martes, 3 de marzo de 2020

Anamnesis

El hombre le movía el hombro, le daba cachetaditas en la cara, “Juan, despierta… Oye cojudo… la policía está afuera, despierta carajo”. Estaba asustado y, asustado también se despertó Juan… Intentó estirarse sobre la cama, pero el hombre, le miró con rabia: “Que mierda has hecho anoche, la policía te busca… hay diez tombos en una camioneta”. Se levantó como un resorte y efectivamente reconoció –desde una pestaña de su cortina- dos vehículos policiales y algo más de diez policías. “Mierda, mierda, mierda” decía, mientras se calzaba en sus zapatillas azules y se enfundaba en su pantalón pitillo.

Un policía le mostró una foto de mujer y le preguntó: “¿La conoces?” Asintió con la cabeza. “Tienes que acompañarnos a la comisaría. Será mejor que tu papá llame a un buen abogado. Ahora mismo quedas detenido Juan Goycochea Trindade. Cualquier pregunta te será respondida en la comisaría por la fiscal del caso… Tienes derecho a guardar silencio…” y continuó con las jaculatorias jurídicas que se acompañan en este tipo de ritos policiales. Fue sacado casi a rastras, e introducido en la tolva de la camioneta. El miedo ya había hecho mella en su pecho y le afloraba por la boca en forma de una cínica sonrisa. El hombre que se quedó en casa, probablemente, en esos escasos minutos le añadió canas a su cabellera como si se tratara de diez calendarios transcurridos. Un “muchacho de mierda” se perdió en el espacio como un gemido lastimero.

La “fiscal del caso” lo recibió con la frialdad que los años de experiencia le recomendaban: “Sr. Goyochea, ya sabe de que lo acusan, verdad?” El detenido asintió con la cabeza y, preguntó en forma de aseveración: “¿Tengo derecho a un abogado verdad? Le pido que me permita hablar con mi abogado Enrique Reategui, que viene en camino”. De mala gana la mujer respondió ofreciéndole diez minutos: “Si no llega, empezamos con el abogado público”. Lo había visto en la serie abogadil “The Practice” y ahora le serviría si es que lo conjugaban con sus técnicas interpretativas aprehendidas en los talleres de clouwn en los que había participado desde el tercer ciclo de la universidad. Se decía para sí: “No he hecho nada, no debo mostrar miedo, no he hecho nada…” Ahora intentaba mostrarse cínico con todo el dolo que su voluntad le permitía. El miedo, sin embargo, le ponía reparos. Y mientras esperaban la llegada de defensor privado, en el Instituto de Medicina Legal le tomaron las muestras de sangre para identificar sustancias alucinógenas, para luego trasladarlo nuevamente a la sala de interrogatorios.

Luego de su identificación –verificada en el sistema- dijo ser estudiante universitario. Por esos días veraniegos, de vacaciones y, por ello dedicado a labores de taxista en un auto de propiedad de su papá: “el señor que les abrió la puerta a los policías”. Mientras la abogada del Ministerio Público intentaba –ahora- congraciarse con el declarante con el afán de ofrecerle la confianza suficiente para que se incriminara, el abogado vislumbró sus intenciones y retrucó a esas sonrisitas malévolas: “Dra. Sería bueno que le haga preguntas a mi defendido tendentes a confirmar o retrucar la versión de la agraviada, pues ya sabemos que no ha negado que se conocían y menos aún que la relación sexual se hubiera realizado…” Era ahora un asunto de estrategias profesionales, que sin exponerse con claridad se encubrían en el yeso de las formas. Así, para hacerle perder la ilación, la fiscal –sin hacer caso a la perorata- preguntó directamente: “¿Consume drogas y, me refiero a las licitas como el tabaco o el alcohol y, a las ilícitas como la marihuana o el éxtasis? La respuesta fue simple: “Si. Cerveza y, algunas veces marihuana, con los patas de U. La cerveza cada vez que hay plata y razones y, el humo solo tres o cuatro veces al año… en particular cuando necesito estar relajado”. Y sin que le preguntaran continuó diciendo que la noche anterior solo bebió una “Cuzqueña de lata” y a insistencia de Katherine Santiago. En sus palabras: “Se trató de una complacencia, con el afán de agradarle”.

