domingo, 31 de diciembre de 2023

Bendiciones

¿De que color es el sexo de Dios? Era una clase teología dogmática y el profe se limitó a alzar los hombros para rematar con un chiste de género "¿Y que importa eso? En el orden del tiempo Adán fue primero que Eva", masculló. Nos reímos sin entender que la velada intención era hacer notar la posibilidad de que dios sea machito.

El profe de teología fundamental, a la misma pregunta, respondió diferente... En Mateo 22, dice Jesús: “En la resurrección, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en el cielo”, entonces habrá que concluir que los angeles no tienen sexo. En realidad, la simplicidad de los seres espirituales, obliga a inferir la ausencia de apetencias sexuales; luego hecemos bien cuando afirmamos que "Dios no tiene sexo". Y continuó diciendo que el sexo corresponde a seres creados imperfectos y que como tal, el solo hecho de la pregunta ya expone una afectación al ser y a la esencia de dios. Una forma de decir "no pregunten cojudeces".

Pero, "esa forma de decir" tampoco fue entendida... Si el sexo es una condición de los seres creados de naturaleza material ¿Da igual ser de uno u otro sexo o del tercer sexo o de no tener ninguno? El profe si entendió la pregunta y selló cualquier otra disquisición con un texto de paporreta: "sepan que una virgen concebirá a un hijo a quien le podrán por nombre Emanuel". Así que, burlonamente, remató "Cristo, sumo sacerdote, quiso heredar su sacerdocio a los que comparten con él su masculinidad... Si tienes dudas, será mejor que se lo cuentes a tu director espiritual..." Sonrió y la conversación terminó con las socarronerias de los demás.

Al finalizar el año, el muchacho se despidió de sus amigos y no se le volvió a ver. El sacerdocio no fue para él. Nunca le impusieron las manos. Hace un par de días, nos volvimos a ver. Se encontraba en la secretaría de la parroquia catedralicia, acompañado de otra persona, muy cercana de él. Alegre, me la presentó y luego me dijo que era su pareja. Nos saludamos. Unos minutos más y conversábamos de otras a las que no vemos hacer unos mil años, me hizo indicación de los avances de la Iglesia en los últimos años. Finalmente, anotó: "al fin me impondran las manos... Aunque sea para darnos la bendición. Bendito sea el papá Francisco".

Le di la mano, recordamos un par de anécdotas más y me fui. El camino me fue arrebatado por una sola idea ¿Cual es el sexo de Dios? ¿Será que el sexo de los humanos es una circunstancia de discriminación oficiosa?

lunes, 30 de octubre de 2023

Negruras

"¿Qué ves?" Preguntó el maestro. La pregunta se repitió con la docena de gentes que en medio de la madrugada se apretujaban para la sesión de chamanismo. Se detuvo con una. Era una muchacha que, todavía, estaba en el Micaela Bastidas. Era una niña, en realidad. "¿Porqué miras este frasco? ¿Que hay allí? ¿Qué ves?

La muchacha puso cara de miedo. De pánico. "Lo veo a él..." Y levantó su índice con hartísimo miedo, señaló a un muchacho, maltón, que en esos días se alistaba en el ejercito. "Es un espejo. Es él, así como está sentado ahorita, así se ve allí. Y juega con unos dados... Parece que está en un pampón... No se ve nada solo chopes en la distancia... Otra persona juega con él, también tira los dados, pero es invisible, está allí, pero no la puedo ver... Silba muy finito. Apenas se escucha". Una mujer se santiguó y puso las rodillas sobre el suelo... "Es el muerto" dijo. Y puso sus manos juntas y empezó un padre nuestro. Otras personas siguieron la oración.

"Shhhhhh" dijo el director de la mesada. "Silencio. Recen calladito". Regresó a mirar al muchacho y le preguntó ¿Puedo revisarte?". En la penumbra con la ayuda de una vela empezó por revisar su cabeza rapada, le preguntaba ¿Estás en el ejército, verdad? Y continuó ¿Supongo que te aburres cuando te toca vigilar la tubería del petróleo o los tanques en el tablazo? El muchacho sonreía... Creo, nervioso pero también con miedo a lo que se venía... Bajó por el cuello y le pidió que se saque la chompa y la camisa que iba debajo "¿Tienes frío?" Respondió que no. El hombre explicó que era por el calor de los lamparines, de las velas y de las personas que estaban en el salón. Le golpeó con los dedos a la altura de la muñeca, en la parte interna de la mano. ¿Quién te hizo este tatuaje? ¿Dice BIM 07? El muchacho calló la respuesta a la primera y respondió afirmativamente por la segunda.

Se fue hacia su privado, jaló del brazo al muchacho y le hizo una señal a una pareja, padres del intervenido. El muchacho intentó negarse... Al pararse, la niña sindicadora dijo en un grito ahogado "se va a morir... ¡Mamá, se va a morir!". El miedo ahora se apretujaban en el pecho de todos. Los silbidos del viento en medio de las quinchas, entre los agujeros de las calaminas, hacían que la madrugada fuera tétrica. Los mecheros parecían perder color, se quedaban en la purita brasa del pabilo y la penumbra se hacía más densa. El hombre, con vara en mano, lanzó dos vijamazos en el aire y gritó "silencio... Recen". Todos los sonidos de la naturaleza se apagaron, salvo los gimoteos de un par, o quizá de tres, mujeres cuyos miedos tomaron formas de lamentos y ayes.

En el salón oscuro, continuó la revisión corporal. Solo se escuchó un "sácate todo". Al cabo de unos minutos. Volvieron los cuatro a la sala principal... El chamán mostraba cara de preocupación... Puso su rodilla derecha en el suelo, su mano izquierda se apoyaba en una espada de madera negra, su mano derecha tomó un pocillo de San Pedro y lo bebió con devoción, esperó un tiempito. Se levantó y poniendo la espada al pecho, con la otra mano blandía otra, más fina, una que parecía una vijama. Blandía con fuerza sobre el aire y advirtió "Si alguno le cae un pencazo, ¡Aquiétese! ¡Firme! Y empezó con una especie de ritual:"Aires, vientos, soplos: sosténganse. Yo soy la voz de los encantos, de las virtudes, de los poderes. Yo mando... Aclárenme la suerte de esa alma pérdida... Les ofrezco perfumes  (lanzaba al aire agua florida), mieles (dejó caer en un lado de la mesa un poco de agua azucada) y vino blanco (un escupitajo de este alcohol se perdió en el aire). Dejen que descanse, que sus padres encuentren consuelo, alivien las almas de estos mortales".

Una ráfaga de aire abrió una de las ventanas. Y el hombre corrió a cerrarla, mientras volvió a gritar "silencio". Y reinicio una oración parecida... Pedía al aire, luz para el entendimiento, le muestre el espacio del difunto y la posibilidad de su rescate. El amanecer se aproximaba... Varios sorbos de San Pedro fueron compartidos entre el maestro la niña y el muchacho. Aquella, la niña, dejó que su boca hablara: "un disparo, otro soldado, una piedra con forma de caracol". Una mujer pedía a su marido que quería irse. El maestro espetó directamente a su oído "muestre que es una persona de bien, afuera bullen los espíritus negros, es mejor estar aquí... Rece". Blandía, ahora la espada y la vara. "Virtudes, aliviánenme de las mañas de maligno". Se veía cansado. El trino de las soñas y el canto de los chilalos lo invitaron a sentarse en una silla de madera... Jadeaba...

