El cambio de posición de Pablo frente los judios mesiánicos netzaritas, a quienes empezó persiguiendo con la anuencia de los sumos sacerdotes de Jerusalén es un acontecimiento que se relata repetidamente en distintos pasajes neotestamentarios y en cada vez, con variantes que es necesario ajustarlas a las reglas de la credibilidad. El más conocido, probablemente, sea el que nos regala Lucas a pocos párrafos después de ofrecernos la historia de la muerte de Esteban; donde el protagonista actúa como uno de los malos. Empero no es el único que este autor escribe, sino que, además, en alguno lo hace como si fuera el mismo Pablo quien habla: lo relata en primera persona.
Fijémonos en la versión que se ofrece ante el rey Agripa II, el nieto de Herodes, El Grande. Lucas nos regala una deliciosa alegación defensiva propia de un preso preventivo y, por tanto, se sujetará a las veleidades propias del que teme por su vida con la exaltación de aquellas notas que mejor puedan convenirle: por eso dice como mucha claridad que él es un judío (de religión, como lo era la autoridad a la que se dirigía) y que su único "pecado" es esperar y creer en la promesa de Dios de la vida perdurable y como materialidad de dicha promesa divina enuncia la resurrección de Yeshua Hamasiaj. Y luego viene la peliculina: solo por si acaso, la doctrina que predica no es del acusado sino del mismo resucitado que se le presentó en el camino de Damasco, hecho del que hay testigos, porque las otras personas que le acompañaban también vieron la luz que venía del cielo y ante su resplandor, resalta el hecho: "todos caímos al suelo", entonces esas otras personas podrán dar fe de lo que cuenta, e inmediatamente cambia el sujeto del enunciado: "y yo escuché una voz que me decia: Saulo, Saulo porque me persigues..." Es un mensaje del que los demás no pueden dar fe, y menos de la consigna de que debía anunciar el evangelio, o la promesa de que sería protegido de las persecuciones judias -y de las no judias también- de su llamado a ser el predicador de la luz en medio de las tinieblas. Finalmente, concluye que atendiendo a esa visión celeste es que ha predicado las enseñanzas de Yeshua en Damasco, en Jerusalén, en el territorio judío y en las naciones paganas.
Aprovechando las creencias religiosas de quien le estaba escuchando, de su fe en el Dios de Abraham, le dice al rey Agripa ¿porqué no considera creíble esta versión que le ofrezco si Ud. conoce y cree en los profetas? ¿Como es que es posible que Dios pudiera manifestarse frente a aquellos pero no frente a mi (por si acaso yo soy un fiel cumplidor de la ley como el mejor de los fariseos? ¿Quienes somos para poner límites a la voluntad de Dios? Digámoslo de otro modo: Condéneme si es necesario, pero no lo haga por fuera de sus propias convicciones.
El detenido fue altamente persuasivo con su argumento, tanto que pudo contarlo después a los suyos; al punto que el autor de los Hechos de los Apóstoles la narra hasta tres veces. De este relato en particular, sin embargo, se advierte que no tuvo suerte en su intención de convencer a Agripa de adherirse a la doctrina de Yeshua Hamashiaj. Y más allá de la intención del hagiografo, sigo pensando que en el camino de Damasco el sol era de tal intensidad y le dio en la mollera con tal fuerza que le afectó en sus convicciones. El mismo reconoce que la aparición ocurrió al medio día. En los caminos soleados, es muy fácil reconocer los espejismos y, si ya tienes tiempo caminando es posible que asumas como cierto lo que tus ojos te regalan. En distinta posición, el procurador de Jerusalen Porcio Festo -presente en el momento de esa audiencia- que argüía que la mucha teología le había comido el seso. En la actualidad, una línea de la tradición judía sostiene que la "conversión" de Saulo se explica en un mal de amores. Los de su tiempo, simplemente decían que "estaba loco".
Lo real es que el hombre que un día fue perseguidor de la causa mesiánica, tiempo después se convirtió en perseguido por el mismo motivo: un judío -que no quería dejar de serlo- anunciando que las voces de los profetas se habían hecho carne, que el mesías esperado tenía nombre: Yeshua. Se declara judío de religión, afirma haber sido fariseo y aclara que es -en ese mismo momento- mesiánico netzarita. Una cosa así como que un salesiano deje la congregación para irse con los benedictinos o, que uno del Opus Dei se pase a las filas de la Compañía de Jesús. Esa es la "conversión" paulina.
Buenas noches.
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