa: el antiguo pastor de ovejas, era presa de los odios del rey y no había necesidad de mayores riesgos. No era conveniente que se volviera a presentar ante la corte… Era posible que leales regios tampoco le tuvieran buenas intenciones, o en el peor de los casos alguno -por ganarse la estima del rey- estuviera en la disponibilidad de hundirle alguna espada por la espalda. Al fin, la ausencia de cordura del rey -hacía tiempo, perdida- estaba dispuesta a justificar ese ilícito. Era necesario, por tanto, hacerle saber al amenazado los riesgos a que su vida se exponía de ahora en adelante.

La fiesta de esa noche, solo sería hasta el momento en que la luz del sol se hiciera visible y, conforme al plan, tendrían que hallar la manera de encontrarse, de despedirse… Al fin de cuentas, el comandante betlemita, desde ese momento, era ya un fugitivo. Los insultos recibidos no habían sido inútiles: al menos unas muy malévolas intenciones fueron descubiertas, confirmadas, expuestas.

sábado, 22 de agosto de 2020

Efervecencias

Sonaba en los parlantes esa voz arguardientosa, esa que parecía que se hubiera rajado en medio de alcoholes, era una voz vieja y cavernosa que cantaba con el alma en el pecho, con el dolor por entre la garganta, con la dignidad expuesta... más allá de los amores que se esconden en el alma: "esta noche no voy a rogarte, esta noche te vas de a de veras". Solo una pregunta ¿a que sabe tu olvido?
Quizá esa pregunta nunca sea respondida, ese último beso tuyo quizá nunca ocurra. Nunca verás mis lágrimas. Un vaso de cerveza diluirá las respuesta que siempre espero, que siempre temo... jajajajaja.
Y carcajeo, mi querida Yolanda solo porque es mejor, siempre, reír que llorar. Estoy seguro que el Pablo de playa Girón no es el mismo que el que ahora no necesita peine, ni sombrero, ni "raudales de amor". ¿Que se siente Yolanda?¿Que se siente que esa canción siga sonando con tu nombre si ya no hay disposición de morir de junto? ¿Qué se diga tu nombre sin que se sienta? Por eso es que es mejor un camino sin andar, uno en el que el pie de otro no haya dejado huella... allí donde la flor se expone solo para la naturaleza, donde la fragancia no es necesario robarla... allí donde sin indiferencias, se dona a diferencia de nada.
¿Ya ves Chavela? Todo va bien si caminas a pesar de las espinas del camino, de los abrojos del rosal. La rosa,  a pesar de ellos, florece...
Un día volveré a Tandil, al Tandil de mis días de mocedad. Ella no estará... pero caminaré por la blanda arena que acompaña al mar; en los restos de su humedad, pensaré en su silueta... y aun con eso, no volverá. Y aunque los parlantes ya no suenen... tampoco le rogaré.  Ya no importa la voz aguardientosa. Me bastará el mar. Ya no lloraré. Gozaré del mar. Me bastará el Tandil de mis días de infancia. Y reiré... con risa infantil.
 Que la mujer que me ama me acompañe.

viernes, 21 de agosto de 2020

Eufemismo

El libro es uno de poesía erótica. Todo en él es una parábola del amor sexual, del encuentro de los cuerpos, de la lascivia humana: “Yo dormía, pero mi corazón estaba despierto. ¡La voz de mi amado que llama! '¡Ábreme, hermana, amiga mía, paloma mía sin tacha! Mi cabeza está cubierta de rocío, mis cabellos de la humedad de la noche”, cuenta en las primeras líneas del capítulo quinto. Una edulcorada forma de hacer saber que la pareja está dispuesta a la copulación, que se apresta a la penetración, que todo está listo para ello. Todo en él es una metáfora: “¡Mi amado metió la mano por el hueco de la cerradura; mis entrañas se estremecieron” describe que ella tuvo un orgasmo; mientras que cuando dice: “Abrí yo misma a mi amado, pero mi amado se había marchado. El alma se me fue con su huida. Lo busqué y no lo hallé, lo llamé y no respondió”, en ese verso no hace más que quejarse ella, porque él no rindió lo esperado. 

El texto sagrado que acompaña a nuestra mesita de noche, además de ese libro de poesía amorosa, está lleno de metonimias con las que la sexualidad humana no hace más que exponerse reservadamente, para guardar la candidez de quien lee. Y “Adán conoció a Eva”, expresión que antecede al nacimiento de Caín no es más que una escondida forma que quiere significar que tuvieron sexo y, lo mismo ocurre cuando la moabita Ruth se mete debajo de las frazadas de Booz. Ella, por recomendación de Noemí, se presenta perfumada y muy bien vestida y, aprovechando que aquel, después de comer y beber, va a dormir “levanta su manta y se pone a sus pies” dispuesta a hacer lo que él diga. ¿Se nota la oferta implícita de sexo? Y líneas después, dice que a la media noche “él se estremeció”. Bueno pues, si en el Cantar de los Cantares, la novia tuvo un orgasmo; en el libro de Ruth, le tocó al varón… ¿Cómo se dice en lenguaje actual? ¿Coronar? Bueno si, eso fue. Y en el Génesis -regreso al libro cabeza- las dos hermanas Lea y Raquel, las eternas rivales por el amor de Jacob, se pelean por unas mandrágoras, que no tenían sino la finalidad de convertirse en una suerte de filtro del amor. En las creencia popular esa planta es una especie afrodisiaca, un vegetal a que se le atribuye propiedades para la estimulación sexual y la fertilidad. Una de aquellas parece que lo necesitaba con urgencia. En realidad era una competencia de fertilidades femeninas, demostrar quien podía parir más hijos.

Los juramentos de aquellos días, se relacionaban con lo sagrado, con lo íntimo de cada quien. De hecho, cuando Jacob está próximo a morir, llama a José y le dice: “Si he hallado gracia a tus ojos, pon tu mano debajo de mi muslo y hazme ese favor y lealtad; no me sepultes en Egipto”. La palabra “muslo” no hace referencia sino al pene, por lo que el juramento se hacía cogiendo los testículos de la persona ante la que se hacía el juramento. No obstante, también pudiera ser alusión a la vagina, como se anota en una de las tantas maldiciones que aparecen en el libro de Números: “Ingrese a tus entrañas el agua de la maldición haciendo que se pudran tus muslos y reviente tu vientre”. En una historia oral se cuenta que cuando Isaac debía verificar la virginidad de Rebeca, al no encontrar pruebas de su pureza, ésta se adelantó en decir: “Caí del camello y el tocón de un arbusto me atravesó el muslo”. Dicen que hasta le mostró el trozo de arbusto húmedo causante de la desvirgación. El órgano reproductor masculino también era referido con la palabra “pies” o, según el contexto, se hacía referencia a la copula sexual. David había “hecho su cochinada” con Betsabé y al enterarse de su embarazo, intentó atribuírselo al marido de la susodicha, y por eso lo hizo llamar desde el campo de batalla y luego de una fingida conversación le indicó: “Anda a tu casa. Te has ganado el derecho de lavarte los pies”. En el contexto, esa invitación a la higiene podálica  es una sugerencia a tener sexo con su mujer, aquella con la que el rey de Judá, el pastor de cabras, le adornaba la cabeza. 

