jueves, 27 de diciembre de 2018

Caminante III

Una cuadrilla de iniciados, dedicados a la divinidad, lo atendía. Las pocas cosas que le quedaron del largo camino, todas le fueron ofrecidas a Maat, la diosa de la sabiduría: un par de camellos y algunas de sus sedas. En santuario, luego de las presentaciones de rigor, se le exigió, además de la ofrenda, la sujeción a los ritos de purificación: nueve días de permanente meditación y oraciones, acompañados de frugales comidas, que con el trascurso de los días menguaban en su cantidad y calidad, además de amargas tisanas y obscuros brebajes, que tenían la intención de asegurar su limpieza corporal. El rito suponía conducirse por escondidos subterráneos en los que voces le llamaban de uno y otro lado, ofreciéndole bienes o una vida mejor. La idea era seguir la delicada voz de Maat, que lo conduciría a una iluminada cámara en donde la deidad le ofrecería su voz y, le permitiría descubrir el sentido de aquella otra que en los meses anteriores le llamaba con intensidad.
Esos días de descanso, le permitieron descubrir que no era una voz, que no eran sus oídos los que la escuchaban, aún a él le parecía que así fuera. ¿Era acaso una ilusión auditiva como los espejismos del desierto en que la reflexión de la luz sobre el aire caliente motiva charcos de agua inexistentes? Las visitas en las grandes ciudades le había relacionado con varias familias hebreas, que angustiadas le referían sus ansias de libertad, de volver a la tierra de su padre Ibraim ¿Esas eran las cuentas pendientes que saldar?  “Escriba tu pluma de Ibis en mi alma, los designios reservados para mí”, anunciaba en voz queda mientras se conducía en el laberinto: solo era su oído el que le guiaba, una voz suave intentaba superar a aquellas otras dadivosas: una cámara tenuemente iluminada le esperaba… luego de varios minutos, de casi una hora, de angustiosa obscuridad, de golpes contra salientes rocosas había llegado la iluminación. Como impulsado por una paz interior se sentó sobre sus rodillas en inclinó su cara hacia el suelo y a media voz, a modo de presentación dijo: “Te reverencio, oh gran diosa de la verdad y la sabiduría. Heme aquí, resuelto para conocer tu voluntad”. El silencio absoluto, le permitió descubrir un lejano sonido, tenue muy tenue, de cómo si el agua jugueteara con pequeñas piedras y, luego, le encontró cierto ritmo a ese sonido, que le aseguró el paso de los latidos de su propio corazón… El cansancio le invitó a sentirse hebreo…. De hecho ya lo era: 40 años en medio de esa difícil geografía ya lo habían convertido. Además, había visto las tareas a las que se sometían: cuidado de los animales, servidumbre en las casas de los nobles, cultivo de las tierras menos fértiles, atenciones que nadie quería realizar en los mismos templos de la multiplicidad de deidades del Kemet, largas jornadas extenuantes en la reconstrucción de los diques destrozados por la reciente avenida del gran Nilo, elaboración de ladrillos en condiciones insalubres, carguío de agua para el abastecimiento de los santuarios. Eran tareas que correspondía a los propios devotos de semejantes dioses y le pareció una muy grave y perversa iniquidad, de la que estaba seguro ni los dioses faraónicos, ni el dios de los hebreos estaban dispuestos a soportar… Luego de esa noche, conversó con los escribas del templo y con sus sacerdotes; también con los hijos de Levi, los sacerdotes hebreos, con la intención de que las obligaciones sean menos duras ¿Acaso Amon hace distinción entre sus hijos? ¿De que servía exaltar el nombre de los dioses, si finalmente nuestras conductas los avergüenzan?
Luego de ofrecer por algunos días su trabajo en los campos fértiles de Maat y, advertido de su nada, de su pobreza y el tartajeo de su voz, siguió su camino a pie, siguiendo el curso de las aguas. Llegó a Amarna. Allí solo quedaban unos pocos devotos de la secta hereje. Los muros del gran templo ya exponían la llenura de las arenas. Las pocas gentes que allí quedaban no tenían siquiera para asegurar la comida de su servidumbre hebrea, pero allí se adosaba una comunidad. Atón era lo más próximo que tenía al Dios de Jacob, Allí podían sin temor elevar sus plegarias: “Iluminas el mundo con tu luz, escondes las tinieblas debajo de tu manto. Oh creador del cielo y de la tierra, del hombre y de las bestias, de lo visible y lo invisible. Dios por encima de toda deidad”. Se sintió a gusto entre estos hombres, sacerdotes de un dios omnipotente, al que solo era posible hablarle con el corazón; se sintió cercano a los hebreos, con quienes se hermanaba justamente por reconocerse hijos de ese mismo dios, aunque le llamaran de un modo distinto… Que más daba: su suegro Jethró también elevaba plegarias similares, para una divinidad absoluta, en cuyo seno los hombres, todos, independientemente de su condición, eran iguales. Era el mismo dios: anterior a todo lo creado, hacedor de todas las criaturas, autor de todas las bendiciones inmerecidas de los hombres… ¿Era acaso una misma divinidad?
Se sentía pequeño, apenas una vara –propia de los pastores e instrumento para sus avejentados años- y su túnica bermeja le acompañaba. Aarón, su hermano, en cambio, no solo conocía los rituales propios, sino también los de las otras deidades. De hecho, era un sumo sacerdote y gozaba del don de la profecía… Se anunciaba como heredero de la tribu de Levi, el hijo tercero de Jacob y de Lea. Custodio de las ofrendas sagradas, las que serían las primeras en el templo del Gran Dios, si un día hubiera uno. Iba vestidocomo se lo permitió su condición de sacerdote, además, conocía los protocolos, los sortilegios y hasta los conjuros de las distintas divinidades egipcias.... Le ofreció la posibilidad de ser su portavoz y, se juntaron para negociar, primero con los sacerdotes con la intención de asegurar la posibilidad de aliviar las obligaciones de su pueblo, luego la de permitir –a quienes quisieran irse- la posibilidad de volver a las tierras de su padre Ibrahim... Las negociaciones eran duras. Solo los sacerdotes de la secta hereje –los hijos de Neferjeperura Akenatón y adoradores de Atón, convinieron en la libertad –ya sostenida- de los hijos de Ibraim.
Ya bordeaba los doce meses desde su abandono del templo de Maat en la vieja Karnak y, en su recorrido a lo largo del Nilo había sumado adeptos. Algunos le seguían, con las limitaciones que ello suponía: Medineh Abul, Abidos, Amarna, Minieh, Medus, Menfis, eran algunas de las visitadas, en las que conversaba con los jefes hebreos y los sumos sacerdotes egipcios. La idea era la misma: o las mejoras de las condiciones de servidumbre o la libertad. Finalmente llegó a Heliopolis, la ciudad del Faraón: Sus piernas letemblaban y su lengua apenas podía hablar, pero era necesaria la liberación. Aarón sería su voz, y su cayado disimularía las dificultades para permanecer de pie por mucho tiempo.
Sopdet, la estrella de la abundancia, se había escondido, pero había vuelto a aparecer… Esa fue la noche en que el Faraón tuvo a bien recibirlos por primera vez. Se presentó con una ordenada tranquilidad: “Yo soy Moshé, ben Yekutiel”, Moises, el hijo de la esperanza. Era el inicio de una historia conocida.

