lunes, 30 de septiembre de 2019

Olvidos

Reíamos… ¿Cómo es que se te ocurren esas historias?, me preguntaste… Y luego intentabas pronunciar de modo correcto una palabra en idioma extraño: “Damnatio memoriae”. Reíamos por los varios intentos.

Olvidar como pérdida de los recuerdos, en una acción involuntaria y natural… Es probable no recuerdes aquella veces que caminábamos por los jardines del San Juan de Dios buscando caracoles, que hayas arrinconado en algún lugar oscuro de la memoria tus primeros esfuerzos por aprender las tablas de multiplicar o aquellas otras veces que pintabas las paredes... Es, como te digo, un asunto de la naturaleza: olvidamos aquello que no tiene importancia. De hecho, ahora mismo ya no recuerdas que comiste en el almuerzo el sábado pasado, los tipos de alimentos que te enseñó la maestra cuando estabas en segundo grado en el curso de ciencias. Olvidamos las cosas como un proceso natural.

La deliberada intención de olvidar es una cosa distinta…. Los adultos la intentamos por distintas razones y de diferentes formas: la enamorada le ha terminado la relación a un joven y, éste para olvidarla no tiene mejor idea que romper la foto que solía llevar en su billetera; el esposo abandonó a la esposa y ésta borra todas las fotos del facebook en las que aparece, el pueblo advierte que su alcalde ha sido un corrupto de gran calaña y decide romper los vidrios de la municipalidad, hasta le mete fuego, la asociación de padres de familia es estafada y  prefiere dar por perdidos los libros generando uno nuevo con nuevas cuentas… Hacemos cosas con el ánimo de olvidar. Y, dicen los especialistas en psicología del testimonio que si es posible… De por allí viene eso de que “un clavo saca a otro clavo”, pero ya te lo explicaré en otra historia.

En nuestros tiempos, las “damnatio memoriae” como condena de la memoria o pretensión de olvido intencional colectivo, materializada en la reescritura de la historia, quema de documentos, ruptura de monumentos, reelaboración de placas recordatorias -en el modo como lo efectuaba los romanos o tal como se pretendió en el juicio del cadáver- ya no se estila. De hecho, como te contaba, el papa Formoso es más conocido que aquel que decretó su olvido y, lo mismo respecto de Nerón. De éste se conoce más, que del mismo Senado que lo declaró “enemigo del Estado” y que varios de sus sucesores que iban por el imperio intentado borrar su existencia. Por lo menos, en la memoria de las gentes su recuerdo tiene mayor latencia.

En realidad, creo que si existe la damnatio memorie. Siempre intentamos borrar cosas de nuestra historia común. En nuestro país ocurrió hace algunos años… hace 19 años, en noviembre el Sr. Alberto Fujimori, luego del descubrimiento de muy graves actos de corrupción realizados en su gobierno, aprovechando su estadía en un país asiático renunció a la Presidencia del Estado Peruano. El Congreso no le aceptó la renuncia y, por el contrario, dispuso su destitución por incapacidad moral.  Una cosa parecida a la que le ocurrió a Nerón… El asunto es que, desde agosto de 2001, se discutió vigorosamente si correspondía dejar sin efecto los actos políticos realizados por un presidente incapaz… En un país pobre como el nuestro pretender destruir obras públicas se convertía en un despropósito, tan grave –o más- como los actos de corrupción que se denunciaron y que dieron lugar a hasta cinco sentencias condenatorias contra el mencionado Fujimori.

En la discusión de aquellos años, el Congreso debatía desconocer su condición de presidente peruano, en razón de que –en los primeros momentos, en medio del fervor popular hastiado de tanta podredumbre moral- se dudaba de sí el citado era o no peruano. Con el tiempo se llegó a la certeza de que tenía doble nacionalidad.  Otro de los aspectos políticos de la discusión caía sobre sí correspondía mantener la vigencia de la Constitución Política de 1993 -promulgada por el defenestrado presidente- o sí era necesario “reavivar” la constitución anterior, la de 1979. Luego de muy largas discusiones, el Congreso de la República aprobó la Ley 27600 en la que se indicó: “Suprímase la firma de Alberto Fujimori Fujimori del texto de la Constitución Política del Estado de 1993”. Luego de esto, los debates sobre la modificación total de la constitución...  Discusión que reaparece cada cierto tiempo.