Le preguntó al muchacho ¿Has visto en el tablazo una piedra que tiene marcados círculos unos dentro de otros? El muchacho dijo que si y con una vara la dibujó sobre el piso de tierra y era más bien una especie de espiral y preciso que estaba en una hondonada, cerca a un ojo de agua donde suelen llegar cabras, burros y otros animales a tomar agua. ¿Has visto algo extraño por allí? ¿Alguna gallinacera? Casí como soltando una idea sin sentido, dijo: "Esa piedra es un portal, un altar viejo, vigente para nuestros antepasados". Luego de la respuesta, le pidió a su mujer que abra la puerta.  La claridad ingresó de sopetón... A poca distancia llegaban un hombre y una mujer, que muy poquito demoraron para ingresar. Saludaron y se pusieron al medio del salón. El maestro las santiguó con un poco de aguas de buen olor, les pegó un par de sablazos en las espaldas y, les dijo: "Tengo malas noticias: su hijo no está huido. Está enterrado en medio de tablazo, cerca de una piedra grande, marcada con círculos... Otro soldado lo mato". La pareja cayó al suelo de dolor... Sus gemidos rompieron el amanecer... 

El maestro, al despedir a sus invitados, les recordó la necesidad del silencio, del secreto. A los padres de la niña, los despidió con afecto mientras les decía: "Carajo, ve mejor que yo. Será una buena maestra.. pero tiene que aprender". A ella, le alcanzó un pan con huevo criollo y una garrafita de café... "Para el camino", le dijo mientras le sonreía afectuosamente.

Una semana más tarde, tres hombres -con la ayuda de un par de panteoneros- descubrían la fosa y encontraban el cuerpo putrefacto de un muchacho. Los peritos dijeron que había muerto de un disparo que ingresó por la mejilla y salió por la parte de atrás de la cabeza.
Nunca se supo nada más. Al menos yo no.


martes, 24 de octubre de 2023

Muerto

."¡Cojudezas hablas! ¡Cómo que has encontrado algo que parece un muerto en estos montes ¿Que puede haber en medio de estos parajes solitarios?"

Un arriero decía haber visto un bulto en forma de hombre. De ordinario, los arrieros solían trabajar en grupos. Llevaban productos de la costa y; de la sierra traían azúcar, chancaca, harinas, hierbas medicinales. La cooperación exigía tener uno o dos vigías que se adelanten algunos kilómetros con el afán de prevenirse de los forajidos, de los asaltantes de caminos. Un machete a la cintura o una buena carabina eran escudo contra cualquier mal... Preferían tomar atajos y divisar los pasajes estrechos desde la lejanía. También eran objeto de atención los cruces de las quebradas o la proximidad a despeñaderos que podía convertirse en espacios para emboscadas.

El vigía de ese amanecer, tomó sus aperos y aceleró el paso. Caminó a paso ligero quizá uno o dos kilómetros de ventaja. Se subió a una loma y se acomodó detras de ella, cerca de unos arbustos choposos. Miró atento a la distancia y, un tenue mal olor, parecido al de la carne podrida, le llamó la atención y decidió adentrase en en las sombras de los arbustos. Un hombre vestido con un poncho serrano y con sombrero de paja le esperaba. Estaba sentado con la cabeza escondida entre su pecho y las alas del sombrero... El allegado, en forma de saludo dijo: "Buen día buen hombre", pero la mudez del otro, lo puso al aguaite. Se acercó sigiloso y sin tocarlo, se agachó para verle la cara... ¡Estaba muerto! Una rama en forma de "y" le sostenía la cabeza... No había signos de sangre ni de nada, pero estaba bien muerto. La fetidez fúnebre ya era evidente y... El miedo le hizo salir de ese sitio... Se alejó lo más que pudo y se acercó a la piara, que al ver como corría, también se puso en alerta...

"Hay un hombre muerto, un hombre muerto..." y mientras sus piernas corrían,  con su mano señalaba la dirección opuesta. "Hay un hombre muerto, pero está sentado..." un caballo se ecabritó. "Carajo", dijo otro, "Alertas, todos al aguaite". Dos hombres, se ofrecieron de acompañantes, y fueron testigos de la escena: el hombre estaba muerto, ataviado con ropas serranas y acomodado sobre esa piedra para permanecer sentado. Se dieron cuenta que las ramas habían sido cortadas del mismo árbol y se las habían acomodado por debajo del poncho para disimular el hecho de la muerte violenta. No tocaron más, revisaron los alrededores pero no había huellas de nada...  

Regresaron con los suyos. Lavaron sus manos y sus caras con el afán de quitarse el olor del muerto. Mientras lo hacían; en conjunto decidieron seguir su camino, apretaron los cinchos de sus 'aperos' y siguieron su paso por el camino que les tocaba en los minutos siguientes. Al pasar cerca de donde estaba el cadáver se persignaron y, uno de ellos, mientras espueleaban a sus jumentos, en voz alta dijo: "por el alma de ese cristiano, Padre nuestro que estás en los cielos..." Los demas le siguieron en la oración.

El muerto, mientras tanto, se quedaba atrás. Solo. Solo con su propia muerte. No hablaron del asunto con nadie. La muerte, al fin y al cabo, también es silencio.



miércoles, 27 de septiembre de 2023

Importancia

El hombre refunfuño: "¡Por la putamadre! Todo para nada". Había conducido con apuro y llegó con dos minutos de retraso. Se paró frente a la puerta y espero. Su mirada buscaba -en medio de tantas caritas- la suya, esa con la que tenía natural obligación. Miró espectante a la risueña juventud que jubilosa escapaba por aquellas rejas, ahora de par en par, abiertas para la vuelta a casa. Miró entre las rezagadas.

En su celular, apretujado en el bolsillo del pantalón se escondía un mensaje: "Ya estoy en casa. Mi mamá me recogió porque me sentí mal. Se me bajó la presión". El "puta madre" salió encabritado de pura desazón. De la expectativa frustrada de haber corrido tanto para nada.

Arrancó su vehículo y salió de la calle terrosa. Intentó calmarse pensando en el aire acondicionado que le acompañaba "¿Que le costó enviarme un mensaje para decirme que se iba por temprano? ¿Pa que diablos tienen celular?" Y se acompañaron improperios que pretendían ser la calma a la tempestad.

Una mujer vieja cruzó la calle acompañada de un bastón y una bolsa en la que se dibujaba unas viandas de comida. Lo hacía con la paciencia y lentitud que su renguera le permitía. La miró, primero con rabia; luego, con desazón; finalmente, se alivió con un "Pobre mujer. La comida de seguro es para su hijo". Nada le pareció más sublime que aquella le ofreciera a su hijo sus mejores esfuerzos en medio de sus achacosos pasos... Al menos eso se le ocurrió y fue suficiente para cambiar su ánimo.

Giró a la izquierda y tomó la avenida principal, mientras otros pensamientos le abordaban... "Espero esté bien. Estoy seguro de que si su malestar hubiera sido poco, la oportunidad para avisar no se hubiera perdido" y siguió su ruta: "o quizá no tenía señal". Sus ideas, ahora justificatorias, le allegaban a aquella conversación donde un colega, alguna vez le diría: "Mira compadre, si tu llamas una vez y no te contestan, intenta una segunda, si el caso lo amerita. Si no te contestan en la repetición, no insistas. Significa que en ese momento tu no eres importante. No siempre tienes que ser el centro de atención.

