sábado, 19 de noviembre de 2022

Indecisión

La mujer exigía la libertad para su niña, para el fruto de su vientre. El abogado que la representaba hacía relación de los derechos del niño; empero, ella argüía que la niña está secuestrada por su exmarido, que siempre había sido un "bueno para nada" y que eso ahora venía reforzado por el hecho de que "el padre de la criatura mostraba su mejor faceta: mandilón de su mamá. No me dejan ver a mi hija".

La mujer vestía un traje sastre, la lozanía de su rostro exponía una edad no mayor de las tres decadas. Sus argumentos se virtieron con tal naturalidad que esos insultos relacionados al "síndrome de mamitis", de dependencia a la ascendiente casi que no parecieron un insulto.

El hombre, a su tiempo, dejó ver su rostro a través de la cámara. Pidió disculpas por sus fachas: una barba descuidada, los cabellos alborotados por -al parecer- recién despertarse, fueron la introducción para anunciar lo mejor: "las cosas no son lo que parecen. Salgo de una guardia médica y si revisan los diarios ha habido un triple choque con múltiples heridos. Ha sido una noche pesada... Las cosas no son lo que parecen y aunque la serpiente le habló floridamente a Adán, eso no hizo que dejara de ser serpiente..." Descansó, hizo una pausa. "Mi niña hace unos meses la rescaté de su propia mamá. Ella no advertía de su pediculosis capitis y si lo sabía no le importaba. No comía o comía puros dulces... Ahora mismo, debo esperar que despierte para darle su plato de avena".

El hombre no tenía abogado, pero sabía algo de tecnología mostró fotos de la niña en dos facetas, la que denunciaba y aquella otra en la que se exponía la superación de tales estados. La madre replicó "¿Quién no ha tenido piojos en su vida?" Y el juez, gráficamente, se rascó la cabeza. Se acordó de la rapadura de sus días infantiles, mientras que la mujer continuaba: "... Ambos trabajamos. Yo vivía sola con mi niña y tengo que hacer mis horarios profesionales en una posta de un caserío de la carretera a Chulucanas, con diez horas fuera de casa y regresar para hacer las tareas del hogar, las del colegio con mi niña y otras cosas a las que las mujeres estamos condenadas por el puro machismo patriarcal en el que vivimos... Hizo un silencio para remarcar: "preguntenle quien preparó esa avena, como se llama la maestra de la niña, quien es su mejor amiga y cual es personaje favorito en el cuento de Shrek... Él no sabe, pero con seguridad, la abuela sí... Lamentablemente yo vivo sola y apenas me alcanza para el alquiler del depa, para pagar a Silvia, la muchacha que me ayuda aquí en casa, y las otras cosas que se necesitan para vivir... Eso no significa que sea una mala madre... Tengo derecho a mi niña y estoy dispuesta a renunciar al deber de que me pague la pensión de alimentos y a ofrecerle la oportunidad de que sea un buen papá sin obligaciones económicas... La pequeña es mi hija. Yo la he parido".

El juez le apagó el micrófono luego de explicarle que su tiempo había terminado. El hombre tomó la palabra para decir: "¿No le dije? El veneno puede ser dulce pero no deja de ser veneno". El contra argumento de la mujer se limitó a solo un gesto: le mostró la lengua mientras ponía sus manos extendidas a la altura de la sien para agitarlas mientras movía desorbitadamente los ojos.

Habrá que tomar una decisión. Los hechos ya fueron expuestos. El juez se rasca la cabeza... Cree que tiene piojos.

sábado, 12 de noviembre de 2022

somnolencias

Pasada la una... ¡Joder! Una llamada noctámbula: "Tiene que venir. El alcohol hizo efectos". En mis adentros, un "carajo" quebró la somnolencia con la que atendí el móvil. Mis piernas se deslizaron por debajo de la frazada para permitirme el sabor de la cerámica fría en mis pies.

Y una cosa más venía en la confianza de la muchacha, esa que tuvo la delicadeza de llamarme. Esa vocecita se atrevió a algo que yo, a ese tiempo, no habría hecho: "Señor, ¿Y será que a mí también me puede llevar a mi casa?". La respuesta fue un "Si, si, claro".

No había problema. El aplicativo de mapas me condujo al mismo espacio en el que suelen ser las reuniones juveniles. En realidad, una asíncronía del GPS me dejó a varios metros del lugar. Aún no se oía el bullicio de las gentes. Una llamada me volvió a la ubicación exacta. Me estacioné justo al frente de una mampara que dejaba oír las sicodelias musicales.Una carita conocida, congestionada, llorosa me recibe. Suben tres... En modo copia colombiana: "Que pena por despertarlo. Se acabó la fiesta". Solo atino a agradecer el gesto de la llamada y volvemos por el mismo camino, con un par de paradas previas para devolver a las guardianas.

Lo peor del alcohol se había quedado en la fiesta misma. La regurgitación había sido suficiente para volver a la realidad, al menos en su forma elemental: para lamentarse del hecho de perderse lo que aún quedaba del jolgorio juvenil. La conversa de las tres, en la parquedad del tiempo, era la preocupación por su acompañante de correrías. En la terquedad que, a veces, te regala la embriaguez, negaba su estado y prefirió quedarse para seguir bebiendo. La de la "Pedro Paulett", en resignación asumida, en la despedida, atinó solo a decir: "Son cosas que pasan. Descansa. Gracias señor". Por lo demás, el sueño hizo lo suyo luego de una velada ronera.

¿Y yo? Pues... Aquí, buscando el sueño que dejé macerándose bajo la almohada. La ahipnia es ahora mi compañera. La sanción obscura a mi precoz despertar. ¿Almohada dónde estás? Han pasado dos horas. Tal vez, un vaso de vino sea el remedio.

martes, 25 de octubre de 2022

Silbidos

El sol brillaba en el cielo. El hombre se puso de pie, salió de debajo del árbol en el que descansaba, se acomodó al lado de la yegua que le acompañaba. Levantó los pliegues de cuero de la montura, desató el cincho totalmente y lo volvió a asegurar... Tarareaba una canción, quizá un sanjuanito de sus tiempos mozos. Una vez asegurada la montura, a modo de caricia le dio una palmada en el anca del animal, mientras un "listo" brotaba de su boca como interjección.

Quiso -a través de sus lentes de fondo de botella - medir la altura del sol. Apoyó su mano derecha sobre la montura de equino, mientras que su brazo izquierdo  lo ponía por encima de su rostro con afán de cubrirse de la luz. Levantó su mirada: achinó sus ojos chiquitos para sujetar el resplandor mientras que su boca dejó en el aire un inadvertido "juum, carajo". 

Su mano derecha acarició la rienda y la acomodó en el cabezal de la silla de montar. Puso su pie izquierdo sobre el estribo y con el poco esfuerzo que su vejez le permitía, cruzó la otra pierna para montar al animal. Éste soporto sin queja el peso del viejo. Los talones se hundieron en los ijares de la yegua y ésta emprendió  su andar, pausado, desganado... El calor del medio día y la pesadez de esos arenales invitaban a muy poco; sin embargo, en esa extensión arenosa se esparcían, debajo de los chopes, en las sombras de los vichayos, alrededor de los faiques, algo de más de un centenar de cabras...  De ponerle atención al silencio del campo permitiría -de vez en cuando- escuchar algún balido caprino.

Un silbido rompió el silencio de la naturaleza, un perro se desperezaba mientras le robaba un poco de aire a la vida en un largo bostezo. Las cabras empezaron sus balidos de ubicación... Los críos, confiadamente, se separaban de las madres en busca de alimento, pero ese silbido era uno de alerta. La cabras viejas se daban cuenta que había que echarse a andar.

El hombre volvió a silbar y el sonido de su chiflido se perdió en medio del canto de las soñas y los chilalos.  Un perro -otro- se acomodó a la sombra que le regalaba la panza del animal de montura con el afán de caminar aprovechando esa comodidad. Un silbido más y, aquellos cuadrúpedos que se escondían en medio de la naturaleza dejaban ver sus cuerpos, listos para la vuelta. Las crías también se estiraban para la partida.

Era el medio día y el sol estaba en lo alto. El hombre acomodó su viejo sombrero de paja toquilla, limpió sus lentes con el ajado pañuelo que sacó de uno de sus bolsillos del pantalón y volvió a hincar los ijares de su cabalgadura. Ahora con rigor. 

El sol estaba en lo alto.

martes, 11 de octubre de 2022

Némesis

La tarea emula jugar a ser un dios del pasado recreando historias ajenas. Expone la sentida intención de ofrecer a quienes quieren lo que conviene en la ingenua construcción de un puente con apenas unas hebras de cabellos.

Hacer justicia es como jugar con el viento y con la lluvia con la apetencia de evitar que la tormenta se acreciente. Es el afanoso propósito de terminar la pelea en la crédula convicción de que a todos les gusta el desenlace. Es el ofrecimiento de un carnal costal de box, allí donde todos dicen tener la razón desde la fuerza de sus puños, desde sus detemplados gritos.

Es jugar a ser dios con las limitaciones del sentido común, con la prodigalidad de la prueba, con la parquedad del derecho. Es la propuesta personal de ser el dado de dios, pero sin puntos en los lados. Solo somos un dado de colores. Es como completar un cubo de Rubik con la pericia que solo los agonistas tienen.