Como podrás advertir, hija mia, la “damnatio memoriae” ha tomado otro cariz, se aparece de formas distintas, pero –sinceramente- no logra su finalidad última: el olvido del facineroso, del tirano, del corrupto. En todo caso, y sólo con el ánimo de salvar su intención: expone una escondida forma de romper relación entre la sociedad que condena y el condenado. Es un amañado desligamiento entre la colectividad social que descubre los ilícitos y el autor de los mismos. Formas parecidas de intentar el olvido se materializan en las palabras que utilizamos para estigmatizar a aquellos que son distintos… ¿Recuerdas la historia que leíamos de ese par de muchachos que cambiaron sus nombres solo con la intención de que nadie se diera cuenta de que uno de ellos era judío? En esa pequeña novela, como bien sabes, los cristianos estaban prohibidos de juntarse con los judíos solo por el prejuicio, tonto, de corresponder a religiones distintas… Nada más que por pensar distinto.  En nuestra vida diaria destinamos a la nada a aquellos que han cometido delitos: los enviamos al penal, a la cárcel, les privamos de libertad no sólo porque queremos castigarlos, sino también porque cuanto más lejos estén las cárceles de la ciudad, es más fácil olvidarse de que existen… En algún tiempo, por ejemplo, aquellas personas que se suicidaban, que voluntariamente se quitaban la vida, no podían ser enterrados en los cementerios como cualquier otra persona que muriera de muerte natural o por un accidente. Se obligaba a meterlos en fosas comunes; que son grandes espacios donde va a dar los desconocidos, vagabundos o aquellos que no pueden ser identificados. Es una forma de olvidarlos.

Pequeña… hay cosas que parece que han sido superadas pero, en realidad, no. Las repetimos y no nos damos cuenta. La hacemos revivir de distinto modo y, eso va aparejado con aquello en lo que creemos como sociedad, como masa humana, como colectivo nacional. El problema de los venezolanos en nuestras calles, para mencionar otro ejemplo, es un viejo problema que parece hemos olvidado…

Y a propósito de olvidos colectivos… En estos días en España se discute si los restos del dictador Francisco Franco deben permanecer enterrados en un lugar o llevados a otro… Otra forma de pretender el olvido, de intentar cerrar capítulos de la historia colectiva desatendiendo otros capítulos supuestamente olvidados.

A veces pretendemos curar nuestras heridas del pasado intentando olvidar lo vivido… A veces, el remedio resulta peor que la enfermedad. Cosas que no permiten sonreír...