Regresemos a los libros sapienciales. Tienen formas muy elaboradas de referirse a las relaciones coitales. Proverbios, para asegurar el amor esponsal, recomienda beber el agua del aljibe propio, y gozar de los raudales del pozo de tu propiedad, mientras que para condenar el yacimiento con mujer ajena anuncia en modo de reproche “¿Vas a derramar tus arroyos por las calles y tus manantiales por las plazas?”. En cambio, los primeros libros utilizan referencias más directas: el Levítico condena el descubrimiento de la desnudez de padre, de la madre o de la hermana, haciendo referencia, antes que a la posibilidad de fisgonear detrás de las cortinas, al yacimiento con alguno de ellos. Se hace más claro cuando se anuncia: “La desnudez de la mujer de tu padre no la descubrirás; es la desnudez de tu padre”. En razón de esa regla, en el Génesis, 49:4 Jacob le niega su bendición a Rubén diciéndole: “subiste al lecho de tu padre; entonces te envileciste, subiendo a mi tarima”. Tal parece que lo adelantaron con alguna de sus concubinas.

Y el sexo oral también tiene sus formas, sino ¿porque el novio del Cantar de los Cantares tendría que decir “estoy comiendo mi panal de miel junto con mi miel; estoy bebiendo mi vino como también mi leche”? En realidad, la libertad amorosa está más allá de toda forma: “Me levanté para abrir para el hombre que amo. Mis manos goteaban mirra. Mirra pura corría de mis dedos sobre la manilla del cerrojo”. En estas conversaciones impudorosas, la invitación juguetona, lúdica y lúbrica se escribe de forma distinta: “Amado mío, ven, vamos al campo, debajo de los árboles pasaremos la noche”. El “vamos al campo” es más que una insinuación. Tal expresión se repite un par de veces más y, de hecho, aparece en el Génesis aunque para relatar una circunstancia totalmente distinta.  ¿Sabías que por esa expresión, a Caín se le acusa de homosexual? Bueno pues, sí. Pero esa es otra historia.

miércoles, 22 de julio de 2020

Lulav

Decían que el espíritu de Yojanán, el exorcista del Jordán, estaba con él; otros que era probable que encarnara a Elijayú, el viejo profeta que fue arrastrado por una carroza de fuego, un tercer grupo lo anunciaba con un nuevo profeta, como un hijo de Yavéh, de quien, en su voz escuchaban a la de Dios, que denunciaba los males del mundo, la corrupción de los políticos, la depravación del templo, la onerosidad en las exigencias de las primicias, la explotación de los terratenientes, el hambre de las viudas… Esa idea se había propagado, al punto que la noticia  ya era un fuerte rumor entre los sadoquitas del templo. El sumo sacerdote conocía del hecho y, aunque no le daba mayor importancia por tratarse de “cosas de galileos”, bienhadados a ideas extrañas por influencias de los gentiles; empero permitidas en razón a las buenas contribuciones efectuadas –en favor del templo y del César- derivadas de la agricultura. Allí, era fácil encontrar grandes extensiones de aceituna que generaban cantidades generosas de aceite de oliva que se repartía entre los judíos de la diáspora, en especial en Siria, Babilonia, Media, Egipto y Capadocia. El lago de Kineret, les posibilitaba suficiente pescado como para que varias familias pudieran dedicarse a esa actividad. Era, en resumen, un espacio geográficamente prospero.

El asunto alcanzó gravedad cuando las noticias del profeta galileo se hicieron muy cercanas de Jerusalén. En la fiesta del Sukot, -tambien llamada “de las cabañas” o “de los tabernáculos”, los judíos se acercaban al Templo de Jerusalén para alegrarse por el recuerdo de la libertad lograda por Moisés, para dejar sus agradecidas ofrendas; pero también para restregarse la herida de la necesidad de un nuevo libertador que les aparte la bota de Roma de sobre sus cabezas. El Vayikra, -o Levitico- entre las varias ordenanzas relacionadas con la pureza cultual, las oblaciones y la santidad, disponía: “Y tomen el primer día ramas con fruto de árbol hermoso, ramas de palmeras, ramas de árboles frondosos, y sauces de los arroyos, y regocíjense delante del Señor, su Elohim, por siete días” y, por eso en las calles las gentes se acompañaban de ramas de palmas datileras, una cidra, ramas de mirto y de sauce silvestre, con los que se conformaba un ornamento vegetal, de curiosa formación para evidenciar la personal voluntad de acercarse a Dios, pero también para exponer su natural alegría por la libertad. El lulav, esa formación herbaria, era también expresión de la alegría de la naturaleza: “Regocíjese el campo, y todo lo que en él está; todos los árboles del bosque rebosarán de alegría”, cantaban conforme al salmo 96 mientras paseaban por la calles de la vieja Jerusalén. En ese cántico de alabanza, además, se detalla: “Proclamen de día en día la noticia de la salvación de Yaveh, cuenten a todos su gloria por encima de cualquier nación”. ¿Cómo es que no se necesitaba de un nuevo Moisés? Aquel galileo ya predicaba entre los suyos la llegada del Reino de Dios, que se anunciaba como un banquete, como una perla preciosa, como una grano de mostaza, como un poco de levadura ¿Dónde estaba la harina, donde la tierra fértil, donde el dueño de la perla, quienes eran los invitados del banquete? Y la gente blandía sus palmeras en señal de ovación y aplauso por la esperanza anunciada, por la ilusión de tiempos mejores… Las gentes que habían escuchado esa prédica aquella mañana, agradecían a Dios por ese hombre –de ordinaria apariencia y de tranquilo semblante- que había tenido la delicadeza de explicarles la propuesta de una historia próxima, aquella en donde Yavhé garantizaba la presencia de todos en el banquete de su reino. “Y nuestros hermanos de las lejanías volverán a lomo de águilas, para gozar de las delicias de esta Jerusalén que es de todos, que es de los hijos de Yavéh. Los hijos de Jacob regresarán para deleitarse en la tierra de la leche y de la miel prometidas”, anunciaba a media voz, a ese público que fervoroso ponía frente a sus pasos sus lulav, sus prendas, sus bolsas de mercado, incluso sus capas, con el afán de que este hombre de Dios no ensucie la planta de sus pies… “El reino de Dios está cerca”, se escuchaba en la lejanía, mientras las gentes con sus enfervorecidos “Hoshana, hoshana, hoshana Mashíaj Ben David” rompían el aire de esas calles polvorientas.

