miércoles, 20 de mayo de 2020

Esfuerzo

Retornemos del miedo. En los primeros días, a las horas de declarada la emergencia sanitaria, una magistrada de reconocidos pergaminos sugirió la reducción de remuneraciones funcionariales. La mayoría saltó hasta el techo y, los jueces no fueron la excepcion: los argumentos en contra de la propuesta iban y venían. Nuestros dedos no descansaban frente al teclado de la resistencia ¿cómo podríamos ir contra el dogma jurídico laboral de la irreductibilidad remunerativa o la aplicación de la teoría de los derechos adquiridos? Hasta se indicó que la propuesta reductiva afectaba la dignidad de los magistrados.

Nuestros ánimos se fueron calmando cuando revisamos las prácticas de otros Estados: varios habían decidido la reducción de las remuneraciones de todos sus funcionarios en montos de hasta el 50% del total. El silencio expuso nuestra vergüenza ¿cómo podríamos estar pensando en el mantenimiento de nuestra posición de confort cuando cientos de conciudadanos no tiene como vivir en confinamiento porque no tienen donde vivir o no tienen con qué vivir?

La discusión siguiente en el tapete fue la de sí correspondía o no el trabajo remoto o, en general, de si correspondía o no volver a las labores judiciales. El razonable miedo al contagio motivó argumentos denegatorios que hacían saber que era altamente riesgoso aproximarse a las instalaciones judiciales, que las distintas plataformas de comunicación de videoconferencia aseguran la inmediación, que el empleador debe ofrecer los instrumentos (dígase: dote de pc, software, courier de expedientes a los jueces que no salen de sus casas). En lenguaje antiguo: el trabajador ofrece su fuerza laboral, el empleador los medios.

El asunto es que cuando hablamos del Estado y de sus trabajadores, pocas veces como ahora es que la indefinición toma cuerpo. Si el Estado es la comunidad jurídica, política y soberanamente organizada, y nosotros como funcionarios somos parte de esa organización, queda muy poco espacio para la claridad. Nosotros somos a la vez el Estado pero también los administrados. Somos lo primero en la medida en que nuestras decisiones se dicen en nombre del Estado Peruano y de ellas depende las conductas de otros; somos lo segundo en tanto que vínculos de organización no dependen de nuestro arbitrio. Lo que no puede quedar en la indefinición es el hecho de que ahora el país se encuentra paralizado y si nosotros mismos no somos los que lo echamos a andar, no vendrán de afuera a hacerlo por nosotros. Ni los extraterrestres que ahora -dicen- se pasean por el cielo.

Si la idea es distinguir a jueces en condición de vulnerabilidad y jueces que carecen de dicha condición ¿que impide que nos pongamos a trabajar? De la resolución administrativa 115-2020 CEPJ queda clarísimo que el área penal es el corazón de lo urgente y necesario de la justicia, en tanto que incide, después de la vida, en lo más preciado del ser humano: la libertad y, si alguien duda ¿no es que acaso el asunto de las libertades -por beneficios penitenciarios, conversión de pena, modificación de la prisión  preventiva- es lo que más atención ha exigido en este periodo de emergencia? ¿No es que este asunto ha puesto en controversia a los tres poderes estatales por una ley que se requiere para mejorar las labores urgentes en este tiempo?
 Es necesario admitir que el covid19 nos ha puesto condiciones y que nuestra nueva normalidad es nuestra actual intranquilidad y desazón. Y desde esa posición, es preciso que los jueces -cuando menos los del área penal- dejemos de ser suplentes y pongamos un mejor esfuerzo para que -mas allá de las exigencias mínimas que en nombre de la pandemia se exigen en sendas resoluciones administrativas de derecho judicial- se atienda prontamente no solo habeas corpus y dos o tres cositas más, sino que además puedan ser revisados todos los temas... las apelaciones de sentencias y demás requerimientos de la justicia penal.

Aprendamos de los ambulantes, de los mensajeros, de los delivery, de los profesores de "sala" que salen cada a día a lucharla por los suyos, a poner el hombro por el país. Pongámonos los chimpunes y sudemos la camiseta.Hagamos que lo recibido cada mes, se compense con nuestro esfuerzo. Dejemos de tener miedo.

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Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...