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Caminante II


Sopdet, la estrella de la abundancia, ya tenía algunos días en la bóveda celeste. Era la señal del cielo con la que se rompía los tiempos de sequía, en los que el Nilo anunciaba su rejuvenecimiento acuífero, su llenura de fértiles fangos, su aptitud para preñar la tierra de trigo, avena, cebada… Los árboles frutales se dispondrían al florecimiento. Esperaba llegar a sus orillas cuando el rio ya hubiera decrecido, cuando los fangos y lagunas logradas con los desbordes del río generoso ya se hubieran secado, o cuando menos faciliten el andar de sus camellos. Mientras tanto, aun cuando sus pensamientos se concentraban en el momento de su llegada, no era menos difícil entender su preocupación para cuando llegara el momento de llegar a las fronteras del Kemet: temía ser reconocido malamente, pero la voz aquella seguía inundando su humanidad entera, parecía un “Iterhu” anegado, un Nilo desbordado. Le asaltaba sin cesar.
Con los días de camino y en las noches de insomnio bajo el cielo estrellado, no sólo pensaba en la muerte de aquel capataz -que vestido a su usanza, la encontró bajo la propia fuerza de su brazo- sino también en las actuaciones previas de aquel: ¿Cuántos hebreos habrían muerto por sus azotes o sus castigos despiadados? ¿Sería que su actuación tenía justificación ante los dioses? ¿Maat, la diosa de la justicia y la armonía de universo se había valido de su mano para restaurar el orden? Esas dudas motivaron su decisión de dirigir sus pasos hacia Karnak, la vieja ciudadela de Ipet Sut, lugar donde se encontraban los viejos sacerdotes dedicados a su culto. No era muy reconocidos como los de Amon, pero guardaban secretos que las estrellas les habían encomendado para cada quien. Necesitaba saber que le deparaba el futuro, que le movía a tan riesgoso viaje. Su vida, su libertad, su familia… todo estaba en peligro.
En las verberaciones solares del medio día, no solo veía que los rastrojos parecía exponer fuegos, sino que pudo distinguir en la distancia una móviles sombras que le anunciaban la presencia, antes de que comerciantes, de tropas. Probablemente, las del faraón, dispuestas en tan distantes lejanía para sobre-guardar las fronteras. En realidad no eran tropas de choque, eran más bien de prevención y control: contabilizaban las caravanas de comerciantes para evitar las inmigraciones de las poblaciones de las tierrasinfructuosas que, constantemente intentaban llegar al Kemet huyendo de la aridez de los desiertos y la sequedad de las montañas del Cercano Oriente. Había unos pocos hombres. En los tres o cuatro días que, pernoctó con ellos, logró contabilizar poco más de medio centenar, incluyendo las falanges de avanzada y los rastreadores, que salían cada tres días a pernoctar en las montañas con el ánimo de ahuyentar a los intrusos. Esos días fueron muy útiles: el comandante Mahut, había realizado ejercicios militares en los tiempos mozos de aquel y, se conocían… Los años habían pasado pero la amistad surgida de aquella vez en que tuvieron que repeler en Tanis la revuelta de los comerciantes y el intento de invasión de los “pueblos del mar” volvió al renovarse en aquellosdesolados parajes. En sus días de juventud, mientras Mahut maniobraba con audacia el carro de guerra, la lanza y las flechas de nuestro caminante hacía estragos entre las montoneras enemigas. Se conocían y, se saludaron con amistad, con la hermandad propia de los que han vivido juntos tiempos difíciles.
Las horas se hicieron cortas. Conversaron largamente de sus vidas: la suya, propia de los pastores moabitas; la del otro, dedicada a las artes guerreras, con los beneficios que le habían permitido escalar en la difícil gradación social: tierras, bueyes, esclavos, riqueza… Sin embargo sus lenguajes eran comunes. De hecho, ahora mismo, Mahut le ponía al tanto del paradero de su madre Bithiah y de sus parientes nobles, así como de la muerte de su nodriza Jochabeth y de los quehaceres de sus hijos Miryam y Aarón. La primera seguía siendo una profetisa entre los suyos y Aarón era un sacerdote. Aarón no quería reconocer los dones de profecía de Miryam, atribuyéndoselos a una especie de deidad femenina, propia de las aguas turbulentas… Además, ésta perdía la visión, empero las letrasde sus cantos eran siempre de agradecimiento para Dios, pese a las escaseces del pueblo en las tierras faraónicas… perdía la visión, como si por encima de sus ojos se constituía con el tiempo una gruesa escama que le daba opacidad a sus ojos… En sus cantos anunciaba una liberación que ella misma decía que sus ojos no alcanzarían a ver. En esos días, junto con Mahut, cuando la noche mostraba sus mejores estrellas, ambos rezaron con fervor los versos del introito y el colofón de una oración de sus tiempos imberbes:
¡Oh Atón viviente, eterno Señor, apareces resplandeciente!
Eres radiante, perfecto, poderoso,
Grande es tu amor, inmenso.
Tus rayos iluminan todos los rostros,
Tu brillo da vida a los corazones
cuando llenas las Dos Tierras con tu amor.
Venerable Dios, autocreado,
Tú creaste todas las tierras y todo lo que en ellas existe,
A los hombres, el ganado y los rebaños.
Todos los árboles que crecen de la tierra
viven cuando amaneces por ellos.
Eres madre y padre de cuanto has creado.
Soy yo, tu hijo, quien te sirve y quien exalta tu nombre.
Tu poder, tu fuerza están firmes en mi corazón,
Eres el Atón viviente cuya imagen perdura,
Has creado el cielo lejano para brillar en él,
y para observar todas tus creaciones.
Eres el Único y en ti hay un millón de vidas.
Das el aliento de vida en sus narices para hacerlas vivir.
Gracias a la vista de tus rayos existen todas las flores,
Todo lo que vive y brota del suelo crece cuando tú brillas.
Los rebaños pacen abrevando de tu vista,
Los pájaros en el nido vuelan con alegría,
Y despliegan sus alas plegadas en señal de adoración.
¡Oh Atón viviente, su creador!
Era un par de párrafos de una antigua oración, que ambos conservaban como suya, en agradecimiento a un dios inmaterial, por haber salvado la vida en sus tiempos mozos. Ésta le acompañaría el resto del camino… El oráculo de Karnat, desde la majestuosidad de sus paredes, la ignota obscuridad de sus subterráneos y la sabiduría absoluta e inspirada de sus sacerdotes le harían saber la intención de esa voz que le inundaba.
Sopdet seguía en el cielo. Fulgurante.

viernes, 21 de diciembre de 2018

Caminante


Una voz resonaba en sus oídos. Caminaba por el desierto, por las ásperas geografías de Madian, y abandonaba sus tierras, esas que lo habían albergado desde aquella vez que se vio obligado a huir de las comodidades de su familia adoptiva por la muerte de un mayoral. Desde aquel grave incidente, del que se arrepentía por haber tomado la justicia con sus manos, su conciencia se sentía aliviada en medio de los hatos de cabras, los rebaños de ovejas, las piaras de burros y las recuas de camellos y dromedarios; los que, a pesar de ser de propiedad de Jethró, su suegro, las sabía suyas por tan largo tiempo bajo su administración y cuidado. Era una vida entera, casi cuarenta años, pero aquella voz silenciosa, que le hablaba quedamente, lo intranquilizaba: “Vuelve a la tierra de donde viniste, aún hay cuentas que saldar, tareas pendientes que hacer…”
En la soledad de los desiertos, en el momento cuando el sol reverbera en las calcáreas arenas engañando a los sentidos, bajo las angustias de la sed y en la vaciedad de las tripas por el hambre, le atormentaban los recuerdos de aquella pelea y, se decía: “haciéndome problemas por un par de esclavos cuando yo mismo podía ser su amo… Podría haber sido yo el muerto; pero no, por gracia de El Ha-Rajamím… De Él vienen mis bendiciones”. De esos tantos días, concluyó en la necesidad de volver a su patria de adopción, pero el miedo a las arenas del desierto, al hambre, a la sed le paralizaban. ¿Se acordarían de él? ¿Qué sería de su madre Bithiah? ¿Alguien podría darle razón de su nodriza Jochabed, la hebrea? Se hacía ilusiones con volver, por cambiar las áridas y ocres arenas del desierto por aquellas tierras negras, ricas en limos generosos del país de Kemet. Los casi 400 km de arenas por cruzar, su crudo tartamudeo y su aislamiento en confinadas tierras, le hacía dudar… y justo en aquellas meditabundas vacilaciones, asaltó en su memoria el recuerdo de las conversaciones de los últimos días con su madre, de esos cuando él, en confianza le confesó haber matado y escondido el cuerpo del capataz… Ella le confesó entre lágrimas, que no era su madre; pero que lo amaba como sí lo fuera, que su verdadera madre era una hebrea, que su casta era la de los esclavos, que a ese mundo habría pertenecido si es que no fuera por la corazonada de aquella tarde que la llevó hacia los totorales guiada quien sabe si por alguna voluntad superior: “Te encontré muy bien cuidado, la cesta debidamente calafateada impedía el ingreso de la humedad y, las telas –pobres pero cuidadas- que te adornaban me permitieron saber tu ascendencia… ¡Qué bebé que eras! Dormías sin preocupación”. La memoria le permitía ahora recordar, que su madre, mientras le contaba aquellos recuerdos suyos, le reprochaba su conducta: “Y pensar que en tu adultez había ya había olvidado mis desvelos, pero ahora los retomo: tendrás que huir ¿podrás vivir en el desierto? ¿Te permitirá Toth vivir tu ancianidad, tener hijos y gozar de una vida placentera”? Le dio su bendición y pidió que no volviera más: su condición de hebreo y su adquirida calidad de homicida, le habían ganado ya la muerte. “Ve muchacho, que la muerte no te encuentre. No me lo perdonaría”.
Los mercaderes de Madian poca información ofrecían sobre la casa del faraón en la que él había vivido. De hecho a éstos poco les importaba el nombre del gobernante: les interesaba que no cambiasen las reglas del juego comercial y la seguridad de los caminos, por lo que estaban en mejores condiciones de informar sobre quiénes eran los comerciantes del Nilo, los precios de los granos, los aparejos de los camellos; los nombres de los productores de telas… cosas que si bien le agradaban, tenían poca importancia. También le ofrecieron información sobre los generales y las tropas apostadas en las líneas de frontera… Le pareció alguno conocido... Sentía que el peso de los años era abultado, pero la voz no dejaban de chirriarle: “Vuelve. Vuelve a la casa de donde saliste”. Y volvía a preguntarse ¿Aquellos que fungían de servidumbre en realidad eran mis hermanos? En las historias de aquellos, su vida común había sido menos dura en los tiempos de Zafnat Paneaj, el visir del faraón, el supervisor de graneros; Iosefh, en su nombre hebreo y, la recordaba, porque sentía gran afinidad por su amistad con los hijos del viejo Kohath y con los parientes de Jochabed y, estos pese a sus duras vidas de servidumbre esperaban tiempos mejores, y con esa esperanza contaban las historias de sus padres fundadores.
No le bastaba las solas disquisiciones de su pesada adultez…. Debía conversarlo con Séfora, su mujer ¿Querría alcanzar esta travesía junto con él? ¿Y que le diría Jethró sobre este nuevo proyecto? Aunque… éste -en sus noches de insomnio- ya había vislumbrado con mucha anticipación estos eventos. Aquella noche en que bebían shekar -lograda de higos fermentados- bajo el cielo estrellado, le anunció: “Dudé de darte por esposa a mi hija, pero has sido leal conmigo y, lo alcanzado en los negocios es gracias a ti. Has sido un buen administrador, sobre todo en los tiempos difíciles, en los años de sequedad… No tengo nada que reprocharte, y si esa voz te llama, será mejor que la atiendas. Quiera el Dios de Ibraim -o Seth como a veces le llamas- que el camino te sea ligero y el agua suficiente para llegar a tu destino… La soledad nocturna y la brillantez de las estrellas sean tu guía e iluminen. Que, la sequedad del desierto te muestre los motivos de tu viaje... Todo saldrá bien”.
Una piara corta de camellos, le acompañaba. Si El Shaddai lo permitía en pocas semanas estaría en las tierras de Kemet… Algo había allí que le llamaba. 