Las voces chismocientas le llegaron al sumo sacerdote Yosef Bar Kayafa con la noticia de ese predicador. “Los galileos son buenos pero de lejitos” se dijo, mientras recordaba, junto con su suegro la historia de Zacarías, el salteador, que conjuntamente con una gavilla de guerrilleros, a poco más de 70 años, había puesto de cabeza las fronteras arguyendo ser un heredero y defensor de la causa de los macabeos. En ese relato se dejó llevar por lo que le contaba su suegro Ananías, que a su vez recordaba la historia recogida en los textos de cronología de los sadoquitas del templo que le habían antecedido en el puesto. Sin embargo, parecía tener más clara la historia de Judas de Gamala, descendiente del tal Zacarías que, hacia poco menos de 25 años se había opuesto duramente a la administración romana, a los mandamientos tributarios y a las obligaciones censales de Quirino. Su labor partisana había sido de tal envergadura, que muchos en esos días, alegaban que el grupo de los zelotas no eran más que su continuidad. Otros argumentaban que, era un hombre político y guerrillero pero también muy piadoso, un hijo de Dios, al punto fue se le recordaba como un mesías frustrado y, de eso daban fe algunos de los miembros del Sanedrín. Es el caso de Gamaliel –miembro del ala liberal de los fariseos- conocido de Yeshúa y, amigo de algunos de sus seguidores… De hecho, en esos días –en los que era fácilmente convocables un buen número de los consejeros, se recomendó dejar que los tumultos se diluyan con las fiestas, con los cantos de alegría, con el vino de las tabernas. No obstante, la preocupación no era poca. Con esos antecedentes, la noticia de un predicador alborotando las calles no era una buena noticia… no en medio de muchedumbres enfebrecibles, ansiosas de nuevos aires, de noticias de libertad.

El centurión romano, encargado de la seguridad y el orden en las afueras del templo, tenía información de fuentes muy fiables, que entre los judíos llegados de las provincias judias y griegas había varios que se habían declarado seguidores del fariseo Sadoc y, ya se habían identificado a algunos de esos bullangueros y sediciosos. La inteligencia romana se conocía al dedillo las profecías políticas del pueblo de Yavéh. El solo hecho de escuchar que le endilgaran a cualquier predicador su filiación con la casa de David o que le ofrecieran alguna forma de aceite sagrado o que le reconozca como enviado o profeta o, que siquiera se le ofreciera el titulo o seudónimo de “Mashíaj Ben David” no hacía más que encender las alertas. En los subterráneos de la casa Pilatos, de hecho ya tenían a tres o cuatro sediciosos, a quienes se les acusaba de participar en las revueltas de los zelotes y, se esperaba de ellos, denuncien nuevos nombres de otros que pudieran andarse por la calles con afanes antirromanos. La mala experiencia con Antigono Matityahu, el último gobernante de los macabeos, quien fuera capturado por Pompeyo y luego de escapar de la prisión volviera a generar desorden con ayuda extranjera, al punto de ejercer como sumo sacerdote y rey de los judíos, les obligaba a ser gravemente cautelosos con cualquier movimiento, grupo, doctrina, tendencia política que procurara aires mesiánicos. Y no importaba la clase social sino la ideología, tampoco se fiaban de nadie, ni siquiera de los que aparecían como hombres piadosos o que proviniesen de alguna familia importante. Simón de Perea, el ex sirviente de Herodes, por sus ínfulas de rey y su actuación de pillaje en la ciudad de Jericó, no hizo más que encender las iras de Valerio Grato, el antecesor de Poncio Pilato, quien tan pronto lo tuvo al alcance de su mano, le hizo perder la cabeza, bajo el filo de su espada. Roma, en realidad, no estaba para bromas… Los esenios, ese grupo de monjes del desierto, ya estaban en la mira: la literatura que producían no hacían más que incentivar las esperanzas mesiánicas y apocalípticas, a las que Roma no pretendía ofrecer más que fuego y espada. 

Próculo, el centurión de la seguridad del templo, al escuchar a las muchedumbres entusiasmadas en el, todavía, primer día del Sukot, consideró pertinente ordenar la separación  de los revoltosos y, envió a un grupo de soldados, debidamente ataviados con sus pertrechos de represión y, luego de alguna breve escaramuza, lograron la dispersión del grupo de allegados; sin embargo, dirigiéndose a los seguidores más cercanos del predicador, los soldados les anunciaron que evitaran ese tipo de congregaciones y de arengas o tendrían que vérselas con Poncio Pilatos… Asustados estos, luego de un breve paseo por el templo, por  decisión del maestro entrumbaron hacia Betania, a casa de Lázaro, su viejo amigo. Al menos tendrían un jergón sobre el que reposar sus cabezas, en el que rumiar el mal sabor de la amenaza de las milicias romanas, esas que le aseguraban el trono al zorro de Herodes Antipas.

lunes, 15 de junio de 2020

Sepultura

La mujer quiso acercarse al cuerpo pero un soldado le impidió el paso. Puso su arma contra el pecho de la llorosa y, con mirada amenazadora, le hizo saber que no volviera intentarlo. El cuerpo inerte esperaba lanzado sobre el suelo. Los ayes de los familiares se confundían con el griterío de los soldados y tambien con los lamentos de otros moribundos que esperaban que la muerte llegase pronto: sus pulmones estaban tan dañados, ahogados en flemas y sangre, que cualquier compasión ajena iba acompañada del deseo de la muerte, pues el sufrimiento corporal del agonizante se hacia vano: la falta de aire motivaba dolor lacerante de las sienes, angustia ante el inutil esfuerzo de la respiración sin posibilidad de aprehender oxigeno, visiones extrañas confundidas con el delirio derivado de esa falta de oxigeno en el cerebro y, en más de una ocasión un burbujeo que podía oirse como un ronrroneo que provocaba expelición de líquidos sanginolentos por las comisuras de la boca o por la nariz.  Finalmente, la sobreviniente insuficiencia cardiaca congestiva que daba lugar al temblor corporal que anunciaba la presencia de la muerte misma.

