"A los dos les voy a dar, a uno por desobediente y a la otra por no saber hacerse obedecer", decía la mujer mientras sacaba agua con que enjuagar la olla que tenía entre manos. Renegaba con su hija, renegaba con su nieto; por sus formas de relacionarse, en particular en aquellas situaciones donde parecía no haber entendimiento entre ambos.
Ese domingo, reunidos algunos de sus hijos e hijas, ella exponía en forma de queja las "malcriadeces" del nieto y parecía intentaba que las tías le dieran su "tatequieto" dada su desbordada intranquilidad.Una de las hijas, aquella vez presentó en familia un nuevo aparato: ahora las radios no solo eran reproductores de señales de audio captadas en el aire, también podían reproducir sonidos grabados en una cajita magnetofónica. De ordinario, contenían música. La novedad era que ahora también también podía grabar. La tecla roja con la anotación "rec" era mágica. La radiograbadora era la estrella de ese día, porque su dueña hacía gala de poder grabar sonidos y minutos después poder reproducirlos. El cacareo de las gallinas, los parpeos de los patos y hasta los forzosos maullidos de "la minina" se repitieron a solicitud de algunos de los chiquillos presentes. Y como eso, quizá la voz de algun chiquillo que quiso declamar alguna rima infantil.
La mujer exponía sus lamentos sobre los comportamientos del nieto y, las hijas -las otras- en ausencia de autorización de la madre, le decían, mirando con reprobación al churre: "pero amá, cuando esté hecho el pespito, Ud. dele, nomás... ¿Allí no está el chicote de las cabras?" La anciana se envalentonaba y volvía a sus reproches y jaculatorias de siempre... "¿Acaso así las he criado yo a uds.?" Y volvía a su clásica reprimenda de origen "a los dos les voy a dar...".
La hija, la de la radiograbadora, captó justo ese momento y puso a todo volumen esa expresión: "A los dos les voy a dar, a uno por no saber obedecer y a la otra por no saber mandar..." La autora no esperaba escucharse a si misma y, menos desde un aparato electromagnético... Y remató con cara de susto: "bah, carajo... Ya no van a ser dos, van a ser tres a los que les voy a dar... Borra eso, muchacha bandida".
Las reprimendas dieron espacio a las risas.
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