sábado, 19 de noviembre de 2022
Indecisión
sábado, 12 de noviembre de 2022
somnolencias
martes, 25 de octubre de 2022
Silbidos
martes, 11 de octubre de 2022
Némesis
lunes, 3 de octubre de 2022
Angustias
La imagen inerte, figura de quien es anunciado como divinidad, anduvo por estos lares hace ya mucho y, si atendemos a sus propias expresiones -o aquellas que dicen lo son de su autoría- de seguro poco le ha de importar lo que de él digan. ¿Qué le habría de importar lo que digan en estos tiempos de él, si hacía sus desmadres? ¿Bebedor y comilón son un par de epítetos que se ganó a pulso? Cuentan –cuentan ah, cuentan- que una vez llegó a un matriqui y, ya cuando la gente se iba, mandó a sus amigotes a sacar unos odres de vino que habían escondido en lo más rebuscado de las bodegas. Parecía que el asunto le salió mal, pero por los resultados, además de los novios, fue el héroe de la jornada: todos le agradecieron la travesura. Los entendidos en los productos de la uva, ya medio salazonados, dijeron al wedding planner: “Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya todos están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora”. El hombre respiró aliviado, mientras en sus adentros se decía: “Si supieran que unos amigos del novio se había asegurado con unos cuantos odres…”
Unas lágrimas doloridas corrían por las mejillas de la mujer. Pensaba en las clases de catecismo de sus días infantiles. Sabía desde esos días, una jaculatoria que repetía: “Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo… tres personas distintas, un solo Dios” ¿Tan difícil es de asimilar que Dios hubiera prefigurado desde la eternidad la opción de hacerse hombre para asegurar el mundo venidero como acto salvífico de lo creado? ¿Y cómo es que mi hijo ahora niegue aquello que en algún momento se mostró ansioso por ser…? ¿No sirvieron de nada los dos años de seminarista y de estudios de los textos sagrados? ¿Cómo es que podía decir que María era una mujer extraordinaria pero a la vez mortal como cualquier otra? ¿Es que Dios en su infinita bondad le había restringido el don de la fe dadas sus bromas y chanzas de mal gusto? Y recuerdos mejores vinieron a ella: las veces en que su hijo emperifollado en una túnica blanca se mostraba como muy reverente y piadoso en las ceremonias religiosas de sus días de juventud… recordarlo, en tiempos de vacaciones, en la silla de la abuela, en las horas en que el día clareaba, con un libro de oraciones en la mano, mientras en silencio las elevaba, le hacían olvidar los dolores que en estos días le hacía sufrir por haberse olvidado de la piedad… “La sequedad del alma no puede ser tan larga… Que llueva, Señor, que llueva” decía en sus adentros mientras en el primer plano de sus pensamientos recitaba el noveno “ahora y en hora de nuestra muerte, amen” del cuarto misterio en el que se anuncia la ayuda dada por un viandante al carpintero de Galilea cuando éste era obligado a cargar el instrumento de su propia muerte… “¿Cuánto sufren aquellos que se ven obligados a cavar la fosa en la que serán enterrados? ¿Habría sido igual el dolor de Nuestro Señor? No. Era mayor: la perfección de su humanidad, cuerpo, alma y espíritu, hace que sus dolores fuera multiplicados en intensidad”. Y remató sus pensamientos: “Señor, que llueva”.
“No juzguen, carajo”, les dijo un día a sus amigos. Aquella vez que, en los suburbios de Jericó –cuando iba de pasadita, buscando agua y comida- se toparon con la tienda de Tamara y sus colegas, dedicadas al placer de las carnes y que se convirtieron en objeto de burlas dadas sus arrugas y la notoriedad de sus años avanzados. “No juzguen… que con la misma vara que miden los defectos ajenos, así serán juzgados los suyos propios cuando les venga la muerte…” Y miró con sorna a Pedro “¿acaso no te acuerdas la vez nos ofreciste unos pescados mal cocidos solo porque tu suegra estaba enferma y con fiebre?” Y le remató con una mueca de sonrisa que se escapaba por las comisuras de la boca: “Y eso que eres un pescador viejo”. Los demás rieron: para ellos no era novedad la sabiduría del hijo del carpintero. El mismo se encargó de recordarles que no se comporten como “aquellos que mandan a hacer pero no hacen lo que dicen”. Y el asunto no pasó a mayores porque en ese mismo momento, un par de muchachos se les acercaron para hacerles llegar la invitación de Zaqueo. Ellos había recibido largas quejas del citado funcionario, del maltrato que recibían los arrieros y mercaderes, de las displicente formas que tenían sus ayayeros cuando se acercaban los días de las cosechas de uva o de trigo para quedarse con una buena tajada, dizque para satisfacción de los tributos del emperador romano. ¿Las quejas era vanas? Ellos mismos lo sabían: los publicanos eran inmisericordes al momento de los porcentajes de la pesca. Cada vez que alguna embarcación dejaba su carga de pescado, aquellos llegan como buitres para quedarse con los mejores peces. Pero ya… Las palabras sirven de poco, pues días antes había dicho el maestro: "No todo el que diga ‹Señor, Señor› entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad del Padre que está en los cielos”. Y, si se trata de materialización de voluntades, de actos humanos, Zaqueo era un buen ejemplo: “Aquí Señor: la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado”. Dicen, los que allí estuvieron, que la comilona de ese día, no sólo alcanzó para los amigos del carpintero sino también para aquellos que de vez en cuando se tomaban el tiempo para escuchar los mensajes de ese predicador callejero.