viernes, 7 de diciembre de 2018

La cuarta pregunta

Es el asunto más complejo del referéndum. Nuestra tradición constitucional nos expone como un Estado que, a lo largo de la historia, ha preferido un parlamento bicameral, aunque en otras latitudes latinoamericanas, dígase Honduras, Panamá, Ecuador y Nicaragua, entre otros, prefieren un congreso unicameral. Si revisamos el Libro de Debates de la Constitución de 1993, advertiremos argumentos en favor de una u otra posición. Los que defiende la unicameralidad, sostienen: a) La necesidad de un órgano político, expeditivo y eficaz en la dación de leyes a la par de la efervescencia de los tiempos, b) posibilita la proximidad entre el legislativo y el ejecutivo con la intención de un mejor gobierno para los ciudadanos, c) asegura los consensos políticos, en tanto que la existencia de dos cámaras posibilita el conflicto entre ellas; mientras que quienes defiende la bicameralidad afirman: a) La existencia de dos cámaras, posibilitan en una el debate y, en la otra, la reflexión respecto de las leyes que sean necesarias, b) Evita los riesgos de la dictadura del parlamento, c) asegura la racionalidad y uso adecuado del poder.
Más allá de las precisiones que se detallan en una numerosa lista de modificaciones pretendidas a través del referendum, relacionadas con cada una de las funciones de las cámaras -de diputados y de senadores- lo cierto es que, de la calidad de los que detentarán dichas tareas no se dice mucho. De hecho, el art. 90, propone como requisitos para alcanzar la condición de parlamentarios: tener la condición de peruano de nacimiento y gozar del derecho de sufragio. El tercer requisito hace la distinción entre diputados y senadores: 25 años para los primeros y 35 para los segundos.
El fundamento social de la reforma es el hastío popular de la calidad de nuestra clase política. En el año 2016, tan pronto se logró los resultados oficiales, los analistas políticos establecieron que 95 asumían el cargo parlamentario por primera vez, 31 alcanzaron la reelección inmediata, 4 tomaban la posta luego de descansar uno o dos periodos; del total 23 han ejercido cargo de regidor municipal, 12 tienen experiencia de alcaldes, 3 de gobernadores regionales, 2 han sido consejeros. Desde la perspectiva de la ideología política se advirtió que 91 congresistas no pertenecían a ninguna organización política, por lo que muchos actuaban como “independientes prestados” a la organización política que les permitía la postulación y, muchos de ellos ya tenía experiencia de haber estado en varias y sucesivas organizaciones políticas.
Desde el ámbito del ejercicio profesional y académico, se identifica a 39 abogados, 19 ingenieros y 09 economistas.  Los administradores de empresas, educadores, aquellos que ejercen profesiones ligadas a la salud, suman 21: Así mismo hay 6 sociólogos, 5 contadores, 5 que provienen de las fuerzas armadas y policiales, 4 comunicadores, y los restantes se reparten entre la arquitectura, la educación técnica y otros. 11 congresistas no terminaron la universidad y 4 no tienen educación superior. Los que no detentan profesiones, son empresarios que, en su mayoría, se dedican al negocio de los combustibles, trasporte de carga o restaurantes. Finalmente, respecto de las edades, el promedio es 49 años, siendo el más joven uno que tiene 26 años y el de más años, aquel que –al tiempo de asumir el cargo- frisaba en los 73.  Del total, 96 son varones y 34 corresponde al sexo femenino.
Más allá de los escándalos derivados de si efectivamente tenían o no los estudios universitarios que habían anotado en su fichas personales y que han motivado fuertes críticas populares, las exigencias mínimas para ser legislador siguen siendo las mismas y, de hecho buen número de los actuales congresistas bien podrían estar ejerciendo el cargo de senadores, con lo que se advierte que, si pretendemos mejorar la calidad de nuestros funcionarios públicos otros han de ser los requisitos. De hecho, siendo los mismos que antes de la propuesta de reforma, nos adherimos a la conclusión de Luis Castillo, profesor universitario de derecho constitucional, cuando señala, respecto de la propuesta que se esconde detrás de la pregunta 4 del referendum: “la principal deficiencia es que no contribuye a mejorar ni el número ni la calidad de la representatividad del Parlamento. Tal como está la propuesta formulada, lo que favorece es que las deficiencias y arbitrariedades que hoy reprochamos a la única cámara, mañana se las increpemos a las dos cámaras”.
No hay de otra… Sigamos reflexionando en cómo mejorar la calidad de aquellos que ejercen las más altas funciones estatales.

lunes, 3 de diciembre de 2018

La pregunta tres

¿Aprueba la reforma constitucional que prohíbe la reelección inmediata de parlamentarios de la República?, es la tercera pregunta que los peruanos hemos de contestar en el referéndum del próximo domingo 09 de diciembre. La pregunta nos obliga a exponer nuestra conformidad con el nuevo artículo constitucional que se pretende introducir. A la letra dice: "Artículo 90-A.- Los parlamentarios no pueden ser reelegidos para un nuevo periodo, de manera inmediata, en el mismo cargo".
En la historia del constitucionalismo nacional no hay antecedentes; empero la historia reciente de la corrupción gubernamental ha llevado a que desconfiemos de los mandatarios, sea el presidente de la república, el gobernador regional o los alcaldes –provinciales o distritales-.  Y para estos se ha prohibido, conforme a los artículos 112, 191 y 194 la posibilidad de la reelección inmediata.
La pretensión del Ejecutivo parte de la génesis del mandamiento. Si, al presidente, los gobernadores y a los alcaldes- que detentan poder por sufragio universal- les está vedada la reelección inmediata ¿Por qué los congresistas no se sujetan a la misma prohibición si su poder también se origina en el sufragio universal? Si recordamos, en los inicios de la Constitución la limitación de la elección del Presidente era distinta: se permitía la reelección inmediata y, luego de ésta era preciso esperar un periodo constitucional para volver a postular. La situación política y la pretensión de permanencia en el poder de Alberto Fujimori dio lugar a la modificación del texto expreso de la Constitución, en el que se prohibió, definitivamente, la inmediatez temporal de la reelección, posibilitándola para aquellos casos en los que entre una y otra elección mediara un periodo gubernativo realizado por otro ciudadano.
La Ley 30305 que modificó el modo de reelección de gobernadores y alcaldes se sostuvo, entre otros argumentos, en: a) la necesidad de la alternancia en el poder, b) la evitación del riesgo de la corrupción y, c) la dedicación exclusiva –hasta el último día del mandato- de la autoridad a las labores para las que fue elegida. En el proyecto de ley 3555-2013 se señalaba como cuestión de hecho que, los gobernadores y alcaldes que postulan al ejercicio inmediato del cargo destinaban dineros públicos para sus propias campañas, tenían ventajas competitivas respecto de los restantes postulante, aprovechaban la organización de Estado para movilizar beneficiarios, trabajadores, colaboradores estatales para sus respectivas campañas.
Estos mismos argumentos, explicados en la breve teoría de que las autoridades de elección popular  “responden a las mismas exigencias de transparencia y de desprendimiento de los cargos públicos para efectos de institucionalizar cada vez más la democracia en nuestro país”, obliga ahora a que los congresistas no deban ser reelegidos de forma inmediata. Por detrás de la modificación se atiende la sensación ciudadana de desprecio por los congresistas, que en los últimos tiempos y gracias a sus propias actuaciones antes que identificarse con su nombres son llamados por los alias que la colectividad les impone: “come pollo”, “mata perro”, “roba luz”, “el plancha camisas”, “la lava pies”, “la alumna fantasma”, además de la formación de memes y la utilización de sus propios apellidos para darles significados distintos, y en sentido peyorativo.
De otro lado, la realidad expone –como denuncian los mismos congresistas- que solo el 15% del número son reelegidos en la siguiente legislatura lo que motiva a entender la no necesidad de tan grave medida. Empero, este Congreso, presionado por el colectivo social, introduce la modificatoria añadiéndole una nota adicional- Por un lado cumple con el mandamiento popular: se prohíbe la reelección inmediata, pero de otro, agrega: “en el mismo cargo”. Esto nos remite a las prácticas con las que los alcaldes le sacaron la vuelta a la modificatoria del art. 194 de la Constitución que contiene la misma prohibición. En la reciente elección, la producida este año, se ha visto inundada de alcaldes que al no poder reelegirse en sus propias jurisdicciones han postulado a otras distintas y, con ello se han dado el gusto de –cuando menos- postular. En muy pocos casos, de ganar la elección. Cuestión similar se pretende con la intromisión del cuasi inocuo “en el mismo cargo”. Los congresistas ya no podrán postular como congresistas, empero si, la intención del referéndum de aprobar la bicameralidad se alcanza, entonces, los actuales congresistas podrían postular –en el peor de casos- para la posición de senadores.
Desde nuestra perspectiva el asunto es muy simple: Si comparamos la organización estatal  con la de una empresa, los congresistas vienen a ser como los gerentes del país ¿Creen que alguna empresa seria estaría en la disponibilidad de quitar a la totalidad de su directorio y a sus gerentes de un solo pepo para designar a personas que nunca han tenido experiencia en cargos similares? Es evidente que no. La inexperiencia de los nuevos, motivará descalabros en la conducción empresarial. Lo mismo para el Estado: de aprobarse la modificación, el descalabro que ya vivimos con la calidad de congresistas que tenemos no mejorará. En el mejor de los casos, para los siguientes cinco años tendremos caras desconocidas en el congreso, nuevas chapas, memes mejorados.
En el derecho latinoamericano, la reelección parlamentaria es una práctica común, empero si nos parece que es muy cara por la escasa calidad de los elegidos, al menos permitamos que los nuevos puedan aprender la tarea congresal “mirando” a los más antiguos mediante el mecanismo de la elección por tercios o por mitades, como lo sugirió el presidente García en su discurso patrio del año 2009. Lamentablemente, este es otro tema. Mientras tanto, con la reforma ya en camino solo queda aceptar o no la propuesta y, de ser el caso, posibilitar que los mejores congresistas puedan ser elegidos para una cámara distinta. ¿Será que en breve tiempo tendremos una nueva modificatoria de este artículo? Lo que me queda claro es que necesitamos mejores electores, mejor ejercicio de la ciudadanía.