El sufrimiento del hombre había sido poco, por los menos en esas ultimísimas horas. Un muchacho, al advertir los estertores propios de la muerte, emprendió carrera hacía el centro de la ciudad para pedir a la autoridad competente se permita el levantamiento del cadáver. La situación se complicaba porque era el último día hábil de la semana y, casi que el atardecer amenazaba con terminarse prontamente y, mientras estas gestiones se efectuaban en los centros administrativos, algunas mujeres seguían atentas en la escena de la muerte: se abrazaban y desconsoladamente dejaban caer sus lagrimas en el hombro de la otras, mientras que de reojo miraban el cuerpo del difunto con la esperanza de alguna señal de vida. Los protocolos para la ocasión anunciaban que el enterramiento sería distinto: el solo hecho de no permitir la proximidad de los familiares hacia saber la gravedad del asunto. Los otros curiosos que se aproximaban, ni siquiera se acercaban a las mujeres, solo les regalaban miradas de conmiseración desde la prudente lejanía, con la que anotaban, ante las autoridades, la distancia y ausencia de lazos familiares o amicales para con el muerto, pero a la vez, ante los deudos, el saludable temor a que obligaba las difíciles circunstancias que ahora les tocaba vivir. Los "nos libre el Altísimo de esta situación"  y similares eran jaculatorias que se decían casi sin pensarlas, pero en ellas se albergaba un sentido deseo personal de no querer estar en el pellejo de las dolientes.

Un hombre, ataviado de paisano, que dejaba entrever su ascendencia religiosa, se acercó por uno de los lados e hizo llamar al jefe militar apostado en el lugar. Le mostró los sellos de cera intactos: los rompió y mostró la firma del gobernador romano de Judea: autorizaba retirar el cadáver, siempre que efectivamente lo fuera para el cumplimiento de los ritos propios de los judíos, pero a la vez, asegurando que no se perdiera el sentido del castigo: el escarmiento para cualquier otro que pretenda anunciar o dejar que otros digan que la autoridad de Roma pronto llegaría a su fin, menos que se anuncie como el "mesías esperado". El soldado ordenó se abriera un flanco para que los otros hombres que le acompañaban pudieran acercarse al cuerpo y verificar la muerte. Uno se acercó, verificó que efectivamente estuviera muerto y llamó a otros dos que acomodaron la piltrafa humana en unos jergones y la sacaron del lugar.

Mientras aquellos hacían su tarea, la mujer más joven se acercó, dio su nombre y le pidió a Yosef de Ramatain -el funcionario allegado- que le permitiera siquiera limpiar el cuerpo y darle una sepultura adecuada. El hombre miró el horizonte y negó con la cabeza mientras miraba hacia el grupo de soldados que se asentaban cercanos. "No mujer" le dijo y continuó: "Tu pariente era un profeta, pero los acuerdos entre el Sanedrín y las autoridades romanas mandan que el enterramiento debe efectuarse en secreto, sin el conocimiento ni de los familiares ni los seguidores... tu ya sabes... recuerda lo que ocurrió ya hace algún tiempo con Joxanan, el bautizador del Jordán". La mujer dejó un lamento en el aire y volvió a decir: "por lo menos déjanos limpiar el cuerpo y dinos en que lado del Valle de Cedrón será depositado" y campechanamente insistía en que era su conocido y que en más de una vez los había visto conversar. El hombre se alejaba del lugar, mientras los sepultureros le seguían. Se alejaba de la ciudad y se dirigía hacia la zona próxima ubicada al este. El hombre volvió la mirada hacia atrás para verificar su lejanía y la presencia del par soldados custodios, miró la caída del sol y devolvió la mirada con ojos compasivos a la mujer y a las otras que venían por detrás del cadáver: solo les concederé la posibilidad de limpiar el cuerpo con agua y, si tienen algún perfume, también, pero nada más. El sol está cayendo y el Shabat no permite mayores cosas... eviten la impureza ritual. La sepultura ya no es cosa mía... hay un acuerdo entre las autoridades del Concilio y las de Roma... y los vigías están atentos a lo que hacemos.

Llegaron a la gran piedra que distingue los limites del viejo cementerio y acomodaron el cuerpo sobre ella. Una de las mujeres, solo una, pudo acercarse para, con la poca agua que había en la bolsa del soldado, limpiar las sanguinolencias que se descubrían por todo el cuerpo de difunto. Luego de culminada la tarea, la mujer se apartó del cuerpo y se dirigió en soledad hacia la ciudad. Las otras se quedaron allí paradas, mientras veían como los sepultureros se llevaban el cuerpo muerto. Uno de los centinelas les recomendaba no hacer nada, si no querían morir de manera semejante. A modo de recomendación les dijo: "Es mejor la tranquilidad, a que tener a los soldados encima".

El sol ya dejaba de alumbrar por lo que, con la mayor aflicción en el corazón, las mujeres volvieron sus pasos hacia la ciudad. El soldado las seguía a la distancia. Todo había terminado.

jueves, 28 de mayo de 2020

Conversión

Conversamos sobre Pablo de Tarso y el proceso inesperado de su "conversión"… Se me ocurrió decir “Al caerse del caballo se dio en la tutuma”, y me corrigieron: No es cierto. Los textos sacros no mencionan que Pablo hiciera su ingreso en Damasco montado en un caballo y, menos que se cayera del mismo en el momento de su presunto encuentro con el Señor. La imagen, no obstante, me venía de la pintura de Caravaggio. Solo un poco de paciencia y lectura de los mismos relatos del hecho, me llevaron a la conclusión de que muy probablemente Jesús –ya resucitado- nunca se le apareció al apóstol de los gentiles, que es posible que su experiencia haya sido fruto de la insolación, de la sed, quizá del hambre…

El cambio de posición de Pablo frente los judios mesiánicos netzaritas, a quienes empezó persiguiendo con la anuencia de los sumos sacerdotes de  Jerusalén es un acontecimiento que se relata repetidamente en distintos pasajes neotestamentarios y en cada vez, con variantes que es necesario ajustarlas a las reglas de la credibilidad. El más conocido, probablemente, sea el que nos regala Lucas a pocos párrafos después de ofrecernos la historia de la muerte de Esteban; donde el protagonista actúa como uno de los malos. Empero no es el único que este autor escribe, sino que, además, en alguno lo hace como si fuera el mismo Pablo quien habla: lo relata en primera persona.

