Tehom es el nombre hebreo de Tiamat, la diosa de las aguas saladas de los tiempos sumerios. La diosa le hizo la pelea a Elohim, al punto que tuvo la oportunidad de revertir sus derrotas cuando regeneró las aguas sobre la superficie de la tierra en los tiempos de Noe: “En el año seiscientos de la vida de Noé, en el segundo mes, a los diecisiete días del mes, en este día se rompieron todas las fuentes del abismo grande, y las ventanas de los cielos se abrieron”. No obstante, fue la luz la que se encargó de reducir a las aguas saladas hacia un extremo de la esfera terráquea para permitir que porciones de la tierra aseguren la vida futura de lo creado.
Y nuevamente, la divinidad – por ser distinta de Elohim- fue demonizada: se le dio forma de dragón. Tehom fue remitida al Mar Rojo: se le reconoció esa porción de la geografía y se le encargó el cuidado y patrocinio del territorio de los egipcios: la prodigalidad de las tierras de cultivo que se esparcen a lo largo del rio Nilo se explica en la fertilidad de la diosa primordial, la que –por la lluvia- aseguraba limos nutritivos.
La última disputa entre Elohim y Tehom se circunscribe a la huida de los dirigidos por Moises… las fuerzas telúricas se enfrentaron en representación de cada quien: el mar rojo en cuyo seno se escondía Tehom exponía su deferencia por dejar pasar a los hebreos a cuenta de que a los hijos del faraón les sean perdonadas sus vidas; mientras que del otro lado, una nube refulgente, desde la que brotaba haces de luz, que exponía en forma de rayos y relámpagos el poder del dios guerrero, el defensor del pueblo escogido.
Dicen los que vieron esa peleíta, la diosa Tehom no quiso perder sus formas primigenias y por a través de la extensión del mar rojo dejó reposar su majestuosidad a lo largo de sus profundidades… Si bien Elohim se llevó a los esclavos hebreos y le dio muerte a los egipcios; ella sabía que, y eso ya estaba escrito, desde las aguas saladas, desde las aguas subterraneas, desde el océano primordial que la representa, todo lo que fue creado vio la luz. Sólo desde la separación de las aguas universales –a las que se les puso por nombre, mar- la tierra firme pudo ser posible y, desde aquellas, todo lo restante -vegetales y animales- tiene sentido.
Si me preguntas ¿O si Tiamat o si Tehom? Con alguna reserva diré Tiamat, pero sin dudarlo, el mar, allí donde todo empezó… No importa la mitología que prefieras.
Ya les contaré la historia de Rahab, otra diosa de esos días.
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