martes, 15 de agosto de 2023

Elevación

Después de la horrenda muerte de El Galileo, la mujer decidió sumarse al grupo de seguidores. Se apegó con ahínco al denominado "de los parientes"; entre ellos, Santiago, hermano del crucificado, y otros que, los chismosos identifican con los nombres de Judas, José y Simón. Roma no había tenido compasión y los funcionarios de Pilatos dejaron correr la noticia de que cualquier reclamo por dicha crucifixión podría dar lugar a otras y de mayor sufrimiento. Así que, prefirieron reunirse en las penumbras de los amaneceres o en las sombras de las noches. Algunos de los seguidores, con el tiempo, dejaron de serlo. Se les había acabado la esperanza.

El tiempo no había sido poco y la proclamada noticia de nuevos tiempos, de gobernantes que velen por la justicia de los pobres, que presten oído a las viudas o que misericordiosamente ofrezcan pan a los huérfanos, no llegaba. Los años también se notaban en las pieles de aquellos seguidores que no perdían la fe. La mujer, ella misma se sentía cansada y prefirió regalar sus pestañas al sueño para recuperar algo de fuerzas.

Se acomodó sobre unos paños y pidió no la despierten. Mas luego, transcurrido algún tiempo, algunos piadosos del grupo decian escuchar algunas voces en canto. Les parecía suave brisa que se acurrucaba en sus oídos, el airecito que se filtraba por los resquicios de las puertas y ventanas, además de frescor les regalaba la musicalidad que el aire producía al golpear las telas o los estrechos maderos que las conformaban.
 
Un muchacho estaba sentado sobre un madero, luego de algún rato, decidió levantar a la mujer, pero su sueño era tan profundo que prefirió que sea mayor su descanso. Otros, más luego, intentaron despertarla y no pudieron. Alguno diagnosticó la muerte sobrevenida en sueño, pero la mayoría prefirió creer que solo era un desmayo, un especie de catalepsia prolongada. Así las horas, convinieron en esperar un milagro: llevaron el cuerpo y lo dejaron en un sepulcro, semiabierto; mientras a la distancia continuaban con sus liturgias, oraciones, conversaciones y compartires.

¿Te ha tocado alguna vez ante la frecuencia de un sonido, su ausencia te causa extrañeza? Bueno pues, eso le ocurrió a ese minúsculo grupo de gentes: muy pronto se dieron cuenta que el viento había dejado de soplar, que los sonidos producidos ya no llegaban a sus oídos; por lo que decidieron salir del lugar donde estaban: miraron el sepulcro y el cuerpo de la durmiente ya no estaba. Cuentan que, algunos de los presentes, al levantar la mirada, pudieron ver qué su corporeidad se perdía en el espacio infinito y, a la vez, una luminosidad se apagaba. Era como aquellos puntos de luz que se hacían negros en los viejos televisores de tubos que ahora están desparecidos.

La mujer, o mejor, su humanidad, había sido robada desde las alturas. ¿Y los demás? Volvieron a sus vidas ordinarias  con arrobadas esperanzas de un mejor cielo.

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Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...