Fijémonos en la versión que se ofrece ante el rey Agripa II, el nieto de Herodes, El Grande. Lucas nos regala una deliciosa alegación defensiva propia de un preso preventivo y, por tanto, se sujetará a las veleidades propias del que teme por su vida con la exaltación de aquellas notas que mejor puedan convenirle: por eso dice como mucha claridad que él es un judío (de religión, como lo era la autoridad a la que se dirigía) y que su único "pecado" es esperar y creer en la promesa de Dios de la vida perdurable y como materialidad de dicha promesa divina enuncia la resurrección de Yeshua Hamasiaj. Y luego viene la peliculina: solo por si acaso, la doctrina que predica no es del acusado sino del mismo resucitado que se le presentó en el camino de Damasco, hecho del que hay testigos, porque las otras personas que le acompañaban también vieron  la luz que venía del cielo y ante su resplandor, resalta el hecho: "todos caímos al suelo",  entonces esas otras personas podrán dar fe de lo que cuenta, e inmediatamente cambia el sujeto del enunciado: "y yo escuché una voz que me decia: Saulo, Saulo porque me persigues..." Es un mensaje del que los demás no pueden dar fe, y menos de la consigna de que debía anunciar el evangelio, o la promesa de que sería protegido de las persecuciones judias -y de las no judias también- de su llamado a ser el predicador de la luz en medio de las tinieblas. Finalmente, concluye que atendiendo a esa visión celeste es que ha predicado las enseñanzas de Yeshua en Damasco, en Jerusalén, en el territorio judío y en las naciones paganas.

Aprovechando las creencias religiosas de quien le estaba escuchando, de su fe en el Dios de Abraham, le dice al rey Agripa  ¿porqué no considera creíble esta versión que le ofrezco si Ud. conoce y cree en los profetas? ¿Como es que es posible que Dios pudiera manifestarse frente a aquellos pero no frente a mi (por si acaso yo soy un fiel cumplidor de la ley como el mejor de los fariseos? ¿Quienes somos para poner límites a la voluntad de Dios? Digámoslo de otro modo: Condéneme si es necesario, pero no lo haga por fuera de sus propias convicciones.

El detenido fue altamente persuasivo con su argumento, tanto que pudo contarlo después a los suyos; al punto que el autor de los Hechos de los Apóstoles la narra hasta tres veces. De este relato en particular, sin embargo, se advierte que no tuvo suerte en su intención de convencer a Agripa de adherirse a la doctrina de Yeshua Hamashiaj. Y más allá de la intención del hagiografo, sigo pensando que en el camino de Damasco el sol era de tal intensidad y le dio en la mollera con tal fuerza que le afectó en sus convicciones. El mismo reconoce que la aparición ocurrió al medio día. En los caminos soleados, es muy fácil reconocer los espejismos y,  si ya tienes tiempo caminando es posible que asumas como cierto lo que tus ojos te regalan. En distinta posición, el procurador de Jerusalen Porcio Festo -presente en el momento de esa audiencia- que argüía que la mucha teología le había comido el seso. En la actualidad, una línea de la tradición judía sostiene que la "conversión" de Saulo se explica en un mal de amores. Los de su tiempo, simplemente decían que "estaba loco".

Lo real es que el hombre que un día fue perseguidor de la causa mesiánica, tiempo después se convirtió en perseguido por el mismo motivo: un judío -que no quería dejar de serlo- anunciando que las voces de los profetas se habían hecho carne, que el mesías esperado tenía nombre: Yeshua. Se declara judío de religión, afirma haber sido fariseo y aclara que es -en ese mismo momento- mesiánico netzarita. Una cosa así como que un salesiano deje la congregación para irse con los benedictinos o, que uno del Opus Dei se pase a las filas de la Compañía de Jesús. Esa es la "conversión" paulina.

Buenas noches.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Esfuerzo

Retornemos del miedo. En los primeros días, a las horas de declarada la emergencia sanitaria, una magistrada de reconocidos pergaminos sugirió la reducción de remuneraciones funcionariales. La mayoría saltó hasta el techo y, los jueces no fueron la excepcion: los argumentos en contra de la propuesta iban y venían. Nuestros dedos no descansaban frente al teclado de la resistencia ¿cómo podríamos ir contra el dogma jurídico laboral de la irreductibilidad remunerativa o la aplicación de la teoría de los derechos adquiridos? Hasta se indicó que la propuesta reductiva afectaba la dignidad de los magistrados.

Nuestros ánimos se fueron calmando cuando revisamos las prácticas de otros Estados: varios habían decidido la reducción de las remuneraciones de todos sus funcionarios en montos de hasta el 50% del total. El silencio expuso nuestra vergüenza ¿cómo podríamos estar pensando en el mantenimiento de nuestra posición de confort cuando cientos de conciudadanos no tiene como vivir en confinamiento porque no tienen donde vivir o no tienen con qué vivir?

La discusión siguiente en el tapete fue la de sí correspondía o no el trabajo remoto o, en general, de si correspondía o no volver a las labores judiciales. El razonable miedo al contagio motivó argumentos denegatorios que hacían saber que era altamente riesgoso aproximarse a las instalaciones judiciales, que las distintas plataformas de comunicación de videoconferencia aseguran la inmediación, que el empleador debe ofrecer los instrumentos (dígase: dote de pc, software, courier de expedientes a los jueces que no salen de sus casas). En lenguaje antiguo: el trabajador ofrece su fuerza laboral, el empleador los medios.

El asunto es que cuando hablamos del Estado y de sus trabajadores, pocas veces como ahora es que la indefinición toma cuerpo. Si el Estado es la comunidad jurídica, política y soberanamente organizada, y nosotros como funcionarios somos parte de esa organización, queda muy poco espacio para la claridad. Nosotros somos a la vez el Estado pero también los administrados. Somos lo primero en la medida en que nuestras decisiones se dicen en nombre del Estado Peruano y de ellas depende las conductas de otros; somos lo segundo en tanto que vínculos de organización no dependen de nuestro arbitrio. Lo que no puede quedar en la indefinición es el hecho de que ahora el país se encuentra paralizado y si nosotros mismos no somos los que lo echamos a andar, no vendrán de afuera a hacerlo por nosotros. Ni los extraterrestres que ahora -dicen- se pasean por el cielo.

Si la idea es distinguir a jueces en condición de vulnerabilidad y jueces que carecen de dicha condición ¿que impide que nos pongamos a trabajar? De la resolución administrativa 115-2020 CEPJ queda clarísimo que el área penal es el corazón de lo urgente y necesario de la justicia, en tanto que incide, después de la vida, en lo más preciado del ser humano: la libertad y, si alguien duda ¿no es que acaso el asunto de las libertades -por beneficios penitenciarios, conversión de pena, modificación de la prisión  preventiva- es lo que más atención ha exigido en este periodo de emergencia? ¿No es que este asunto ha puesto en controversia a los tres poderes estatales por una ley que se requiere para mejorar las labores urgentes en este tiempo?
 Es necesario admitir que el covid19 nos ha puesto condiciones y que nuestra nueva normalidad es nuestra actual intranquilidad y desazón. Y desde esa posición, es preciso que los jueces -cuando menos los del área penal- dejemos de ser suplentes y pongamos un mejor esfuerzo para que -mas allá de las exigencias mínimas que en nombre de la pandemia se exigen en sendas resoluciones administrativas de derecho judicial- se atienda prontamente no solo habeas corpus y dos o tres cositas más, sino que además puedan ser revisados todos los temas... las apelaciones de sentencias y demás requerimientos de la justicia penal.