Respiró asosegado. Un último pensamiento: "Espero que esté bien. Le llamaré cuando un semáforo en rojo me lo permita". Era algo más de la una de la tarde.

viernes, 22 de septiembre de 2023

Vaciedad

Un grupito de gentes esperaba el ascensor en el primer piso. Esperaban y solo esperaban. No habían marcado la llamada. Distraídamente me acomodé en la parte de atrás y miré -como ocasionalmente lo hacen quienes esperan el ascensor- hacia la puerta. Advertí que no habían realizado la llamada del aparato. Me adelante y marqué.

La mujer más joven, exponiendo una sonrisa de disimulo: "ay... ¿Que había que apretar esos botones?" La otra, una de mayor edad, que quizá superaba la media centuria, sin interesarse de lo dicho, tomó un sorbo desde una botella plástica y le ofreció a la primera "¿Quieres?" Mientras le alcanzaba la botella. La otra seguía con una desdentada sonrisa de disimulo, y con un gesto de cabeza le dijo que no. "Les acompañaba un hombre de mediana edad que se conducía en una silla de ruedas. Su signos faciales y la falta de un brazo permitían inferir que su estado se debia, quizá, a un accidente de tránsito. El hombre, solo esperaba mientras le hacía cariños con su única mano a una niña que se sentaba en una de sus débiles piernas.

La mujer no sabía si subir al ascensor de la izquierda o el de la derecha. La mujer de edad dijo, medio temerosa, "nunca he subido por estas escaleras". La otra, corrigió con una sonrisa: "ascensor". Sonreí: ¿A donde van? ¿Tercer piso? El hombre asintió con la cabeza. Se notaban sus temores en la cara. Una de estas, la que tenía la botella, la dejó caer con disimulo, mientras se cogía fuertemente del pasamano, y su boca exhaló un "ay" prolongado... Se rió con miedo. "¡¿A que hora para?! ¡Ya quiero salir!"
Todos nos reímos de su sensación de vaciedad estomacal que produce el ascensor a los principiantes. "¿No se quedará cerrado?" Y siguió su miedo "ay.. que pare!"

La disminución de la velocidad vertical por la llegada y el movimiento horizontal por el estacionamiento del matracoso ascensor, le generó intranquilidad. Nos reíamos todos... Su muy breve miedo, -que quizá no duró más de treinta o treinta poco segundos... lo que demora un viaje del primer al tercer piso- exigía, con sus ojos, que se abra la puerta. Su cara reflejó alivio tan pronto la puerta metálica permitió la luz natural que iluminó el espacio.

Un "nunca había subido a una cosa de estas" fue el remate, mientras mostraba su tranquilidad en una sonrisa agradecida. Ya afuera del ascensor, me sonrieron y preguntaron "¿Donde está el juzgado penal?". Me despedí, indicándoles con el indice que caminarán hacia la izquierda.

Cosas de la vida.

viernes, 8 de septiembre de 2023

Dolor

El teléfono sonó esa mañana. Era el amanecer del día. El muchacho abrió una puerta, apuró sus pasos, se acomodó rápidamente en una silla y levantó el auricular. No hubo tiempo para el "aló" inquirente del que contesta. "Estás allí. El problema se ha complicado después de casi dos años, el hijo de puta del Inonato Ergüen ha llamado pidiendo mi cabeza... ¿Estás? ¿Estás?... Habla carajo". El prolongado sonido de la llamada interrumpida descompensó el oído del hombre recién despertado.

Volvió a su habitáculo... Se paseó un par de veces en el breve pasillo existente entre su cama y la pared. Entre sus pasos y el silencio, se revoloteaban mil ideas, algunas extrañas, otras desquiciadas, unas cuantas, de la mayor maldad posible y al fin encontró reposo en una vieja perícopa: "Los hijos de la noche son más astutos..." Y volvió a la misma frase una y otra vez. Al final, le ofreció una conclusión distinta: "... Pero la luz de la verdad es siempre liberadora".

Levantó el teléfono y marcó de memoria para una llamada. Una voz avejentada y somnolienta, contestó "aló" y en réplica los oídos de aquel solo pudieron oir "bebé el agua de tu cisterna, el agua natural de tu pozo". La respiración se hizo profunda y volvió: "apresará al inicuo su maldad, la telaraña de su iniquidad será su límite". El inquerido, extrañado, antes que de los anuncios, de la hora tempranera, dibujó una sonrisa de ruindad, de la que nadie fue testigo. Se dijo para sí "mi maldad no tiene fin, mi reinado está lejos del ocaso".

La mujer, ajena a la escena, descompuesta de sí, desnuda en sus pensamientos,  todavía en su cama, pendiente de sus tareas del día, en ordenación secuencial de lo que debía hacer dentro de la jornada laboral, se decía: "Aciaga la hora en que mis ojos se embriagaron de ti, veneno había en la dulzura de tus besos". Su mirada se perdía en la oscura oquedad imaginaria que se dibujaba en la pared... Su nerviosismo la sobrepasaba, sus dedos sufrían sus vanos intentos por hacerlos tronar. En el fondo, una pilla idea sufragaba el gasto de su ansiedad... ¿Quién podría decir que un libro de contabilidad, una calculadora y una cuenta bancaria podían ser el motivo de tanta mezquidad? Nada hubiera cambiado si esos pagos  -mensuales, permanente, sistemáticos, abultados a un sujeto sin rostro, sin firma, sin justificación- se mantenian en el secreto. Ella no vislumbró que se convirtieran en la piedra que rompió el zapato. "Maldito este amor que me obligó a abrir la boca". Las cuentas dedicadas a la futura construcción de una basílica para la madre del sufriente en cruz eran la materialización de posibles problemas legales. Un crucificado, en otro extremo del cuarto, miraba piadoso ese dolor.
El crepúsculo auroral ya no estaba, los cri cri de la noche le habían dado paso a los claxones y al bullicio que apaga los pensamientos.

jueves, 24 de agosto de 2023

Leñador

Antes de que mi mundo empezará, era mi abuelo. Mi abuelo y sus cabras. También allí, sus vecinos. El mundo era corto, pequeño, angosto y... de todos. Los vecinos se contaban con los dedos de las manos y las distancia de entre las respectivas casas se media a zancadas. Entre una y otra bien podían acomodarse unas cinco o diez casas, pero -a esos dias- no había nada. El más lejano era Pablo, el bravo. Ese hombre murió en su ley: de un solo tirón y en la puerta de su casa. Se fue una tarde, mientras jugábamos fultbito en la canchita terrosa que se advertía de las araduras de la tierra dada las correrías de los rivales peloteros. El hombre pasó montado en su burro interrumpiendo el partido: "muchachos cojudos, eso no más saben: jugar" y pasó mientras alguno de sus nietos se atrevió a darle besos al aire con el afán de apurar al pollino que lo conducía.

Entre casa y casa, solo había despoblado. Quizá alguna picota para amarrar algún jumento o, algún corral en que asegurar los ovejos, las cabras o las gallinas. Sin perjuicio, cualquier espacio era bueno para lo que sea. Alli, en la entrada del camión de Jorge Peña, se jugaba a la "batita"... Una adaptación muy ñoña del béisbol americano... ¿Quién realizó ese acomodó? Ni idea. La pelota era de trapo, hecha de medias y de retazos de tela. No había bate y... El asunto era lanzar la pelota lo más lejos posible para malograrle la tarea al rival, y lo demas... diversión de churres.