Somos los parteros de embarazos no deseados. La boca que dice lo que pocos quieren. Somos los pitonisos de Las Moiras, los hijos nuevos de la vieja Némesis.

lunes, 3 de octubre de 2022

Angustias

"Hablar mal de dios, es un pecado mortal” dijo la mujer mientras se santiguaba con la mano en la que sostenía un rosario de cuentas de madera. La cuerdita embolillada hizo ochos en el aire y, la imagen mariana que motiva la extensión que remata en cruz se movía al son de la gravedad. Y la recriminación continuó: "La ignorancia perdona todo, pero la burla blasfema y el chiste ridículo no son más que sables en el herido corazón de nuestro dios. Y le duele más, porque viene de sus hijos preferidos”. La mujer puso sus rodillas en el reclinatorio y, le regaló una mirada compasiva a la réplica de La Piedad de Buonarroti. Era una imagen de fibra de vidrio semejante a aquella otra –de mármol- que aparece en El Vaticano y que, representa a María soportando sobre sus piernas el peso inerte del hijo lánguido, con las huellas en el cuerpo de su muerte por crucifixión.  Le regaló una mirada de dolor y se identificaba con la imagen. A la mujer le dolía, ahora la incredulidad de su propio hijo: ¿Cómo es que se le ocurre dudar de todo?. La salvación de los hombres se hace evidente con esa muerte redentora, tal como se anuncia en el Libro Sagrado.

La imagen inerte, figura de quien es anunciado como divinidad, anduvo por estos lares hace ya mucho y, si atendemos a sus propias expresiones -o aquellas que dicen lo son de su autoría- de seguro poco le ha de importar lo que de él digan. ¿Qué le habría de importar lo que digan en estos tiempos de él, si hacía sus desmadres? ¿Bebedor y comilón son un par de epítetos que se ganó a pulso? Cuentan –cuentan ah, cuentan- que una vez llegó a un matriqui y, ya cuando la gente se iba, mandó a sus amigotes a sacar unos odres de vino que habían escondido en lo más rebuscado de las bodegas. Parecía que el asunto le salió mal, pero por los resultados, además de los novios, fue el héroe de la jornada: todos le agradecieron la travesura. Los entendidos en los productos de la uva, ya medio salazonados, dijeron al wedding planner: “Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya todos están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora”. El hombre respiró aliviado, mientras en sus adentros se decía: “Si supieran que unos amigos del novio se había asegurado con unos cuantos odres…” 

Unas lágrimas doloridas corrían por las mejillas de la mujer. Pensaba en las clases de catecismo de sus días infantiles. Sabía desde esos días, una jaculatoria que repetía: “Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo… tres personas distintas, un solo Dios” ¿Tan difícil es de asimilar que Dios hubiera prefigurado desde la eternidad la opción de hacerse hombre para asegurar el mundo venidero como acto salvífico de lo creado? ¿Y cómo es que mi hijo ahora niegue aquello que en algún momento se mostró ansioso por ser…? ¿No sirvieron de nada los dos años de seminarista y de estudios de los textos sagrados? ¿Cómo es que podía decir que María era una mujer extraordinaria pero a la vez mortal como cualquier otra? ¿Es que Dios en su infinita bondad le había restringido el don de la fe dadas sus bromas y chanzas de mal gusto? Y recuerdos mejores vinieron a ella: las veces en que su hijo emperifollado en una túnica blanca se mostraba como muy reverente y piadoso en las ceremonias religiosas de sus días de juventud… recordarlo, en tiempos de vacaciones, en la silla de la abuela, en las horas en que el día clareaba, con un libro de oraciones en la mano, mientras en silencio las elevaba, le hacían olvidar los dolores que en estos días le hacía sufrir por haberse olvidado de la piedad… “La sequedad del alma no puede ser tan larga… Que llueva, Señor, que llueva” decía en sus adentros mientras en el primer plano de sus pensamientos recitaba el noveno “ahora y en hora de nuestra muerte, amen” del cuarto misterio en el que se anuncia la ayuda dada por un viandante al carpintero de Galilea cuando éste era obligado a cargar el instrumento de su propia muerte… “¿Cuánto sufren aquellos que se ven obligados a cavar la fosa en la que serán enterrados? ¿Habría sido igual el dolor de Nuestro Señor? No. Era mayor: la perfección de su humanidad, cuerpo, alma y espíritu, hace que sus dolores fuera multiplicados en intensidad”. Y remató sus pensamientos: “Señor, que llueva”.

“No juzguen, carajo”, les dijo un día a sus amigos. Aquella vez que, en los suburbios de Jericó –cuando iba de pasadita, buscando agua y comida- se toparon con la tienda de Tamara y sus colegas, dedicadas al placer de las carnes y que se convirtieron en objeto de burlas dadas sus arrugas y la notoriedad de sus años avanzados. “No juzguen… que con la misma vara que miden los defectos ajenos, así serán juzgados los suyos propios cuando les venga la muerte…”  Y miró con sorna a Pedro “¿acaso no te acuerdas la vez nos ofreciste unos pescados mal cocidos solo porque tu suegra estaba enferma y con fiebre?” Y le remató con una mueca de sonrisa que se escapaba por las comisuras de la boca: “Y eso que eres un pescador viejo”. Los demás rieron: para ellos no era novedad la sabiduría del hijo del carpintero. El mismo se encargó de recordarles que no se comporten como “aquellos que mandan a hacer pero no hacen lo que dicen”. Y el asunto no pasó a mayores porque en ese mismo momento, un par de muchachos se les acercaron para hacerles llegar la invitación de Zaqueo. Ellos había recibido largas quejas del citado funcionario, del maltrato que recibían los arrieros y mercaderes, de las displicente formas que tenían sus ayayeros cuando se acercaban los días de las cosechas de uva o de trigo para quedarse con una buena tajada, dizque para satisfacción de los tributos del emperador romano. ¿Las quejas era vanas? Ellos mismos lo sabían: los publicanos eran inmisericordes al momento de los porcentajes de la pesca. Cada vez que alguna embarcación dejaba su carga de pescado, aquellos llegan como buitres para quedarse con los mejores peces. Pero ya… Las palabras sirven de poco, pues días antes había dicho el maestro: "No todo el que diga ‹Señor, Señor› entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad del Padre que está en los cielos”. Y, si se trata de materialización de voluntades, de actos humanos, Zaqueo era un buen ejemplo: “Aquí Señor: la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado”. Dicen, los que allí estuvieron, que la comilona de ese día, no sólo alcanzó para los amigos del carpintero sino también para aquellos que de vez en cuando se tomaban el tiempo para escuchar los mensajes de ese predicador callejero.

La mujer secó sus lágrimas. Esperaba que la aridez espiritual padecida en su hijo vea pronta muerte. Estaba segura que la revivificación de la fe, era como las plantas del desierto: solo hacía falta una pequeña lluvia que viniera del cielo. A la mujer le pareció, luego de esas conclusiones, que aquella otra mujer representada en bulto, le mostraba, ahora, su rostro sonriente… Ella también le sonrió.

Escondió su rosario, levantó sus pasos y salió apurada... Había que preparar "el que comer" de los suyos.


martes, 19 de julio de 2022

Naamáh

“Si un hombre duerme solo, entonces aparece Naamáh para hacerlo su víctima”, reza un viejo manual de demonología hebreo. Su naturaleza espiritual hace de su belleza una de tal incandescencia que, es capaz de invadir los sueños viriles y humedecerlos, aún cuando la noche fuera muy fría. Naamáh fue pareja de Adán y… hermana de fluidos de Eva y de Lilith. Con ésta última, se hicieron hasta comadres…

Naamáh, aparece en el Génesis. Se le anuncia como hija de Lamec y hermana de Tubalcain. Si atiendes la línea genealógica, es trastataranieta de Caín, del que, ya sabemos, es hijo de Adán. En la travesía legendaria, -de escritura tardía- se hace saber que una tal Naamáh (probablemente homónima de la ya mencionada hija de Lamec) tuvo su cuchi-cuchi con Adán, pero no se explica las razones por las que terminó en las arenas del Mar Rojo. En el peor de los casos, pareciera que estos predios estaban dedicados para la estadía de los espíritus díscolos, de aquellos rebeldes, que habían hecho de la complacencia carnal, una forma vital de ser.

Si me dan razones para exponer mi posición me decanto por aquella otra versión en la que se da cuenta de las breves discusiones del Altísimo con sus lugartenientes. Dios estaba gravemente ensimismado, complacido gratamente con la creación de Adán y, bueno, también con la de Eva. En realidad, después de tres intentos de darle forma a la compañera del primer varón, ésta salió mejor que el molde. El asunto vino después: la humanidad se descarriló y el autor de la creación se vio obligado a buscar la forma de refundarla. Allí vinieron los reclamos de los seres espirituales: "¿A cuento de que tanta preocupación por el hombre?" le exigieron un par de alados, Semhazai y Azazel, según una leyenda. Y el reproche terminó con un “Te dijimos. La pretensión de ordenar el caos y de generar vida semejante, era una idea nefasta”. Con el afán de salvar la querella, el hacedor del mundo refutó: “Los seres terrenales tienen una natural inclinación al mal”. Los ángeles simplemente se ofrecieron para descender a la terrenalidad adánica para mostrar que la inclinación al mal era solo una justificación impropia.

Los alígeros perdieron sus extensiones y adquirieron realidad material. Las cosas eran distintas viéndolas de tan cerca: la naturaleza primigenia, la inocencia de los hombres, la beldad de las herederas de Eva... La tal Naamáh encandiló con su gracia a Azazel, mientras que su compañero Semhazai andaba echándole maicitos a Isthar, una virgen del oriente… Los chismógrafos no se ponen de acuerdo, pero, pero, pero… es altamente probable que, en medio de sus sesiones amatorias la buenamoza de Naamáh haya logrado que el corporeizado Azazel le revelara los secretos de la incorporeidad y, que efectivamente, pudiera –desde su manipulación- alcanzar el estado súcubo que ahora se le atribuye. Con ocasión de tal revelación, el tal Azazel sufre la condena perpetua de la posición invertida –cabezaabajo- colgado en algún cañón de la geografía terráquea. Ella, en cambio, en contubernio con Lilith (ya les contaré luego de sus amoríos con Semhazai), se fueron a habitar el Mar Rojo y, desde ese espacio decidieron venganza contra la humanidad por la traición sufrida desde la complacencia divina: la habitación con seres inmateriales.

