La tarea emula jugar a ser un dios del pasado recreando historias ajenas. Expone la sentida intención de ofrecer a quienes quieren lo que conviene en la ingenua construcción de un puente con apenas unas hebras de cabellos.
Hacer justicia es como jugar con el viento y con la lluvia con la apetencia de evitar que la tormenta se acreciente. Es el afanoso propósito de terminar la pelea en la crédula convicción de que a todos les gusta el desenlace. Es el ofrecimiento de un carnal costal de box, allí donde todos dicen tener la razón desde la fuerza de sus puños, desde sus detemplados gritos.
Es jugar a ser dios con las limitaciones del sentido común, con la prodigalidad de la prueba, con la parquedad del derecho. Es la propuesta personal de ser el dado de dios, pero sin puntos en los lados. Solo somos un dado de colores. Es como completar un cubo de Rubik con la pericia que solo los agonistas tienen.
Somos los parteros de embarazos no deseados. La boca que dice lo que pocos quieren. Somos los pitonisos de Las Moiras, los hijos nuevos de la vieja Némesis.
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