martes, 19 de julio de 2022

Naamáh

“Si un hombre duerme solo, entonces aparece Naamáh para hacerlo su víctima”, reza un viejo manual de demonología hebreo. Su naturaleza espiritual hace de su belleza una de tal incandescencia que, es capaz de invadir los sueños viriles y humedecerlos, aún cuando la noche fuera muy fría. Naamáh fue pareja de Adán y… hermana de fluidos de Eva y de Lilith. Con ésta última, se hicieron hasta comadres…

Naamáh, aparece en el Génesis. Se le anuncia como hija de Lamec y hermana de Tubalcain. Si atiendes la línea genealógica, es trastataranieta de Caín, del que, ya sabemos, es hijo de Adán. En la travesía legendaria, -de escritura tardía- se hace saber que una tal Naamáh (probablemente homónima de la ya mencionada hija de Lamec) tuvo su cuchi-cuchi con Adán, pero no se explica las razones por las que terminó en las arenas del Mar Rojo. En el peor de los casos, pareciera que estos predios estaban dedicados para la estadía de los espíritus díscolos, de aquellos rebeldes, que habían hecho de la complacencia carnal, una forma vital de ser.

Si me dan razones para exponer mi posición me decanto por aquella otra versión en la que se da cuenta de las breves discusiones del Altísimo con sus lugartenientes. Dios estaba gravemente ensimismado, complacido gratamente con la creación de Adán y, bueno, también con la de Eva. En realidad, después de tres intentos de darle forma a la compañera del primer varón, ésta salió mejor que el molde. El asunto vino después: la humanidad se descarriló y el autor de la creación se vio obligado a buscar la forma de refundarla. Allí vinieron los reclamos de los seres espirituales: "¿A cuento de que tanta preocupación por el hombre?" le exigieron un par de alados, Semhazai y Azazel, según una leyenda. Y el reproche terminó con un “Te dijimos. La pretensión de ordenar el caos y de generar vida semejante, era una idea nefasta”. Con el afán de salvar la querella, el hacedor del mundo refutó: “Los seres terrenales tienen una natural inclinación al mal”. Los ángeles simplemente se ofrecieron para descender a la terrenalidad adánica para mostrar que la inclinación al mal era solo una justificación impropia.

Los alígeros perdieron sus extensiones y adquirieron realidad material. Las cosas eran distintas viéndolas de tan cerca: la naturaleza primigenia, la inocencia de los hombres, la beldad de las herederas de Eva... La tal Naamáh encandiló con su gracia a Azazel, mientras que su compañero Semhazai andaba echándole maicitos a Isthar, una virgen del oriente… Los chismógrafos no se ponen de acuerdo, pero, pero, pero… es altamente probable que, en medio de sus sesiones amatorias la buenamoza de Naamáh haya logrado que el corporeizado Azazel le revelara los secretos de la incorporeidad y, que efectivamente, pudiera –desde su manipulación- alcanzar el estado súcubo que ahora se le atribuye. Con ocasión de tal revelación, el tal Azazel sufre la condena perpetua de la posición invertida –cabezaabajo- colgado en algún cañón de la geografía terráquea. Ella, en cambio, en contubernio con Lilith (ya les contaré luego de sus amoríos con Semhazai), se fueron a habitar el Mar Rojo y, desde ese espacio decidieron venganza contra la humanidad por la traición sufrida desde la complacencia divina: la habitación con seres inmateriales.

La venganza, como ya lo he señalado en otras letras, se substancia en cuaderno separado: la muerte de los neonatos, de por lo menos, hasta los 8 o los 20 días de nacidos, dependiendo de su sexualidad; salvo que las madres tuvieran la precaución de imponer en la muñeca del recién nacido un pendiente con el nombre de los ángeles Senoy, Sansenoy y Semangelof. Dicen que, la tal Naamáh es la causa de la epilepsia infantil.

Si me lo preguntan, creo que, aunque calificada por la leyenda de súcubo, la maldad no le llega a tanto: de hecho, ella es madre de varios seres del inframundo. Si su nombre significa “complacencia”, "encantamiento", le bastaría con la posesión nocturna de los viriles; le sería suficiente su canto para llenar las tabernas de los hombres para tener asegurada su cosecha… Los que más saben, le atribuyen la maternidad de Asmodeo, el demonio de la lujuria, ese que al que Tobías -el personaje de la biblia- se enfrentó para liberar a Sara -la hija de Raquel- de la maldición de la muerte de sus maridos… pero ésta es, también, otra historia.