La mujer secó sus lágrimas. Esperaba que la aridez espiritual padecida en su hijo vea pronta muerte. Estaba segura que la revivificación de la fe, era como las plantas del desierto: solo hacía falta una pequeña lluvia que viniera del cielo. A la mujer le pareció, luego de esas conclusiones, que aquella otra mujer representada en bulto, le mostraba, ahora, su rostro sonriente… Ella también le sonrió.
Escondió su rosario, levantó sus pasos y salió apurada... Había que preparar "el que comer" de los suyos.
martes, 19 de julio de 2022
Naamáh
sábado, 16 de julio de 2022
Conversa
“Hablar de
una mujer es siempre oneroso”, resaltó el viejo. Y con un suspiro del pecho
profundo, concluyó: “Calla, y vive”. Dejó una risita sarcástica en el aire y se
corrigió a sí mismo: “Calla, sufre y vive”. La mula en la que andaba, bufó de
mala gana, para hacer saber su cansancio, quizá del camino; o, a lo mejor, de lo
aburrida de la historia. Miraron, los dos arrieros, en la distancia la cercanía
del agua, y se ofrecieron hacer un alto y dar descanso a sus jumentos y a ellos
mismos… al fin, ya casi era el medio día y, el sol arreciaba fuerte.
Volvieron a
recrear la historia que llevaban entre manos: la del Rumualdo, hombre facineroso,
qué en su afán de doblegar la voluntad de la Juana, le metió un balazo entre el
pecho. Uno intentó continuar la conversa: “…Éste se pasó de vueltas. No sólo no
logró su cometido, sino que además se puso en la mira de la justicia, por ese
hecho y otros anteriores… de sus días de soldado en el cuartel de El Alto, de
sus veces de pescador por el sur… Está pedido”. El otro remató la idea: “Y todo
por un amor”. Un breve silencio permitió que los hombres pusieran atención al
susurro del viento por entre las ramas que les ofrecían sombra, mientras en el
otro lado sus “aperos” sesteaban. El más viejo, en un arranque de esos donde el
corazón expone sus razones más intensas, quiso negar la idea: “El amor, no. El
hombre. No le puedes achacar las cosas malas al amor… El hombre… o la mujer,
puede ser malos o buenos, por las cosas que deciden y que hacen, pero el amor
no. El amor es, siempre, el amor”. Su acompañante –más joven-, mientras tiraba
piedritas a modo de jugueteo, allí donde se encontraba sentado, ofreció una
nueva expresión: “pero si el Rumualdo no se hubiera encaprichado y si ella, no
se hubiera negado, otra historia estaríamos contando… quizá hablando de sus
hijos, de su ganado. Ahora él anda huido y, ella vista como la mala de la
historia”.
El viento
entre las ramas de los arboles generaban un rumor, un ruido que –ahora- llamaba
la atención. Incluso de sus mismos inquilinos… los chilalos y las soñas
revoloteaban asustados. Las algarrobas maduras caían con ocasión del viento y
hasta las avispas de un panal común se inquietaron. De hecho, parte de la “tripa
de burro” hecha de barro -y que habían logrado como su casa común- se cayó. El
avispero en el suelo, obligó a los hombres a alejarse por breve término, para
evitar las picaduras de los insectos. Rieron de la necesidad de huir de las posibles
picaduras. Parte del fiambre fue a dar por la tierra. Apenas se libró un pedazo
de queso y un trozo de maduro que se mantenían en sus viandas. Rieron, hasta por el hecho de que se quedarían
con hambre. Aseguraron el nuevo lugar donde estar y, volvieron a acomodar sus
posaderas. Las botellas de refrescos, se acomodaron entre sus piernas.