lunes, 23 de septiembre de 2019

Nerón

¿Recuerdas Martín aquella historia que te conté sobre la damnatio memorie? Hombre… esa que exigió el juicio contra un cadáver.  Ya bueno, empezaré por el comienzo con el ánimo de terminar con otra historia semejante. Aquella vez, mientras nos bebíamos unas cervezas en el restaurante que tanto me gusta por su ligereza en el estilo y sus ceviches siempre bien aderezados, conversábamos de las veces en el que los hombres han intentado el olvido de la historia respecto de la vida de otros o la indiferencia respecto de determinados sucesos y lo único que se consigue es justamente lo contrario. La damnatio memoriae es una figura de ficción juridica en la que en lugar de confeccionar una placa de recordación, se ordena la destrucción de todo aquello que pudiera llevar al recuerdo de una persona.
La condena del olvido la inventaron los romanos y; cuando el Senado así la declaraba “ipso pucho”, el ejército o los esclavos hacían trizas todo aquello que pudiera suponer la recordación de su legado: imágenes, obras cívicas, inscripciones, monumentos, etc. Vino a cuento aquella vez, en razón del juicio de un cadáver, cuando un papa de innoble recordación hizo desenterrar los huesos del papa Formoso, a los que vistió y sentó en un trono para su juzgamiento por otros obispos que se prestaron para la chanza. El papa Formoso es –ahora- mejor recordado que aquel que pretendió su olvido… A propósito, el nefasto papa Esteban VI murió ahorcado unas semanas después del simulado juicio de Formoso.
Entremos en materia… A Nerón le pasó lo mismo. Si preguntas quien es Nerón, es posible que te digan que fue el terror de los cristianos, que era un “jijuepucta” que mando a matar a su madre, que era un sádico que encontraba placer en el olor de la carne quemada de sus enemigos políticos a los mandaba a marcar con fuego, que ordenó el incendio de Roma, que sus excentricidades llevaron a la quiebra al imperio. Se dirán muchas cosas. Algunas son leyenda; otras, la exacerbación de verdades medianas y unas cuantas, psicosociales generados a los días de su muerte. Solo para entretenerte: ¿Sabías que los judíos mesiánicos nazarenos –nombre real de esos días de los seguidores de Jesús- con posterioridad a su muerte utilizaban al susodicho para asustar a sus hijos cuando no querían comer? “Apúrate con la sopa, que allí viene Nerón”. Esa pequeña letanía de la vida cotidiana, contribuyó a su recordación.
Claro… Tampoco seamos necios. Nerón era un criminal: mandó a matar a su hermano, a su mujer y a su madre, para asegurarse el poder. Su gobierno era propio de un tirano y él mismo prefería proyectar una personalidad extrovertida: se anunciaba como eximio poeta y flamante declamador… por eso en sus casi 14 años de reinado se construyeron coliseos, templos y teatros. Afirman los que saben, que la Roma actual debe agradecer su urbanismo al tal Nerón, que –como es de entenderse- inició su reconstrucción después del incendio.  El Senado no le creyó mucho  y antes de su muerte lo declaró “Enemigo público de Roma”. El hombre se vio obligado a huir, primero, y después, al forzoso suicidio. En la película de Ben Hur, una mujer le ayuda en sus últimos momentos. En la realidad, quien le presta favor ante la muerte fue su secretario Epafrodito. Domiciano ordenó el retiro de cualquier anotación, retrato o escultura que pudiera remitir a la recordación del “pellejo” de Nerón.
Tan pronto murió, empezó la leyenda. En medio de pueblo llano, Nerón había sido un buen emperador… tenía sus seguidores ¿Y cómo no? Claro… les regaló pan y circo. El mismo, en muchas ocasiones participaba de las carreras de caballos para deleite de las masas. Así que, prontamente se extendió la leyenda de que no había muerto…. Es más, en las provincias orientales griegas, aún en la posibilidad de su muerte, se anunciaba su resurrección, su regreso. La historia anota que Nerón viajó en varias oportunidades por esas tierras para participar en las competencias y era muy popular, no sólo porque era un notable auriga (corredor) sino porque en sus participaciones, el vino alcanzaba incluso para buen número de espectadores…  No faltó quien dijera que no había muerto y, que pasaría sus días por esas tierras, deleitando a la fanaticada con su veloz carro de caballos. En algunas ciudades helenas se presentaba un muchacho, de quien se dice tenía mucho parecido con Nerón, que declamaba sus versos y tocaba la lira como sólo él sabía hacerlo… Tenía algunos seguidores y, eso fue suficiente para que también se diera por cierto que estaba vivo. Algunos lo anunciaban alegando que no había muerto, que no se suicidó y, otros –me parece los que más- predicaban que había resucitado… Ilusos…
Martín… si la pensamos mejor, cualquiera de las dos situaciones tiene algún fundamento. ¿Cómo no pensar que no hubiera muerto y que su muerte había sido fingida si –desde sus excentricidad- había convencido al Senado mismo que la muerte de su madre no era un asesinato sino el ejercicio de la legítima defensa? Si había podido falsificar otras dos muertes adicionales –la de su hermano y de su esposa- ¿Cómo no pensar que pudiera haber matado a otro y ponerlo en su lugar? Quizá puede que dudes del tema de la resurrección, pero es igual de plausible… Recuerda que Nerón era un dios romano. Se le rendía culto como tal. De hecho en el Coliseo Máximo había una escultura con su rostro, en la que se tenía su imagen bajo la advocación del “dios sol”… La pregunta ¿Qué tan difícil le sería resucitar si finalmente era un “dios”? ¿Por qué tendría que ser imposible si algunos judíos también decían que su maestro había resucitado al tercer día?
Así va el asunto… A Nerón quisieron borrarlo de la historia pero fue insuficiente con mandar a destruir sus retratos y todo aquello que tuviera su nombre… Y la última ¿Sabes que en su tumba, por buen tiempo, hubo un par de centinelas resguardando por si ocurriera aquello que la gente esperaba? Mucha, mucha gente le dejaba flores, velas…. Algunos hasta de clamaban, sin desfachatez, sus poemas y pedían su intercesión ante los dioses; otros exigían su regreso: las carreras de caballos no eran las mismas sin él. Ello dio lugar a la leyenda de su tumba.
Aahhh... Pero esa... Esa te la cuento con un ceviche… Habla, ¿vas?

domingo, 15 de septiembre de 2019

Mártir

Relata Agustín de Hipona en su "Ciudad de Dios", que Esteban, mártir, contaba con numerosos devotos, muchos de ellos agradecidos de sus muy generosas intervenciones sobrenaturales que posibilitaron, por ejemplo, la conversión de un viejo incrédulo de nombre Marcial, que en las puertas de la muerte se convirtió a la religión cristiana, y repetía: “Cristo, recibe mi espíritu”, del mismo modo como cuando el mártir ofrecía su vida; pero también da cuenta de la restitución de la vista a una joven mujer, la devolución de la salud a un par de hombres que sufrían de gota, la revivificación de un niño que fue atropellado por unos bueyes, entre otros saltantes milagros. De algunos de éstos, dice el Doctor de la Gracia, fue testigo directo.