Para concluir, anotarles que, en la antigüedad del mundo, Naamáh era una de las diosas cuyo patronazgo suponía la protección de la prostitución sagrada; en el medioevo gótico, las esculturas de una mujer en torso desnudo muy cerca de una taberna exponían el servicio comprado de la sexualidad femenina y, a nuestros días es… una historia de la que no tenemos certezas.

¿Quieres saber la historia de Lilith? Ve Origenes


sábado, 16 de julio de 2022

Conversa

“Hablar de una mujer es siempre oneroso”, resaltó el viejo. Y con un suspiro del pecho profundo, concluyó: “Calla, y vive”. Dejó una risita sarcástica en el aire y se corrigió a sí mismo: “Calla, sufre y vive”. La mula en la que andaba, bufó de mala gana, para hacer saber su cansancio, quizá del camino; o, a lo mejor, de lo aburrida de la historia. Miraron, los dos arrieros, en la distancia la cercanía del agua, y se ofrecieron hacer un alto y dar descanso a sus jumentos y a ellos mismos… al fin, ya casi era el medio día y, el sol arreciaba fuerte.

Volvieron a recrear la historia que llevaban entre manos: la del Rumualdo, hombre facineroso, qué en su afán de doblegar la voluntad de la Juana, le metió un balazo entre el pecho. Uno intentó continuar la conversa: “…Éste se pasó de vueltas. No sólo no logró su cometido, sino que además se puso en la mira de la justicia, por ese hecho y otros anteriores… de sus días de soldado en el cuartel de El Alto, de sus veces de pescador por el sur… Está pedido”. El otro remató la idea: “Y todo por un amor”. Un breve silencio permitió que los hombres pusieran atención al susurro del viento por entre las ramas que les ofrecían sombra, mientras en el otro lado sus “aperos” sesteaban. El más viejo, en un arranque de esos donde el corazón expone sus razones más intensas, quiso negar la idea: “El amor, no. El hombre. No le puedes achacar las cosas malas al amor… El hombre… o la mujer, puede ser malos o buenos, por las cosas que deciden y que hacen, pero el amor no. El amor es, siempre, el amor”. Su acompañante –más joven-, mientras tiraba piedritas a modo de jugueteo, allí donde se encontraba sentado, ofreció una nueva expresión: “pero si el Rumualdo no se hubiera encaprichado y si ella, no se hubiera negado, otra historia estaríamos contando… quizá hablando de sus hijos, de su ganado. Ahora él anda huido y, ella vista como la mala de la historia”.

El viento entre las ramas de los arboles generaban un rumor, un ruido que –ahora- llamaba la atención. Incluso de sus mismos inquilinos… los chilalos y las soñas revoloteaban asustados. Las algarrobas maduras caían con ocasión del viento y hasta las avispas de un panal común se inquietaron. De hecho, parte de la “tripa de burro” hecha de barro -y que habían logrado como su casa común- se cayó. El avispero en el suelo, obligó a los hombres a alejarse por breve término, para evitar las picaduras de los insectos.  Rieron de la necesidad de huir de las posibles picaduras. Parte del fiambre fue a dar por la tierra. Apenas se libró un pedazo de queso y un trozo de maduro que se mantenían en sus viandas.  Rieron, hasta por el hecho de que se quedarían con hambre. Aseguraron el nuevo lugar donde estar y, volvieron a acomodar sus posaderas. Las botellas de refrescos, se acomodaron entre sus piernas.

El más joven preguntó - ¿Por qué caen las algarrobas? Y, el mayor contestó con una pregunta que llevaba escondida una injuria: "¿Qué pregunta es esa? Caen porque tienen que caer, porque el viento las hace caer. ¿o no? Preguntas tonterías".  Miraron alrededor. Y, el de la pregunta se contestó a sí mismo y utilizando lo dicho: “Si fuera que caen porque tiene que caer, entonces todas caerían; si fuera que caen por el viento, entonces en el suelo distinguiríamos verdes y amarillas. Solo hay amarillas. Entonces, caen las que están listas para caer. ¿Te parece?” El mayor miraba hacia su alrededor haciendo gestos con la cabeza con los que anunciaba que pensaba en la respuesta, para finalmente decir “Si. Tienes razón”.