La venganza, como ya lo he señalado en otras letras, se substancia en cuaderno separado: la muerte de los neonatos, de por lo menos, hasta los 8 o los 20 días de nacidos, dependiendo de su sexualidad; salvo que las madres tuvieran la precaución de imponer en la muñeca del recién nacido un pendiente con el nombre de los ángeles Senoy, Sansenoy y Semangelof. Dicen que, la tal Naamáh es la causa de la epilepsia infantil.

Si me lo preguntan, creo que, aunque calificada por la leyenda de súcubo, la maldad no le llega a tanto: de hecho, ella es madre de varios seres del inframundo. Si su nombre significa “complacencia”, "encantamiento", le bastaría con la posesión nocturna de los viriles; le sería suficiente su canto para llenar las tabernas de los hombres para tener asegurada su cosecha… Los que más saben, le atribuyen la maternidad de Asmodeo, el demonio de la lujuria, ese que al que Tobías -el personaje de la biblia- se enfrentó para liberar a Sara -la hija de Raquel- de la maldición de la muerte de sus maridos… pero ésta es, también, otra historia.

Para concluir, anotarles que, en la antigüedad del mundo, Naamáh era una de las diosas cuyo patronazgo suponía la protección de la prostitución sagrada; en el medioevo gótico, las esculturas de una mujer en torso desnudo muy cerca de una taberna exponían el servicio comprado de la sexualidad femenina y, a nuestros días es… una historia de la que no tenemos certezas.

¿Quieres saber la historia de Lilith? Ve Origenes


sábado, 16 de julio de 2022

Conversa

“Hablar de una mujer es siempre oneroso”, resaltó el viejo. Y con un suspiro del pecho profundo, concluyó: “Calla, y vive”. Dejó una risita sarcástica en el aire y se corrigió a sí mismo: “Calla, sufre y vive”. La mula en la que andaba, bufó de mala gana, para hacer saber su cansancio, quizá del camino; o, a lo mejor, de lo aburrida de la historia. Miraron, los dos arrieros, en la distancia la cercanía del agua, y se ofrecieron hacer un alto y dar descanso a sus jumentos y a ellos mismos… al fin, ya casi era el medio día y, el sol arreciaba fuerte.

Volvieron a recrear la historia que llevaban entre manos: la del Rumualdo, hombre facineroso, qué en su afán de doblegar la voluntad de la Juana, le metió un balazo entre el pecho. Uno intentó continuar la conversa: “…Éste se pasó de vueltas. No sólo no logró su cometido, sino que además se puso en la mira de la justicia, por ese hecho y otros anteriores… de sus días de soldado en el cuartel de El Alto, de sus veces de pescador por el sur… Está pedido”. El otro remató la idea: “Y todo por un amor”. Un breve silencio permitió que los hombres pusieran atención al susurro del viento por entre las ramas que les ofrecían sombra, mientras en el otro lado sus “aperos” sesteaban. El más viejo, en un arranque de esos donde el corazón expone sus razones más intensas, quiso negar la idea: “El amor, no. El hombre. No le puedes achacar las cosas malas al amor… El hombre… o la mujer, puede ser malos o buenos, por las cosas que deciden y que hacen, pero el amor no. El amor es, siempre, el amor”. Su acompañante –más joven-, mientras tiraba piedritas a modo de jugueteo, allí donde se encontraba sentado, ofreció una nueva expresión: “pero si el Rumualdo no se hubiera encaprichado y si ella, no se hubiera negado, otra historia estaríamos contando… quizá hablando de sus hijos, de su ganado. Ahora él anda huido y, ella vista como la mala de la historia”.

El viento entre las ramas de los arboles generaban un rumor, un ruido que –ahora- llamaba la atención. Incluso de sus mismos inquilinos… los chilalos y las soñas revoloteaban asustados. Las algarrobas maduras caían con ocasión del viento y hasta las avispas de un panal común se inquietaron. De hecho, parte de la “tripa de burro” hecha de barro -y que habían logrado como su casa común- se cayó. El avispero en el suelo, obligó a los hombres a alejarse por breve término, para evitar las picaduras de los insectos.  Rieron de la necesidad de huir de las posibles picaduras. Parte del fiambre fue a dar por la tierra. Apenas se libró un pedazo de queso y un trozo de maduro que se mantenían en sus viandas.  Rieron, hasta por el hecho de que se quedarían con hambre. Aseguraron el nuevo lugar donde estar y, volvieron a acomodar sus posaderas. Las botellas de refrescos, se acomodaron entre sus piernas.

El más joven preguntó - ¿Por qué caen las algarrobas? Y, el mayor contestó con una pregunta que llevaba escondida una injuria: "¿Qué pregunta es esa? Caen porque tienen que caer, porque el viento las hace caer. ¿o no? Preguntas tonterías".  Miraron alrededor. Y, el de la pregunta se contestó a sí mismo y utilizando lo dicho: “Si fuera que caen porque tiene que caer, entonces todas caerían; si fuera que caen por el viento, entonces en el suelo distinguiríamos verdes y amarillas. Solo hay amarillas. Entonces, caen las que están listas para caer. ¿Te parece?” El mayor miraba hacia su alrededor haciendo gestos con la cabeza con los que anunciaba que pensaba en la respuesta, para finalmente decir “Si. Tienes razón”.

Regresaron al tema de la conversación: ¿Y no será que eso mismo ocurren las vidas de las gentes? ¿Qué las cosas ocurren porque todo empuja a que sean de una determinada forma? Acaso ¿si Tomás no hubiera estado la noche en el que le dispararon a Juana ella hubiera muerto? ¿Y si Felipe no hubiera llegado por esos días de velaciones para cortejar a Juana, Rumualdo no se hubiera obligado a usar un arma cuando sus palabras pudieron conseguir mejor resultado? ¿Por qué no murió Juana si el disparo fue en el pecho? ¿Será que Felipe era más culpable de lo que se cree por el solo hecho de haberle generado precipitación a Romualdo?

“¿Cómo será? ¿no? Fue la contestación a tantas preguntas. “El azar, el destino, la casualidad puede que no existan, que nadie las haya visto andando, pero que influyen en la vida de los hombres, no hay vuelta que darle; pero son estos los que con sus acciones le ofrecen forma a su propia historia: nadie obligó a Romualdo a robar el cargamento de municiones en el servicio militar, nadie le obligó a elegir a la Juana como pretexto de sus amores, menos a que anduviera con arma bajo el cinto. Esas han sido sus decisiones. Ahora pues que, asuma sus responsabilidades”.

Ambos revisaron sus servicios, los acomodaron, primero en sus talegas de tela y, luego el lado izquierdo y posterior de sus alforjas. Sin decirse nada, se levantaron, revisaron los aperos de sus jumentos, montaron en ellos; miraron “la altura” del sol, y tomaron el caminito que los había llevado hasta allí. Unas expresiones finales del mayor pusieron fin a la conversa: “No te puedo responder a todas las preguntas, pero lo que sí sé es que a nadie se le dispara en desventaja. Menos a una mujer; contimás, si dices que estás enamorado. No eres dueño de tu vida, menos de la vida de la mujer que dices que amas… por eso vuelvo al comienzo: hablar de una mujer es siempre caro, dispararle, más caro todavía”. 

"Arrea, que falta harto camino" fue la expresión final y que invitó a los andantes a acomodarse en sus aperos para pestañear un rato.

Nota: si quieres conocer la historia de Juana y de Romualdo, revisa: Bala. La misma historia, pero desde la otra perspectiva: Destino

 


miércoles, 13 de julio de 2022

Anu

"Anu habita el cielo y se sienta en su trono, vestido de majestad y poder. Le acompaña el cetro, el baston y la corona como manifestación de soberanía. Camina entre los dioses y estos le obedecen". Reza así un viejo oráculo venido a mi desde la antigüedad. Esta vieja deidad se manifiesta oniricamente y me revela sus secretos.

"Antes que todos era yo; y mis padres, me donaron su poder". Sonrío con él y las luminarias del cielo se inquietan. "Anu es el dios del cielo", replican.
Alala, desde muy atrás, como voz atenuada, solo y casi sin querer, anuncia: "y un día fuiste mi copero, como yo lo fui de Ansar y éste de Luhmu y así hasta llegar a Dür". El tiempo no es eterno, pero Anu, ahora, preside la asamblea de sus iguales; de los que fueron antes y de los que serán en tanto el tiempo sea.
Nigursat -Ki, la tierra- se sienta a su lado y comparte su trono. Está embarazada. Guarda en sus entrañas al poderoso señor del aire, invisible pero potente como las tormentas; no obstante, tenue como la brisa... Transparente que deja que Anu con la lluvia fecunde a la tierra cada verano... Un dia, este presidirá la asamblea de los dioses, un día Anu no será.

