martes, 5 de abril de 2022

Edelmira

Era poco más del medio día. La tarde ya: quizá las tres. Esa vieja morena me esperaba y, en son de reproche anotó: "muchacho bandido, tanto te demoras en llegar" y, luego siguió: "deja esa mochila, lávate las manos y siéntate a comer". La distancia al colegio no era tanta, pero para la gavilla de chiquillos juguetones, era suficiente para la demora.

Una tina ya tenía un poco de agua y, en ella lave mis manos con una astilla de jabón y, mientras jugaba haciendo de éste, un carrito de juguete, sus palabras de apuro fueron graves: "apura muchacho, que no tengo todo el día... Tantas cosas que hay que hacer...". Los lados pantalón gris del colegio hicieron de toalla, mientras la mujer con un plato de sopa esperaba al filo de la mesa. Esperó me acercara y, sacó desde el plato hondo un poco de papas y la devolvió a la olla: "mira que te he echado solo un poquito: apura". Y entre que comía y que jugaba, ella hablaba consigo misma, en tanto sus pasos la llevaban de un lado a otro, de la cocina de querosene al lavador de platos y desde este, al fogón que se escondía detrás del comedor del diario... Por allí se iban sus pasos.

Un otro "apura muchacho", se dejó oír; mientras me quitaba el plato del que solo quedaban un poco de fideos. Los cortó con una cuchara, los acomodó y mientras me los dirigía hacia la boca, anunció: "la última". Ahora, con voz de abuela, dijo: "Espera hijito". Giró el cuerpo, jaló una olla pequeña, hizo una cavidad en el arroz que contenía y raspó el concolón, lo sirvió en un plato, y volvió a decir: " es solo un poquito". Le puso encima un huevo frito y un par de maduros cocidos en aceite. Comer, no era para mi algo me hiciera gracia.

Se metió en la cocina y la perdí de vista. Probablemente se fue en busca de inspiración. Regresó y ahora expuso el mejor argumento que de ella pude escuchar: "ay hijito... Ese arroz lo he preparado para ti, el concolón tiene un saborcito especial porque lo he hecho con manteca de chancho y, ese huevo lo acaba de poner la gallina. Se lo he robado a la gallina colorada... Los he preparado para ti". Pegó un suspiro y remató: "solo espero que te guste, porque ahora sólo son tuyos". No necesitó decir nada de los maduritos que mostraban su dulzor y, yo enamorado de esas letras pronunciadas desde la boca de esa negra que en ese momento me cuidaba, rendido ante sus palabras, entendí en ese mismo momento, que no hay nada mejor que el cariño de los abuelos.

Esa escena no se volvió a repetir, o... A lo mejor sí, pero yo solo me acuerdo de la ocurrencia de aquella tarde. No recuerdo que ella, alguna vez, me haya dado un beso o, tal vez una caricia, pero ese arroz a la cubana suple todo... Todo, todo, todo.

Buenas noches, mamá Edelmira.

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Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...