El más
joven preguntó - ¿Por qué caen las algarrobas? Y, el mayor contestó con una
pregunta que llevaba escondida una injuria: "¿Qué pregunta es esa? Caen porque
tienen que caer, porque el viento las hace caer. ¿o no? Preguntas tonterías". Miraron alrededor. Y, el de la pregunta se
contestó a sí mismo y utilizando lo dicho: “Si fuera que caen porque tiene que
caer, entonces todas caerían; si fuera que caen por el viento, entonces en el
suelo distinguiríamos verdes y amarillas. Solo hay amarillas. Entonces, caen
las que están listas para caer. ¿Te parece?” El mayor miraba hacia su alrededor
haciendo gestos con la cabeza con los que anunciaba que pensaba en la
respuesta, para finalmente decir “Si. Tienes razón”.
Regresaron al
tema de la conversación: ¿Y no será que eso mismo ocurren las vidas de las
gentes? ¿Qué las cosas ocurren porque todo empuja a que sean de una determinada
forma? Acaso ¿si Tomás no hubiera estado la noche en el que le dispararon a
Juana ella hubiera muerto? ¿Y si Felipe no hubiera llegado por esos días de
velaciones para cortejar a Juana, Rumualdo no se hubiera obligado a usar un
arma cuando sus palabras pudieron conseguir mejor resultado? ¿Por qué no murió
Juana si el disparo fue en el pecho? ¿Será que Felipe era más culpable de lo
que se cree por el solo hecho de haberle generado precipitación a Romualdo?
“¿Cómo será?
¿no? Fue la contestación a tantas preguntas. “El azar, el destino, la
casualidad puede que no existan, que nadie las haya visto andando, pero que
influyen en la vida de los hombres, no hay vuelta que darle; pero son estos los
que con sus acciones le ofrecen forma a su propia historia: nadie obligó a
Romualdo a robar el cargamento de municiones en el servicio militar, nadie le
obligó a elegir a la Juana como pretexto de sus amores, menos a que anduviera
con arma bajo el cinto. Esas han sido sus decisiones. Ahora pues que, asuma sus
responsabilidades”.
Ambos revisaron
sus servicios, los acomodaron, primero en sus talegas de tela y, luego el lado
izquierdo y posterior de sus alforjas. Sin decirse nada, se levantaron,
revisaron los aperos de sus jumentos, montaron en ellos; miraron “la altura”
del sol, y tomaron el caminito que los había llevado hasta allí. Unas expresiones finales del mayor pusieron fin a la conversa: “No te
puedo responder a todas las preguntas, pero lo que sí sé es que a nadie se le
dispara en desventaja. Menos a una mujer; contimás, si dices que estás
enamorado. No eres dueño de tu vida, menos de la vida de la mujer que dices que
amas… por eso vuelvo al comienzo: hablar de una mujer es siempre caro,
dispararle, más caro todavía”.
"Arrea, que falta harto camino" fue la expresión final y que invitó a los andantes a acomodarse en sus aperos para pestañear un rato.
Nota: si quieres conocer la historia de Juana y de Romualdo, revisa: Bala. La misma historia, pero desde la otra perspectiva: Destino
miércoles, 13 de julio de 2022
Anu
jueves, 2 de junio de 2022
Seraphim
martes, 31 de mayo de 2022
Raziel
jueves, 26 de mayo de 2022
Leviatán
En el Libro de Enoc, se tiene una muy gráfica descripción de un suceso que aún no es: "Y en ese día se separarán dos monstruos, una hembra llamada Leviatán, que mora en el abismo sobre donde manan las aguas, y un macho llamado Behemot, y ocupa con sus pechos un desierto inmenso llamado Dandain". En esos espacios fueron desterrados desde los días primordiales.
No hay nada explícito en el Génesis, pero escudriñando otras historias hebreas se puede descubrir que aún antes que tierra alcanzará su forma actual, todo era abismo, agua, caos. Elohim se encargó de separar las aguas del cielo de las de la tierra; las aguas dulces fueron apartadas de las marinas y las superficiales se diferenciaron de las subterráneas. Las superficiales se arrinconaron hacia un lado para dar posibilidad a la tierra firme. El agua fue violentada por la mano de Elohim y el espíritu que la protegía fue refundido en las profundidades.