Vienes a mis sueños y haces tronar tu voz. Todos te oyen reverentes. Ki, en otro tiempo será Antu y en otras geografías la llamarán Nammu. Los hombres te venerán y doblan sus rodillas. Yo, contempló tu poder y, aunque ahora inflas el pecho, sabes que prontamente Enlil te suplirá en las tareas. Los reyes de la tierra reconocen tu deidad y, te acompañan con lo mejor de sus ofrendas: simulan que sus tronos son reflejos del tuyo, y que sus gobiernos son tan justos como tus relaciones con tus iguales. Ahora, acompañado de poder y majestad, te sientas en el trono del cielo. 

Ummmhhh... No sé porque, pero esto me sabe, me huele, suena a aquello que se cuenta en el salmo 82. No hay nada nuevo bajo el sol... Y recuerda eres hijo de Tiamat. Ella fue primero.


jueves, 2 de junio de 2022

Seraphim

"El que arde" acercó sus alas al oído de Moisés e insufló las medidas, insumos y formas para la construcción del altar, los protocolos ceremoniales y hasta el modo como había de recibirse las ofrendas de los fieles. Los ojos de aquel ser, sin embargo no habían perdido de vista ninguna esquina de los cuatro espacios cardinales, parecía tenerlos por todos lados, en varios pares, por entre sus  cuatro parejas de apendículos alígeros.

Esta hecho, al parecer, de fuego celestial, de una flama etérea. Era como fuego pero su cercanía no motiva daño alguno... Ni tan siquiera algún tipo de molestia... Parecía tener forma de hombre, pero no presentaba sexo. Sus extensiones inferiores y la cabeza solo podían deducirse porque en cada una de estas partes un par de alas las cubrían, con recelo, con cuidado... Un tercer y cuarto par de alas que salian de entre las costillas y del torso posterior le permitían movimiento. Era tan... ¿Cómo explicarlo? Silente, sinuoso, tenue, ligero, que de cerrar los ojos, ni siquiera necesitabas de los sentidos para sentir su presencia. De hecho daba la impresión de haber más de "ardiente" en medio de ese espacio en que se dictaban las instruciones... Parecían moverse en círculos y, sin embargo, el modo de instruir las cosas que mandaban a hacer, mantenía unidad, como si proveniesen de una misma voluntad.... El oído interior podía captar con nitidez voces en forma de eco que decían: "Kadosh, Kadosh, Kadosh Adonai Elohim". Eran, a la vez, las voces corales que ensalzan a Elohim y las que ofrecían instruciones... Cómo que una misma boca emitía dos mensajes y ambos eran distinguibles.

Era como estar en el cielo, pero tan solo era una montaña, la cueva descubierta en lo más alto del monte más encumbrado de esa desierta geografía. Moisés estaba atrapado en esa voragine de expresiones y pudo tambien preguntar, aunque sin pronunciar palabra alguna: ¿Quién construirá el tabernáculo? ¿Cómo será el Mishkán? La voz del Ardiente -o de los Ardientes- dejó de oírse solo para permitir que el coro se escuchará con nitidez: "Kadosh, Kadosh, Kadosh. El Santo ya tiene su elegido". En ese momento, la figura de otro hombre apareció. Se presentó como si una voz lo hubiera conducido: su nombre era Bezalel, hijo de Urí, un artesano del pueblo. La criatura celeste lo cubrió con un par de sus alas y, el cuerpo de aquel se temblaba todo, mientras que un libro era leído por otro viviente. Era el "Libro de Raziel" ese que guardaba los secretos de Elohim... El hombre sintió, luego de ese abrazo que, la gloria de Elohim estaba en él, el ruah Elohim le había poseido, aún sin su permiso. Sentía como que flotaba en el aire, sentia en su interior que él también participaba con sus propias alas.

Los serafines, sin dejar dejar de corear, la jaculatoria a favor de Elohim, "Kadosh, Kadosh, Kadosh", se desvanecieron en la noche. Una tarea nueva, anotada en el Libro de Raziel les había sido ordenadas al viejo Moisés, pero también a un desconocido artesano de nombre Bezalel. Elohim, ante los reproches del conductor de su pueblo, solo dejó sentir un susurro que tenía color de suave reproche: "Confía en Bezalel, lo he llenado de sabiduría y conocimiento. La suficiente para atender las instrucciones que vienen de los tiempos primordiales, para replicar los modelos del cielo".

Dicen los más leídos, que los serafines son las divinidades más importantes -despues de Elohim- entre las que -los más avezados- reconocen a Metatrón. También se menciona a un tal Elemiah, a otro que dice llamarse Mahasiah, y un tercero que responde al sonido de Lehahel.  Otros leídos, en número mayor, se limitan a decir que "nadie conoce ninguno de los nombres de ningún seraphim". 

Los serafines, los que están hechos de fuego, mantienen, todavía, sus voces en el dulce halago: "Kadosh, Kadosh, Kadosh Adonai Elohim".

martes, 31 de mayo de 2022

Raziel

Se sintió desnudo y se dio cuenta que el Edén era apenas un pequeño parque de diversiones, pero a pesar de, era también consciente de su ignorancia. En medio de su extravío, Raziel, el ofanim, se le acercó y muy silencioso al oído, le susurró: "Espera. Ten paciencia". Adán volvió el rostro y reconoció a quien le hablaba, temió por vida e intento correr, pero el viviente le guiño los ojos, y con una mano le hizo un gesto de tranquilidad.

No había vuelta atrás. Las puertas estaban cerradas y había varios seres con apariencia grotesca: patas de buey, cuerpo de león, alas de águila y cabeza de hombre, que se habían posado imperturbables en la entrada del camino hacia la terraza principal del jardín, junto a éste, una espada flamigera, semejante a la Mikael, el comandante de los ejércitos de Elohim... Le dio miedo, e intento alejarse, temeroso... Los querubines podían ser muy intimidades.

Sin embargo, aquel otro viviente lucía una forma humana aunque deforme: mostraba cuatro caras, que apuntaban a los puntos cardinales: humana, león, toro y aguila, sus pies eran pezuñas y presentaba extremidades superiores que correspondía a cada una de las caras, que a su vez tenía un ala por lado y que permitía cubrir sus extremidades y, aunque terrible en su forma, sus maneras fueron compasivas. La señal de espera era para esconderlos -a él y a su acompañante- de las deidades justicieras. Y mientras los agazapaba, le entregó un libro escondido entre hojas vegetales, a la vez que le recomendaba: "En tus días de obscuridad, deja que te ilumine". Era Raziel, el ophanim, un ángel de los que por su cercanía a Elohim, se les denomina "tronos".

Raziel conocía todos los secretos de Él. Lo había escuchado desde siempre y, sabía en consecuencia, lo concerniente a los arcanos y misterios de los días primordiales... La lucha de las divinidades por establecer sus propios órdenes, la forma como es que las vencidas fueron desterradas a los desiertos, encadenadas en las sendas de los ríos y abandonadas en las profundidades marinas. Sabía más: De que estaba hecho el mundo, las esferas que lo conforman y hasta el detalle de las escalas del cielo, cómo llegar a ellas y cómo superar los obstáculos en cada nivel. Dicen que, aprovechando el desorden del escape y huida, le dictó todos esos secretos; otros sostienen que el libro ya está escrito. Yo creo lo segundo.

Allí, en el libro de Raziel, por ejemplo se cuenta el detalle de cómo el golpeteo de las piedras de la Obscuridad y del Valle Tenebroso, dieron espacio a la luz, por eso es que quizá se haga referencia a la iluminación del libro. Noe tuvo el libro en sus manos y desde sus indicaciones fue capaz de construir el arca. En las noches lo ponía en medio de gran salón para que -una vez abierto- desplazará a la obscuridad nocturna. Fue una guía material para los hombres en un tiempo en el que todo, la naturaleza y sus divinidades, les eran indóciles. Era, en realidad, un guía de cognocencias y, Elohim permitió su entrega a su más preciada creación: la humanidad. A pesar de su desobediencia, su autor le tenía preferencia.

Deidades envidiosas robaron el libro y lo escondieron en las profundidades marinas, pero en aquella vez, en que Elohim luchó contra Rahab en el mar rojo, luego de vencerla le perdonó la vida a cambio de que devolviera el libro. El último humano en tenerlo, o cuando menos, del que se tiene noticia fue Salomón. ¿Acaso no has escuchado que éste fue una conjurador de demonios y que estos le obedecía cual perritos falderos? Pero... Esa es otra historia.

La última: algunos mal hablados dicen que el libro de Raziel se encuentra escondido en algún muy ignoto lugar de la sede petrina. Dicen.... No me consta. Soy consciente de mi propia ignorancia.

jueves, 26 de mayo de 2022

Leviatán

En el Libro de Enoc, se tiene una muy gráfica descripción de un suceso que aún no es: "Y en ese día se separarán dos monstruos, una hembra llamada Leviatán, que mora en el abismo sobre donde manan las aguas, y un macho llamado Behemot, y ocupa con sus pechos un desierto inmenso llamado Dandain". En esos espacios fueron desterrados desde los días primordiales.

No hay nada explícito en el Génesis, pero escudriñando otras historias hebreas se puede descubrir que aún antes que tierra alcanzará su forma actual, todo era abismo, agua, caos. Elohim se encargó de separar las aguas del cielo de las de la tierra; las aguas dulces fueron apartadas de las marinas y las superficiales se diferenciaron de las subterráneas. Las superficiales se arrinconaron hacia un lado para dar posibilidad a la tierra firme. El agua fue violentada por la mano de Elohim y el espíritu que la protegía fue refundido en las profundidades.

El Leviatán, forma terrorífica del espíritu del mar yace en el mismo; escondido, acongojado, subyugado por la mano de Elohim; sin embargo se reconoce su fiereza: "Con sus estornudos enciende lumbre, sus ojos son como los párpados del alba. De su boca salen hachones de fuego; centellas de fuego proceden. De sus narices sale humo, como de una olla o caldero que hierve. Su aliento enciende los carbones, y de su boca salen llamas".