No se sabe mucho de la vida de Esteban, salvo aquellas puntuaciones de las que quiso hacernos partícipes el evangelista Lucas en su conocido Hechos de los Apóstoles. La tradición, sin embargo, añade algunos datos relacionados con su muerte: se indica que ésta habría ocurrido al año siguiente de la de Jesús, que su apedreamiento se efectuó en las afueras de Jerusalén, en proximidades de la denominada Puerta de Damasco. Allí, en la actualidad, se erige la basílica que lleva su nombre. El primer estudioso y copista de las vivencias de los primeros judíos mesiánicos, -o "nazarenos", como les llama en Hechos 24, 5- afirma que “unos hombres piadosos enterraron su cuerpo e hicieron gran duelo por él”, pero no da detalles del lugar de su martirio ni de su enterramiento. Es muy probable que se efectuara en el valle del Cedrón, que era el lugar común de enterramientos de aquellos días. Más tarde, un monje del siglo V, en el año 415, afirmó que en una aparición onírica le fue revelado el lugar de la muerte y la piedra con la que se logró su cometido, motivándose a partir de ese momento una gran devoción, de la que da cuenta Agustín en su póstumo libro "De civitas Dei", como queda anotado.

El maestro de Galilea, como bien sabemos dedicó su vida pública a la predicación de la instauración del reino de Dios en su natal Galilea y en la vecina Judea. Se dirigía a los suyos: a los hijos de Abraham. Empero también dedicó su predica - de modo excepcional y casi a regañadientes- a los extranjeros. Si no, recordemos aquella vez en que una mujer cananea le pedía a gritos que cure a su hija endemoniada y, el Maestro se hizo el desentendido, primero y, luego a solicitud de sus discípulos, espetó: “He sido enviado a pastorear a las ovejas perdidas del rebaño de Israel”, quedando obligado a intervenir a insistencia de la desesperada mujer, que, arrodillada a sus pies y, a voluntad, se comió el insulto velado que le lanzó el Maestro, retrucándole, humildemente: "los perritos comen de las migajas que caen de la mesa de los amos". También se tiene noticia de aquella otra en la que sanó al moribundo sirviente del militar romano, que pidió la sanación sin necesidad de su presencia... y no hay más. Ese recelo del Carpintero de Nazareth por los gentiles, sin embargo, no impidió -más allá de la designación de los shaliajim de entre los varones de su originaria Galilea- que algunos extranjeros se sumaran como discípulos suyos, como parece ser el caso de Cornelio, el centurión romano que conjuntamente con su familia y algunos de sus hombres se convirtieron al judaísmo predicado por Pedro.

En ese pequeño mundo de apóstoles, discípulos y conversos, una de las discusiones primigenias se relaciona justamente con el hecho de si el reino de Dios comprendía o no a los gentiles, pues por un lado, conocían de los reparos del mismo Jesús en la atención a los extranjeros y, de otro la realidad de aquellos paganos que se habían sumado al “Camino” como se lee en las primeras líneas del capítulo nono del libro lucano. Éste también es una nominación del incipiente movimiento judío mesiánico nazareno. En estos resquemores de los tiempos primordiales, se produce la discusión sobre la atención de los pobres: si la predicación de Yeshuá hace distinciones según la nacionalidad de los discípulos ¿tienen preferencia de atención social las viudas judías respecto de aquellas provenientes de pueblos de lengua griega? Los shaliajim prefirieron no inmiscuirse en la discusión, y lavándose las manos,  dispusieron que la misma comunidad sea la que resuelva controversia. A ese efecto, designaron a una comisión para que se encargara de la repartición de los bienes entre los pobres, viudas y huérfanos. Los nombrados fueron: Esteban, Felipe, Prócoro, Nicanor, Timón, Pármenas y Nicolás. Aunque se reconoce la buena disposición de estos discípulos, parece que su labor no fue suficiente y, el problema se hizo más grande: Ya no se trataba solo de la proyección social de la comunidad sino también de materias de muy alta teología ¿El Dios de Yeshua necesita de un templo en el que habitar y, a la vez, se convierta en centro de peregrinación? ¿Es el templo de Jerusalén necesario para ser un judío piadoso?