Una mujer policía, se acercó a la fiscal y le anunció que había una abogada del Ministerio de la Mujer que se apersonaba para ofrecer asesoría a la agraviada y pedía permiso para ingresar. El abogado solo levantó los hombros en forma de aceptación y, la mujer quedó apersonada en la investigación. De hecho, la Srta. Santiago –desde otro ambiente- también ofrecía su conformidad. Luego de las preguntas de detalles y demases, el acusado terminó diciendo que esa noche salió para prestar el servicio de taxi y, que efectivamente fue requerido por la aplicación de Uber. Las tres personas le tomaron el taxi: la pareja se tomó el asiento de atrás mientras que Katherine le pidió permiso para sentarse adelante, luego de la primera parada en una de las calles de bullicio nocturno. Indicó que le fue tomado el servicio a eso de las 11.40 pero que en todo caso, estaba registrado en su cuenta, en la que se anotaba la hora, el recorrido y el dinero cobrado. Bajaron cerca a una cevichería y, le pidieron esperara algunos minutos, entregándole un billete de 20 soles para asegurar la espera. Desde el lugar donde esperaba dice que vio que se sentaron en una mesa, pidieron una cerveza y, luego de algunos minutos, la otra chica –de la que desconoce su nombre, salvo el apelativo de “Nona”- se le acercó para invitarlo a la mesa y, pedirle que desactivara su servicio porque le pagarían la noche si los acompañaba. El muchacho también se acercó y le pidió recomendaciones de sitios donde bailar. Finalmente, se acercó Katherine, que dijo ya haber pagado y que, los llevara a la mejor discoteca. Les recomendó “La noche maldita”, pero le dijeron, casi a coro, que no les gustó el ambiente, así que se dirigieron a “Zumba”.

Sostuvo conocer a los vigilantes, porque sea como cliente o como taxista suele llegar a las inmediaciones, así que le permitieron ingresar sin pagar a él y Katherine, mientras que los otros solo pagaron la mitad. No recuerda ya las horas, afirma que él no pagó nada de bebidas, pero sostiene que en la mesa, además del agua que pidió para él, hubo hasta tres rondas de Cuzqueñas en lata. Empezada la segunda ronda, es que tomó la cerveza que reconoce haber bebido. Afirma haber bailado y hasta haberse toqueteado con Katherine, presumiendo que pudo existir algún exceso de su parte, confundiéndolo con el tumulto de gentes que se agolpaban en la pista… Lo único que podía decir de ella con certeza es que era profesora de francés en la Capital y que tenía pensado irse a Europa para estudiar becada en una universidad inglesa, algo relacionado con las ciencias políticas.

Finalmente, reconoció que se fueron a insistencia de la “Nona” y la complacencia de su enamorado cuando en la discoteca anunciaron que cerrarían, pero en realidad, a él le hubiera quedado quedarse un poco más, pues era agradable la compañía de Katherine. Afirma, que al salir les preguntó donde debía llevarlos, pero que los dos enamorados decidieron irse en otro taxi, mientras que Katherine le invitaba a irse a otro sitio donde pudieran estar solos. Esa petición le produjo una concupiscente sonrisa, y decidió irse a ese hospedaje donde se despertó: ella pagó la cuenta del hotel y hasta los preservativos. No le pareció que estuviera borracha como para presumir que no pudiera darse cuenta de lo que decía, así que, finalmente tuvieron las relaciones sexuales con su consentimiento. “Y si no me creen, pueden pedir los videos de vigilancia del hotel o, mejor aún, les puedo alcanzar los audios de seguridad de mi vehículo. Éste tiene un espejo electrónico que graba lo que aparece por delante y, las conversaciones que ocurren entre el conductor y el pasajero”.

Las preguntas incisivas de la defensora de victimas no lograron una cosa distinta. A las 8.00 de la noche de ese mismo día, Juan Goycochea abandonó la comisaría. Unas cámaras periodísticas aseguraban la sonrisa cínica de liberado. Prontamente será la portada de la noticia principal del día siguiente: “Fiscal libera a presunto violador”.

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Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...