El Leviatán, forma terrorífica del espíritu del mar yace en el mismo; escondido, acongojado, subyugado por la mano de Elohim; sin embargo se reconoce su fiereza: "Con sus estornudos enciende lumbre, sus ojos son como los párpados del alba. De su boca salen hachones de fuego; centellas de fuego proceden. De sus narices sale humo, como de una olla o caldero que hierve. Su aliento enciende los carbones, y de su boca salen llamas".
Si tan fiero es ¿No será que la historia de Jonás es otra peleita más de Yaveh y las divinidades marinas? El primero se ufana de tenerlas como mascotas; más, reconoce -al menos de Levitan- que es cruel, levantisco, feroz. ¿Que hacía Yaveh en los dominios de Leviatán?
Jonas huía de las exigencia del dueño del mundo: se le había ordenado ir a Nínive pero aquel había preferido tomar el camino opuesto y eso encendió la alarmas del mandante, que al encontrarlo en un barco armó alboroto. ¿No será que la ballena es el gran Leviatán que libró al profeta de una muerte segura en medio de la tempestad mostrada por el dictador Yaveh?
En realidad, no tiene caso que la solución a la tempestad (que provoca tantos problemas a la embarcación) haya sido lanzar al desobediente al mar. ¿O cual sería el objeto de lanzarlo? De hecho de que es altamente probable que muriera ahogado en alta mar, asunto que fue evitado por el espíritu marino que prefirió guardárselo en su seno para luego dejarlo en una geografía segura. O quizá no fue una pelea, sino que efectivamente Leviatán es la mascota de Yavé y se vio forzado a cumplir sus órdenes.
Sea como fuere, Leviatán está allí, en las profundidades marinas, se anuncia como el juguete de Dios y que ya tiene escrito su destino: morirá a filo de espada en los tiempos del juicio final. Así queda escrito en el texto de Enoc y se repite en el libro de Job. Sin perjuicio, no podemos omitir que hay quienes lo han demonizado y lo ponen al mismo nivel de Belzebú o de Lucifer... Pero esa ya es otra historia.
Descansamos, por ahora de mitologias, pero me asalta una pregunta: ¿Será que nuestros oceanos esconden divinidades antiguas? Yo me quedo con Tiamat.
miércoles, 25 de mayo de 2022
Rahab
El mundo está lleno de divinidades. Los hebreos solo reconocen una… pareciera. La realidad es otra: hubo libros anteriores a la Tanaj, en los que no sólo se narran historias del diario vivir, sino también los cuentos, mitos y leyendas relativos a la formación del mundo y a la aparición del hombre… cosmogonías en general y, de las que aparece muy disimulados rezagos en el libro más vendido del mundo. La historia de Lilith, la primera esposa de Adán, por ejemplo, que –finalmente- se convirtió en maléfica representación de erotismo de las muchachas; el dios guerrero Yaveh, que dirige ejércitos y levanta su brazo fuerte protector tiene –en los mitos- unas formas femeninas, oficialmente no reconocidas: Yaveh tomó forma de yegua en celo para atraer a los nobles jumentos de los egipcios y dirigirlos hacía las profundidades del mar rojo; mientras que los siete brazos de la Menorá son clara referencia a los siete planetas que en la cultura babilónica se reconocían como divinidades.
En el Genesis, allí donde dice “caos”, “abismo”, “aguas” se esconde el reconocimiento de sus divinidades. El agua es… Tehom, Leviatán o Rahab. A ella hay que enfrentar, en primer lugar y, vencida: la guerra reemplaza a la fertilidad y con ella se desplaza al matriarcado de los primeros tiempos de nuestra historia. Rahab es el mar, el mar embravecido, soberbio, insolente. Afirmase que, en los días primordiales se enfrentó a Elohim y se mostró desobediente, al punto que encolerizado éste, lo mató a patadas… pero, el mar sigue allí, así que, algunos menos crédulos, reconocen la existencia actual de Rahab, exponiendo como parte de su historia la de su intervención en el conflicto entre Moises y los ejércitos egipcios. Los seguidores de Rahab ofrecieron colaboración a Tehom, cuando se encontraron las fuerzas de la naturaleza en las orillas del Mar rojo. Perdió la batalla, pero se llevó hacia las profundidades marinas el llamado Libro de Raziel, uno que se escribió en los tiempos de Adán y que contenía los secretos más oscuros de los días primeros.