sábado, 1 de diciembre de 2018

Financiación de organizaciones politicas

La segunda pregunta del referéndum está ligada a los partidos políticos y pretende la modificación del art. 35 de la Constitución. Este, ahora mismo, reconoce la importancia de los partidos políticos para la democracia, en tanto son vehículos para la formación y expresión de la voluntad popular. Afirma que es la ley la que regula el funcionamiento de las organizaciones políticas, además de reglamentar lo concerniente “al origen de sus recursos económicos y el acceso gratuito a los medios de comunicación social de propiedad del Estado” en forma proporcional a los resultados de los comicios celebrados. Siendo que ésta es la voluntad constitucional desde el año 1993, el legislador promulgó la ley de partidos políticos, Ley 28094, diez años después.
Sostiene la ley que el financiamiento político proviene de fuentes públicas y privadas. En el primer caso, asigna un porcentaje del presupuesto de la República a los partidos con el fin de asegurar sus “actividades de formación, capacitación e investigación”, además de los propios “gastos de funcionamiento ordinario”. En los hechos puede que lo que Estado ofrece sea exiguo, incluso aquello del acceso gratuito a los medios de comunicación en tiempos de elecciones, la “franja electoral”. Del financiamiento privado, se dice que los partidos políticos pueden financiarse de cualquier modo. Se menciona formas posibles: aportes de los afiliados, los dineros de actividades propias y los rendimientos de su propio patrimonio, créditos financieros, legados, donaciones, etc. Expresamente se prohíbe que en caso de aportes de personas –naturales o jurídicas- no se podrá exceder de las sesenta unidades impositivas tributarias al año. También se prohíbe: a) El financiamiento de entidades estatales o empresas de propiedad o en la que exista participación estatales, b) De las confesiones religiosas c) de otros partidos políticos y agencias de gobiernos extranjeros. Quedan obligados a tener una contabilidad de sus ingresos y sus gastos con el imperativo de conservarla hasta diez años después de haberla efectuado.
El asunto es que en el país, los partidos políticos incumplen la ley. Parecieran que son financiados por otros partidos políticos, como se acusa a líderes del humalismo, o se efectúa a través de cocteles que esconden dineros ilícitos, que es la acusación contra el fujimorismo, o prefiere no dar cuentas de su financiamiento, como ocurrió con el Apra hace tres años. La sospecha del ingreso de dineros non sanctos provenientes de la corrupción, del lavado de dinero o del narcotráfico hace que la ciudadanía desconfíe de los partidos políticos. Ello obliga, en el entendimiento de los poderes ejecutivo y legislativo, a la necesidad de que sea la Constitución la que establezca los contornos y límites del financiamiento partidario, por ello es que, al actual art. 35 de la Constituciónse le intenta introducir una disposición en la que se anota: “El financiamiento de las organizaciones políticas puede ser público y privado. Se rige por ley conforme a criterios de transparencia y rendición de cuentas. El financiamiento público promueve la participación y fortalecimiento de las organizaciones políticas bajo criterios de igualdad y proporcionalidad. El financiamiento privado se realiza a través del sistema financiero con las excepciones, topes y restricciones correspondientes. El financiamiento ilegal genera la sanción administrativa, civil y penal respectiva. Solo se autoriza la difusión de propaganda electoral en medios de comunicación radiales y televisivos mediante financiamiento público indirecto”.
Si nos tomamos la tarea de leer el nuevo texto ofrecido para el art. 35 de la Constitución y lo comparamos con los art. 28 al 30 de la Ley 28094, advertiremos que no existe mayores diferencias, salvo aquella en la que se precisa que el “financiamiento privado se realiza a través del sistema financiero”, puesto que las excepciones, topes y restricciones ya están anotados en la ley y, lo más importante, las sanciones civiles o penales para las infracciones que los partidos políticos puedan cometer aún noestán definidas. Entonces ¿Cuál es el cambio que se pretende con la modificación sujeta a referéndum? El Congreso ha excluido una frase vital, en la que se indicaba como prohibición la recepción de “aportes anónimos, de origen ilícito o de personas naturales condenadas por delitos contra la administración pública, tráfico ilícito de drogas, minería ilegal, tala ilegal, trata de personas, lavado de activos, terrorismo o crimen organizado, según la ley”. Está claro que tanto la frase excluida como el mandamiento de uso del sistema financiero para el financiamiento no requiere de una reforma constitucional, bastaría con que la ley lo establezca, empero la intención es otra: ofrecer un mensaje político a nuestros políticos de hoy.
Nuestra clase política detenta el poder a través de sus escaños en el Congreso de la República y, -como puede advertirse de las noticias de los últimos tiempos- están vinculados a presuntos hechos ilícitos, sea de corrupción de funcionarios, sea de posibles lavados de activos, sea de financiación a través de otros partidos políticos; lo que motiva una grave desconfianza.; tanta que el Poder Ejecutivo pretende disminuir concediéndole al electorado la posibilidad de realizar por sí mismo la modificación constitucional. Siendo que, el congreso inicialmente pretendía no realizar las reformas solicitadas y que se ha visto presionado para conseguirlas con el texto constitucional vigente o con el que se pretende introducir, el asunto seguirá siendo el mismo: los partidos políticos mantendrán las mismas prácticas si es que no existe una cívica voluntad de los 33 millones de peruanos de involucrase en la política para producir cambios en el modo como ejercemos el derecho a la participación en la vida política del país.
Carece de mérito que la Constitución imponga restricciones si es que no tiene un correlato en la ley penal. Leamos el art. 36 de la ley de partidos políticos. Si alguno de estos incumple los límites, restricciones, topes o prohibiciones constitucionales, en el peor de los casos se le aplicará una multa o se le restringirá el acceso al financiamiento del Estado. No existen sanciones penales y, por ello es que cuando el Ministerio Público sostiene que debajo de los partidos políticos a veces se esconde organizaciones criminales, más de un político brinca hasta el techo, porque sabe que estar preso no es mismo que una multa administrativa que no se paga.
La cuestión es ¿Se requiere una reforma constitucional sobre el financiamiento de los partidos políticos? Al menos tengo la certeza de que necesitamos compromisos ciudadanos. Vayamos al referendum y expongamos nuestro voto con conocimiento de lo que necesita el país.

jueves, 29 de noviembre de 2018

La ratificación judicial

El Presidente de la República ha convocado a un referéndum para modificar la Constitución en cuatro puntos. El primero se relaciona con la justicia: ¿Aprueba la reforma constitucional sobre la conformación y funciones de la Junta Nacional de Justicia, antes Consejo Nacional de la Magistratura? El asunto, para los jueces, es peliagudo por las funciones que se atribuyen. Específicamente aquella que anuncia: “Ratificar, con voto público y motivado, a los jueces y fiscales de todos los niveles cada siete años; y ejecutar conjuntamente con la Academia de la Magistratura la evaluación parcial de desempeño de los jueces y fiscales de todos los niveles cada tres años seis meses”.
En mayo pasado, el Poder Judicial formuló la propuesta de eliminar la ratificación septenal y se exponía tres argumentos: a.- el riesgo de afectación a la autonomía judicial, b.- la existencia de otras opciones de control: ODECMA, Ministerio Público, etc, c.- la presión psicológica que supone el procedimiento y el descuido de las obligaciones naturales del juez. Desde el CNM se rechazó la pretensión, empero en los hechos introdujo modificaciones posibilitando fórmulas abreviadas de ratificación: eliminación de la entrevista personal para aquellos que acreditaban suficientemente su valía desde la información recaudada.
La ratificación judicial, según el Tribunal Constitucional (08105-2005-AA/TC) es un procedimiento de evaluación de la confianza en el juez para el ejercicio en el cargo. En los debates del Congreso Constituyente Democrático de 1993, se argüía que la inamovilidad judicial posibilitaba la corrupción, mientras que la ratificación facilitaba la pérdida de la independencia; pero a la vez se distinguía que la inamovilidad en el cargo se reducía a la imposibilidad del desplazamiento laboral, mientras que la permanencia en el servicio se ligaba al cumplimiento de “conducta e idoneidad propias de su función”. Luego de un largo ir y venir, el Consejo Nacional de la Magistratura reconoció que la ratificación “tiene por finalidad evaluar integralmente la conducta e idoneidad de jueces y fiscales durante el periodo materia de evaluación para decidir su continuidad o no en el cargo”. El Tribunal Constitucional ha insistido en la motivación de los resultados.
El procedimiento es tortuoso. Los jueces se sujetan a distintos procesos de calificación. Cuando menos cuatro: a) El de la meritocracia, b) el de bienes y rentas, c) el de ratificación y, d) el de productividad judicial. El primero, a cargo de cada distrito judicial, tiene como finalidad evaluar la información relacionada con la capacitación y producción académica; el segundo, bajo los procedimientos de OCMA, relativo a los ingresos, bienes, ahorros y acreencias; el tercero, evalúa conducta e idoneidad funcional. El cuarto exige la contabilidad de resoluciones producidas para el cumplimiento de las metas anuales de rendimiento.
Un funcionario público debe ser controlado y evaluado constantemente. Es probable que otros trabajadores se sujeten a más de cuatro formas de calificación funcional. El asunto nuestro es que los sistemas de información no están integrados. El de la meritocracia ni siquiera cuenta con base informática. El conjunto de procedimientos, por tanto, obliga a que el magistrado se dedique hasta en tres significativas oportunidades al año a recabar su propia información y a hacerla llegar a los distintas mesas de partes –y cada cual en los formatos respectivos de cada órgano responsable de su custodia- lo que exige tiempo y dedicación, pero a la vez motiva frustración y desasosiego por el hecho de advertirse que se repite la misma tarea vanamente.
Insistiremos en el asunto de la ratificación. En los últimos años, el CNM exige que la información sea proporcionada de forma paulativa y dentro de septenio. Obligadamente cada año hay que presentar el Informe de Organización del Trabajo (IOT) que es una combinación de la información requerida para la meritocracia y para la productividad judicial, añadiéndosele alguna otra relativa a la conducta. También se exige “subir” a la nube sentencias y/o expedientes para su posterior calificación y, adicionalmente, el juez –desde su voluntad- puede actualizar su propia información personal. El asunto es ¿Qué mérito tiene actualizar la información si es posible que la reglamentación sobre la misma cambie intempestivamente? En el año 2015, aproximadamente, se implementó el sistema informático y se exigía subir una sentencia por año; en el año 2016 se impuso la obligación de ocho sentencias anuales. Unos meses después, se dejó de lado tal imperativo por la oposición nacional de los jueces y fiscales, el asunto quedó en el limbo y, el 2017 se volvió al requerimiento inicial. Así mismo, en algún momento se requería información confidencial de hijos y de la pareja, cuestión que fue gravemente cuestionada por afectaciones a derechos constitucionales de personas ajenas a la función judicial.
Al tiempo mismo de la evaluación, en el año séptimo, la información que se exige es exagerada: movimiento migratorio, multas vehiculares, registros INFOCORP, de quejas en ODECMA, de sanciones administrativas, de procesos judiciales, de denuncias ante el Ministerio Público, de licencias laborales, de periodos vacacionales, de tardanzas e inasistencias, de denuncias policiales, gastos de familia, estado de salud, de pago de arbitrios municipales, de bienes patrimoniales, de estudios realizados, etc. Si tan solo la base de datos de OCMA y el de producción judicial se ligara al sistema del CNM nos evitaría una engorrosa tramitología, y si el órgano de meritocracia tuviera informatizada la información, el asunto sería tal natural como los movimientos de un pez en el agua. No tiene mérito que a la ratificación nos vuelvan a pedir copia del título profesional, de la resolución de nombramiento, del DNI, etc.
Si tan solo existiera un único registro, con estancos separados y, a la vez, compartidos, la ratificación dejaría de ser una tortura. La politización de los jueces es una posibilidad (nos lo demuestra los audios de Hinostroza y Rios), empero también es cierto que el procedimiento de ratificación debe dejar de ser un retorcido y convulsivo camino, en el que el destino se hace incierto porque la regulación que la motiva es cambiante en periodos tan cortos, que desincentiva a ofrecer información por el temor a su ociosidad para el propósito de la ratificación. Las evaluaciones son siempre buenas. Hay que encontrar el procedimiento objetivamente adecuado y razonablemente transparente que asegure resultados vinculados en estricto a la conducta e idoneidad del juez calificado, en una resolución debidamente motivada. Una evaluación parcial de desempeño a la mitad del septenio ¿es saludable? 