Si tan fiero es ¿No será que la historia de Jonás es otra peleita más de Yaveh y las divinidades marinas? El primero se ufana de tenerlas como mascotas; más, reconoce -al menos de Levitan- que es cruel, levantisco, feroz. ¿Que hacía Yaveh en los dominios de Leviatán? 

Jonas huía de las exigencia del dueño del mundo: se le había ordenado ir a Nínive pero aquel había preferido tomar el camino opuesto y eso encendió la alarmas del mandante, que al encontrarlo en un barco armó alboroto. ¿No será que la ballena es el gran Leviatán que libró al profeta de una muerte segura en medio de la tempestad mostrada por el dictador Yaveh?

En realidad, no tiene caso que la solución a la tempestad (que provoca tantos problemas a la embarcación) haya sido lanzar al desobediente al mar. ¿O cual sería el objeto de lanzarlo? De hecho de que es altamente probable que muriera ahogado en alta mar, asunto que fue evitado por el espíritu marino que prefirió guardárselo en su seno para luego dejarlo en una geografía segura. O quizá no fue una pelea, sino que efectivamente Leviatán es la mascota de Yavé y se vio forzado a cumplir sus órdenes.

Sea como fuere, Leviatán está allí, en las profundidades marinas, se anuncia como el juguete de Dios y que ya tiene escrito su destino: morirá a filo de espada en los tiempos del juicio final. Así queda escrito en el texto de Enoc y se repite en el libro de Job. Sin perjuicio, no podemos omitir que hay quienes lo han demonizado y lo ponen al mismo nivel de Belzebú o de Lucifer... Pero esa ya es otra historia.

Descansamos, por ahora de mitologias, pero me asalta una pregunta: ¿Será que nuestros oceanos esconden divinidades antiguas? Yo me quedo con Tiamat

miércoles, 25 de mayo de 2022

Rahab

El mundo está lleno de divinidades. Los hebreos solo reconocen una… pareciera. La realidad es otra: hubo libros anteriores a la Tanaj, en los que no sólo se narran historias del diario vivir, sino también los cuentos, mitos y leyendas relativos a la formación del mundo y a la aparición del hombre… cosmogonías en general y, de las que aparece muy disimulados rezagos en el libro más vendido del mundo. La historia de Lilith, la primera esposa de Adán, por ejemplo, que –finalmente- se convirtió en maléfica representación de erotismo de las muchachas; el dios guerrero Yaveh, que dirige ejércitos y levanta su brazo fuerte protector tiene –en los mitos- unas formas femeninas, oficialmente no reconocidas: Yaveh tomó forma de yegua en celo para atraer a los nobles jumentos de los egipcios y dirigirlos hacía las profundidades del mar rojo; mientras que los siete brazos de la Menorá son clara referencia a los siete planetas que en la cultura babilónica se reconocían como divinidades.

En el Genesis, allí donde dice “caos”, “abismo”, “aguas” se esconde el reconocimiento de sus divinidades. El agua es… Tehom, Leviatán o Rahab. A ella hay que enfrentar, en primer lugar y, vencida: la guerra reemplaza a la fertilidad y con ella se desplaza al matriarcado de los primeros tiempos de nuestra historia. Rahab es el mar, el mar embravecido, soberbio, insolente. Afirmase que, en los días primordiales se enfrentó a Elohim y se mostró desobediente, al punto que encolerizado éste, lo mató a patadas… pero, el mar sigue allí, así que, algunos menos crédulos, reconocen la existencia actual de Rahab, exponiendo como parte de su historia la de su intervención en el conflicto entre Moises y los ejércitos egipcios. Los seguidores de Rahab ofrecieron colaboración a Tehom, cuando se encontraron las fuerzas de la naturaleza en las orillas del Mar rojo. Perdió la batalla, pero se llevó hacia las profundidades marinas el llamado Libro de Raziel, uno que se escribió en los tiempos de Adán y que contenía los secretos más oscuros de los días primeros.

Aún cuando Rahab tiene forma de serpiente acuática; la serpiente no siempre tuvo carga de malignidad. De hecho, las culturas primeras la tienen como representación del renacer espiritual. En la cultura hebrea misma, al tiempo que vagaban por el desierto, las serpientes era parte de su hábitat y, por temor, miedo o reverencia, la deificaron: “Esculpe una venenosa y elévala en un asta de bandera. Si cualquiera que sea mordido la mira, recobrará la salud”. Así empezó la adoración de la serpiente de cobre, y tenía por nombre Nehustán, cuyo patrocinio se efectuaba en el templo mismo de Jerusalén ¿O es que acaso esa serpiente era una cara –la cara de la salud o del bienestar corporal-  del mismo Yavéh? Es también representación misma del dios único: La vara de Moisés ¿Por qué tendría que convertirse en serpiente ante los ojos de la corte enemiga si no es para exponer su poder? Es más, expone su capacidad de someter al otro haciéndolo igual a él mismo. Las varas de los sacerdotes egipcios, a pesar de ellos, también se hacer serpientes en representación de aquel, al que quieren negar.

Rajab es una serpiente marina, expone el caos primitivo figurado en la forma de mar tormentoso: una forma de dominarlo es obligándolo a dar espacio para que la tierra brote desde la separación de las aguas, pero también es símbolo de aquello que supone inundación. Egipto es poéticamente comparado con tal divinidad, solo como una forma de exponer o su arrogancia o anunciar las frecuencias en que es inundado por el Nilo… pero sea como fuera, Rahab es, fundamentalmente, el mar, ahora furioso, irascible, encabritado… En cualquiera de sus formas, habrá que verle el lado positivo. Por algún lugar leí una muy seria recomendación: “sea astutos como las serpientes y cándidos como las palomas”, que no es otras forma de decir: “mantengan los pies en la tierra, pero vuelen alto”… Rahab, el mar iracundo, por ahora descansa. 

La tranquilidad del mar es un paisaje inmejorable.

lunes, 23 de mayo de 2022

Tehom

¿Qué es el “caos”? En el libro Bereschit, aparece un relato de la creación en el que se reconoce que el abismo y las aguas primordiales fueron antes de que Dios pusiera orden en la vacuidad e insubtancialidad de lo existente. Y se precisa, como reconocimiento de relevancia que “el espíritu de Elohim estaba por encima de las aguas”. La divinidad acuosa, por tanto, estaba allí y luchó contra las intenciones de Eloim. ¿Su nombre? Tehom.

Tehom es el nombre hebreo de Tiamat, la diosa de las aguas saladas de los tiempos sumerios. La diosa le hizo la pelea a Elohim, al punto que tuvo la oportunidad de revertir sus derrotas cuando regeneró las aguas sobre la superficie de la tierra en los tiempos de Noe: “En el año seiscientos de la vida de Noé, en el segundo mes, a los diecisiete días del mes, en este día se rompieron todas las fuentes del abismo grande, y las ventanas de los cielos se abrieron”. No obstante, fue la luz la que se encargó de reducir a las aguas saladas hacia un extremo de la esfera terráquea para permitir que porciones de la tierra aseguren la vida futura de lo creado.

Y nuevamente, la divinidad – por ser distinta de Elohim- fue demonizada: se le dio forma de dragón. Tehom fue remitida al Mar Rojo: se le reconoció esa porción de la geografía y se le encargó el cuidado y patrocinio del territorio de los egipcios: la prodigalidad de las tierras de cultivo que se esparcen a lo largo del rio Nilo se explica en la fertilidad de la diosa primordial, la que –por la lluvia- aseguraba limos nutritivos.

La última disputa entre Elohim y Tehom se circunscribe a la huida de los dirigidos por Moises… las fuerzas telúricas se enfrentaron en representación de cada quien: el mar rojo en cuyo seno se escondía Tehom exponía su deferencia por dejar pasar a los hebreos a cuenta de que a los hijos del faraón les sean perdonadas sus vidas; mientras que del otro lado, una nube refulgente, desde la que brotaba haces de luz, que exponía en forma de rayos y relámpagos el poder del dios guerrero, el defensor del pueblo escogido.

Dicen los que vieron esa peleíta, la diosa Tehom no quiso perder sus formas primigenias y por a través de la extensión del mar rojo dejó reposar su majestuosidad a lo largo de sus profundidades… Si bien Elohim se llevó a los esclavos hebreos y le dio muerte a los egipcios; ella sabía que, y eso ya estaba escrito, desde las aguas saladas, desde las aguas subterraneas, desde el océano primordial que la representa, todo lo que fue creado vio la luz. Sólo desde la separación de las aguas universales –a las que se les puso por nombre, mar- la tierra firme pudo ser posible y, desde aquellas, todo lo restante -vegetales y animales- tiene sentido.

Si me preguntas ¿O si Tiamat o si Tehom? Con alguna reserva diré Tiamat, pero sin dudarlo, el mar, allí donde todo empezó… No importa la mitología que prefieras. 

 Ya les contaré la historia de Rahab, otra diosa de esos días.


jueves, 19 de mayo de 2022

Tiamat

Y aunque las historias fundantes de nuestra cultura, nos precisan que al principio no había nada y desde la nada se creó todo, los sumerios -que nos superan en edades- prefieren decir que, el principio del principio fue Apsu y Tiamat. El primero, masculino y representado por las aguas dulces, la segunda, divinidad femenina y tenía forma de agua salada. Desde la conjunción de ambos, fue posible la procreación de todos los dioses y todas las cosas. Solo por la acción paridora de Tiamat, el cielo y la tierra adquirieron nombre y, aparecieron en ésta, los carrizales y los juncos.