Regresaron al tema de la conversación: ¿Y no será que eso mismo ocurren las vidas de las gentes? ¿Qué las cosas ocurren porque todo empuja a que sean de una determinada forma? Acaso ¿si Tomás no hubiera estado la noche en el que le dispararon a Juana ella hubiera muerto? ¿Y si Felipe no hubiera llegado por esos días de velaciones para cortejar a Juana, Rumualdo no se hubiera obligado a usar un arma cuando sus palabras pudieron conseguir mejor resultado? ¿Por qué no murió Juana si el disparo fue en el pecho? ¿Será que Felipe era más culpable de lo que se cree por el solo hecho de haberle generado precipitación a Romualdo?

“¿Cómo será? ¿no? Fue la contestación a tantas preguntas. “El azar, el destino, la casualidad puede que no existan, que nadie las haya visto andando, pero que influyen en la vida de los hombres, no hay vuelta que darle; pero son estos los que con sus acciones le ofrecen forma a su propia historia: nadie obligó a Romualdo a robar el cargamento de municiones en el servicio militar, nadie le obligó a elegir a la Juana como pretexto de sus amores, menos a que anduviera con arma bajo el cinto. Esas han sido sus decisiones. Ahora pues que, asuma sus responsabilidades”.

Ambos revisaron sus servicios, los acomodaron, primero en sus talegas de tela y, luego el lado izquierdo y posterior de sus alforjas. Sin decirse nada, se levantaron, revisaron los aperos de sus jumentos, montaron en ellos; miraron “la altura” del sol, y tomaron el caminito que los había llevado hasta allí. Unas expresiones finales del mayor pusieron fin a la conversa: “No te puedo responder a todas las preguntas, pero lo que sí sé es que a nadie se le dispara en desventaja. Menos a una mujer; contimás, si dices que estás enamorado. No eres dueño de tu vida, menos de la vida de la mujer que dices que amas… por eso vuelvo al comienzo: hablar de una mujer es siempre caro, dispararle, más caro todavía”. 

"Arrea, que falta harto camino" fue la expresión final y que invitó a los andantes a acomodarse en sus aperos para pestañear un rato.

Nota: si quieres conocer la historia de Juana y de Romualdo, revisa: Bala. La misma historia, pero desde la otra perspectiva: Destino

 


miércoles, 13 de julio de 2022

Anu

"Anu habita el cielo y se sienta en su trono, vestido de majestad y poder. Le acompaña el cetro, el baston y la corona como manifestación de soberanía. Camina entre los dioses y estos le obedecen". Reza así un viejo oráculo venido a mi desde la antigüedad. Esta vieja deidad se manifiesta oniricamente y me revela sus secretos.

"Antes que todos era yo; y mis padres, me donaron su poder". Sonrío con él y las luminarias del cielo se inquietan. "Anu es el dios del cielo", replican.
Alala, desde muy atrás, como voz atenuada, solo y casi sin querer, anuncia: "y un día fuiste mi copero, como yo lo fui de Ansar y éste de Luhmu y así hasta llegar a Dür". El tiempo no es eterno, pero Anu, ahora, preside la asamblea de sus iguales; de los que fueron antes y de los que serán en tanto el tiempo sea.
Nigursat -Ki, la tierra- se sienta a su lado y comparte su trono. Está embarazada. Guarda en sus entrañas al poderoso señor del aire, invisible pero potente como las tormentas; no obstante, tenue como la brisa... Transparente que deja que Anu con la lluvia fecunde a la tierra cada verano... Un dia, este presidirá la asamblea de los dioses, un día Anu no será.

Vienes a mis sueños y haces tronar tu voz. Todos te oyen reverentes. Ki, en otro tiempo será Antu y en otras geografías la llamarán Nammu. Los hombres te venerán y doblan sus rodillas. Yo, contempló tu poder y, aunque ahora inflas el pecho, sabes que prontamente Enlil te suplirá en las tareas. Los reyes de la tierra reconocen tu deidad y, te acompañan con lo mejor de sus ofrendas: simulan que sus tronos son reflejos del tuyo, y que sus gobiernos son tan justos como tus relaciones con tus iguales. Ahora, acompañado de poder y majestad, te sientas en el trono del cielo. 

Ummmhhh... No sé porque, pero esto me sabe, me huele, suena a aquello que se cuenta en el salmo 82. No hay nada nuevo bajo el sol... Y recuerda eres hijo de Tiamat. Ella fue primero.


Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...