Aún cuando Rahab tiene forma de serpiente acuática; la serpiente no siempre tuvo carga de malignidad. De hecho, las culturas primeras la tienen como representación del renacer espiritual. En la cultura hebrea misma, al tiempo que vagaban por el desierto, las serpientes era parte de su hábitat y, por temor, miedo o reverencia, la deificaron: “Esculpe una venenosa y elévala en un asta de bandera. Si cualquiera que sea mordido la mira, recobrará la salud”. Así empezó la adoración de la serpiente de cobre, y tenía por nombre Nehustán, cuyo patrocinio se efectuaba en el templo mismo de Jerusalén ¿O es que acaso esa serpiente era una cara –la cara de la salud o del bienestar corporal- del mismo Yavéh? Es también representación misma del dios único: La vara de Moisés ¿Por qué tendría que convertirse en serpiente ante los ojos de la corte enemiga si no es para exponer su poder? Es más, expone su capacidad de someter al otro haciéndolo igual a él mismo. Las varas de los sacerdotes egipcios, a pesar de ellos, también se hacer serpientes en representación de aquel, al que quieren negar.
Rajab es una serpiente marina, expone el caos primitivo figurado en la forma de mar tormentoso: una forma de dominarlo es obligándolo a dar espacio para que la tierra brote desde la separación de las aguas, pero también es símbolo de aquello que supone inundación. Egipto es poéticamente comparado con tal divinidad, solo como una forma de exponer o su arrogancia o anunciar las frecuencias en que es inundado por el Nilo… pero sea como fuera, Rahab es, fundamentalmente, el mar, ahora furioso, irascible, encabritado… En cualquiera de sus formas, habrá que verle el lado positivo. Por algún lugar leí una muy seria recomendación: “sea astutos como las serpientes y cándidos como las palomas”, que no es otras forma de decir: “mantengan los pies en la tierra, pero vuelen alto”… Rahab, el mar iracundo, por ahora descansa.
La tranquilidad del mar es un paisaje inmejorable.
lunes, 23 de mayo de 2022
Tehom
jueves, 19 de mayo de 2022
Tiamat
miércoles, 13 de abril de 2022
Apuro
Era un poco más de las tres de la madrugada. Mis ojos estaban abiertos. El espacio para el insomnio no era el de siempre. Una cama en la habitación 202 de un hotel ubicado en la cuadra 8 del Jr. Rufino Torrico del cercado de Lima, era testigo de ese despertar. No había problema: habría bastado cinco minutos de televisión, para que hypnos se hiciera presente y volviera arrebujarse por encima de mis párpados.
Esa noche, las circunstancias eran distintas. El televisor no era objeto de atención. En mi cabeza dibujaba hechos no vividos aunque pronosticados. Tenía obligación de comparecer para dar cuenta de mis actuaciones como juez en los siete años anteriores ante un organismo estatal de control funcionarial. Me preocupaba la calidad de la información proporcionada. Las tormentosas lluvias de ese año habían generado graves pérdidas de documentación, la comunicación virtual se hacía difícil y, aunque había cumplido con todo, me parecía que había otros documentos de mejor substancia que, lamentablemente, no se pudo presentar. Hacía repaso de las posibles preguntas, de las debilidades de mi trabajo, de las quejas y habeas corpus de las que había sido objeto. Me prefiguraba –como augurio peor- que algún ciudadano de forma anónima pudiera utilizar el mecanismo de la queja para ponerme en difícil situación.
Me preguntaba, además, de los otros juec… Algo sucedió en mi mente: parte del cobertor fue a dar al suelo y, una palabrota rompió el silencio nocturno: “Mierda…". Mis pies tocaron el suelo frio, pero me importó poco, mis manos estaban preocupadas por hallar el interruptor de luz y, una vez logrado, abrí el ropero y saque el maletín con afán: lo abrí precipitadamente y busqué ansiosamente por entre las cosas que allí se guardaban y, mientras desacomodaba lo poco que había, los “putamadre” se sucedían sin descuido. Miré entre los cajones del ropero, y hasta por debajo de la cama y, otra vez, al maletín. Finalmente, un “carajo” de resignación, acompañó a mi acomodo en un extremo de la cama. El frio limeño no me hacía nada, pero, algo tenía que hacer... El problema estaba en la mesa.