El cuestionamiento no gustó a los judíos ortodoxos, incluyendo entre estos a los sumos sacerdotes sadoquitas, algunos fariseos del ala conservadora y a buen número de apóstoles... Tampoco gustó que Esteban en su manifestación de argumentos teológicos, expusiera casi al final –casi cuando empezaban a apedrearlo- que, en ese momento, tenía una visión sobrenatural: Los cielos abiertos en el que veía a Yeshua Ha'Mashiaj parado a la derecha de la gloria de Dios. Las piedras empezaron a llover hasta su muerte, empero el destino del este buen varón no fue suficiente para aliviar las iras judías. Tanto así, que un tal Saulo organiza el primer pogromo entre los vecinos de Jerusalén y, para reafirmar sus convicciones, pide cartas de autorización para presentarse en las sinagogas de las ciudades vecinas. Lo interesante es que Lucas dice: “Este fue el comienzo de una gran persecución contra la comunidad de Jerusalén. Todos, excepto los apóstoles, se dispersaron por las regiones de Judea y Samaría”. Si la persecución era contra los discípulos de Yeshuá y éstos ante el peligro huyeron por otras provincias, ¿Por qué no les hicieron nada a los Shaliajim que se quedaron en Jerusalén? ¿Será que la iglesia primitiva aun hacía distinciones entre judíos y griegos, entre esclavos y libres? ¿Es posible que la ausencia de diferencias aun no era una convicción uniforme? ¿Porque los shaliajim no asumieron las exequias del mártir y, a contrario, las efectuaron unos desconocidos hombres piadosos?

La ciudad de Dios de Agustín ofrece la particular posición del autor relacionada con la distinción entre lo divino y lo terreno; empero Lucas lo resuelve con la visión de Pedro previa a su encuentro con Cornelio y la sucesión de acontecimientos relacionados con el denominado Concilio de Jerusalén. Parece que el sacrificio de Esteban, la valiente actuación de unos desconocidos hombres piadosos y la incertidumbre apostólica inicial no fue vana.

viernes, 6 de septiembre de 2019

Lengualarga

- ¿Has visto el video del perro que se come las entrañas del violador? ¡Corre en las redes! Mientras leo el mensaje, suena nuevamente el timbre del wasap, haciendo anotación de la llegada de un video. - ¡Ojalá ese fuera el castigo para los depravados, violadores y degenerados! Las imágenes me remiten a una vieja historia que se escribe en las memorias y crónicas de la península ibérica del S. XIII.

Dn. Jaime I, Rey de Aragón, de Mallorca y de Valencia, conde de Barcelona y de Urgel y Señor de Montpellier, en los días de su mayor gloria gozó de los fueros que el derecho y el poder le permitían. Rodeado de una aristocracia nobiliaria que le cubría las espaldas, casó por necesidad de política y diplomacia con Dñ. Violante de Hungría, hacia 1235. Con ella logró dos hijos y la mujer le pidió unas específicas jurisdicciones para el futuro reinado de sus vástagos. El silencio del soberano no hizo más que motivar el encaprichamiento de su consorte: alcanzar que sus hijos fueran nominados reyes en desmedro de Alfonso, hijo mayor de Jaime I. Este hijo era fruto de un matrimonio que fue anulado canónicamente… tema que, por ahora, no viene a cuento.

La mujer era de tan embravuconado carácter que, la sucesión regia se convirtió en un grave problema conyugal. Afirman los “chismocientos” de la época que envió cartas consultivas y secretas al gran sabio judío catalán Mosé Ben Nahmán -Nahmánides- para saber su opinión, lo conversó también con su principal trujamán, el judío Jahudá de la Cavallería, asesor financiero, traductor  y negociador  comercial con los árabes  y principal de la Sección Árabe de la Cancillería; empero, fiel a su condición de rey cristiano,  el “problema” también fue materia de conversación con el dominico Berenguer de Castellbisbal, confesor personal del rey y futuro mitrado de Gerona. Dicen, los que estuvieron allí, que a éste le confió el modo como es que pretendía repartir los territorios en los que regirían sus distintos hijos. Entiéndase, además, que el tal Berenguer, en su condición de confesor también le conocía sus cochinaditas.

La reina Violante de Hungría pasó a mejor vida en 1251 y, libre de tan grave atadura el rey aceptó en matrimonio a Teresa Gil de Vidaure. En realidad no se casaron, pero para los efectos, la sociedad así lo asumió. Las malas lenguas sostienen que, la citada Teresita siempre fue el amor de su vida, que incluso antes de tomar el matrimonio del que era viudo ya había tenido sus encontronazos con aquella. Los avezados dicen más… que estos choques y fugas ocurrían cada vez que la tal Violante dejaba de hablarle y, los arrumacos eran tan fuertes que los hijos de Teresa, Jaime de Jérica y Pedro de Ayerbe, nacieron en 1238 y 1240, respectivamente. Y si de escapadas se dice algo, habría que indicar que pareciera que también tuvo algún amorío con una tal Aurembiaix de Urgel, de cuya relación, algunas casas nobles temían lo peor: que se casara, lo que se convertiría en una inconveniencia diplomática. El asunto, por lo acontecido, no dio para tanto.  Al final de sus días, se cuentan sus amatorias relaciones con una tal Berenguela Alfonso.