Aprendamos de los ambulantes, de los mensajeros, de los delivery, de los profesores de "sala" que salen cada a día a lucharla por los suyos, a poner el hombro por el país. Pongámonos los chimpunes y sudemos la camiseta.Hagamos que lo recibido cada mes, se compense con nuestro esfuerzo. Dejemos de tener miedo.

martes, 19 de mayo de 2020

Camisa

En mis días de infancia, en algún libro de lectura, había un cuento que daba letras a la historia de un gobernante que padecía de una extraña y desconocida enfermedad. Los consejeros, médicos, chamanes, psicólogos que habían revisado su caso no daban con el problema y menos con la solución. Así que, cualquiera que pudiera ofrecer un remedio, era bien recibido siempre que alguna razonabilidad hubiera en la propuesta.

Un viejecito, luego de conversar largo rato con el enfermo, concluyó que su problema era un padecimiento de infelicidad por lo que la solución estaba en lo opuesto. No recomendó hacer fiesta, tampoco traerle un harén de mozas, menos servirle los mejores platillos. La solución estaba en encontrar "la camisa del hombre más feliz del reino" y que el gobernante se la pusiera por algunos días.

He de suponer que los estadísticos y matemáticos se echaron a buscar la fórmula con la que medir la felicidad de los súbditos de esa gobernanza y, luego de varias progresiones, raíces cuadradas, sumas y multiplicaciones la encontraron. Hicieron aplicación de la teoría en la filasaza de hombres dizque "más felices" que se presentaron a la convocatoria... y nadie cumplió con la medida. Con tamaña desilusión, el soberano, con el desgano bajo el brazo, salió en busca del remedio.... No sé cómo -no recuerdo en realidad-, pero al final encontraron al hombre más feliz: estaba silbando una alegre canción mientras que sudoroso, bajo el sol, se aplicaba con esfuerzo en la realización de su trabajo diario. Era un trabajo manual en el que llevaba horas sin poder lograrlo, sin embargo no perdía la ilusión de realizar bien su tarea. El hombre, al ver al soberano, dejó de hacer lo que hacía, dejó de silbar y, le regaló una sonrisa mientras que le hacía una broma riendose de la forma como tenía puesto su sombrero. Conversaron de cualquier cosa y, luego de tanta cháchara, tanto el gobernante como sus consejeros concluyeron que -definitivamente- se encontraban ante el "hombre más feliz". 

El asunto era ¿cómo hacerse de su camisa? Le preguntaron si había visto las convocatorias de los días pasados sobre "el hombre más feliz" y dijo que lo había visto en los periódicos pero que no le pareció un asunto importante: "el que es feliz, no se ufana", sentenció.  Al enfermo le pareció interesante la expresión, por lo que  le pidió en donación, en prenda, alquiler o venta su camisa en tanto remedio de sus males. El hombre de pueblo se limitó a sonreír y replicó: "yo nunca uso camisa, o voy con el torso desnudo -como ahora- o de vez en cuando me pongo -como mucho- un bibidi". Y no dejaba de sonreír, casi, casi con desapercibido sarcasmo en contra de todos los que habían hecho tan largo viaje por una cosa inexistente.... 

¿Y qué haces cuando tienes frío? -Me caliento frente al fuego o cojo una frazada y me cubro, -¿y con el sol? -Para eso llevo un sombrero. Los árboles también dan buena sombra, -¿Y si te invitan a una fiesta? -Hay tanto que hacer, que no tengo tiempo para frivolidades. En fin, luego de muchas vueltas, la conclusión siempre era la premisa con la que empezaron:  el hombre más feliz no tenía camisa y, parecía que la enfermedad del gobernante, por tanto, no tenía cura...

Esta historia no tendría importancia si no  fuera porque hoy es el cumpleaños de ese hombre. Cumple 72 años y, cada vez que leía esa historia de ficción siempre me evocaba al complementado. Llegaba en su datsun destartalada, y para hacer saber su presencia, aceleraba los motores o -veces- silbaba una tonada ecuatoriana: "si las penas se borraran con el trago que me embriaga". Siempre había una sonrisa en su boca, vestía nada sobre el torso y su camisa iba acomodada en su hombro. Llegaba con una bolsa de pan y sin dejar de bromear y de hacer chanza, luego de lavarse la cara y acomodarse un rizado rulo como copete, de limpiar sus pesados lentes, se sentaba en la mesa con su papá para hacerle compañía a la hora del desayuno.

No hay forma de saber si es el hombre más feliz del mundo, pero su actitud frente a los problemas del diario quehacer, hacía que estos se desvanecieran prontamente. La alegría es parte primordial de su forma de vivir. Siempre me ha parecido así.

Que tengas un día simpático, Emilio.


viernes, 8 de mayo de 2020

Indicios

¿Cómo es que sabemos que algo es cierto en historia?  el único modo de tener por cierta una hipótesis es acreditándola. Sabemos que la independencia del Perú se realizó el 28 de julio de 1821, porque hay un acta que así lo señala, que identifica el lugar, fecha, nombres y firmas de los participantes, pero además porque hay otras fuentes que lo confirman, como por ejemplo, la carta de Tomás Guido, amigo de José de San Martín en la que le cuenta a su esposa los acontecimientos del mes de julio limeño de aquel año y, de seguro habrán informes de los funcionarios de la corona española que dan cuenta de la ocurrencia.

Desde esa perspectiva, la historia se parece a los procesos judiciales: Juan es culpable del delito tal, solo sí existen elementos de prueba que permitan asegurar la certeza de esa afirmación, pero de eso no pretendo decir más que, toda investigación histórica o procesal-penal siempre pasa por una hipótesis desde la que se empiezan hilvanarse el resto de lo que viene después. Regresemos a la historia: en lo vivido por el ser humano, desde que éste tiene la condición de tal, se tiene por hecho y valido experiencias que pueden repetirse en las distintas geografías y tiempos.