lunes, 26 de noviembre de 2018

CNM o JUNAJU

Elegir personas es siempre un problema. Se enfrenta a dicha situación el docente de aula para designar al mejor alumno, el padre de familia cuando pretende que alguno de sus hijos realice una tarea especial y compleja, el litigante al momento de elegir al abogado competente para que defienda su causa, el pueblo para elegir a sus gobernantes.
La designación de jueces es también un problema. Se presume que los ciudadanos están en aptitud de elegir a cualquier representante; empero los resultados de la política posibilitan concluir que no siempre es así. Sólo algunos de los confederados de los Estados Unidos Norteamericana mantienen la elección de jueces mediante sufragio universal. La segunda posibilidad de elección judicial pasa por la intervención del Poder Ejecutivo y del Poder Legislativo y una tercera opción es que sea el propio Poder Judicial el que se encargue de la tarea. El país, con la Constitución de 1993, prefirió una forma censitaria, en la que una institución, ajena a los poderes clásicos estatales, sea quien designe a los jueces del país a partir de un concurso de méritos.
El sistema censitario es una  forma de elección que concede capacidad de voto tan solo a una porción del universo de posibles electores, con el ánimo de asegurar no sólo la calidad del votante sino también la del elegido. El Consejo Nacionalde la Magistratura (CNM) es el encargado de seleccionar, nombrar, ratificar y destituir jueces. A su vez, el CNM es elegido desde un universo particular de electores: los rectores de las universidades del país, la totalidad de profesionales agrupados en colegiosprofesionales  y, los jueces y fiscales supremos.
Como se advierte, los jueces profesionales –aquellos que se sujetan a la carrera judicial- son elegidos, indirectamente, por los profesionales del país. El asunto es que el reciente escándalo de compra y venta de puestos judiciales por el defenestrado Consejo Nacional de la Magistratura, ha expuesto la falencia del sistema ¿Qué el conjunto de miembros de los colegios profesionales elija a los jueces nacionales es garantía de autonomía e independencia judicial? El Congreso de la República, a insistencia del Poder Ejecutivo, ha planteado modificaciones a la regulación constitucional del órgano elector de jueces, que resumiremos:
a.- El Consejo Nacional de la Magistratura cambia su nombre. Se llamará Junta Nacional de Justicia y se conformará con cinco miembros.
b.- Mantiene todas las prerrogativas anteriores a la modificación. Los jueces se ratifican cada siete años, pero a la mitad del periodo se sujeta a una “evaluación parcial de desempeño”, que posibilita su destitución.
c.- Además de destituir a los jueces de cualquier instancia, adquieren el poder de amonestar o suspender a los jueces supremos. Serán los encargados de registrar las sanciones de los jueces.
Lo interesante de la reforma es la elección de los miembros de la Junta Nacional de Justicia. Como hemos dicho, se efectuaba por sufragio universal de la totalidad de miembros de los colegios profesionales; empero a partir de la modificatoria, la elección se efectuará por una especie de junta de notables denominada “Comisión Especial” que se conforma por siete personas: el defensor del pueblo, el presidente del Poder Judicial, el fiscal de la nación, el presidente del Tribunal Constitucional, el contralor general de la república y dos rectores elegidos de las universidades, públicas y privadas, con más de 50 años de antigüedad. Sin perjuicio de estas exigencias de mérito, los comisionados especiales deben cumplir con otros requisitos materiales previos: nacionalidad, edad, ejercicio de derechos, tiempos de ejercicio profesional de abogado, ausencia de condenas previas y, finalmente, reconocidas trayectoria profesional y solvencia moral.
Como se advierte, la elección de los jueces en el país sigue siendo censitaria. No importa ya la profesión, sino que el legislador constitucional ha preferido destacar el ejercicio de la profesión y las cualidades éticas de cada quien.  Más allá de ello, corresponde precisar la necesidad de asegurar, mediante ley, que los procedimientos de selección –ahora ya de los jueces mismos- sean trasparentes, aseguren la atención de los méritos de los postulantes y posibiliten la igualdad en el trato. Recuérdese, que el escándalo no deriva de cómo fueron elegidos los defenestrados magistrados del CNM sino en la forma como éstos, en ocasiones, ejercían la función: comprando y vendiendo favores. Eso, lamentablemente, no podría ser garantizado ni por el sufragio de la totalidad de profesionales del país ni por el menguado universo de los siete notables.
Si el asunto de la elección con el desaforado CNM era la de  elegir a “los mejores amigos”, entonces el problema es la trasparencia del sistema de evaluación de postulantes. Así, es preciso que el reglamento adquiera calidad y se prohíba la indiscriminada actividad modificatoria a la que se sometía y estábamos acostumbrados, además de agregarse la regulación del espaciamiento temporal entre los concursos. En el acceso a la carrera judicial en España, por ejemplo, la práctica –con intención de trasparencia, publicidad, objetividad e igualdad- exige que el concurso de selección se realice bienalmente. Esta costumbre en dicho país ya tiene más de veinte años y asegura la realización adecuada de los concursos, reduce la posibilidad de la negociación política de los puestos y permite tiempo suficiente para que los interesados puedan prepararse. La finalidad es que, por la definición de fechas específicas para la convocatoria de concursos, la trasparencia del proceso y el mérito de los postulantes seanlos favorecidos.
En nuestro caso, la constante y sucesiva realización de concursos a la que estábamos acostumbrados, cae –ahora- en el oscuro vacío de la sospecha. Corresponde que el recientemente creado JUNAJU –una vez que se elija a sus miembros- se avoque al conocimientode los procesos sospechosos –como ya se ha anunciado en medios de comunicación- pero también a reflexionar respecto de cómo asegurar la mayor transparencia posible de la elección de jueces bajo un régimen objetivo y público de calificación de méritos.
Necesitamos excelentes jueces, exigimos excelentísimos electores. El asunto es, siempre, de personas.