Es altamente probable que esas bellaquerías y otras de carácter político y diplomático le hubieran sido reveladas al religioso  Berenguer de Castellbisbal… Al menos las que correspondieron a su tiempo. De éste se cuenta, además,  que era un enjundioso predicador, acompañante del rey en las batallas y, al que habría que agradecerle sus encendidas alocuciones y sus fervorosas proclamas al tiempo de las beligerancias, las que posibilitaban elevar los ánimos de los combatientes, permitiendo con ello, numerosas victorias. Así es que, el buen dominico conocía de cabo a rabo las cosillas reales, sea porque se las contaban, sea porque era testigo, voluntario o de necesidad, de las mismas. Y ese fue el motivo de su perdición: el monarca Jaime I advirtió que información de inestimable reserva llegaba a oídos de Papa Inocencio III, por lo que luego de una incisiva investigación, llegó a la conclusión que el soplón era su propio confesor y, decide, en atención a su pasada amistad, deportarlo de sus terruños. El sucesor de Pedro, con conocimiento -o sin él- de las innobles desavenencias del soberano con su consejero religioso, decide nombrar a éste obispo de Gerona, asunto que fue interpretado por el disgustado rey como la confirmación de sus temores: la mitra y el báculo solo podía responder al agradecimiento papal por las informaciones alcanzadas.

El disgusto real se acrecentó y mandó la captura del eclesiástico y, sin mediar trámite le cortó la lengua por correveidile, lengualarga e infidente. Para hacer saber su mortificación al Obispo de Roma, Dn. Jaime I de Aragón mandó una carta en la que le hacía saber los detalles: la grave traición de quien en otro tiempo había detentado muy alta autoridad y era tenido como “el más honrado entre los mayores” en el ámbito cortesano era la causa  de la amputación lingual. De modo preciso, la justificación era la nefasta “osadía de revelar cosas que le fueron descubiertas en el fuero de la penitencia” entro otras muchas y muy graves maquinaciones. Estas últimas no aparecen detalladas en los anales de la historia… por lo menos, hasta donde alcanza nuestra curiosidad.

Jaime I, con tamaña acción, no hizo más que granjearse el desafecto del vicario de Cristo y, motivó la ruptura de las relaciones diplomáticas con Roma; lo que a su vez, lo exponía frente a sus enemigos y adversarios como un “enemigo de la religión cristiana” y, con ello en blanco fácil de posibles invasiones por los cuatro puntos cardinales. De hecho, en aquellos días, la sanción canónica de excomunión  suponía la publicación de la decisión papal y, por tanto, se hacía de “público conocimiento”. Es así que el 05 de agosto de 1246, suscribe una carta en la que expone arrepentimiento, pide perdón, anuncia su sometimiento al juicio de la Iglesia y pide intervención de los legados pontificios. El 17 de octubre de ese mismo año, en Lérida, en el convento de Religiosos de San Francisco, frente a los comisionados papales Felipe, Obispo camerinense, y Fr. Desiderio de la Orden de los Menores, en nombre del “Señor Papa” le conceden el perdón y le obligan a que comprometa al cumplimiento de obras pías. Con ello quedó levantadas las censuras eclesiásticas y, “todo volvió a la normalidad”.

Luego de mirar por segunda vez, aquel video en el que un perro se come los "apendículos" sexuales de un hombre, me pregunto ¿No será que alguien tendrá que pedir perdón en los siguientes días?

Nuestra humanidad no puede caer tan bajo.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Vecindario

La mujer sacudió la media pared que ponía límite a su balcón. Renegaba de los vientos vespertinos del día anterior que no hacían más que levantar polvo y ensuciar ese pequeño espacio en el que su par de gemelas jugaban. Ya era la media mañana, y no demorarían las pequeñas en poner sus cajas de muñecas en ese pequeño espacio para armar sus casitas de ilusiones. Amaban ese pequeño pasillo porque a esas horas del día, no les alcanza el sol y, por el contrario, les permitía gozar de la breve brisa otoñal. Las intenciones infantiles obligaban a la mujer a limpiar ese espacio cada día. Hoy estaba de mal humor y renegaba con la naturaleza. 

