martes, 24 de octubre de 2023

Muerto

."¡Cojudezas hablas! ¡Cómo que has encontrado algo que parece un muerto en estos montes ¿Que puede haber en medio de estos parajes solitarios?"

Un arriero decía haber visto un bulto en forma de hombre. De ordinario, los arrieros solían trabajar en grupos. Llevaban productos de la costa y; de la sierra traían azúcar, chancaca, harinas, hierbas medicinales. La cooperación exigía tener uno o dos vigías que se adelanten algunos kilómetros con el afán de prevenirse de los forajidos, de los asaltantes de caminos. Un machete a la cintura o una buena carabina eran escudo contra cualquier mal... Preferían tomar atajos y divisar los pasajes estrechos desde la lejanía. También eran objeto de atención los cruces de las quebradas o la proximidad a despeñaderos que podía convertirse en espacios para emboscadas.

El vigía de ese amanecer, tomó sus aperos y aceleró el paso. Caminó a paso ligero quizá uno o dos kilómetros de ventaja. Se subió a una loma y se acomodó detras de ella, cerca de unos arbustos choposos. Miró atento a la distancia y, un tenue mal olor, parecido al de la carne podrida, le llamó la atención y decidió adentrase en en las sombras de los arbustos. Un hombre vestido con un poncho serrano y con sombrero de paja le esperaba. Estaba sentado con la cabeza escondida entre su pecho y las alas del sombrero... El allegado, en forma de saludo dijo: "Buen día buen hombre", pero la mudez del otro, lo puso al aguaite. Se acercó sigiloso y sin tocarlo, se agachó para verle la cara... ¡Estaba muerto! Una rama en forma de "y" le sostenía la cabeza... No había signos de sangre ni de nada, pero estaba bien muerto. La fetidez fúnebre ya era evidente y... El miedo le hizo salir de ese sitio... Se alejó lo más que pudo y se acercó a la piara, que al ver como corría, también se puso en alerta...

"Hay un hombre muerto, un hombre muerto..." y mientras sus piernas corrían,  con su mano señalaba la dirección opuesta. "Hay un hombre muerto, pero está sentado..." un caballo se ecabritó. "Carajo", dijo otro, "Alertas, todos al aguaite". Dos hombres, se ofrecieron de acompañantes, y fueron testigos de la escena: el hombre estaba muerto, ataviado con ropas serranas y acomodado sobre esa piedra para permanecer sentado. Se dieron cuenta que las ramas habían sido cortadas del mismo árbol y se las habían acomodado por debajo del poncho para disimular el hecho de la muerte violenta. No tocaron más, revisaron los alrededores pero no había huellas de nada...  

Regresaron con los suyos. Lavaron sus manos y sus caras con el afán de quitarse el olor del muerto. Mientras lo hacían; en conjunto decidieron seguir su camino, apretaron los cinchos de sus 'aperos' y siguieron su paso por el camino que les tocaba en los minutos siguientes. Al pasar cerca de donde estaba el cadáver se persignaron y, uno de ellos, mientras espueleaban a sus jumentos, en voz alta dijo: "por el alma de ese cristiano, Padre nuestro que estás en los cielos..." Los demas le siguieron en la oración.

El muerto, mientras tanto, se quedaba atrás. Solo. Solo con su propia muerte. No hablaron del asunto con nadie. La muerte, al fin y al cabo, también es silencio.



No hay comentarios:

Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...