martes, 20 de noviembre de 2018

Huevitos

“¡Señor Juez!, No hay nada! El Ministerio Público trae un asunto intrascendente. El acusado es profesor de educación física y, aunque materialmente «le ha tocado los huevitos» a su alumno, tal hecho carece de trascendencia penal… Hasta la directora se rio de la broma. Se limitó a decir: «Ud. se pasa, profesor»”. El Ministerio Público duplicaba sus alegaciones argumentando que tratándose de las partes pudendas, cualquier tocamiento era detestable: “Imagine Ud. Señor juez que el niño (al que ahora anotamos comovíctima) pasa junto a la señorita secretaria y mete la mano en su trasero ¿se reiría de la broma como pretende la defensa?
El hombre ya peinaba canas. Tenía casi 35 años al servicio de la educación. Había logrado hartas medallas y reconocimientos. En realidad con esos años de trabajo, no sólo los exalumnos le hacían loas y cumplidos cada que lo encontraban en alguna de las fiestas de aniversarios de los centros educativos donde había laborado, sino que el propio Estado le había reconocido el mérito de los años en servicio,  mientras el colegio de profesores en encuesta de docentes había consignado que sus colegas le reconocía su destacado trabajo con los niños y, en particular aquel que realizaba sin remuneración en un asentamiento humano donde apenas había una cancha deportiva hecha de arena con su arcos de guayaquiles en los que le daba pelea al riesgo de las drogas con el convivían esos chiquillos.
El Ministerio Público, no obstante, había hecho su trabajo. Decía que, entre los docentes –testigos de conducta- había un par que contarían de aquella vez en la que el acusado peleó a mano limpia con un padre de familia por el solo hecho de que éste le reclamó airadamente la nota desaprobatoria de su hijo. Era un sujeto iracundo, de reacciones violentas, incapaz de contenerse. Y de hecho, era probable que se presente a juicio un trabajador de servicio que daría detalles de aquella oportunidad en la que desafió al propio director de la institución solo porque no le permitieron el uso de los balones de fútbol para un evento deportivo interbarrios. El hombre de la limpieza habría de testimoniar que estuvo a punto de mentarle la madre, pero que no lo hizo sólo porque advirtió su presencia. Claro. Si estamos frente a un sujeto incapaz de contener sus impulsos de ira, ¿podría, acaso, contener aquellos otros, relacionados a los bajos instintos, a las inclinaciones del placer sexual?
El hombre había perdido peso y había ganado años desde la denuncia hasta que lo notificaron para el juicio. El proceso penal lo tenía en agonía moral. Rezongaba cada noche recordando aquella mañana en la que uno de sus pupilos, había llegado riéndose de su compañero y, jalándolo a su presencia, le mostraba que el agraviado había roto su short… El hombre tuvo ganas también de reírse y, de hecho ya lo hacían los demás, incluida la profesora asistente, que aunque no reía como los niños, se carcajeaba para sus adentros…. Al verle su cara compungida y la vergüenza que se dibujaba en el rostro del chiquillo, aprovechando que estaba parado sobre sus rodillas, vio la enorme descocedura del pantalón corto y, atinó a pulsearlo mientras decía: “esos huevitos al aire… cuidau se te rompen” y, mientras los demás se revolcaban de risa, el mismo niño perdía el retraimiento de la embarazosa circunstancia. Le dio su propia casaca para que se cubriera y fuera llevado al baño para que se cambie de ropas.
Una madre de familia, de aquellas que se preocupan hasta demás, acompañaba a los niños desde el filo de la pista de cemento, había visto como el niño que se reía de aquel al que se le había roto el pantalón, mientras lo jalaba, pedía, sin decirlo, ayuda al profe y, éste, en lugar de llamar al orden por el bullicio y la risas burlonas, decide tocar al niño “en aquellas partes que son las más sagradas de cada uno”. En juicio relató los hechos tal como hasta ahora vienen conocidos y, remató: “imagine Sr. Juez que el niño agraviado fuera su hija”. La mujer que le acompañaba esa mañana a la madre de familia denunciante, refirió los hechos más o menos del mismo modo y, sostuvo con energía que le pareció de mal gusto que el profe haya metido la manos en las parte del niño y, que se agravaba la situación porque también se reía y hacía chacota con los demás niños cercanos al hecho. Después de eso, le había recomendado a su hermana –que tiene un hijo con el mismo profesor acusado- le pida al colegio lo aparte con otro profesor de educación física.
La agonía moral del acusado no sólo suponía el natural temor de ir preso, sino también el de su propia trayectoria y, por sobre ésta, la propia conciencia de inocente atormentándolo noche y día… Sabía que lo era y le había pedido la Mechita, a la de Paita, a la patrona de los reclusos, le conceda la gracia de la sabiduría a los que hacen la justicia de los hombres.  Ante el silencio de la Madre del cielo, eran buenas las palabras del consuelo de su propia esposa. ¿Y cómo va el juicio? le preguntó ésta, mientras que él anotaba que por recomendación del defensor solo estuvo presente en la primera audiencia. En la siguiente lo esperó en la plaza de al frente del edificio de justicia. La mujer lo miró con reparó y preguntó: “¿Qué sabes del juez? Y sin dejarlo tomar la palabra continuó: “Si crees en Dios, si sabes cierta tu inocencia, si confías en la justicia ¿No sería mejor que el juez viera tu cara? ¿Acaso no dices que los ojos son los reflejos del alma? Pide la palabra –aunque tu abogado diga lo contrario- y cuenta lo hechos tal como ocurrieron. Esa es la verdad y, ésta te hará libre. Todo lo demás… ya no depende de ti”.
El juez Emulán Ertiara ha citado para continuar el juicio y solo falta leer algunos documentos. Luego de ello, la sentencia. En el alma del aspirante a condenado sigue resonando las expresiones del fiscal: "Así como sabemos que no es bueno meter las manos en las brasas ardientes, así mismo sabemos que la prohibición de meter las manos en la sexualidad de las personas, más si están bajo nuestro cuidado".
Su libertad, ahora, es tan frágil como los huevitos de una paloma cuculí.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Publicidad procesal

“El público me pone nervioso…. Y si son periodistas, peor”. Así culminó la conversación entre el especialista de audio y el juez. Mediaba una sonrisa de ingenuidad, confundida con el ánimo cómplice de no contradecir. El secretario de audiencias desde su próxima experiencia de todos los días, alegaba que de ordinario los periodistas solían tener acceso a las audiencias, incluso en aquellas donde  se ventilaba la libertad de algún indeseable. “¿Parece Dr. que el Código Procesal Penal en el título preliminar y en el art. 1, señalan que el juicio es público?” le indicó como argumento, pero fue desestimada la pretensión con un tajante “pero el director de la audiencia es el juez, por tanto, es preferible que no haya nadie en mi sala de audiencias”.

Los partidos de fútbol suelen ser un espectáculo de masas. El público y la hinchada son inevitables. ¿Quién no ha sufrido por el fútbol? En el 2005, los hinchas de los equipos colombianos Santa Fe y Millonarios habían hecho destrozos en los partidos previos, por lo que se sugirió  una serie de medidas a los directivos de los respectivos clubes para evitar los hechos de violencia de sus propias hinchadas. El alcalde de la ciudad de Bogotá, un tal Eduardo Garzón, ante la violencia expuesta entre aficionados de uno y otro equipo anunció: "O los hinchas se calman o los calmamos". No hubo de otra: el partido se realizó a puerta cerrada, en medio de un “ensordecedor” silencio.

“Wetten, Das?” fue un programa de espectáculos alemán. Tres eran sus atractivos: la ausencia de cortes publicitarios, el segmento de cosas increíbles en el que personas realizaban actividades poco usuales. Alguna vez se presentó un granjero junto con varias de sus vacas, para reconocerlas –con los ojos vendados- a partir del sonido que producían sus quijadas al masticar manzanas y, el tercer espacio de interés era la presencia y actuación de algún famoso. Eran los primeros días de diciembre y, Samuel Kosh (de 23 años) intentó saltar sobre un automóvil en movimiento, pero el cálculo fue insuficiente y, se golpeó gravemente. El programa, en esa eventualidad, suspendió su trasmisión. El cantante que estaba programado para presentarse minutos después, canceló su presentación y pidió oraciones por la salud y vida del herido.

La autoridad administrativa decide realizar un censo a nivel nacional. Organiza la actividad con varios meses de anticipación y, se recomienda inamovilidad de las personas, con la precisión de permanecer en sus casas para evitar duplicidades u omisiones en la información censal. La programación de la actividad cívica  se preveía su realización desde las 8.00 am hasta las 5.00 pm. La Iglesia, reconociendo el fin pretendido con la medida, ordena la suspensión de misas durante el horario en que se realizará la tarea encuestadora. También dispuso el cierre de las iglesias.

La publicidad del juicio oral es la regla general en el modelo procesal penal, como lo es en los partidos de fútbol, los programas de espectáculos y los rituales religiosos dominicales de la Iglesia católica. Empero, habrá que reconocer excepciones. Éstas deben tener siempre una explicación razonable y objetivamente aprehensible. Se atiende como fundamentos razonables: la violencia de masas, la sangre del excéntrico participante y la facilitación de la actividad ciudadana para la suspensión de publicidad en los actos antes señalados.  Si es un asunto de ley, corresponde que esa excepción se encuentre anotada también en la ley.

El juicio oral, pese a que es público, según el art. 357 del Código Procesal Penal, solo podrá reservarse para salvar el pudor, la vida privada, la integridad física de alguno de los participantes o cuando se afecte gravemente el orden público o la seguridad nacional y, cualquier otra que se exponga en la misma norma procesal o en norma específica. Un asunto particular es la identidad de menores: el artículo 6 del Código de los Niños y Adolescentes señala expresamente que, cuando un menor interviene de algún modo en un delito, deberá mantenerse en reserva su identidad, lo que obliga a que, las audiencias se efectúen de forma privada. El Pacto de Derechos Civiles y Políticos, artículo 14, 1, señala que las sentencias en materia penal siempre serán públicas, salvo que se necesite preservar los intereses de menores de edad. En los procesos de querella, la norma precisa que la exclusión de la publicidad se limita al ámbito de la conciliación, señalándose que, en caso de que las partes no lleguen a ningún acuerdo, “continuará la audiencia en acto público”.

Si el juez no precisa el motivo de su decisión de juicio a puertas cerradas, entonces la decisión se justifica en su mero voluntarismo, en la simple facultad de poder hacerlo, en su arbitraria voluntad.  No basta su nerviosismo como justificación. El nerviosismo tampoco podrá salvarse encubriéndolo bajo la pretendida opción de salvar “el honor de las partes”, cuando los actos en cuestión son acusaciones públicas de casi todos días.

Las cosas, como son.

viernes, 26 de octubre de 2018

ApariENCIAS

El domus públicae era su nueva morada. El recientemente adquirido cargo de sumo pontífice le daba derecho a poseerla. Era un edificio suntuoso. Es probable que superara los 507 pies por un lado y, en el otro extremo, los 135 pies; dígase que pudo tener aproximadamente unos seis mil metros cuadrados. Era su nueva vivienda. Las victorias militares, la diplomacia interna, las alianzas políticas y la fervorosa aclamación del pueblo de aquella vez que pronunció el laudatio funebris a la muerte de su tía Julia, le había permitido ser el más alto representante de la religión romana. Se ubicaba muy cerca de la casa de las vestales, en la Vía Sacra, una de las más importantes calles de la Roma de los últimos tiempos republicanos.

Corrían los últimos días de noviembre y las sacerdotisas dedicadas a la diosa Vesta ya habían acumulado lo suficiente para la fiesta de la Buena Diosa, la “Bona Dea”. Los animales para el sacrificio, los cantaros de vino, el agua purificada, las frutas secas de oriente, las hierbas aromáticas, se guardaban en los cellarium acondicionados sacramente, mientras que la sacerdotisa mayor, la Vestalium Maxima, ya había dispuesto lo necesario para que las pallas y los sufíbulos estén límpidos para el ritual. Las pallas eran esos tipos de chal que las matronas romanas solía llevar por encima de cualquier ropa. En el caso de las vestales, su color era el blanco, elaborado desde la primera lana de los ovinos criados para la ocasión. Se sujetaba a la altura del hombro con unas especies particulares de alfiles y, los sufíbulos eran las prendas de cabeza, también de lana, pero trabajadas de forma muy elaborada. Tanto que parecían sedas. Todo estaba debidamente acondicionado y preparado un día antes: los alimentos, bebidas, frutas, ornamentos, vestidos, encajes debían acondicionarse en la domus publicae del pretor. Correspondía a la matrona asegurar que, no hubiera en el lugar ningún varón o animal macho que pudiera corromper la sacralidad de los objetos y alimentos dedicados a la diosa.

