Entre casa y casa, solo había despoblado. Quizá alguna picota para amarrar algún jumento o, algún corral en que asegurar los ovejos, las cabras o las gallinas. Sin perjuicio, cualquier espacio era bueno para lo que sea. Alli, en la entrada del camión de Jorge Peña, se jugaba a la "batita"... Una adaptación muy ñoña del béisbol americano... ¿Quién realizó ese acomodó? Ni idea. La pelota era de trapo, hecha de medias y de retazos de tela. No había bate y... El asunto era lanzar la pelota lo más lejos posible para malograrle la tarea al rival, y lo demas... diversión de churres.
También estaba Feluco. Un hombre moreno, medio serio, medio afable. Contaba en su corral algunas cabras, unas muy poquitas; así que, pronto se acabaron... Lo que nunca faltó en el postigo eran sus burros. De ordinario, dos; a veces tres y, si la situación estaba dura, solo uno. Si la crisis era muy grave ninguno. Eran sus instrumentos de trabajo. Allí también, sillones, jaquimas, monturas, cabos, cuerdas, bidones, cajones para el carguío de lo que sea, etc. La cocina de su casa era modesta y me gustaba... Quizá porque la hizo el mismo. El fogón se montaba sobre una caja hecha de adobes y, en la parte baja había dejado una oquedad para acomodar la leña y otra, de menor calado, para guardar las viandas. Allí con el calor de los carbones de la parte superior se mantendrían tibias, si hubiera necesidad de esperar al comensal.
Era un leñador al que, su trabajo de todos los días le había dejado huellas en el cuerpo. No necesito de máquinas ni de instructor para mantenerse "fitness". El trabajo con el hacha le fue suficiente. Cortaba leñas de algarrobo para venderlas en el centro del poblado. Allí dejaba, de seguro, cargas de leña donde Pedrito, el panadero y, también en casa de algunas mujeres. Si la venta se estrechaba también podía encargarse de buscar puntales y horcones de algarrobo para quien los necesite en la construcción de sus casas... Incluso podía irse hasta la montaña para conseguirlos de hualtaco, si es que el cliente era exigente... Varas de overal, pájaro bobo, etc. Sabía buscarselas con un burro, un machete, un hacha y algunas soguillas.
No recuerdo haberlo visto ebrio. Algunas veces molesto, pero ebrio... No. Se molestaba con sus hijos, por esas cosas que los papás suelen molestarse con los suyos, pero siempre estuvo atento a las cosas de los chiquillos que andábamos por allí, mataperreando, matando el tiempo, jugando a lo que fuera. "Mujer, dale agua a este bandido... Sudas, como si trabajarás". Renegaba, pero no nos negó una "vianda de agua". Así nos la servíamos: en viandas... Para asegurar el ahogamiento de la sed. Estás eran unas de fierro enlozado con orejitas huecas para que se acomoden unas sobre otras entrelazadas en un cinto metálico para la facilidad del traslado.
El hombre era un leñatero consumado. Es probable que aprendiera el oficio de su padre... O de su madre. A ella, los maledicentes le decíamos "Maria sacatroncos". Se le revolvía las tripas del coraje y, Don Feluco heredó el seudonimo, aunque no creo que alguien se hubiera atrevido a anunciarselo si es que no fuera que estaba seguro de que sus oídos no lo oyeran.
El hombre, con más de nueve décadas en sus alforjas, ha decido marchar a mejores bosques. Su recuerdo y, la realidad de que aquellas gentes que se acomodaron en mis primeros años se van, me hace sentir que la vida es efímera, que hay que vivirla en el día a día... Consumirla como el fuego consume los carbones del leñador que vivía a pocos metros de la casa de mi abuelo. Ese mundo se está acabando.
Buen viaje Dn. Feluco. No se olvide de su hacha. Saludos para Dn. Concio. Que todo vaya bien.
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