sábado, 18 de julio de 2015

Calavera

Miraba hacia el techo. Miraba entre las ondas del eternit la respuesta a la pregunta formulada por el Rubio: “¿Cuáles son los restos humanos más antiguos del Perú?”  Una breve pausa… “Lo hemos estudiado antes de ayer”, anunció en forma de amenaza. En la pizarra verde, aun se podía advertir los rezagos de lo que pretendía ser una cueva, con la que se había ilustrado la lección. Claro él no dibujaba nada, salvo las letras del abecedario que se conjugaban entre sí y de varios colores para resaltar las ideas principales, que se anotaban débilmente en el cemento verde de una de las paredes del salón… Los otros párvulos miraban temerosos ante el riesgo de ser llamados para cualquier pregunta que pudiera ocurrírsele al profe.

Al inicio del año, además, de alguna de las tablas de multiplicar que se anotaba en uno de los extremos, se dibujaba sobre líneas horizontales un utópico horario que nunca se cumplía. Se anunciaba las horas de matemáticas, lenguaje, ciencias sociales, ciencias naturales,  religión y educación física. Nunca se cumplía. El profe hacía clases según sus particulares evaluaciones. Si tenía problemas con los números prefería insistir con éstos a costa de sacrificar las ciencias sociales o la religión y, si se trataba de reforzar el uso de las mayúsculas, la aplicación de las tildes y la distinción entre la coma y el punto y coma, la hora de religión pagaba pato… El bullicio solo tenía carta libre en la hora de educación física de los viernes… Unos 10 o 15 minutos de ejercicios contra el resto de tiempo detrás de una pelota o evitándola si se trataba de impedir un gol del equipo contrario… pero ese día no hubo pelota, ni shorts, ni nada… hubo palos…

¿Cómo se llamó el enviado por el ejército chileno para entrevistarse con Francisco Bolognesi en el morro de Arica? Juana La Loca, que así le llamábamos al más inquieto de todos, miraba con miedo la mano del profe que se apoyaba en el borde de relieve inferior de la pizarra…. Si allí donde se acomodan las tizas y la mota… también.  “Ya…-como ofreciendo una fácil oportunidad- dime el nombre de un héroe de la batalla de Arica”, retrucó el profesor al temeroso silencio del alumno… “¿Grau?” Dijo con temor. El profe abrió sus ojos achinados y con el puño hizo un gesto de amenaza y casi con impaciencia le dijo: “párate en la esquina. Coge tu cuaderno y repasa”. Miró su registro, leyó los nombres y miraba notas. Volvió con un nombre y, el chiquillo avanzaba lentamente desde los últimos asientos del salón para pararse frente a la pizarra. El profe de espaldas a todos y mientras escribía una ecuación, le dijo “hallar el valor de x. Fácil”.  Le entregó la tiza al chiquillo, mientras este miraba el ejercicio plasmado… No había mucho, pero lo poco, parecía difícil…. “rápido”, remató.  Volvió a su registro y llamó al siguiente candidato… mientras levantando la mano de presente, el profe sin mirarlo le preguntó “¿La Covadonga era un navío peruano o chileno?” Un breve bullicio entre los preguntados anunciaban que la respuesta era “facilita”… “Silencio…. Ya viene su turno, Olivos”.

Así, esa tarde preguntó desde los estados de la materia, los modos de reproducción de los peces, el ciclo del agua, las parábolas de Jesús, ejemplos de palabras esdrújulas, la diferencia entre el verbo y el sustantivo, la función de los artículos y hasta de qué color era el caballo blanco de Alfonso Ugarte… Hubo tiempo para preguntar quién fue la esposa de Túpac Amaru y donde se hallaban las ruinas de Sacsayhuamán, enunciar la frase completa de San Martín cuando proclamaba la independencia y los motivos que originaron los colores de nuestra bandera. Hubo pocas respuestas acertadas, y el grupito de los parados, con sus cuadernos de borrador en mano, repasaban en la esquina próxima a la puerta… El hombre estaba colorado de ira, de rabia,  de impotencia contenida bajo sus resaltadas venas de la garganta… Gritoneaba a cada quien. Elogiaba a los que respondían y los mandaba a sus respectivos asientos… “Ya ven… este muchacho todo es azul…” decía mientras se traquilizaba brevemente.  “Y con Uds. ¿qué hago con Uds?”, dijo mientras nos miraba. Alguno se atrevió, valientemente, a decir: “pa mañana profesor”. Volvió su rostro: “Queeee…. Para hoy lo que es de hoy. Han tenido buen rato para repasar. Dejen sus cuadernos en el suelo”.

Fue llamando uno a uno… El primero de todos pudo saber lo que era la paciencia y también aprender que los conceptos, aun a fuerza, entran. Aún no olvida que, el hombre de Lauricocha representa una de las más antiguas formas de socialización humana en nuestro suelo patrio. No fue fácil, antes de ésta hubo otras preguntas que la adornaron referidas a las pinturas rupestres de Toquepala y los restos humanos hallados en cuevas de la sierra sureña. El hombre, cogió un paralelepípedo de madera que se acomodaba junto a las tizas de la pizarra y enrojeció nuestras palmas de las manos: fueron cuatro tabletazos, que nos hicieron recordar que lo que Ricardo Palma contaba en una de sus tantas tradiciones no requería de un Chávez de la Rosa, sino de un profe enfundado detrás de unos lentes gruesos, mostrando en el antebrazo un águila con las extendidas, que parecía volar mientras dejaba caer desde lo más alto en las enrojecidas manos de sus pupilos y con la mayor fuerza posible, ese madero que apodábamos “La Calavera”. Una camisa manga larga, arremangada para “la facilidad”, unos pantalones acampanados imponían autoridad y, enmendaba con violencia, en los pequeños las anomalías que de grandes pudieran ser muy difíciles de enmendar.

Su rojez cada vez era mayor… no podía ser mayor. Uno que otro respondió alguna pregunta y se libró buenamente de La Calavera. Chavaná pegó su alaridos como otras tantas veces, Juana La Loca brincó de un extremo a otro, Guerrerito, como buen estoico, bufó su dolor y miró con rabia amenazadora al profesor… Un “¿quieres más?” lo volvía a su realidad…  Esa tarde, nuestras manos fueron testigos adoloridos de un duro aprendizaje.

Esa tarde aprendimos, que el éxito en la vida es de los que están preparados para pleitearla. 

No hay comentarios:

Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...