Ese mal humor, no le hizo perder la perspicacia. Desde el saliente doméstico podía vislumbrar la extensión de toda su calle. Y no había nada nuevo en ella… La tiendita de su comadre Santi, ya tenía a las vecinas de todos los días haciendo las compras para el almuerzo… “Doña Santi, no sea malita, un kilito de arroz y ajos… apúntelo”, logró escuchar. El automóvil de Dn. Hermenegildo ya no estaba en la orillas de la calle y, pensó que probablemente le había salido algún “cachuelito” por la ciudad… No obstante, le pareció extraño la presencia de un muchacho desgarbado que apoyado en un poste de luz se escondía del sol, pero también de las miradas de la gente enfundado en una polera harto gris de suciedad, cuya capucha apenas dejaba ver algo de su boca y sus ralos bigotes, mientras le daba unas pitadas a su cigarro. Era la cuarta vez en menos de una semana y probablemente la décima en los últimos quince días Su aspecto desgarbado, sus zapatillas raídas y el percudido blue jean que le acompañaban no hacían más que generarle temores. “Faltara que ahora los fumones estén buscando otros lugares donde hacer sus cochinadas… ¿Qué la casa abandonada y el parquecito de la iglesia ya no son suficientes?” Y mientras barría y sacudía, se preguntó con mayor preocupación: “No será que andan buscando nuevos clientes? Ay carajo… mis muchachos…” 

Tarareaba una canción mientras que esos preocupados pensamientos le disipaban el mal humor contra la naturaleza… Bajo las escaleras y, aún con el sacudidor en mano, con un miedo que le estrujaba el corazón, salió a la calle, con la intención de increpar al vago… éste ya no estaba. El poste de luz estaba tan solo, como siempre había estado desde aquella vez en que lo instalaron. En la acera de al frente, un par de jóvenes –de unos treinta años- salían de una casa de clásicos enlucidos de cemento, en la que alquilaban habitaciones para jóvenes estudiantes. Desde su viudedad, la Sra. Gasbe, había decidido alquilar las cinco habitaciones de dormitorio que ninguno de sus hijos ya habitaba, justamente por vivir fuera de la ciudad. Estos dos muchachos, de apariencia desenfadada y bien vestidos, se enfundaron sus lentes oscuros, subieron, cada quien, en sus respectivas motos y se alejaron haciendo sonar exageradamente los motores de sus vehículos… Una vecina que iba de regreso con sus compras del almuerzo, habló sin mirar a nadie en particular: “Estos muchachos… que no se cansarán de esas bullas…”. La que había salido en busca del vago, le hizo la “conversa”: “Fíjese… Nuestra calle está cambiando”, dijo mientras apoyaba su escoba contra el suelo… La vecina le sonrió y en broma, mirando su instrumento, le dijo: “No hay nada como esas: vuelan bajito y no hacen ruido… ¿se le ha malogrado?” Ambas sonrieron de buena gana… Ella replicó: “Nada…. Viejita pero poderosa”. 

La casa de Dñ. Gasdaly Berríos Roncejo –Gasbe, para los vecinos- se ubicaba al frente de la suya. Juntamente, con las otras dos colindantes, eran las casas más antiguas, las más grandes, pero también exponían, a pesar sus vetustas fachadas, una elegancia que en tiempos pasados las habrían posicionado como lunares en medio de esa vecindad de casas construidas de a pocos, donde los ladrillos se dejaban ver y como mejor ornamento mostraban sus asoleados colores, de pigmentos al agua. La casa de Dñ. Gasbe mostraba mayor deterioro, pero aún con ello, su interior guardaba numerosas habitaciones con armarios de cedro, puertas enchapadas y chapas con manijas de aluminio. Una sobrina le ayudaba a la viejecita en la administración de esa antigua casa, además de hacer los quehaceres domésticos. La mujer ya no podía valerse por sí misma, pero era ella la que decidía si le alquilaba o no las habitaciones a los clientes que las pretendían. El buen porte, el uso del lenguaje y el tipo de ropas que usaban habían sido suficientes para confiar en ese par de muchachos que, decían dedicarse a la administración de dos bares nocturnos, muy “mentaditos” de la ciudad. Decían que, por el trabajo mismo, que se hacía desde las cinco de la tarde y hasta las tres de la madrugada –en algunas oportunidades- hasta minutos adicionales, con el ánimo de no molestar a la casera y menos a los otros inquilinos, preferían echar su cabeceadita en el trabajo hasta que sean las cinco de la mañana para poder llegar a sus habitaciones a descansar. 