Desde la opción de la reiteración de las conductas humanas, la experiencia enseña que lo que ocurre en un determinado lugar y tiempo se repite en otro, con determinadas especificaciones que lo distinguen. Así, por ejemplo, el hombre suele ubicarse  en aquellos espacios que por su fertilidad aseguran el alimento para el grupo humano en que se desarrolla, que el acceso al agua dulce en más de una vez ha dado lugar a conflictos humanos de trascendencia,que el ser humano suele alimentarse con los alimentos que se producen en el espacio en el que viven. La quebrada Fernández, ubicada en el límite entre Piura y Tumbes y que, proporciona agua a los poblados de Máncora y  Los Órganos, es el más grande acuífero existente en este sector de la geografia piurano-tumbesina, después de los ríos Tumbes y Chira, ubicados en los dos departamentos citados. En tiempos de lluvia, dicha quebrada posibilita agua superficial hasta un año o año y medio después de terminado el periodo lluvioso; además de contar con explanadas y terreplenes naturales que facilitan el cultivo de hortalizas y arboles frutales. La cercanía costera posibilita acceso al mar pero también a un ecosistema especial dado el encuentro de aguas dulces y saladas que dan lugar a un estero, que es muy probable que el pasado fuera aún más extenso de lo que las proyecciones urbanas permiten en estos días.

En realidad, decir que en los tiempos de las culturas autóctonas el estero mancoreño era más extenso no es un asunto que me conste, tampoco es que se haya efectuado algún estudio sobre las capas formativas de la superficie de ese espacio, pero lo deduzco a partir del hecho de que en los últimos años la población ha crecido y bordea ese estero y, en algunos espacios, hasta le ha ganado terreno a lo que antes era un pantano. Esa misma deducción la extendemos al hecho de anunciar que desde muy antiguo el hombre ha habitado en las proximidades de dicho acuífero. Sin embargo, no se trata solo de un enunciado huero, pues desde los días de mi niñez, en el sector de La Huaquería, que es una pequeña vega que se ubica entre el puente que cruza la quebrada y la población Angolo B, se decía que se podía encontrar vasijas, huacos u objetos utilitarios de colectivos humanos que habitaron en ese sector. Sin embargo, esos hallazgos de gentes neófitas en asuntos de arqueología, solo dan cuenta de esos asentamientos sin permitirnos conocer la naturaleza de los mismos: agricultores, pescadores y, si pertenecía a tal o cual cultura o, simplemente identificar el periodo temporal en que se asentaron.

Aún en el terreno de las posibilidades, las terrazas naturales adyacentes a la quebrada hasta hace poco tiempo eran espacios en los frutales y legumbres daban frutos ricamente. Es posible, por tanto que los naturales de estas tierras en esos mismos terraplenes sembrarán maíz, calabazas, zapallos, frijoles, yucas... sin embargo, esta afirmación se logra desde la probabilidad que permiten conjugar los frutos oriundos de América y la fertilidad de las tierras de Máncora. Solo las excavaciones y estudios antropológicos en restos humanos nos permitirían reconocer la dieta de nuestros antiguos antepasados.

Hace algunos años -quizá 12, a lo mejor 15- con ocasión de una avenida pluvial, la quebrada Fernández erosionó parte del talud en el que se ubica el caserío Angolo B, exponiendo las bases de una construcción habitacional, además de uno o dos cráneos, que nos dan noticia de que en ese espacio es probable también se estableció algún asentamiento humano. Y no sabemos más. Nos enteramos -por las noticias- que también se encontraron vasijas de color rojizo, pero nada más. ¿se trata esa construcción una que corresponda a los tiempos prehispánicos o es posterior? ¿Esas vasijas o restos de vasijas correspondía a las utilitarias que se destinan a los quehaceres diarios o se trataba de un ornamento funebre? ¿Había algún vestido que cubriera esos restos? Y nuevamente las mismas preguntas: ¿De que tiempo datan esos hallazgos? ¿Son de la cultura Vicus, Tallán o quizá es un asentamiento incaico? Es más, en la medida en que no hay ningún estudio serio sobre esos hallazgos, la sospecha de su antiguedad puede traernos a tiempos más cercanos: ¿Podría tratarse de algún establecimiento posterior a los españoles?

Existen algunas prospecciones realizadas en áreas más extensa relacionadas con la búsqueda de hidrocarburos que reconocen esos vestigios; empero es insuficiente para poder anunciar si nos encontramos o no ante un "complejo arqueológico"; empero la sola omisión estatal nos da idea de la poca trascendencia de dichos asentamientos; pues si se tratara de un descubrimiento de importancia, hace buen tiempo que el Ministerio de Cultura ya hubiese intervenido el lugar para definir el área y declararla intangible.  Mientras tanto, solo podemos decir que, antes que nosotros, en áreas próximas al actual asentamiento del poblado de Máncora hubo otros que nos antecedieron en gozar de la serenidad de su clima, de la frescura de sus aguas, de la calidez de su sol.

miércoles, 29 de abril de 2020

Anécdota

Era un sábado de aquellos en los que el grupo de mozalbetes diluían las preocupaciones académicas en litros de cualquier tipo de alcohol bebible. La gaseosa se convertía en un saborizante que permitía que los "salta pa atras", "los patito seco" y otras bebidas espirituosas remojaran las cansadas neuronas universitarias. El más pequeño de todos, aquél a quien fastidiaban por su cara y cuerpo de pre-adolescente ya no podía más... Su lengua se le trababa y casi que no se entendía lo que pretendía decir. Se quedó dormido en una silla a media madrugada.

Los demás, medio que lo acomodaron en una banca, y siguieron en el jolgorio... la estridencia musical, las voces chillonas de la mayoría, los bailes de esos días, los chistes y tonterías de juventud llenaron lo que quedó de la noche... el chiquillo seguía dormido, pero el sol ya amenazaba con salir y el dueño de "La Calesa" ya invitaba al retiro. Se le intentó despertar, pero seguía roncando, las cachetadas que se aguantó apenas las sentía; el sueño y él, eran la misma cosa. La pregunta llegó ¿Y que hacemos con este bulto? (o bultito para ser precisos). Las mototaxis en esos días todavía estaban permitidas de ingresar el centro de la ciudad, por lo que dos más altos del grupo, lo subieron en una de ellas y se dirigieron hacia la zona oeste de la ciudad. Una cuadra antes de su casa hicieron vanos intentos por despertarlo... nada. ¿Y ahora quien habla con sus viejos? -"Habla tú". -"No... tú que los conoces". Nadie quiso enfrentarse a la posible reprimenda que pudieran darles los papás del amigo que sufría en su cuerpo los estragos del alcohol. Bueno pues... "Que sea lo que Dios quiera", dijo el más alto.  (que tendría que ver Dios en ese asunto, pero bueno...)