Cayo Julio Cesar y la servidumbre masculina habían abandonado la edificación, desde hacía un par de días. Sólo se había quedado un par de núbiles, jóvenes varones, presuntamente vírgenes, que ayudarían a la sacerdotisa en el traslado de algún mueble u ornamento que ellas mismas, por su peso, no pudieran trasladar. Sin embargo, para el momento mismo de los actos sacros también tendrían que abandonar la casa, incluso antes de las oraciones de expurgación del edificio, previas al inicio del ritual. Aurelia, la matrona de más años y, por tanto de mayor jerarquía, en afán de pulcritud religiosa, había mandado a quitar el letrero que anunciaba “Caveat canem” (cuidado con el perro), en razón a que la palabra “perro” estaba escrito en masculino. Las oraciones de purificación y propiciatorias se habían expuesto en la secunda hora del día, cuando los rayos del sol ya alumbraban suficientemente y hacían inútiles a las antorchas. El resto del día la matrona, la sacerdotisa mayor y las vírgenes vestales se dedicarían, unas a las labores de cocina, otras a la oración y, un tercer grupo al cuidado de las fronteras la domus publicae, con el ánimo de alejar a los intrusos.

Era la noche del 04 de diciembre del año 64 a.C, y ya las mujeres patricias se daban cita para la festividad en la casa de la matrona Pompeya, esposa de Julio César y anfitriona de la celebración. Se había cuidado los mejores recibimientos para cada una de las allegadas. Había mucho que agradecerle a la diosa de la abundancia, de la fertilidad y de la salud; también había mucho que contar. Los tiempos ordinarios eran escasos para conversar de las hazañas de los esposos y de los hijos en la guerra, de los amoríos de las pubescentes, de las proposiciones para los matrimonios con las familias vecinas. Era también un tiempo para la negociación: las mujeres hablarían de política por encargo de sus maridos, concertarían los cargos públicos y cotorrearían de las relaciones clandestinas, de las amantes de sus maridos o de las que fueron abandonadas… Era una noche para la diosa, una noche para las mujeres… Una noche femenina. 

Cada quien estaba adornada con sus mejores prendas y exponía en sus delicados pies sus más finas sandalias. Los inciensos notificaban el inicio del tiempo sagrado, la presencia de la sacerdotisa mayor, en la galería de columnas cercana a los jardines, así como el avivamiento del fuego sagrado anunciaba las preces introductorias del ritual. A pocos minutos de los preparativos iniciales, un grito desesperado rompió la sacralidad nocturna: “vir domo, vir domo, vir domo”, se escuchaba mientras unos pasos acelerados se acercaban… Las sacerdotisas había capturado a un hombre vestido de mujer, lo tenían sujeto por los brazos, e intentaban –pese a la oposición masculina- trasladarlo hacia el peristilo doméstico, que era el espacio donde se acomodaban las mujeres. La sacerdotisa mayor, dejó caer el rollo en el que se anotaba las oraciones y, corrió al encuentro de las vigías seguida del tumulto femenino. Le arrancó las prendas de mujer y con su propia palla, le quitó las pinturas de la cara para lograr su identificación; a la vez que, el hombre aprovechando el descuido de sus vigías escapaba por los pasillos y saltando las vallas de la casa. Era Publius Claudius Pulcher. Todas lo habían visto. Había logrado traspasar los muros y probablemente se escondió entre los varios habitáculos que conformaban la casa del pretor. Quizá en alguna de las bodegas en las que se guardaban los aparejos militares del “dominus”, quizá en algún pasillo subterráneo; empero su intromisión le ponía un epitafio al culto convocado: una casa profanada era indigna para los ceremoniales de la diosa buena, por lo que se declaró que el ritual ya no tendría ningún efecto… Las mujeres, de a pocos, se fueron retirando mientras las autoridades tomaban conocimiento del asunto.

Empezaba un nuevo escándalo social ¿Qué buscaba Claudio en la casa de Pompeya cuando no estaba su marido? El protocolo requería una nueva entronización del domus públicae, por lo que Julio César se negó a regresar al mismo hasta que el juicio contra el intruso defina su nueva condición. Las iniciadas y la sacerdotisa mayor, así como algunas las dignas señoras presentes en la festividad declararon en juicio pero no fue suficiente para lograr una condena; sin embargo en colectivo social seguían las preguntas de detrás: ¿Era Pompeya amante de Claudio o es que éste pretendía tan solo exponer su díscola conducta quebrantando las normas religiosas de la Roma republicana? ¿Le habían hecho "la marca con los dedos así” al gran Julio César?

El juicio contra Claudio terminó. Dicen los entendidos que su aristocrática familia -muy bien relacionada por los patricios que conformaban el jurado- amparada en arreglos políticos, ofertas de puestos públicos y aditamentos dinerarios consiguieron la declaración de inocencia; no obstante que, en el juicio las matronas y sacerdotisas declararon haberlo visto directamente a la cara. Las testigas también declararon no saber el motivo de la infiltración, y a pesar de eso, Pompeya nunca se libró de las suspicacias y de los dimes y diretes de la alta sociedad. Julio César decidió el divorcio y, en su favor argumentó: “Considero que los míos deben estar tan libres de sospecha como de culpa”, que es una forma refinada de anunciar lo que ahora decimos de modo popular: “la mujer del César no solo tiene que ser sino también parecer”.

Que tengan un buen día.

lunes, 15 de octubre de 2018

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La madrugada perdió la calma con los ayes de un parto mal venido. La mujer rompía la tranquilidad del sueño de sus pequeños con quejidos que llevaban a su marido de un lugar a otro: de la cocina a cama y de la cama a los fogones. Le preparaba tizanas, la abrazaba y hasta le hablaba “con rigor” con el ánimo de forzarla a la tranquilidad... Tampoco tenía mucho más que ofrecer. Veía que, cuanto más se quejaba de dolor, mayores era los movimientos en su vientre…. La mujer sospechaba que eran dos y, así lo decía en sus lamentos.... “Están cruzados”, remataba.

A los llamados del padre, su hijo mayor, haciendo de su miedo, tripas-corazón, aperó rápidamente la mula frontina y, salió hincándole los ijares para acelerar el paso. No había en aquellos días ni telefonía ni nada que se le parezca… En el mejor de los casos, los silbidos –y hasta donde alcanzaran- eran la forma de comunicarse entre vecinos. De hecho, las casas se acomodaban en las faldas de los cerros y se distanciaban una de otras sin otro reparo que un silbido no pudiera salvar, pero nada más. Una noticia demoraba lo que tardara un viandante en llegar de un lugar a otro. En los más de los casos, el galope de un caballo acortaba los horarios. El muchacho corrió en la mula y al apuro del veloz taconeo, a casi una hora de su casa, los perros del lugar le ofrecieron sus ladridos. “Doña Epifania, Dña Epifania” gritaba a la distancia… El silencio de la noche trasmitía con nitidez sus llamados así como el galopante taconear de su mular. Cuando ya estaba próximo a la cerca de protección de la casa, la silueta de un hombre se dibujó debajo del quicio de la puerta principal… “¿Quién sos?” El muchacho, replicó anunciando su nombre, y para mayor referencia añadió: “Hijo de Dn. Pepe… el de Chicama…. Agitado continuó: “Disculpe la impertinencia… mi amá, está con dolores del parto y pide la asistencia de doña Epifania, por favor…”

Un “Ay, Madre de Señor, apiádate de tus criaturas…” en voz de mujer se escuchó de detrás de la puerta, mientras unos pasos se alejaban de ella… “Espérame muchacho….”. En aquellos días, en el segundo decenio del siglo XX, las mujeres se ataviaban con vestidos largos, de una sola pieza, de botones por el frente que iban desde la base de la garganta o el cuello hasta la altura de los tobillos, o se acomodaba extensiones de tela que permitían sujetar los encajes y telas al cuerpo de las damas. Los cierres o cremalleras aún no se inventaban o, de existir, no eran comunes por estas geografías. La mujer apuraba su propia vestimenta… El marido, corrió hacia el postigo y desató el caballo moro, su fiel compañero, y mientras lo aperaba, le iba diciendo… “Corre muchacho, corre con cuidado, que llevas a mi mujer en tu lomo, la urgencia amerita tus mejores pasos…” El de la mula, esperaba impaciente… “¿Cómo está la señora?” le preguntó el hombre para aliviar su intranquilidad… “No te desesperes… Que cuando Dios quiere, no hay quien se oponga y, de hecho por algo ha querido que ya estés aquí… Tu mamacita estará bien. Mi mujer ya ha tenido varios partos: tus hermanos menores y los hijos de tu hermana han nacido de ella".

Su intención traquilizadora se perdió ante los gritos de su propia mujer: “Deja de conversar caracho y dame una manito…. Apuuura hombre que el tiempo es oro…” El hombre corrió hacia el interior y, mientras la mujer metía en una talega hierbas para las infusiones y lavativas propias del parto, le pedía le alcance la “cajita” que estaba encima del armario y le ordenó, a la vez que le alcanzaba una bolsita de tocuyo: “Mete todos esos pañitos, en esta otra bolsa" y remató: "Son dos criaturas. Hay necesidad y apurancia…”. Mientras hablaba y hacía lo que hacía, calladamente, elevaba sus oraciones, encomendándose a la Madre de Dios, para que le ofreciera su sabiduría, la fuerza y el pulso necesario, la calma y la paciencia requeridas en la nueva tarea que se le encomendaba. La mujer, conocedora de su oficio, metía sus ornamentos e insumos en una pequeña alforja que la atravesó por su espalda… Logrado todo, corrió a la tranquera “Vamos Morito”, le dijo a su caballo y, mientras montaba en el noble animal, le anunció a su marido: “Regreso cuando pueda… y no se te ocurra salir detrás mio. Aún son las 2 de la madrugada yyyyy… la noche es peligrosa”. Al emprender la carrera, se le oyó decir: “Si una vida está por nacer, entonces la muerte ronda… ambas siempre andan juntas”.

En la distancia y, cuando los perros dejaron ya de ladrar, se escuchó el relincho del caballo moro, que ofrecía sus mejores y más largos galopes para romper la distancia que le separaba de la mujer a punto de parir. La madrugada estaba enterita.

lunes, 1 de octubre de 2018

Contumaz

Ticio Septimo tiene una acusación por violación sexual. Fue citado para su audiencia de juicio oral para el 20 de junio pasado. No se presentó: su abogado le habría advirtido que tenía las de perder, pues no sólo se ofrece  la declaración (en cámara Gessel de la agraviada) sino también las anotaciones de anamnesis de la misma en las pericias médica y psicológica. Los informes mismos eran contundentes y, los peritos que las suscriben pocas veces se no se presentan en juicio. Añádase el video de la cámara de la municipalidad que permite ver como Ticio, aprovechando la soledad de la vía, jala a Clelia Marcela llevándola a rastras hacia la oscuridad… El abogado pareciera tener razón cuando le dice que hay muy poco que hacer.

