martes, 19 de mayo de 2020

Camisa

En mis días de infancia, en algún libro de lectura, había un cuento que daba letras a la historia de un gobernante que padecía de una extraña y desconocida enfermedad. Los consejeros, médicos, chamanes, psicólogos que habían revisado su caso no daban con el problema y menos con la solución. Así que, cualquiera que pudiera ofrecer un remedio, era bien recibido siempre que alguna razonabilidad hubiera en la propuesta.

Un viejecito, luego de conversar largo rato con el enfermo, concluyó que su problema era un padecimiento de infelicidad por lo que la solución estaba en lo opuesto. No recomendó hacer fiesta, tampoco traerle un harén de mozas, menos servirle los mejores platillos. La solución estaba en encontrar "la camisa del hombre más feliz del reino" y que el gobernante se la pusiera por algunos días.

He de suponer que los estadísticos y matemáticos se echaron a buscar la fórmula con la que medir la felicidad de los súbditos de esa gobernanza y, luego de varias progresiones, raíces cuadradas, sumas y multiplicaciones la encontraron. Hicieron aplicación de la teoría en la filasaza de hombres dizque "más felices" que se presentaron a la convocatoria... y nadie cumplió con la medida. Con tamaña desilusión, el soberano, con el desgano bajo el brazo, salió en busca del remedio.... No sé cómo -no recuerdo en realidad-, pero al final encontraron al hombre más feliz: estaba silbando una alegre canción mientras que sudoroso, bajo el sol, se aplicaba con esfuerzo en la realización de su trabajo diario. Era un trabajo manual en el que llevaba horas sin poder lograrlo, sin embargo no perdía la ilusión de realizar bien su tarea. El hombre, al ver al soberano, dejó de hacer lo que hacía, dejó de silbar y, le regaló una sonrisa mientras que le hacía una broma riendose de la forma como tenía puesto su sombrero. Conversaron de cualquier cosa y, luego de tanta cháchara, tanto el gobernante como sus consejeros concluyeron que -definitivamente- se encontraban ante el "hombre más feliz". 

El asunto era ¿cómo hacerse de su camisa? Le preguntaron si había visto las convocatorias de los días pasados sobre "el hombre más feliz" y dijo que lo había visto en los periódicos pero que no le pareció un asunto importante: "el que es feliz, no se ufana", sentenció.  Al enfermo le pareció interesante la expresión, por lo que  le pidió en donación, en prenda, alquiler o venta su camisa en tanto remedio de sus males. El hombre de pueblo se limitó a sonreír y replicó: "yo nunca uso camisa, o voy con el torso desnudo -como ahora- o de vez en cuando me pongo -como mucho- un bibidi". Y no dejaba de sonreír, casi, casi con desapercibido sarcasmo en contra de todos los que habían hecho tan largo viaje por una cosa inexistente.... 

¿Y qué haces cuando tienes frío? -Me caliento frente al fuego o cojo una frazada y me cubro, -¿y con el sol? -Para eso llevo un sombrero. Los árboles también dan buena sombra, -¿Y si te invitan a una fiesta? -Hay tanto que hacer, que no tengo tiempo para frivolidades. En fin, luego de muchas vueltas, la conclusión siempre era la premisa con la que empezaron:  el hombre más feliz no tenía camisa y, parecía que la enfermedad del gobernante, por tanto, no tenía cura...

Esta historia no tendría importancia si no  fuera porque hoy es el cumpleaños de ese hombre. Cumple 72 años y, cada vez que leía esa historia de ficción siempre me evocaba al complementado. Llegaba en su datsun destartalada, y para hacer saber su presencia, aceleraba los motores o -veces- silbaba una tonada ecuatoriana: "si las penas se borraran con el trago que me embriaga". Siempre había una sonrisa en su boca, vestía nada sobre el torso y su camisa iba acomodada en su hombro. Llegaba con una bolsa de pan y sin dejar de bromear y de hacer chanza, luego de lavarse la cara y acomodarse un rizado rulo como copete, de limpiar sus pesados lentes, se sentaba en la mesa con su papá para hacerle compañía a la hora del desayuno.

No hay forma de saber si es el hombre más feliz del mundo, pero su actitud frente a los problemas del diario quehacer, hacía que estos se desvanecieran prontamente. La alegría es parte primordial de su forma de vivir. Siempre me ha parecido así.

Que tengas un día simpático, Emilio.


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