viernes, 22 de septiembre de 2023

Vaciedad

Un grupito de gentes esperaba el ascensor en el primer piso. Esperaban y solo esperaban. No habían marcado la llamada. Distraídamente me acomodé en la parte de atrás y miré -como ocasionalmente lo hacen quienes esperan el ascensor- hacia la puerta. Advertí que no habían realizado la llamada del aparato. Me adelante y marqué.

La mujer más joven, exponiendo una sonrisa de disimulo: "ay... ¿Que había que apretar esos botones?" La otra, una de mayor edad, que quizá superaba la media centuria, sin interesarse de lo dicho, tomó un sorbo desde una botella plástica y le ofreció a la primera "¿Quieres?" Mientras le alcanzaba la botella. La otra seguía con una desdentada sonrisa de disimulo, y con un gesto de cabeza le dijo que no. "Les acompañaba un hombre de mediana edad que se conducía en una silla de ruedas. Su signos faciales y la falta de un brazo permitían inferir que su estado se debia, quizá, a un accidente de tránsito. El hombre, solo esperaba mientras le hacía cariños con su única mano a una niña que se sentaba en una de sus débiles piernas.

La mujer no sabía si subir al ascensor de la izquierda o el de la derecha. La mujer de edad dijo, medio temerosa, "nunca he subido por estas escaleras". La otra, corrigió con una sonrisa: "ascensor". Sonreí: ¿A donde van? ¿Tercer piso? El hombre asintió con la cabeza. Se notaban sus temores en la cara. Una de estas, la que tenía la botella, la dejó caer con disimulo, mientras se cogía fuertemente del pasamano, y su boca exhaló un "ay" prolongado... Se rió con miedo. "¡¿A que hora para?! ¡Ya quiero salir!"
Todos nos reímos de su sensación de vaciedad estomacal que produce el ascensor a los principiantes. "¿No se quedará cerrado?" Y siguió su miedo "ay.. que pare!"

La disminución de la velocidad vertical por la llegada y el movimiento horizontal por el estacionamiento del matracoso ascensor, le generó intranquilidad. Nos reíamos todos... Su muy breve miedo, -que quizá no duró más de treinta o treinta poco segundos... lo que demora un viaje del primer al tercer piso- exigía, con sus ojos, que se abra la puerta. Su cara reflejó alivio tan pronto la puerta metálica permitió la luz natural que iluminó el espacio.

Un "nunca había subido a una cosa de estas" fue el remate, mientras mostraba su tranquilidad en una sonrisa agradecida. Ya afuera del ascensor, me sonrieron y preguntaron "¿Donde está el juzgado penal?". Me despedí, indicándoles con el indice que caminarán hacia la izquierda.

Cosas de la vida.

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Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...