Ella es la ordenadora. Si los dioses menores son bullangueros, ella les pone el "estatequieto"; si Apsu se impacienta por la actitud de sus propios hijos, ella pone la calma... Pero no equivoques las cosas, que su pacifismo no sea confundido con conformismo. Tiene su carácter ¿Acaso no has visto el mar embravecido? Tiamat, es la serena calma del mar tranquilo, pero es también el crepitante movimiento de sus olas. Es actividad pura, ondeante movimiento, olas gigantes, serpenteante ajetreo... Es paz y agitación en un solo acto.

Los hebreos que oyeron esas historias y, que prefirieron a Yaveh como deidad unica, negaron a la diosa Tiamat y, la representaron en forma de dragón. La hundieron en las profundidades marinas y la desfiguraron: "Y creó Dios los grandes monstruos marinos, y todo ser viviente que se mueve", es una elaborada forma de reconocer que el mar existe, pero ahora representa a la maldad, tanta, que el profeta le ofrece la muerte en el final de la historia. ¿No me creen? Allí les va: "En aquel día Yahvé castigará con su espada dura, grande y fuerte al Leviatán, la serpiente veloz, la serpiente enrrollada; y matará al dragón que está en el mar". No son vanas las más trágicas e intimidantes historias de los marineros ¿Cuantos se han encontrado con Tiamat enfuerecida? En cada puerto hay mil historias, en cada etapa de la historia de la humanidad, número semejante.

Tiamat fue pervertida. Murió en esta mitología que nosotros heredamos... Sin embargo, nada quita que hay otras formas de su existencia: Tiamat mantiene su fecundidad y gracia. Aún con conocimiento de las historias marineras de monstruos del mil cabezas y fauces de las que brotan fuego, el mar sigue pariendo peces y alimentando a los hombres que agradecidos le ofrecen flores.

Tiamat sigue siendo diosa ¿Quien no se ha hipnotizado frente a un atardecer cuando el sol se mete por entre las humedades marinas? En el horizonte solo se advierte la calma y la esperanzadora quietud de que la escena se repita en cada crepúsculo. Tiamat es aún la diosa ondeante que se mueve en las olas, en las que los hombres se bañan. ¿Acaso no hay quienes encuentran placer en caminar encaramados en una tabla de surfear sobre sus formas gráciles y ella se deja acariciar gozosamente?

Creo yo, con riesgo de estar dolosamente equivocado, que los sumerios conocían el contenido de una tonada de estos días: "En el mar la vida es más sabrosa; en el mar te quiero mucho más; con el sol, la luna y las estrellas: en el mar todo es felicidad". Bueno, si no la inventaron ellos, ya que más da... El asunto no le quita mérito a la verdad.

Cosas de la mitología.


miércoles, 13 de abril de 2022

Apuro

Era un poco más de las tres de la madrugada. Mis ojos estaban abiertos. El espacio para el insomnio no era el de siempre. Una cama en la habitación 202 de un hotel ubicado en la cuadra 8 del Jr. Rufino Torrico del cercado de Lima, era testigo de ese despertar. No había problema: habría bastado cinco minutos de televisión, para que hypnos se hiciera presente  y volviera arrebujarse por encima de mis párpados.

 

Esa noche, las circunstancias eran distintas. El televisor no era objeto de atención. En mi cabeza dibujaba hechos no vividos aunque pronosticados. Tenía obligación de comparecer para dar cuenta de mis actuaciones como juez en los siete años anteriores ante un organismo estatal de control funcionarial. Me preocupaba la calidad de la información proporcionada. Las tormentosas lluvias de ese año habían generado graves pérdidas de documentación, la comunicación virtual se hacía difícil y, aunque había cumplido con todo, me parecía que había otros documentos de mejor substancia que, lamentablemente, no se pudo presentar. Hacía repaso de las posibles preguntas, de las debilidades de mi trabajo, de las quejas y habeas corpus de las que había sido objeto. Me prefiguraba –como augurio peor- que algún ciudadano de forma anónima pudiera utilizar el mecanismo de la queja para ponerme en difícil situación.


Me preguntaba, además, de los otros juec… Algo sucedió en mi mente: parte del cobertor fue a dar al suelo y, una palabrota rompió el silencio nocturno: “Mierda…". Mis pies tocaron el suelo frio, pero me importó poco, mis manos estaban preocupadas por hallar el interruptor de luz y, una vez logrado, abrí el ropero y saque el maletín con afán: lo abrí precipitadamente y busqué ansiosamente por entre las cosas  que allí se guardaban y, mientras desacomodaba lo poco que había, los “putamadre” se sucedían sin descuido. Miré entre los cajones del ropero, y hasta por debajo de la cama y, otra vez, al maletín. Finalmente, un “carajo” de resignación, acompañó a mi acomodo en un extremo de la cama. El frio limeño no me hacía nada, pero, algo tenía que hacer... El problema estaba en la mesa.


Miré el reloj y aún faltaban minutos para que sean las cuatro. Me pareció una hora inadecuada para cualquier llamada… ¿a quién llamar? Los minutos se hacían eternos y, con el afán de asegurar su pronta continuidad, de vez en cuando, abría la solapa del maletín con el ánimo de asegurarme de que mis ojos no me hubieran mentido, que no era producto de un mal sueño, o… quizá estaba a la espera de algo extraordinario, de la necesidad de una aparición… de la naturaleza que sea necesaria, para que no falte nada, para creer que si había sido diligente. Hice una llamada... una voz somnolienta me contestó del otro lado ¿Qué hora es, amor? Sin responder la pregunta, la retruqué: “Negra, fíjate en mi cajón superior ¿el protector azul de ternos está allí?” Después de muy pocos segundos, se confirmó todo: el terno con el que pretendía presentarme se había quedado en casa.  Mil kilómetros de distancia nos separaban.


La cita estaba pactada para las 9.30 a.m. pero se nos había pedido a todos los entrevistados que nos presentaramos una hora antes. No había tiempo, en consecuencia, de realizar la compra de un chachá nuevo en alguna tienda, que de ordinario abren justo cuando ya debía estar sentado en el auditorio en el que se realizaría la entrevista. A este tiempo, algo más de las 4.00 a.m. poco me importaba lo que me pudieran preguntar en la entrevista. La ropa de viaje era inoportuna: jean, polo camisero; pero en el fondo había un pantalón de vestir de uso diario: no era lo deseado, pero cumpliría su función. Los demás implementos estaban allí, pero faltaba el saco… ¡Un saco, un saco, un saco! Mi memoria hizo recuento de los amigos cercanos, de los primos, de mi hermano. La estatura de éste último no ayudaba como para que un saco suyo fuera útil para la ocasión… Mi primo fulano ¿Y su número? Hasta eso confabulaba en mi contra. No tenía su celular… Eran ya las cinco y no quedó más que llamar a la casa del bendito pariente y, mientras marcaba, me decía: “Que este pendejo esté en su casa... pls, plis, plis” Un ruego que se perdía en el aire. Una voz de mujer contestó: “Si hola… que pasó” y tras atropellar la urgencia, la respuesta fue un descreído: “No. No creo…” Probablemente, la mujer no tenía espacio para procesar la urgencia y, allí quedó el tema. La llamada se cortó con un “saludos para todos”. Quizá ahora, es probable, que no recuerde ni siquiera la llamada.


Faltaba media hora para que sean las seis. Ya era tiempo como para que la gente esté –al menos- jugando con la claridad de sus ventanas. Sin embargo, en Lima esa posibilidad era lerda, en comparación de Piura, donde el sol suele ser más animoso de lo necesario, incluso desde tan tempranas horas del día. Solo quedaba una opción llamar a mi colega. Nos conocíamos del trabajo, pero no eramos amigos, apenas habíamos cruzado palabras en alguna oportunidad, sin embargo era la última alternativa: “Hola. ¿Si? ¿Quién habla?" Luego de la presentación y las demás cortesías y explicaciones, solo quedaba una pregunta, que fue formulada por el interlocutor: “¿Y te quedarán mis sacos? Recuerda que soy más alto que tú…" El silencio de respuesta fue seguido por un resignado: “No tengo otra opción”.


Un taxi apurado se estacionó en inmediaciones del Campo de Marte. El hombre esperaba al pie de la entrada de la torre de apartamentos. Se acercó a la ventanilla y me entregó la vestimenta.  Un “te va a ir bien en la entrevista” fue la despedida.  Unas horas más tarde, el saco negro, bastante largo y un tantito holgado, era causa de risa entre los piuranos que ese día fuimos entrevistados.  La entrevista es pública y, para buena suerte, no se advierte la largueza de la que damos cuenta. Ese día, ese saco fue el David que se enfrentó al Goliat de la desesperanza, de la preocupación, del desasosiego.


Hace unos días se cumplieron cinco años de esa anécdota.

sábado, 9 de abril de 2022

Visita

"Estudia hijito, pa que seas otro"... Era una letanía que mi abuela repetía en cada cierto tiempo, de particular, cuando me veía sentado con libros, cuadernos, lápices... En, probablemente, caras de desánimo, el "estudia muchacho, que te librará de pesares" se convertía en combustible.

Ambas expresiones se hacían difíciles de entender. Al menos para alguien de nueve años. Lo único inteligible era que de estudiar no podía derivarse nada malo. Hay una tercera, una que me gustaba escuchar que ella me la explicará: "más vale perder un minuto en la vida, que la vida en un minuto". Ella intentaba graficarla como con manzanitas y, al final, luego de darse cuenta que no podía entenderla, de aburrimiento, espetaba: "mejor anda juega pelota". Mi cara cambiaba, y ella advertía el truco: "para eso lo haces, so bandido".