También estaba Feluco. Un hombre moreno, medio serio, medio afable. Contaba en su corral algunas cabras, unas muy poquitas; así que, pronto se acabaron... Lo que nunca faltó en el postigo eran sus burros. De ordinario,  dos; a veces tres y, si la situación estaba dura, solo uno. Si la crisis era muy grave ninguno. Eran sus instrumentos de trabajo. Allí también, sillones, jaquimas, monturas, cabos, cuerdas, bidones, cajones para el carguío de lo que sea, etc. La cocina de su casa era modesta y me gustaba... Quizá porque la hizo el mismo. El fogón se montaba sobre una caja hecha de adobes y, en la parte baja había dejado una oquedad para acomodar la leña y otra, de menor calado, para guardar las viandas. Allí con el calor de los carbones de la parte superior se mantendrían tibias, si hubiera necesidad de esperar al comensal.

Era un leñador al que, su trabajo de todos los días le había dejado huellas en el cuerpo. No necesito de máquinas ni de instructor para mantenerse "fitness". El trabajo con el hacha le fue suficiente. Cortaba leñas de algarrobo para venderlas en el centro del poblado. Allí dejaba, de seguro, cargas de leña donde Pedrito, el panadero y, también en casa de algunas mujeres. Si la venta se estrechaba también podía encargarse de buscar puntales y horcones de algarrobo para quien los necesite en la construcción de sus casas... Incluso podía irse hasta la montaña para conseguirlos de hualtaco, si es que el cliente era exigente... Varas de overal, pájaro bobo, etc. Sabía buscarselas con un burro, un machete, un hacha y algunas soguillas.

No recuerdo haberlo visto ebrio. Algunas veces molesto, pero ebrio... No. Se molestaba con sus hijos, por esas cosas que los papás suelen molestarse con los suyos, pero siempre estuvo atento a las cosas de los chiquillos que andábamos por allí, mataperreando, matando el tiempo, jugando a lo que fuera. "Mujer, dale agua a este bandido... Sudas, como si trabajarás". Renegaba, pero no nos negó una "vianda de agua". Así nos la servíamos: en viandas... Para asegurar el ahogamiento de la sed. Estás eran unas de fierro enlozado con orejitas huecas para que se acomoden unas sobre otras entrelazadas en un cinto metálico para la facilidad del traslado.

El hombre era un leñatero consumado. Es probable que aprendiera el oficio de su padre... O de su madre. A ella, los maledicentes le decíamos "Maria sacatroncos". Se le revolvía las tripas del coraje y, Don Feluco heredó el seudonimo, aunque no creo que alguien se hubiera atrevido a anunciarselo si es que no fuera que estaba seguro de que sus oídos no lo oyeran.

El hombre, con más de nueve décadas en sus alforjas, ha decido marchar a mejores bosques. Su recuerdo y, la realidad de que aquellas gentes que se acomodaron en mis primeros años se van, me hace sentir que la vida es efímera, que hay que vivirla en el día a día... Consumirla como el fuego consume los carbones del leñador que vivía a pocos metros de la casa de mi abuelo. Ese mundo se está acabando.

Buen viaje Dn. Feluco. No se olvide de su hacha. Saludos para Dn. Concio. Que todo vaya bien.


martes, 15 de agosto de 2023

Elevación

Después de la horrenda muerte de El Galileo, la mujer decidió sumarse al grupo de seguidores. Se apegó con ahínco al denominado "de los parientes"; entre ellos, Santiago, hermano del crucificado, y otros que, los chismosos identifican con los nombres de Judas, José y Simón. Roma no había tenido compasión y los funcionarios de Pilatos dejaron correr la noticia de que cualquier reclamo por dicha crucifixión podría dar lugar a otras y de mayor sufrimiento. Así que, prefirieron reunirse en las penumbras de los amaneceres o en las sombras de las noches. Algunos de los seguidores, con el tiempo, dejaron de serlo. Se les había acabado la esperanza.

El tiempo no había sido poco y la proclamada noticia de nuevos tiempos, de gobernantes que velen por la justicia de los pobres, que presten oído a las viudas o que misericordiosamente ofrezcan pan a los huérfanos, no llegaba. Los años también se notaban en las pieles de aquellos seguidores que no perdían la fe. La mujer, ella misma se sentía cansada y prefirió regalar sus pestañas al sueño para recuperar algo de fuerzas.

Se acomodó sobre unos paños y pidió no la despierten. Mas luego, transcurrido algún tiempo, algunos piadosos del grupo decian escuchar algunas voces en canto. Les parecía suave brisa que se acurrucaba en sus oídos, el airecito que se filtraba por los resquicios de las puertas y ventanas, además de frescor les regalaba la musicalidad que el aire producía al golpear las telas o los estrechos maderos que las conformaban.
 
Un muchacho estaba sentado sobre un madero, luego de algún rato, decidió levantar a la mujer, pero su sueño era tan profundo que prefirió que sea mayor su descanso. Otros, más luego, intentaron despertarla y no pudieron. Alguno diagnosticó la muerte sobrevenida en sueño, pero la mayoría prefirió creer que solo era un desmayo, un especie de catalepsia prolongada. Así las horas, convinieron en esperar un milagro: llevaron el cuerpo y lo dejaron en un sepulcro, semiabierto; mientras a la distancia continuaban con sus liturgias, oraciones, conversaciones y compartires.

¿Te ha tocado alguna vez ante la frecuencia de un sonido, su ausencia te causa extrañeza? Bueno pues, eso le ocurrió a ese minúsculo grupo de gentes: muy pronto se dieron cuenta que el viento había dejado de soplar, que los sonidos producidos ya no llegaban a sus oídos; por lo que decidieron salir del lugar donde estaban: miraron el sepulcro y el cuerpo de la durmiente ya no estaba. Cuentan que, algunos de los presentes, al levantar la mirada, pudieron ver qué su corporeidad se perdía en el espacio infinito y, a la vez, una luminosidad se apagaba. Era como aquellos puntos de luz que se hacían negros en los viejos televisores de tubos que ahora están desparecidos.

La mujer, o mejor, su humanidad, había sido robada desde las alturas. ¿Y los demás? Volvieron a sus vidas ordinarias  con arrobadas esperanzas de un mejor cielo.

jueves, 3 de agosto de 2023

Azazel

¿Has oído la expresión 'chivo expiatorio'? De seguro que sí. Digamos que es una expresión con que se hace referencia al pago de la culpa de una persona por otra distinta, a la que gratuitamente o por contraprestación, se le impone un castigo. Es un acto de simulación y, de ordinario, se vincula a los procesos penales o administrativos sancionatorios. Pero ¿sabías que la idea proviene de la cultura hebrea? ¿Qué se origina en un rito simbólico religioso de los hijos de Abraham? Y estoy absolutamente seguro que desconoces que se vincula a una deidad obscura de nombre Azazel. En el libro de Levítico 16, 7, se detalla: “Después tomará los dos machos cabríos y los presentará delante de Yavéh, a la puerta del tabernáculo de reunión. Y echará suertes Aarón sobre los dos machos cabríos; una suerte por Yavéh, y otra suerte por Azazel”. ¿Quién es Azazel?