Doña Gasbe reconocía la puntualidad en los pagos, la pulcritud de sus habitaciones –al menos es lo que había podido ver desde las rendijas de las ocasionales puertas entre-abiertas- también admiraba la jovialidad de los muchachos, su dedicación diaria al trabajo y, de añadido, la reserva con la que se conducían. Jamás habían llevado a ninguna muchacha ni habían introducido amigos en plan de francachela…. En alguna oportunidad en especial de fin de mes, sí que le había parecido haber escuchado ruidos como si hubiera alguien en las habitaciones, a pesar de saber que los muchachos no estaban. Su sobrina y acompañante, le decía que eran ideas suyas… “No hay nadie, los muchachos han salido…” 

En lo que se devolvía la madre de las gemelas hacia su casa, detuvo sus pasos para saludar a otra vecina de la otra cuadra y, entre las preocupaciones del “qué comer para el almuerzo” no pudo olvidar la figura del aquel vagabundo… “Eso no es todo. Me parece sospechoso –le dijo la interlocutora- ya desde hace más de una semana que hay un carro de esos que distribuyen envasados en las tiendas, que a éstas mismas horas se estaciona en la otra esquina –casi de interdiario- para acomodar sus mercaderías. Allí debajo del tamarindo del finado Chepe, allí se estaciona… hacen que cuentan, anotan en sus libretas… pero… ya resulta sospechoso, porque en una oportunidad cambiaban llantas y en otra, escuche decir que se habían quedado sin batería”. La mujer con gestos de elocuencia, hacía exposición de sus preocupaciones. “Ya uno no puede confiarse en nada… Puede que anden aguaitando las casas para ver donde robar” Y concluyó: “Si no son los drogadictos, son los amigos de lo ajeno… Hay que tener cuidado no más”. Finalmente, se despidieron y, la primera, adujo: “me voy… que mis gemelas, no demoran en echarme de menos”. Cada quien siguió sus pasos. 

A distancia de unos pocos pasos de su casa, pudo advertir en la lejanía el acercamiento de la camioneta de ventas, pero le parecía que venía como huyendo… Desde el otro lado, le pareció sentir el rugido de una de las motos que momentos antes había visto partir. Y, en menos de lo que suena el cri-cri de un grillo, la cuadra se vio inmersa en una tumultuosa presencia vehicular: la camionetita de ventas, la moto del vecino inquilino, un par de patrulleros y hasta una camioneta del serenazgo. De entre un pequeño corredor, salió el vago con un arma en la mano mientras apuntaba al motorizado gritándole: “Policía: tirate al suelo… tirate al suelo”. Varios otros descendieron, y vestidos de civil, reconducían a las clientas de la tienda vecina: “apuren señoras… esta es una intervención policial”, mientras que una mujer de aspecto rudo, se abalanzaba contra el muchacho de la moto… “pendejo… caíste… Te cagaste”, mientras que aquel, solo murmuraba: “no sé de qué hablan…” La mujer, temerosa, apuró el paso, se metió en la casa, puso a buen recaudo a sus menores, exigiéndoles que no salgan de sus cuartos, mientras ella, desde detrás de la cortina, pudo ver cómo es que minutos después sacaban desde la casa de la viejita Gasbe, dos sacos llenos de plantas secas, un viejecito al que nadie conocía, ropas y un par de balanzas”. Amordazado y con las manos sujetas por detrás, el muchacho fue subido al vehículo policial, mientras que, ya prontos para la partida, apareció en la esquina la otra moto conducida por un policía vestido como tal, mientras de un taxi amarillo bajaba otro, que jalaba sin descaro al segundo de los inquilinos… 

Un policía, que parecía ser que conducía la operación, anunció a los curiosos: “Estos dos son traficantes de drogas y, el resto de personas son sus cómplices… La sobrina de Dñ. Gasbe también fue conducida a la comisaria, mientras que la mayorcita, la dueña de la casa, fue recomendada a una de sus vecinas. Sus más de 70 años, su condición de inválida y sus limitaciones visuales recomendaban que era mejor no sujetarla a los ajetreos policiales. Con la confianza ofrecida por el policía, la mujer volvió a salir de su casa y, con su hermana, aquella que vivía a un par de casas, comentaba: “Ya me parecía extraña la presencia de ese vago… Ya decía yo, algo va a ocurrir en este día”. Luego de algunos minutos, las ocasionales testigos y los chismosos habituales se recogían hacia sus casas. Dñ. Gasbe era ayudada para entrar a su casa y, sollozando decía no comprender que había pasado; mientras que en la otra acera, la mujer entró en la preocupación de que era hora de dar de comer a sus gemelas. 

“Las cosas que se ven en estos días”, pensó, mientras cerraba la puerta de su casa.

Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...