El juez de la causa programó ocho horas para la audiencia de Ticio Séptimo; en las que se escucharían las alegaciones de las partes, la visualización del video de cámara Gessel, la declaración de los peritos, la lectura de documentales y la presentación de los testigos que ayudaron a Clelia la noche de los acontecimientos, además del médico que le prestó auxilio cuando ingresó inconsciente por emergencias del hospital de la localidad. A esas ocho horas, tendría que sumársele las tres horas, necesarias para la elaboración de la sentencia.

Ticio ante el temor de perder la libertad no se presentó en la fecha señalada. La no presentación del acusado motivó la pérdida de ese tiempo del juez y de los demás servidores judiciales. En realidad, se dedicó a otras actividades jurisdiccionales, que de ordinario son adicionales: intromisión de otras audiencias, atención de resolución en el sistema electrónico, quizá la de algún contumaz, etc. etc. En realidad el tiempo en un despacho judicial es muy valioso: la agenda de audiencias a este tiempo está copada hasta las siguientes ocho semanas.

Ticio Septimo fue aprehendido anoche y, su abogado solicita la realización del juicio de su representando en el plazo más breve y, dentro de las 48 horas siguientes “como manda la Constitución”. Si la agenda está completa hasta las siguientes ocho semanas y, en las siguientes 48 horas ya hay programadas audiencias en las que –en caso de no realizarse- se corre el riego de quebrar el juicio, lo que significa volver a empezar ¿Es justo que Ticio Séptimo pretenda que se le atienda rápido cuando en la oportunidad que se le ofreció prefirió huir? ¿Será justo, en comparación, que en la cola de los que esperan la venta del pan se atienda con preferencia a aquel que llegó tarde solo porque  quiso dormir unos minutos adicionales?

La realización de un juicio penal no es tan simple como ponerse en una cola de espera del pan de la mañana. La audiencia del 20 junio (que el acusado desestimó) se programó con anticipación en atención a varios factores: a. La agenda jurisdiccional, b. El número de personas que se presentaría en el juicio, incluyendo testigos y peritos, c. La cantidad de documentos que se leerán en audiencia, d. los lugares a donde se dirigen las notificaciones (no es lo mismo notificar a un testigo que vive en el cercado de Piura a que a otro que domicilia en Rangrayo, Frias), e. El tiempo oportuno para que el acusado y el Ministerio Público organicen sus respectivas estrategias de defensa, etc., etc.

No es cierto que la Constitución mande que los contumaces deban ser atendidos dentro de las 48 horas. En realidad, la Constitución dispone que los detenidos en flagrancia  sean puestos a disposición del juez dentro de ese tiempo. El asunto es que, Ticio Septimo no es un ciudadano detenido para que el juez defina su situación jurídica; sino que, ya tiene una situación jurídica específica: es un contumaz, un ciudadano en franca rebeldía contra el sistema de justicia; por tanto, deberá sujetarse a los reacomodos de agenda, a la necesidad de volver a notificar a los intervinientes, de asegurar la participación de los testigos. En ese sentido, es necesaria su atención, pero tampoco es que el juez tenga que dejar de dormir o que los otros justiciables tenga que sacrificarse para que el “niño bonito”, Ticio Septimo, sea atendido dentro de las 48 horas solo que tuvo la mala suerte de ser capturado.

No es lo mismo para el derecho, un ciudadano “aprehendido en flagrancia delictiva” a que, otro aprendido en condición de “contumaz”. Este último, de modo similar que el anterior, es sospechoso de haber cometido delito; pero a diferencia, el reproche que se le hace es mayor: no solo por ha expuesto su voluntad de indisciplina y rebeldía frente a la justicia sino también porque se tiene en su contra una acusación específica de hechos, pena y reparación civil.

Así como la justicia ha esperado la captura del acusado contumaz, ahora corresponde que él espere el tiempo prudente y necesario para preparar su enjuiciamiento: verificar agendas (incluyendo la del fiscal), apretar otras audiencias (con la probable queja de otros justiciables y abogados), notificar a los órganos de prueba, etc.

Caballero Ticio Séptimo: espera tu turno.  Hay que buscarle espacio a tus nuevas ocho horas que definirán tu futuro... Ten un poco de paciencia. No se te pondrá al final de la cola (a dos meses de la agenda ya existente) pero tampoco pidas que se deje de atender al que ya estaba en la ventanilla misma.

jueves, 6 de septiembre de 2018

Complicidad

La campana, esa que nos hacía correr, ya había sonado. Los chiquillos que aún distaban de la escuela y, aquellos otros que ya estaban en ella apuraban el paso para evitar la anotación de tardanza. Al frente de cada salón, los chiquillos que pertenecían a cada grado formaban dos columnas para ingresar de uno en uno y acomodarse en esos viejos pupitres, testigos de tantas travesuras… “Eeyyy alumnooo” gritó la profesora. Le llamaba a atención a uno que había esperado justamente el último talán de la campana para correr hacía los baños… Los delegados de aula, peleaban con los suyos con el ánimo de alcanzar el orden de las columnas estudiantiles para lograr el ingreso ordenado las aulas.

El profesor ya había ingresado muy tempranamente, como solía hacerlo. Aprovechaba las primeras horas y la media hora previa a las campanadas para adelantar los textos en la pizarra de cemento, corregir exámenes o anotar las notas en el registro correspondiente. Sus bien plantados treinta y pico de años, las formas con las que imponía autoridad con los suyos y, probablemente su exquisito juego en la cancha de fulbito del mismo centro educativo no habían pasado desapercibidos para una recién llegada profesora que, por desconocer la localía, aprovechando la vecindad de los salones y probablemente hasta la coetaneidad se hicieron amigos… La necesidad de una tiza, papel o el lapicero de tinta con que anotar se convirtieron en pretextos para las visitas de uno para el otro en los salones mismos.

Aquella mañana discutían sobre la necesidad de estudiar ciencias sociales y religión, en razón al contexto social en el que nos encontrábamos. Aun recordaban el viejo texto “La educación del hombre nuevo” de Salazar Bondy y planteaban los problemas de sus propios alumnos, de aquellos que no tenían interés por estudiar, aquellos otros que teniéndolo se quedaban en dormidos a media mañana porque el agüita de anis había sido insuficiente tanto como el pan en la mesa de la casa. Afirmaba ella que, la educación no se limitaba solo a aprender a leer y escribir, a sumar y multiplicar; sino que era necesario que los niños conocieran su propio entorno: las actividades económicas del pueblo, de la organización de las instituciones locales, de la historia del pueblo, que conocieran a sus autoridades. Disconforme él, prefería anotar que eran muchos los cursos que imponía la Ley 23384. ¿De qué sirve, decía, saber las reglas del tránsito, para que sirven las pinturas de las calzadas si nuestras calles ni siquiera están pavimentadas? Mientras ella refutaba: “Al frente nuestro –y le señalaba con el dedo hacia la ventana- tenemos la carretera Panamericana que une casi a todos los países del Pacífico y ¿vas a decir que no es importante? Estas loco…” Era hora del recreo y hasta esa conversación era solo un pretexto para sonreír juntos, mirarse a la cara y acariciarse con los ojos… Esa mañana, aquél le recitó, luego de oir sus parlamentos en defensa de la nueva ley educativa: “el escote de tus argumentos se sonroja, palidece, pierde firmeza ante la silueta traslucida de tus contorneadas piernas” y mientras le decía, se le acercaba peligrosamente; mientras ella, temerosa, probablemente recatada, se ponía de pie anunciando que el recreo había terminado ya hacía varios minutos, mientras que con una sonrisa nerviosa se alejaba y, a viva voz pedía a los alumnos ingresen al aula… Se alejó para introducirse en su propio salón.

La mujer decidió no volver a ingresar al salón vecino… Aquello le había movido sensibles fibras de su corazón… Confirmaba aquello que sospechaba pero que no quería reconocer: ambos se gustaban, pero ella sentía –también en su corazón- que no podría amarlo como se merecía… Eso quería creer. Pero su voluntad fue poca y, algunos días después, luego de departir unas gaseosas y algunas galletas en los ambientes administrativos con ocasión del cumpleaños del director –que les hacía pases de torero-, le volvió sonreir y, pidió le explicara aquel verso, cómo es que es que contextualizaba en medio de una conversación en la que se discutía temas tan serios propios de la educación local… Claro. Era –como ya he ha anunciado- solo un pretexto, que el profe captó a la primera para invitarla al mismo ambiente y retomar la conversación allí donde se había quedado justamente, porque los argumentos de ella fueron escasos para hacer frente a aquel verso robado desde una historia de detectives y que se había acomodado para la ocasión. La invitó, otra vez, a la hora del recreo del último día de la semana… Los alumnos estarían dedicados a la educación física y, le pedirían al asistente de guardianía, se encargue de velar por ellos por sí ocurriera algún imprevisto. El día acordado llegó y no hicieron falta palabras, se comieron a besos sobre el pupitre del profesor, mientras los registros de notas y los exámenes estudiantiles se escondía en un “James Bond” negro, que se convirtió en mudo testigo de escenas amorosas, de las que los alumnos, días más tarde solo sospechaban…
 Imaginaban las ocurrencias del salón pero no se atrevían siquiera a asomarse… Así que, ingeniosamente, desde afuera cantaban, también en son de complicidad, una novedosa –para aquellos días- canción infantil mexicana, popularizadaen una película: “Que te pasa, chiquillo que te pasa / me dicen en la escuela y me preguntan en mi casa / Y hasta ahora lo supe de repente / cuando oí pasar la lista y ella no estuvo presente…” No había una mochila azul, ni tampoco es que se trataba de un amor desconocido y ausente; era solo una canción con la que animaban a su profesor a permanecer escondido… No importaba el motivo, interesaba -por encima de cualquier cosa- mantener el recreo extendido... más allá de las campanadas.



Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...