Miré el reloj y aún faltaban minutos para que sean las cuatro. Me pareció una hora inadecuada para cualquier llamada… ¿a quién llamar? Los minutos se hacían eternos y, con el afán de asegurar su pronta continuidad, de vez en cuando, abría la solapa del maletín con el ánimo de asegurarme de que mis ojos no me hubieran mentido, que no era producto de un mal sueño, o… quizá estaba a la espera de algo extraordinario, de la necesidad de una aparición… de la naturaleza que sea necesaria, para que no falte nada, para creer que si había sido diligente. Hice una llamada... una voz somnolienta me contestó del otro lado ¿Qué hora es, amor? Sin responder la pregunta, la retruqué: “Negra, fíjate en mi cajón superior ¿el protector azul de ternos está allí?” Después de muy pocos segundos, se confirmó todo: el terno con el que pretendía presentarme se había quedado en casa. Mil kilómetros de distancia nos separaban.
La cita estaba pactada para las 9.30 a.m. pero se nos había pedido a todos los entrevistados que nos presentaramos una hora antes. No había tiempo, en consecuencia, de realizar la compra de un chachá nuevo en alguna tienda, que de ordinario abren justo cuando ya debía estar sentado en el auditorio en el que se realizaría la entrevista. A este tiempo, algo más de las 4.00 a.m. poco me importaba lo que me pudieran preguntar en la entrevista. La ropa de viaje era inoportuna: jean, polo camisero; pero en el fondo había un pantalón de vestir de uso diario: no era lo deseado, pero cumpliría su función. Los demás implementos estaban allí, pero faltaba el saco… ¡Un saco, un saco, un saco! Mi memoria hizo recuento de los amigos cercanos, de los primos, de mi hermano. La estatura de éste último no ayudaba como para que un saco suyo fuera útil para la ocasión… Mi primo fulano ¿Y su número? Hasta eso confabulaba en mi contra. No tenía su celular… Eran ya las cinco y no quedó más que llamar a la casa del bendito pariente y, mientras marcaba, me decía: “Que este pendejo esté en su casa... pls, plis, plis” Un ruego que se perdía en el aire. Una voz de mujer contestó: “Si hola… que pasó” y tras atropellar la urgencia, la respuesta fue un descreído: “No. No creo…” Probablemente, la mujer no tenía espacio para procesar la urgencia y, allí quedó el tema. La llamada se cortó con un “saludos para todos”. Quizá ahora, es probable, que no recuerde ni siquiera la llamada.
Faltaba media hora para que sean las seis. Ya era tiempo como para que la gente esté –al menos- jugando con la claridad de sus ventanas. Sin embargo, en Lima esa posibilidad era lerda, en comparación de Piura, donde el sol suele ser más animoso de lo necesario, incluso desde tan tempranas horas del día. Solo quedaba una opción llamar a mi colega. Nos conocíamos del trabajo, pero no eramos amigos, apenas habíamos cruzado palabras en alguna oportunidad, sin embargo era la última alternativa: “Hola. ¿Si? ¿Quién habla?" Luego de la presentación y las demás cortesías y explicaciones, solo quedaba una pregunta, que fue formulada por el interlocutor: “¿Y te quedarán mis sacos? Recuerda que soy más alto que tú…" El silencio de respuesta fue seguido por un resignado: “No tengo otra opción”.
Un taxi apurado se estacionó en inmediaciones del Campo de Marte. El hombre esperaba al pie de la entrada de la torre de apartamentos. Se acercó a la ventanilla y me entregó la vestimenta. Un “te va a ir bien en la entrevista” fue la despedida. Unas horas más tarde, el saco negro, bastante largo y un tantito holgado, era causa de risa entre los piuranos que ese día fuimos entrevistados. La entrevista es pública y, para buena suerte, no se advierte la largueza de la que damos cuenta. Ese día, ese saco fue el David que se enfrentó al Goliat de la desesperanza, de la preocupación, del desasosiego.
Hace unos días se cumplieron cinco años de esa anécdota.
sábado, 9 de abril de 2022
Visita
martes, 5 de abril de 2022
Edelmira
martes, 29 de marzo de 2022
Serendipia
martes, 8 de marzo de 2022
Añoranzas
Descanso
Miedo
Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...
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Hay una calcomanía, pegatina, adhesivo, que suele estar en los vehículos automotores. Es una elipse de fondo rojo con un delgado filo azul d...
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El hambre era más. La tarde aún alumbraba, amenazaba con desaparecer pero el cansancio y la necesidad de su alivio exigían atención. Una gar...
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“¡Eres bien huevona, ¿no?!” Las mujeres de alrededor se sonrieron con gusto. “Me dices que te condenaron por vender droga en tu casa, que...