En la angelología lóbrega, se dice, que Azazel es uno de los ángeles caídos. Es el compañero de Semyazza, aquel que convenció a Yaveh para que los ángeles –los que quisieran- puedan bajar a los terrenos adánicos para cohabitar con la humanidad, con el afán de enseñarles el temor de dios, la disipación de las pasiones, la compostura en la actuación. Lamentablemente, al igual que su compinche, quedó prendado de la belleza femenina y, tuvo sus hijos. No se tiene noticias de sus nombres y tampoco se sabe de con quién los tuvo y; a diferencia de su compañero de aventuras que se atemorizó de la ira de dios e intentó reconducir su conducta y, se infligió un castigo hasta la espera de juicio final, Dn. Azazel no se arrepintió de nada. Al contrario, aprovechó las debilidades más profundas de la humanidad: mientras a las mujeres les engalanaba la vanidad con joyas, dijes, espejos, velos de colores, alhajas y demás chucherías; a los varones -al enseñarles el arte de la guerra, la estrategia, la forja de armas- les hacía caricias sobre sus arrogancias. Se aseguró con ello, la competencia de las damas entre sí. La exaltación de la femineidad no sólo suponía buscar a la mujer más hermosa de la tierra, o –como dirá un cuento de posterior aparición- hacer la pregunta de rigor al reflejo: “espejito, espejito ¿Quién es la más bonita de este reino?”; sino que, las exponía como causa de rivalidad entre los hombres. Los señores, en particular, los emperifollados de este mundo, peleaban entre sí por tener a la mujer más hermosa y que a la vez reúna en sí misma otras cualidades como la fertilidad, la devoción a dios y la capacidad de hacer bien las cosas. No por las puras Abraham, el que salió de las tierras de Ur, envió a su criado Eliezer a que se devuelva a la “santa tierra” para buscar a una mujer que sea aparente para su hijo Isaac. El hombre sabía lo que necesitaba y ensilló varios camellos llenos de regalos. Cuenta el amanuense que, el viejo capataz de Abraham se apostó cerca de un pozo y esperó a que bajaran las muchachas por sus carguíos de agua y, fue Rebeca, una doncella, joven, bienhadada, hacendosa la que le fue mostrada como la elegida. En agradecimiento por el ofrecimiento de agua y pasto para su camellada, le puso sobre sus manos unos pendientes y en cada muñeca acomodó brazeletes de oro de muy buenos acabados ¿podría ella resistirse a semejantes regalos?

No nos apartemos. Azazel no solo aprovechó la vanidad de las mujeres para exaltarlas; sino que también se valió de la irascibilidad masculina para hacer de ésta la rueda en la que se ha movido la historia: la guerra. Le enseñó a los hombres, en general, la metalurgia. Todas las técnicas para extraer los metales contenidos en las oquedades de la tierra. En la mejor de las oportunidades, fue motivo de herramientas para la agricultura: arados, estructuras para la carga, palas, machetes; en circunstancia menos venturosa, para hacer flamear la belleza: objetos ornamentales para uno u otro sexo; en la maldad suma, para que se maten unos con otros. Las flechas, fechas, cuchillos, espadas, lanzas tenían en uno de sus lados la marca “Azazel, el forjador de metales”. Tal parece que esa fue su venganza contra dios: Si Yaveh no nos da otra oportunidad, entonces su mejor creación tampoco la tendrá y, les ofreció motivos y herramientas para la muerte.

El asunto es ¿Por qué en la biblia se ofrece la suerte de un macho cabrío para este ángel caído? Hay muchas versiones explicativas. En los días nuestros, se cree que la palabra allí expuesta no hace referencia a ningún ángel caído y que solo se trata de una  “palabra homófona” y, que debería traducirse como “la cabra que desaparece”; en razón a que el rito de expiación, en Levitico 16, supone que uno de los animales elegidos, en que cae en suerte para Yavéh se ofrecerá en expiación, pero “el macho cabrío sobre el cual cayere la suerte por Azazel, lo presentará vivo delante de Yavéh para hacer la reconciliación sobre él, para enviarlo a Azazel al desierto”. La idea es que el sacerdote pone “sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto”. El animal de seguro se perdía en el desierto y moría de hambre y de sed. Otros sostienen que el encargado de llevarlo al desierto, en realidad, lo llevaba y lo despeñaba en alguna profunda oquedad. Otras versiones, desde la conjugación de lo que se dice en la biblia y de lo que anuncia en los libros apócrifos y demás literatura mitológica, aseguran que luego de que los ángeles caídos expusieron su debilidad por las hijas de Adán y de llenar el mundo de “gigantes”; otras deidades acompañantes de Yavéh, -dígase Miguel, Gabriel, Rafael y Uriel- le ofrecieron ir en busca de Azazel. Luego de dura batalla lograron derrotarlo y, en castigo lo encadenaron de pies y manos, lo encerraron en una cueva oscura del desierto y amontonaron rocas sobre ella para evitar que escape. Esa cueva, se convirtió en botadero.

En el libro de Enoc, se precisa un detalle, que vendría de la boca misma de Altísimo: “Y toda la tierra ha sido corrompida a través de las obras que fueron enseñadas por Azazel. A él la culpa de todo pecado”. Desde esas expresiones, viene bien entender que, si el desierto es habitáculo natural de los demonios –recuerden que Lilith fue a parar a los desiertos del mar rojo, por ejemplo- entonces el envío de un chivito en el que el oficiante ha impuesto las manos, lo ha manchado de sangre y lo ha llenado de maldiciones, imprecaciones e injurias que representan el pecado del mundo; entonces, se hace necesario reconocer que mientras Yavéh es la expresión de la santidad y la pureza, el otro, Azazel, es una deidad opuesta: es el pecado que habita fuera del espacio de la humanidad, en el desierto, en las profundidades de las cuevas. Allí donde no es posible siquiera el crecimiento de una hortaliza. El envío del macho cabrío para Azazel al medio del desierto no sería más que, una expresión de desprecio.  

Nos libren los dioses de encontrarnos algún día en la boca de la Cueva de Dudael. Azael parece pertenecer al lado obscuro de la fuerza.

miércoles, 19 de julio de 2023

Semyazzá


El monte Hermón, ese que fue testigo de la trasfiguración del Jeshua Hamashiaj, también ha sido testigo de otros eventos importantes. Uno de relevancia, pero que apenas es reconocido como extraordinario, viene cantado en el salmo 133: “Como el rocío del Hermón, que desciende sobre los montes de Sión, pues allí envía Yavé su bendición y vida eterna”, y es que, allí, en sus alturas caen las primeras precipitaciones que luego se convierten en el muy famoso rio Jordán. A estos tiempos, sin embargo, queremos anotar una historia distinta, que no aparece en la biblia; pero que es tan antigua como ésta. La historia de Semyazzá. 

El hacedor del mundo, se complacía, a ese tiempo, en su más reciente creación: Eva. De hecho, ésta era el tercer molde logrado; después de Lilith, después de Naamáh. Adán mismo, compartía esa complacencia: la nueva compañera asignada se veía muy de sí, muy suya, al punto que, donó una de sus costillas con afanes creativos… Bueno… cerca a este par de novísimos pichones, el Altísimo puso una pléyade de celestiales a los que se les había encomendado la tarea de resguardarlos. Eran, en realidad, el primer “servicio secreto” del que se tiene noticia. Tenían que preservar a la humanidad de las amenazas de la demonizada Lilith y la de su séquito de seguidores… que eran muchos demonios, como ella. La humanidad, a pesar ya, del primer pecado de los fundadores y ya expulsados del Edén, aun peleados con la naturaleza de gracia, guardaban una buena porción de inocencia. Apenas habían aprendido a cubrir su desnudez con las hojas del campo; el fuego no era más que –en su escaso entendimiento- las lágrimas de los volcanes o las expresiones de ira materializadas en rayos que caían sobre algún bosque propicio para la ignición… casi que no sabían que era la cópula y, menos aún, podían explicar las razones de porque las hijas de Eva podían salir preñadas y parir luego de un cierto rato. 