Siempre que se cruzaba por mi delante, algo llevaba en la mano: una cuchara de palo, el frasco de queroseno de la cocina, un paño para remendar, la olla de las natillas, una cinta de grecas... Nunca sus manos estaba vacías. Si era algo de comer.. camote, cancha, gofios, o lo que fuera, me ponía un pedacito al lado... Se sonreía y luego con cara de circunstancia, expresaba: "primero termina lo que estás haciendo". Combustible, otra vez.

Una noche, a la luz de un lamparin -de esos de kerosene, mecha y tubo de vidrio- al verme sentado haciendo sumatorias, me preguntó ¿Y eso te servirá pa cuando seas grande? ¿Qué vas a ser de grande? Nunca antes me había preguntado eso con seriedad... Y lo más cerca que se me hubiera ocurrido era ser futbolista. El mundial de España recién había pasado y mi imaginación solo tenía como objeto un esférico de 32 paños. ¿Que vas a ser de grande? Volvió a preguntar. Hasta esos días, creo, nunca había escuchado la palabra "abogado". Ni siquiera lo imaginaba.

¿A que vienes en estos días? Buenas noches abuela. Todo está bien. Descansa... Todo está bien...

martes, 5 de abril de 2022

Edelmira

Era poco más del medio día. La tarde ya: quizá las tres. Esa vieja morena me esperaba y, en son de reproche anotó: "muchacho bandido, tanto te demoras en llegar" y, luego siguió: "deja esa mochila, lávate las manos y siéntate a comer". La distancia al colegio no era tanta, pero para la gavilla de chiquillos juguetones, era suficiente para la demora.

Una tina ya tenía un poco de agua y, en ella lave mis manos con una astilla de jabón y, mientras jugaba haciendo de éste, un carrito de juguete, sus palabras de apuro fueron graves: "apura muchacho, que no tengo todo el día... Tantas cosas que hay que hacer...". Los lados pantalón gris del colegio hicieron de toalla, mientras la mujer con un plato de sopa esperaba al filo de la mesa. Esperó me acercara y, sacó desde el plato hondo un poco de papas y la devolvió a la olla: "mira que te he echado solo un poquito: apura". Y entre que comía y que jugaba, ella hablaba consigo misma, en tanto sus pasos la llevaban de un lado a otro, de la cocina de querosene al lavador de platos y desde este, al fogón que se escondía detrás del comedor del diario... Por allí se iban sus pasos.

Un otro "apura muchacho", se dejó oír; mientras me quitaba el plato del que solo quedaban un poco de fideos. Los cortó con una cuchara, los acomodó y mientras me los dirigía hacia la boca, anunció: "la última". Ahora, con voz de abuela, dijo: "Espera hijito". Giró el cuerpo, jaló una olla pequeña, hizo una cavidad en el arroz que contenía y raspó el concolón, lo sirvió en un plato, y volvió a decir: " es solo un poquito". Le puso encima un huevo frito y un par de maduros cocidos en aceite. Comer, no era para mi algo me hiciera gracia.

Se metió en la cocina y la perdí de vista. Probablemente se fue en busca de inspiración. Regresó y ahora expuso el mejor argumento que de ella pude escuchar: "ay hijito... Ese arroz lo he preparado para ti, el concolón tiene un saborcito especial porque lo he hecho con manteca de chancho y, ese huevo lo acaba de poner la gallina. Se lo he robado a la gallina colorada... Los he preparado para ti". Pegó un suspiro y remató: "solo espero que te guste, porque ahora sólo son tuyos". No necesitó decir nada de los maduritos que mostraban su dulzor y, yo enamorado de esas letras pronunciadas desde la boca de esa negra que en ese momento me cuidaba, rendido ante sus palabras, entendí en ese mismo momento, que no hay nada mejor que el cariño de los abuelos.

Esa escena no se volvió a repetir, o... A lo mejor sí, pero yo solo me acuerdo de la ocurrencia de aquella tarde. No recuerdo que ella, alguna vez, me haya dado un beso o, tal vez una caricia, pero ese arroz a la cubana suple todo... Todo, todo, todo.

Buenas noches, mamá Edelmira.

martes, 29 de marzo de 2022

Serendipia

Y el imputado, en medio de su dolor, con voz de súplica, hizo petición: "Señoría, quiero que Ud. me escuche... Por favor". Parecía que una lágrima corría por su alma... "Si al menos, leyera ud lo acabo de escribir en el meet...". Su micrófono le fue desactivado y una mujer, en voz inmisericorde, decretó: "su tiempo ya caducó".

En el chat de la sala virtual, los partícipes pudieron leer un verso que dice: "Si la justicia fuera moza / estaría, de su vida, encandilado // mas, es vieja, tuerta, coja / que me tiene tonto, ido, atormentado." Una voz de varón inquirió: "¿Ud., imputado, ha escrito eso? ¿Puede explicarlo? Y, con las disculpas de los demás, abrió los micrófonos para el fulano. "Explíquese por favor".

El hombre levantó la cabeza, se arregló el tapabocas, tomó una bocanada de aire, golpeó el micrófono para asegurar que funcione, acomodó la cámara y preguntó "¿Podrán darme diez minutos? ...aún solo con siete serán sufientes". Sin esperar respuesta empezó su relato.

"La niña puede ser mi hija… Ya quisiera que lo fuera. De hecho hasta pudiera ser mi nieta si consideramos que ando en un poco más cuarenta y mi hijo ya tiene veinticuatro. No la he tocado, salvo un par de veces en que tuve que ayudarla porque tropezó y lastimó sus rodillas en la grava del patio de colegio. Reconozco que soy su profesor particular de música y que le di clase de canto lirico. En esos cortos seis años que tiene y en poco más de tres meses, ha desarrollado una técnica vocal de la que me siento orgulloso… Toca el piano con la destreza de una de diez, pero no viene a cuento lo que ahora digo. Solo nos pone en contexto.

Su madre tiene poco menos de cuarenta y, hace ya muchos años entre ella y yo floreció un amorío que no llegó a buen puerto porque sus padres se opusieron… en realidad, yo tuve la culpa. Ese hijo al que hago referencia se convirtió en el obstáculo para que lo nuestro floreciera. Salí de la ciudad y me dediqué a la música: soy profesor y me declaro hijo de Euterpe… Aunque a veces envidio, también a Erató… Escribo poesías, de esas que no dañan a nadie. Su madre conoció de mi vuelta a la ciudad y un día se apareció con la pequeña pidiéndome clases particulares. Me gustó verla y, después de algunos días de acompañar a su hija, la dejaba –durante la hora y media que duraba la clase los interdiarios de la semana- bajo mi dirección y cuidado.

A ella le dediqué, todos los versos que aparecen en celular de la niña… No eran para mi alumna, eran para ella. Todos fueron escritos los días martes, jueves y sábado; porque eran los días que no podíamos vernos y, remitidos entre las 5.00 y 6.00 de la tarde, conforme lo teníamos pactado…. Es que, acaso una niña de seis, podría entender algo como:

“¿A qué sabe tu boca? Baste tu sonrisa para mis breves taquicardias, que sea el recuerdo de tus furtivas miradas el que alumbre este día de borrasca.
Un carbón encendido y unas mariposas arremolinan en mi piel, bullen en la periferia de mi centro y, mientras los segundos pasan, me asalta una inquietud ¿A qué sabe tu piel?
La luz rectangular es la espuma de la ola que muere en las arenas verdes de letras ajenas, de recados que no llevan tu nombre. Eres el mar que quiebra mis nostalgias ¿Sigues siendo mar?"

Acaso ¿Podría una niña entender lo que allí va escondido?. Solo ella, la madre, sabe a qué se hace referencia en cada verso… Y ella no dirá nada, porque ni siquiera ha querido acompañar a su hija en todo el largo trámite de médico legista, de psiquiatras y psicólogos, de jueces y abogados… Ella no ha estado allí. Ella me ama, como en los tiempos mozos de mis días.

Ella me ama y él lo sabe. Unos barrotes no pueden arrebatarme la alegría. Ojalá la pequeña fuera mi hija".

El hombre acomodó su semblante y, miró a la cámara con apariencia de tranquilidad, para decir a modo de colofón: “Señores jueces pronuncien lo que tengan que decir… Tú lo sabes, él creo que también.”

Una sonrisa de complacencia se dibujó en la pantalla antes de que la cámara se apagará.

martes, 8 de marzo de 2022

Añoranzas

El rio Piura ha perdido glamur. Su encanto se ha desvanecido entre las promesas de los políticos que se ofrecían como sus custodios, el embeleso de otros tiempos ha decaído en medio de las putrefactas aguas que le dejamos caer llenas de plastas humanas e inmundicias que en forma de billetes se esconden en las cuentas de quienes le ponen maquillajes de poca monta. Definitivamente, el rio ya no es protagonista de la vida de los citadinos. Sus desaliñados ropajes, obligan a mirar hacia otro lado.