Al llegar a la puerta de la casa, el miedo no se iba; por lo que con mucho cuidado bajaron al chiquillo y lo pararon sobre la puerta, haciendo que con sus flacuchas piernas guardara un delicado equilibrio... entre su cuerpo y el suelo se formaba un ángulo de más o menos setenta y cinco grados... Tocaron la puerta. Aún no amanecía pero por a través del vidrio notaron que una mujer se aproximaba y, en cuanto sintieron que estaba al pie de la puerta, salieron corriendo para alcanzar a la moto que les esperaba a unos cuantos metros con el motor encendido... Al abrirse la puerta de la casa.... puuuuuummm. Un golpe seco removió los cimientos... cayó como cochinada... La mujer solo atino a decir "Ay mi hijito... hijito de mis entrañas" (más borracho, el puta). La mujer se arrodilló para recogerlo y sólo pudo ver una moto que se alejaba... Sus acompañantes ni siquiera regresaron a mirar.

El lunes siguiente, ese chiquillo mostraba un moretón en la frente... La única señal visible de que aquel sábado anterior fue la noche en que se quedó dormido... en la puerta de su casa. "Buenos días" dijo y se sentó casi al final del salón.

domingo, 26 de abril de 2020

Estafa

Era una de las primeras prácticas que nos tomaban en la facultad. Habíamos superado los dos años de Estudios Generales y, nos tocaba evaluación de derecho penal 1 con Dña Viviana García. Si bien ya estabamos curtidos de dos años de evaluaciones, esas prácticas que ahora se vienen a mi memoria era particulares: Ya nos metían en el seso que debíamos pensar como "hombres de derecho" y la profesora había anunciado que tendríamos en la práctica nuestros primeros casos para resolver. Así, importaba la teoría pero también el razonamiento.  El problema era de un cargamento de azucar "morena" sobre el que se acusaba al vendedor de estafa... debíamos ingresar al aula con nuestro Código Penal.  Eran algo así como las tres de la tarde.

Al finalizar, en los pasillos, un esmirriado muchachito, de ojos rasgados y de corte de cabello tipo militar dijo que el caso se encuadraba en el art. 244 del Código Penal (¿concentración crediticia?)... Los demás, todos los demás, decía que el caso se tipificaba en el art. 196 del Código Penal. Ante la abrumadora mayoría se quedó callado, prefirió el silencio...  (probablemente pensaba en que había jalado la práctica).

Unos días después, cuando le entregaron su examen. La profesora hizo que se identificara... se puso de pie y le preguntó ¿No sabe acaso que desde el año 1991 tenemos un nuevo Código Penal? ¿Por qué ha resuelto el problema con el Código de 1924? El chinito en su apuro, había pedido en la biblioteca un Código Penal y le alcanzaron el último que quedaba en la estantería. La demanda de códigos había sido alta. Aprobó la práctica por sus argumentos.

Esa noche compró su código "Editorial Berrios" en la "Librería Universitaria", uno de los distintos estantes de ventas de "libros de toda laya" que se ubicaba donde ahora se encuentra el edificio del Ministerio Público.

"Mixión"

Se pulía el hombre en explicaciones. Era una voz medio callada y a la vez parsimoniosa. Apenas se escuchaba para cuando tomaba lista, condición que además, era necesaria para las intervenciones orales a las que nos tenía acostumbrados en las clases de HP1 y HP2. Tradúzcase: Historia del Perú 1 e Historia del Perú 2. Las referencias a De la Puente Candamo eran obligatorias para cuando se hablaba de la emancipación, empero si se trataba de temas prehispánicos, los textos de Del Dusto Duturburu se hacían indispensables. Cualquier pregunta podía saltar antes del inicio de clases y, cualquiera podía ser el llamado. El casi centenar de mozalbetes, con su silencio pretendían pasar desapercibidos, a fin de que no ser interrogados. Casi que inundaba la creencia de que el silencio del salón era suficiente para hacer invisible el “visto” de la asistencia en el registro estudiantil.

El hombrecito aquel, con su probable metro sesenta de estatura, enfundado –a veces en un saco marrón- y escondido detrás de unos lentes gruesos con marco oscuro, se hacía odiar con sus preguntas, pero a la vez, obligaba a estar atentos porque cualquier cosa –en la amenaza del docente- podía venir en las prácticas o en los exámenes. Allí, sentado desde su pupitre –muy pocas veces utilizaba la pizarra- con la ayuda de sus cuartillas, las dejaba pasar una tras otra, mientras pretendía que sus interlocutores reflexionaran consigo acerca de nuestro pasado histórico.

Algunos textos de los precursores nos hicieron malquerer a su antecesora, pero ahora vienen a mi memoria el "Elogio del excelentísimo señor don Agustín de Jáuregui y Aldecoa” de Baquijano y Carrillo y algún otro fragmento de la “Carta a los Españoles Americanos” de Juan Pablo Vizcardo y Guzmán. Posibilitaron esas prácticas de marcar con alternativas múltiples, en las que te podías encontrar con las posibilidades de solución siguientes, siendo solo una la correcta: 1. Solo a es verdadera, 2. Las respuestas b y d son falsas, 3. Todas son verdaderas, 4. Las respuesta a y c son correctas, 5. Ninguna es correcta. Eran en realidad, exámenes relacionados con la historia, pero fundamentalmente de comprensión de textos.

En alguna oportunidad, sin embargo, ante la calamidad de los resultados de las prácticas anteriores, prefirió una práctica de respuestas abiertas, con preguntas que probablemente no estaban en el cuaderno de apuntes, pero en los que la información anotada era materia prima para el tema. Una en la que preguntaba acerca de las fundaciones de las ciudades españolas en el virreinato peruano, que se relacionaba con una disertación del profesor Del Busto celebrada en el auditorio del CUM y, otras preguntas relacionada con el mestizaje y el origen del Perú como nación y la importancia del pensamiento de algún precursor independentista. Era como si hubiera llovido luego de una larga sequía… sequía de buenas notas, o al menos, de esperanza de buenas notas.

El día de la entrega de notas, iba llamando a cada uno para alcanzarle su hoja de respuestas. Solía doblar la esquina superior derecha para que los curiosos –dígase los de los primeros asientos- no pudieran ver la calificación. Hasta que llegó el turno de… Piedrita (es mejor así). Lo miró y sonrió con sorna “¿Qué es el mestizaje?”, le preguntó… El muchachito pretendía dar una respuesta, pero el profe le hizo una señal de silencio y, pasó a leer el contenido de la respuesta anotada en el papel: “Es el fruto de la «mixión» del indígenas y españoles”. Y continuó: “¿Es que acaso los naturales y los chapetones decidieron hacer la pis juntos? Esa palabra no existe y lo que Ud. quiere decir no lo ha dicho. Le soplaron mal o Ud. no supo escuchar”, remató. Le entregó su examen sin dejar de sonreir.

Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...