Semyazzá –también de seguro se podrá encontrar con la variante Shemhazai- era el jefe del escuadrón de vigilantes. Él le había encomendado la jefatura de la milicia guardiana de la humanidad. La designación se realizó a petición de parte. En realidad, la angelicalidad de Semyazzá le hacía dudar de la bondad de la creación de hombre, o mejor, dudaba de que la tendencia al mal fuera tan fuerte como para no evitarla. Y allí, un día en que conversaba –casi con reproche- le pidió a Elohim, que lo nombre como guardián de los hombres. Al pedido se sumó Azael, pero fue a aquel que lo designaron responsable de la tarea y, con ese afán, su tarea era vigilar, rondar, observar las vueltas de la tierra o los movimientos del mar o los quehaceres de los hijos de Eva, pero también se le permitió bajar a la tierra e intervenir si así parecía conveniente. La atracción hacia el lado obscuro no era poca, al punto que las huestes de Semyazzá –con el afán de evitar alígeros esfuerzos- decidieron -de vez en cuando- pernoctar, habitar, aposentarse en medio de los hombres.

El asunto no era con los varones. En realidad, desde sus seráficos ojos, la dificultad venía del polo opuesto: las mujeres. Las hijas de Eva estaban muy bien puestas… Se veían tan bien, que bien merecían un desayuno madrugador y, encontraron en ellas placeres que no se los regalaban ni siquiera el “kadosh, kadosh, kadosh Adonai Elohim” de los serafines. Tales placeres se sentían tan íntimos como las epidermis y humedades de aquellas. Allí, aposentados en lo más alto del monte Hermón, la tropa angelical, abrazada entre sí, cubiertos todos por sus propias alas, juraron preferir cualquier maldición a que evitarse el placer de la carne femenina. Y en ese momento dejaron de ser los vigías celestes para corporeizarse y, permitirse aquello que inicialmente decían era fácil de vencer. Un sujeto que dice llamarse Enoc, escribió que Semyazzá, intentó bajar solo a la tierra; pero sus doscientos acompañantes no quisieron abandonarlo. 

Subyugados éstos ángeles por la belleza femenina, prontamente tuvieron heredad. El jefe de ese servicio secreto, Semyazzá, rapidamente procreó a dos hijos que llevan por nombres “Hiwa” e “Hiya”. No se ha podido saber, quien es la madre de aquellos; pero hay, cuando menos, tres candidatas: Naamá, Agrat -hija de Mahlat- y Lilith. Nosotros, solo las mencionamos dada la noticia. Lo que viene después ya se difumina en los chismorreos mediáticos de aquellos días: Elohim, insufló sus narices de ira y, amenazó a la humanidad entera con deshacerse de ella. Para ese efecto, Uriel, y luego Noé, fueron los mensajeros de la aciaga noticia. Semyazza, se sintió culpable, en particular porque sus hijos morirían y decidió entregarse para el castigo que el Altísimo considerase. Dicen que se colgó con la cabeza hacia abajo en la bóveda celeste y todavía permanece allí, entre el cielo y la tierra y, su punitiva promesa es hasta que se realice el juicio final. Sus formas retratan lo que ahora se conoce como la constelación de Orión. Otros cuentan que, arrepentido pidió perdón por los suyos -y aún cuando perdió sus alas- luego del diluvio y sobrepasada la crisis volvió a los cielos utilizando la escalera de Jacob, esa que se le apareció en sueños.

Una cosita más. Afirman que Semyazzá, tan pronto bajó del monte Hermón le puso los ojos a una doncella de nombres Istahar. Ésta, en defensa de su pudor, prefirió engañarlo: “préstame tus alas”, le dijo. Emperifollada con ellas, se fue a los cielos y se acurrucó en el trono de Elohim. Los que saben, afirman que su figura puede identificarse en la constelación de Virgo. Y antes de irme… Unita más: Advertido el engaño, Semyazzá se amancebó con otra mujer con la cual tuvo un hijo llamado “Ahiya”, quien después se convertiría en el padre de Sehón y Og. Y confieso lo último: no sé si “Ahiya” es un tercer hijo o si es alguno de los que mencioné líneas arriba. 
El chisme no me alcanza para tanto. 

 

 



viernes, 9 de junio de 2023

RESiliencia

El juez miraba con cierta indiferencia a los que aparecian frente de si. Su humor cambio al verla llegar, pero quiso disimular y su voz sonó imperturbable: "solo faltaba ud. Dra... Ejem.. empecemos" mientras su mano izquierda hacia tintilar la campana que introducía al tiempo procesal.

Todo iba bien, dentro de los cánones que el hieratismo impone, iba como por una cauce tallado en mármol... Hasta que en el espacio es misma voz dejó caer un desanimado "Dra. me gustaría que ud me muestre el cuerpo del delito". La solicitud se convirtió en zalameria tan pronto cruzó  la membrana timpánica de aquella: ella dejó salir una voz dulzona, embriagadora... "El cuerpo del delito está en frente suyo" mientras de su cartera sacaba un sobre manila donde se guardaba un cuchillo. Si. Esas palabras era de doble filo: mostraban el cuchillo, objeto del pedido, y a la vez, anunciaba la silueta de ella...perturbadora, inquietante. Así empezó aquella historia que ahora lleva nueve calendarios... 

Empezó así, con un mensaje de doble sentido y luego en medio de los expedientes se cruzaban mensajes cifrados. El folio cincuenta vuelta llevaba escritos los deseos de cada quien, los más profundos y también los más carnales. Una goma roja hacia el rápido trabajo de deshacerse del carbón para que la huella no deje letra que pueda leerse.

Las historias de las gentes están escritas con esas breves biografías sucias, inmundas, asquerosas del amor carnal, de ese que se escribe con fluidos, con temblores, con gemidos. Si miran atentamente a sus lados, verán que el profe está casado con la secretaria del colegio, la ingeniera que se encandiló con el practicante que llegó a hacer sus pininos,  hay muchos jueces  con fiscalas, y fiscales emparejados con juezas... Y juezas con secretarios y así sucesivamente...

Los tiempos se vistieron de tecnología hizo que los mensajes de carbón se trasladarán al ciber espacio y los textos telegramáticos le dieron cabida a aquellos otros que se acompañan de imágenes y de aquellas otras que también llevan "música para los oídos", de los que rompen las pupilas y hacen que la niña de los ojos pierda inocencia.

Que tiren piedras aquellos que no han enviado un mensaje embadurnado de deseos, quien no ha texteado por debajo de la mesa un poema sicaliptico, una prosa en la que la imaginación se desnuda sin reparo...
Quiero ver arder las praderas de los dueños del dogma, de los custodios de la moral, de los guardianes de los humanos comportamientos. Quiero que esas pasiones arrebujadas de razón sean los bomberos de esos corazones enamorados... ¡Tiren piedras! ¡tiren piedras...! Que no hay tejado que no sea de barro... De ese mismo del que hicieron a Adán.

viernes, 5 de mayo de 2023

Almuerzo

Ese inicio de tarde fue agotador. La jornada en los caseríos de Las Mónicas, Pueblo Libre, Malingas, Paccha había sido extenuante. La olla de la Hi-Lux iba repleta de diaconisos que, aunque cansados, contaban las anécdotas del día. 

Era parada obligatoria ese rústico restaurante en el camino entre Sullana y Tambogrande. Era motivo de alegría... ¿Quien rechazaría una jarra de clarito a las dos de la tarde o un arroz con su hígado encebollado o sus cachemas fritas con sus cebollas encurtidas en limón? El arroz con cabrito o el seco de pato eran competidores de temer.
El de la caja chica, hizo sonar un par de palmadas para advertir que solo pagaría el almuerzo de cada quien y una jarra de chicha por cada dos. Lo demás, ceviche o lo que fuera, a cuenta del pediche... O sea, de uno mismo. Luego de una breve y apantallada reclamación, cada quien hizo sus pedidos. El "ecónomo" llevaba el cardex.