Hace poco más media centuria, cuando menos, febrero era tiempo de festividad: los carnavales, fiesta introductoria de los tiempos cuaresmales eran sinónimo de algarabía y de júbilo. Los arrieros y trasportistas de carga anunciaban con horas de anticipo la avenida nueva del rio. En los barrios populosos, en especial aquellos a los que la modernidad les negaba candiles de alumbrado público, desde los últimos días de enero y, por durante el mes más corto del año, organizaban las famosas candeladas. La gente encendía chamizas, trastos viejos, se deshacía de cosas inservibles y el fuego era el gran devorador mientras que a su alrededor las gentes bailaban al son de una vihuela o tan solo con el tronar de las palmas, mientras las buenamozas le hacían el acate algún cholo perecido que les instigaba a zapatear bajo el telón de algún tondero o canción popular. Los zambos de las calle Junín con su bailes de conjunto, aderezaban las noches con el sonar de baldes y cajones, mientras sus zapateos acompasados eran el deleite de los curiosos. En el pampón que adornaba a la iglesia de San Sebastián, los curas aprovechaban la multitud de niños para adiestrarlos en las verdades de la fe, mientras las candelas y los crepitares de las leñas consumían todo aquello que les ponían frente de sí.

Le cantaban a la vida pobre de las clases populares, al rio Piura, a las chinas palanganas, al trabajo del campo. El rio Piura era protagonista… con la noticia de su avenida, alguna candelada se realizó en sus orillas, mientras los chiquillos se asustaban con algún cuento de terror, de fantasmas y de niños-muertos que se había trasmitido de edad en edad y, eso desde aquellos días en los que, por "el más allá" del barrio de los Malgaches funcionaba las empresas tineras, de las que solo quedaba algunos adobes descoloridos y desgarbados desde la inclemencia de las lluvias veraniegas. Los chiquillos aprovechaban el anuncio del rio para meterse en sus aguas anegadas de limos nuevos y de arcillas achocolatadas. Las mozas, en cambio, adimentadas de vestidos largos, preferían correr al encuentro de las aguas nuevas para, con sus pies menudos, escarbar caminitos que le faciliten su pronta llegada. No se habrían hecho esperar los avezados que, con alguna calabaza y aprovechando el tiempo del calor lanzaban largo trancos de aguas a los viandantes y ocasionales testigos. Las gentes desde el viejo puente de madera, el desaparecido Puente San Miguel, gozaban de los espectáculos acuíferos y de los juegos de los bullangueros. Si la avenida era fuerte, los adolescentes aprovechaban lo que quedaba del viejo dique de “Los Tacaleños” para lanzarse y nadar el medio de las tormentosas aguas hasta alcanzar el otro lado de la orilla. Alguno de seguro se habría de llevar los sustos de su vida tragando de las aguas del rio loco.

Los peones de los algodonales que se acomodaban en las orillas del rio, en inmediaciones del sector El Chipe y, de lo que actualmente se reconoce como el hospital Cayetano Heredia, agradecían al rio su agua renovada para el bien de sus sembríos. Los frutales y los sembríos de secano que se exponían en sus arenales permitían hortalizas, yucas, camote; pero también las aventuras de los mozalbetes que veían la oportunidad de robar algunas frutas para compartir con la gallada y para enfrentarse al sol ardiente de todos los días.

El rio Piura era protagonista. Protagonistas sus troveros y, es posible que, en los últimos tiempos en los que las candeladas le hacían competencia al lumbre de las noches estrelladas, alguno llegara a cantar esa canción muy piurana en la que el autor describe: “un algarrobo y un sauce bailan de gusto un tondero, y piden que el año entrante, el rio vuelva en enero”.

Las luces multicolores de los cohetes, el estruendo de las bombardas, los cláxones de los carros y hasta las campanadas de las distintas iglesias han dejando de ser los canillitas de su llegada. Las playas de cemento y las tiras de asfalto, las luces led y la atropellada vida nocturna nos impide darnos cuenta de que el rio Piura ha llegado en estos días, que sus lentas aguas conducen alegría a quienes todavía dedican su esfuerzo a la tierra. El glamur de nuestro vecino afluente solo es promesa perdida de los candidatos a las magistraturas ediles y regionales, prontamente olvidadas, incluso, aquellas que suenan melodiosas en los oídos de los viandantes.

Las losas de hormigón -que pretenden asegurar su cauce- se mantienen inconclusas y los paseos que adornan sus orillas mantienen la condición de letrinas públicas de nosotros mismos. Auguremos mejores días para nuestro veleidoso rio, para nuestro rio “loco”.



Descanso

Los judios mesiánicos seguidores de Yeshua, el maestro de Galilea, aun no asumían la desgracia. El 15 de Nisan vieron, desde sus escondrijos, como su cuerpo era descendido de la cruz. Aún con la pesadumbre de su vergonzosa muerte, también les llegaba las noticias dadas por las mujeres del grupo:  la de no haberlo encontrado en la tumba. Eso dio cabida a la esperanza de su vuelta a la vida ¿no es que acaso, Pedro y los demás ya habían contado -más de una vez- el detalle que tuvo con Lázaro al rescatarlo de la muerte? ¿Por qué, entonces, no imaginar que el mismo hubiera sido devuelto a la vida? Así, los amaneceres del primer día de la semana, los “solis dies”, se convirtieron en la ocasión propicia para reunirse en las afueras de la vieja Jerusalén: en el camino de Betania, en el Monte Cedrón o en el Valle de los Olivos para alegrarse con las narraciones relacionadas con las vivencias del maestro expuestas por la boca de los discípulos directos, para reflexionar con la lectura de los profetas y, finalmente para "partir el pan" como una forma de conmemoración de aquellos días difíciles iniciados el 14 de Nisan.
La "fracción del pan", como prontamente fue llamada está forma de celebración, fue adquiriendo solemnidad entre aquellos del “camino” y, en medio de las madrugadas que daban paso al primer día de la semana se acostumbraron a reunirse, incluso para discutir aquellos asuntos que les competían a todos: las dificultades para atender a las viudas, la enfermedad de algún hermano, la opción de nuevos integrantes, las disputas dentro de la comunidad y hasta los asuntos relacionados con la vida diaria, digase los problemas de las semillas para la agricultura, la carestía de los alimentos, la presencia de algún jerarca romano en la ciudad, los enfrentamientos frente a otros grupos religiosos, etc. La vida, desde la lectura de los profetas y desde la propuesta que los mayores ofrecían como oportunidad de actuación del maestro, también hicieron que a este primer día de la semana, también se le denomine –al interior de la comunidad- como “dies dominicus”, el día del Señor.

La costumbre, iniciada por Pedro en la fiesta de Shavuot –que ahora reconocemos como Pentecostés- fue asumida por la mayoría de misioneros y, de hecho, Pablo es quien la propaga en las nuevas comunidades que él mismo fundó en distintos espacios del mundo griego. Así, cuando se despide de sus discípulos en Troas –allí donde resultó herido Eutico, que cayó desde una ventana del tercer piso- lo hace en medio de la acción conmemorativa de la “fracción del pan”. Cuando le escribe a sus amigos de Corinto les dice, algo así como “¿no es que acaso la copa que bebemos y el pan que compartimos es la forma como participamos del cuerpo del mesías?”. 

Ignacio de Antiquia, hacia el 110, y Justino Martir, en el 150, reconocen que el primer día de la semana es donde se reúne la comunidad –ahora ya- “cristiana” para conmemorar el día del Señor. Justino, lo dice con claridad: “celebramos esta reunión general el día del sol, por ser el dia primero en que Dios, transformando las tinieblas y la materia, hizo el mundo y, el día en que Jesucristo, nuestro señor, resucitó de entre los muertos”. La costumbre, definitivamente se había hecho carne en medio de esas gentes esperanzada de futuros mejores.

Desde la otra orilla, habrá que reconocer que el calendario romano estatuía dedicación de cada día de la semana para sus distintas deidades: El día del Sol era el primero de la semana, le seguía: el día de la Luna, el día de Marte, el miércoles es el de Mercurio, luego viene el día de Júpiter, continúa el de Venus y termina la semana con el día de Saturno. Esta dedicación era silenciosamente nominativa; empero el 07 de marzo del 321, el emperador Constantino dictó una ley que, enuncia en el fragmento que se conserva: “En el venerable día del Sol, que los magistrados y las personas que residan en las ciudades descansen, y que todos los talleres cierren.
En el campo, sin embargo, que la gente que se ocupa de la agricultura pueda libre y legalmente continuar con sus tareas porque a menudo sucede que otro día no es adecuado para la siembra del grano o la plantación de viñas; no sea que por descuidar el momento propicio para tales operaciones la liberalidad del cielo se pierda”. 

La ley de Constantino se explica en una disputa política sostenida con su par Licinius y sus efectos –antes que religiosos- tienen importancia administrativa. La ley instituye un día festivo consagrado al Sol Invicto como divinidad religiosa, a la que había que cumplirle los votos contraídos pero a la vez para dar paso a los juegos que se realizaban en su beneficio. Por sobre esto, es relevante la paralización de los actos jurídicos de los funcionarios públicos. Viene bien recordar que la equiparación, en el lenguaje jurídico, de la nominación “día del Sol” (dies solis) -propia de los romanos- con la nomenclatura “dia del Señor” (dies dominicus) -utilizada por los herederos del judío Yeshua hamashiaj- solo ocurrirá hacia el 386, cuando Teodosio I ordene que el "cristianismo niceno" sea la religión oficial de Estado y disponga renombrar el día del descanso con el nombre oficial de “dies dominicus”.

Sin importar los detalles, tendríamos que reconocer que hace, exactamente, 1700 años, por primera vez una autoridad civil reconoce la posibilidad de tener un día de descanso semanal, aunque también habrá de advertir que los judíos ya tenían esa institución como mandato de sacra obligación. El tiempo se encargó, por a través de los herederos de una secta judía –la de los judíos mesiánicos netzaritas- hoy llamados “cristianos”- se alcance la unificación de esas dos instituciones.

Asi, viene bien recordar el modo como es que podemos gozar -ahora inadvertidamente- de un día de descanso laboral.  Buenos días.

Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...