Era un sábado de aquellos en los que el grupo de mozalbetes diluían las preocupaciones académicas en litros de cualquier tipo de alcohol bebible. La gaseosa se convertía en un saborizante que permitía que los "salta pa atras", "los patito seco" y otras bebidas espirituosas remojaran las cansadas neuronas universitarias. El más pequeño de todos, aquél a quien fastidiaban por su cara y cuerpo de pre-adolescente ya no podía más... Su lengua se le trababa y casi que no se entendía lo que pretendía decir. Se quedó dormido en una silla a media madrugada.
Los demás, medio que lo acomodaron en una banca, y siguieron en el jolgorio... la estridencia musical, las voces chillonas de la mayoría, los bailes de esos días, los chistes y tonterías de juventud llenaron lo que quedó de la noche... el chiquillo seguía dormido, pero el sol ya amenazaba con salir y el dueño de "La Calesa" ya invitaba al retiro. Se le intentó despertar, pero seguía roncando, las cachetadas que se aguantó apenas las sentía; el sueño y él, eran la misma cosa. La pregunta llegó ¿Y que hacemos con este bulto? (o bultito para ser precisos). Las mototaxis en esos días todavía estaban permitidas de ingresar el centro de la ciudad, por lo que dos más altos del grupo, lo subieron en una de ellas y se dirigieron hacia la zona oeste de la ciudad. Una cuadra antes de su casa hicieron vanos intentos por despertarlo... nada. ¿Y ahora quien habla con sus viejos? -"Habla tú". -"No... tú que los conoces". Nadie quiso enfrentarse a la posible reprimenda que pudieran darles los papás del amigo que sufría en su cuerpo los estragos del alcohol. Bueno pues... "Que sea lo que Dios quiera", dijo el más alto. (que tendría que ver Dios en ese asunto, pero bueno...)
Al llegar a la puerta de la casa, el miedo no se iba; por lo que con mucho cuidado bajaron al chiquillo y lo pararon sobre la puerta, haciendo que con sus flacuchas piernas guardara un delicado equilibrio... entre su cuerpo y el suelo se formaba un ángulo de más o menos setenta y cinco grados... Tocaron la puerta. Aún no amanecía pero por a través del vidrio notaron que una mujer se aproximaba y, en cuanto sintieron que estaba al pie de la puerta, salieron corriendo para alcanzar a la moto que les esperaba a unos cuantos metros con el motor encendido... Al abrirse la puerta de la casa.... puuuuuummm. Un golpe seco removió los cimientos... cayó como cochinada... La mujer solo atino a decir "Ay mi hijito... hijito de mis entrañas" (más borracho, el puta). La mujer se arrodilló para recogerlo y sólo pudo ver una moto que se alejaba... Sus acompañantes ni siquiera regresaron a mirar.
El lunes siguiente, ese chiquillo mostraba un moretón en la frente... La única señal visible de que aquel sábado anterior fue la noche en que se quedó dormido... en la puerta de su casa. "Buenos días" dijo y se sentó casi al final del salón.
miércoles, 29 de abril de 2020
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