Uno de los tragones, pidió su respectivo arroz con pato y le daba trámite con parsimonia... Un pedacito de presa puesta a un costadito del plato, la separación de una tajada de arroz revuelta en sus frejoles yyyyy... !Pa adentro! Y mientras contaba cosas graciosas, el procedimiento era el mismo. El asunto es que su ingeniería no era buena... Pronto se quedó sin frijoles. Se levantó de la mesa, recorrió el breve espacio que separaba el salón de comedor y con voz de perecido... "Ña  María... Uno poquito de menestra, pa que el arroz no se quede solito". La mujer le sonrió por el atrevimiento y con un movimiento especializado de cocinera experimentada, le dejo caer no solo un poco de frijoles, una presita, -chiquita, chiquita- también apareció en el plato... "Gracias" replicó el hambriento.. "Si no fuera que ud. ya tiene huere, yo me la llevaría" le anunciaba mientras regresa a su mesa.

La conversa siguió en las mesas... Hasta que un "en veinte salimos" le puso apuro a los comensales. El susodicho, seguía en su procedimiento de un pedacito de carne, un poquito de arroz y otro de menestra... En ese trajín se acabó el arroz y.. otra vez: "Ña Maria... (Con cara suplicante) una ñizquita de arroz... Pa mi siguien bajada le traigo un saco de allá de Partidor de donde mi compadre Terencio..." La mujer -ahora con cara de fingida desaprobacion- le regaló una cucharada de arroz y mientras el muchacho agradecía, le espetaba: "Ya carajo, coma parejo, coma parejo, que lo que ud paga no alcanza ni para el carbon".

El reñido se quedó sin ganas de volver por más. El encargado también le cayó encima: "apúrate oe, que por ti siempre nos retrasamos". Con cara de vergüenza, volvió a su tarea: un trozo de carne, una porcioncita de arroz y otra de menestra y, a darle trabajo a las mandíbulas. 
Buen día.

martes, 4 de abril de 2023

Castigo

"A los dos les voy a dar, a uno por desobediente y a la otra por no saber hacerse obedecer", decía la mujer mientras sacaba agua con que enjuagar la olla que tenía entre manos. Renegaba con su hija, renegaba con su nieto; por sus formas de relacionarse, en particular en aquellas situaciones donde parecía no haber entendimiento entre ambos.

Ese domingo, reunidos algunos de sus hijos e hijas, ella exponía en forma de queja las "malcriadeces" del nieto y parecía intentaba que las tías le dieran su "tatequieto" dada su desbordada intranquilidad.

Una de las hijas, aquella vez presentó en familia un nuevo aparato: ahora las radios no solo eran reproductores de señales de audio captadas en el aire, también podían reproducir sonidos grabados en una cajita magnetofónica. De ordinario, contenían música. La novedad era que ahora también también podía grabar. La tecla roja con la anotación "rec" era mágica. La radiograbadora era la estrella de ese día, porque su dueña hacía gala de poder grabar sonidos y minutos después poder reproducirlos. El cacareo de las gallinas, los parpeos de los patos y hasta los forzosos maullidos de "la minina" se repitieron a solicitud de algunos de los chiquillos presentes. Y como eso, quizá la voz de algun chiquillo que quiso declamar alguna rima infantil.

La mujer exponía sus lamentos sobre los comportamientos del nieto y, las hijas -las otras- en ausencia de autorización de la madre, le decían, mirando con reprobación al churre: "pero amá, cuando esté hecho el pespito, Ud. dele, nomás... ¿Allí no está el chicote de las cabras?" La anciana se envalentonaba y volvía a sus reproches y jaculatorias de siempre... "¿Acaso así las he criado yo a uds.?" Y volvía a su clásica reprimenda de origen "a los dos les voy a dar...".

La hija, la de la radiograbadora, captó justo ese momento y puso a todo volumen esa expresión: "A los dos les voy a dar, a uno por no saber obedecer y a la otra por no saber mandar..." La autora no esperaba escucharse a si misma y, menos desde un aparato electromagnético... Y remató con cara de susto: "bah, carajo... Ya no van a ser dos, van a ser tres a los que les voy a dar... Borra eso, muchacha bandida".

Las reprimendas dieron espacio a las risas.

jueves, 23 de marzo de 2023

Despedida

El hombre jaló la silla que reposaba junto al tabanco de lavar ropas. La mujer hacía lo suyo: restregaba en agua jabonosa las mugres de sus churres. El hombre pidió su atencion: "señora..." Descansó, jadeo, se sacó la gorra y con el dorso de la mano secó su propio sudor. "Carajo..." En sus adentros se preguntaba ¿Y cómo le digo? Golpeó la gorra contra su muslo y afirmó "señora: no deje que sus primas se peleen... Si me pasa algo, por favor, confío en que ud. sepa hacer lo que yo no pude".

La mujer le tomó atención a sus palabras y para menguar la tristeza de su expresion, dejó de fregar sus trastes y, le sugirió: "y yo que pensé que quería que le preste plata..." Cortó al ver que el asunto iba en serio, preguntó, ahora con cierta formalidad: "¿y que podría pasar?" El hombre sudaba... Parecía vergüenza, pero en realidad, era miedo... Miedo del de a de veras.

"Ya sabe ud... Las mujercitas no se llevan bien y, esas retrecheces se las dan en la comida a los muchachitos. Uno no tiene la vida comprada y lo que menos quiero es que luego de la muerte mis preocupaciones sean las mismas... A cada una les he dejado sus cosas en proporción a sus esfuerzos y al número de hijos y a las edades de estos y también... Bueno, teniendo en cuenta si son chivatillos o chivonas... Ud me entiende. No es lo mismo tener hijos chiquitos a que grandes, no es lo mismo una hija mujer en edad de estudio a que otra que ya tiene marido... Pues mis cosas están distribuidas de ese modo... De acuerdo a las necesidades de cada quien...

La mujer cortó el discurso fúnebre y para desnivelar la tensión "¿Y que piensas morirte? Ni creas. Tienes todavía cosas que pagar". El hombre no cambio su semblante. Siguió. "A mi edad o a cualquier edad uno puede morirse. Más yo que ando en mi camión 'parriba, pabajo, patodolau'... Me chocan, me desbarranco, me quedo dormido... Uno no tiene la vida comprada..." Con semejante exordio, continuó con aquello que entendía era importante. "Me dicen que debo dejarlo por escrito, pero apenas sé 'escrebir' y hasta lo que se escribe se malinterpreta... Así que no. Tampoco voy a ir al juez de paz... Pa que se enteren de mi vida, noooo. !Pa qué! Ellas saben sus respectivas posiciones..." Y mientras hablaba se tocaba el pecho, en señal de referencia a sus sentimientos. "Ya le he recomendado a mis muchachitos y a ellas que se cuiden... Que se consigan -si todavía pueden- un hombre de trabajo... Ahhhh eso no es lo importante... Si ellas trabajan aquello que les dejo, de seguro saldrán adelante sin tener necesidad de nada... Todos tienen secundaria y a los mayores les he dado hasta sus herramientas para que empiecen sus propios negocios... Un camioncito para el mayor, un terreno para su taller al otro, a la otra -la que se acompañó con el chicameño- le entregué un buen número de cabras para que se defienda...¿Treinta cabras -madres, algunas preñadas- está bien no? Y a tus primas, a cada una, les he construido su propia casa. No son del mismo tamaño ni de la misma forma... Pero tienen donde vivir, sin mendigar nada a nadies..." Se rió socarronamente y dijo... "Bueno hubiera sido que vivan en el mismo sitio... Jajajaja pero habría sido juntar a un gato con un perro".

La mujer también río y le recriminó la ocurrencia: "ya eso es sinverguenceria, aquiétese con lo que tiene". El hombre volvió a su quietud. "Me dicen que debo ir con un abogado y en uno de los viajes a Tumbes, consulté... El perecido quería cobrarme hasta por el saludo. Así que haga ud. que mi palabra valga". Del bolsillo de su pantalón sacó una libreta de apuntes, hizo correr las hojas con el pulgar y dijo... "Lo único que se escribir son nombres y números"y leyó: "Nico 200, Bautista Cruz 178, Emeterio Ludeña 535... En fin, aquí está anotado lo que debo o lo que me deben. No hay firmas ni nada. Es mi palabra escrita y no es porque dude, es porque me olvido... para que yo no me olvidé de nada. Si está escrito es por algo. Si está tachado, ya se ha cumplido y no vale... ¿Me entiende?" La mujer levantó los hombros en señal de duda.

"Quiero que a mi muerte ellas respeten mi voluntad; que mis hijos, si bien no se sentarán nunca en la misma mesa, al menos sepan que son hermanos y que ellos no tienen la culpa de mis pobrezas. Uno nunca sabe y a ud. solo le pido que no deje que ellas se peleen unas migajas que caen al suelo. ¿Puedo confiar en su palabra?" La mujer le extendió la mano y contestó: "me agarra desprevenida, pero pondré mi empeño por qué lo que ud desea venga bien, pero solo le ofrezco mi esfuerzo porque si ellas quieren pelear no habrá forma de evitarlo". El hombre se sintió escuchado y agradeció el compromiso, volvió la silla a su lugar y cruzando el breve vano que separaba las respectivas casas se metió en la suya.

El paisaje de aquella conversación se ha modificado. En aquellos días, equidistante a ambas casas había una planta de sabila, un huerto construido de quinchas de guayaquiles y algarrobos, la pesada silla de guayacán ya no está, la tarima lavarropas se fue pa otro sitio y las calaminas pasaron a mejor vida. Incluso el tamarindo -medida del límite de los terrenos- ha sido reemplazado por un cerco de ladrillos de cemento. Ahora mismo nosotros tenemos más edad que las edades de aquellos que se despedían dejándose formas testamentarias que la ley no reconoce.

Nota buena: Diez días después, dos mujeres y sus respectivas crías lloraban a un hombre al que llevaban en hombros y con los pies por delante.

martes, 7 de marzo de 2023

Lluvia

Llovía. El aguacero rompía el silencio de la noche, las calaminas eran tarolas desacompasadas, trastes viejos que por sus averías dejaban pasar las aguas del cielo. Las goteras golpeteaban por donde, parecía, encontraban mejor gusto, las cosas útiles: mesita, camas, alimentos.

¿Nosotros? Despreocupados mirábamos el espectáculo, mientras el abuelo acomodaba en las partes secas lo más valioso. Una escoba ayudaba a remover las calaminas para evitar mayores humedades. Allí aprendimos a dormir al aire libre, con el frescor de la lluvia. Esa brisa que te regala la lluvia era el regalo valioso frente al calor arrochador de cada verano, de todos los soles, de los mediodias abrasadores... No obstante, dormir con la brisa regalona de frescor disminuía su nota aprobatoria en un colchón mojado. Nuestros cuerpos eran garabatos que se dibujaban para evitar las partes empapadas. Alguno cogió las jergas y aperos para hacer un colchón mejorado. 

Y renegabamos, ahora, de la lluvia. Echabamos de menos los días previos, llenos de calor y de zancudos. Los preferíamos a una noche de lluvia... El abuelo solo se limitó a invitarnos a dormir: "Duerman, que mañana será un día duro; duerman, carajo, que la madrugada nos espera para sacar la leche... Aprovechen la fresca. Duerman".

¿Un día duro? ¿Mañana? ¡La noche era dura! Y lo sería más. El corral de cabras era una masita blanda y extensa de estiercol húmedo y pastoso. Buen número de cabras se ubicaban al borde de los cercos, embarradas hasta la panza misma con sus propia excretas. Eso era lo bueno... ¡Había que ordeñarlas! ¿Como haces para coger la pata de la cabra, cruzarla por detrás de tu rodilla y atraparla en tus propias corvas y no enlodarte marronamente? Sumémosle que, ya en cunclillas, sin facilidad de movimiento, es preciso coger la teta y apretarla para lograr su leche. Hacíamos maromas para evitar contaminar la leche, para esquivar que la leche -blanca como la nieve- aparezca achocolatada en los porongos o en ollas de las clientes.

¿Como se hizo? Una jarra para la leche y otra con agua. Esta para lavar las manos y la ubre y, la otra para la ordeñación. Hasta las cabras se incomodaban con el procedimiento. Algunas, las ariscas, motivaban mayor ajetreo: había que pelear con ellas y sujetarlas forzosamente. La tarea exigía la actuación de dos o, en el peor de los casos, amarrarla al cerco y conseguir su fruto. 

Esa noche de lluvia fue de alegría, de reniegos... También de aprendizajes. Las cosas duras de la vida tienen siempre una instrucción para las experiencias que vienen después.

Buen día, abuelo.

domingo, 19 de febrero de 2023

Argumento

"Esas no son formas de presentarse en la audiencia", recriminó el juez ponente. "Tenga el decoro..." El hombre miró su propio cuerpo, se creyó desnudo, pero no... pudo ver un polo, en el que se anunciaba el azul de su pechera. Unos botones blancos, la unían con el cuello blanco, el que intentó acomodar para mejorarse a sí mismo.

Volvió la mirada a la cámara y pidió disculpas por la impertinencia. El rostro del magistrado era un fleco de rabia. La solapa de su saco mostraba un pin que se escondía temeroso detrás de la cinta que suelen usar estos funcionarios públicos. La dama que alegoriza a la justicia y que remata la cinta rojiblanca intentaba levantarse el velo para verificar la malcriadez del profesional del derecho, para dejar constancia de su imprudencia.

"¿Puedo hablar?" preguntó ante el incomodo silencio. Y ante la continuidad de éste, suplicante dijo: "Pido disculpas otra vez y, pido permiso para apagar mi cámara, por si mi apariencia sea motivo de disgusto para los ojos de vuestras mercedes. Ruego a contrario, que sus oídos queden atentos a los argumentos, en particular a la exposición de deficiencias que pretendo ahora mostrar de la sentencia impugnada. Que a diferencia de mis fachas, sea música para sus tímpanos... ¿Qué digo? Sean el sorbo de la sabiduría con los que Ud. hagan justicia a mi patrocinado". Y siguió, intentando cubrir la incomodidad: "Ruego al ponente, tenga a bien alcance pronta templanza y cubra de olvido la pobreza de mis ropas, que al fin de cuentas, solo cubre, como diría el buen Ciro Alegría, "hueso y pellejo", que serán más pronto que tarde, un poco de polvo, bajo una losa fría". 

"Siga señor abogado", dijo una voz, atemperada, llena de calma, morigerada... "Al caer la tarde, la justicia está hecha de palabras; de argumentos, las decisiones."

Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...