lunes, 23 de septiembre de 2019

Nerón

¿Recuerdas Martín aquella historia que te conté sobre la damnatio memorie? Hombre… esa que exigió el juicio contra un cadáver.  Ya bueno, empezaré por el comienzo con el ánimo de terminar con otra historia semejante. Aquella vez, mientras nos bebíamos unas cervezas en el restaurante que tanto me gusta por su ligereza en el estilo y sus ceviches siempre bien aderezados, conversábamos de las veces en el que los hombres han intentado el olvido de la historia respecto de la vida de otros o la indiferencia respecto de determinados sucesos y lo único que se consigue es justamente lo contrario. La damnatio memoriae es una figura de ficción juridica en la que en lugar de confeccionar una placa de recordación, se ordena la destrucción de todo aquello que pudiera llevar al recuerdo de una persona.
La condena del olvido la inventaron los romanos y; cuando el Senado así la declaraba “ipso pucho”, el ejército o los esclavos hacían trizas todo aquello que pudiera suponer la recordación de su legado: imágenes, obras cívicas, inscripciones, monumentos, etc. Vino a cuento aquella vez, en razón del juicio de un cadáver, cuando un papa de innoble recordación hizo desenterrar los huesos del papa Formoso, a los que vistió y sentó en un trono para su juzgamiento por otros obispos que se prestaron para la chanza. El papa Formoso es –ahora- mejor recordado que aquel que pretendió su olvido… A propósito, el nefasto papa Esteban VI murió ahorcado unas semanas después del simulado juicio de Formoso.
Entremos en materia… A Nerón le pasó lo mismo. Si preguntas quien es Nerón, es posible que te digan que fue el terror de los cristianos, que era un “jijuepucta” que mando a matar a su madre, que era un sádico que encontraba placer en el olor de la carne quemada de sus enemigos políticos a los mandaba a marcar con fuego, que ordenó el incendio de Roma, que sus excentricidades llevaron a la quiebra al imperio. Se dirán muchas cosas. Algunas son leyenda; otras, la exacerbación de verdades medianas y unas cuantas, psicosociales generados a los días de su muerte. Solo para entretenerte: ¿Sabías que los judíos mesiánicos nazarenos –nombre real de esos días de los seguidores de Jesús- con posterioridad a su muerte utilizaban al susodicho para asustar a sus hijos cuando no querían comer? “Apúrate con la sopa, que allí viene Nerón”. Esa pequeña letanía de la vida cotidiana, contribuyó a su recordación.
Claro… Tampoco seamos necios. Nerón era un criminal: mandó a matar a su hermano, a su mujer y a su madre, para asegurarse el poder. Su gobierno era propio de un tirano y él mismo prefería proyectar una personalidad extrovertida: se anunciaba como eximio poeta y flamante declamador… por eso en sus casi 14 años de reinado se construyeron coliseos, templos y teatros. Afirman los que saben, que la Roma actual debe agradecer su urbanismo al tal Nerón, que –como es de entenderse- inició su reconstrucción después del incendio.  El Senado no le creyó mucho  y antes de su muerte lo declaró “Enemigo público de Roma”. El hombre se vio obligado a huir, primero, y después, al forzoso suicidio. En la película de Ben Hur, una mujer le ayuda en sus últimos momentos. En la realidad, quien le presta favor ante la muerte fue su secretario Epafrodito. Domiciano ordenó el retiro de cualquier anotación, retrato o escultura que pudiera remitir a la recordación del “pellejo” de Nerón.
Tan pronto murió, empezó la leyenda. En medio de pueblo llano, Nerón había sido un buen emperador… tenía sus seguidores ¿Y cómo no? Claro… les regaló pan y circo. El mismo, en muchas ocasiones participaba de las carreras de caballos para deleite de las masas. Así que, prontamente se extendió la leyenda de que no había muerto…. Es más, en las provincias orientales griegas, aún en la posibilidad de su muerte, se anunciaba su resurrección, su regreso. La historia anota que Nerón viajó en varias oportunidades por esas tierras para participar en las competencias y era muy popular, no sólo porque era un notable auriga (corredor) sino porque en sus participaciones, el vino alcanzaba incluso para buen número de espectadores…  No faltó quien dijera que no había muerto y, que pasaría sus días por esas tierras, deleitando a la fanaticada con su veloz carro de caballos. En algunas ciudades helenas se presentaba un muchacho, de quien se dice tenía mucho parecido con Nerón, que declamaba sus versos y tocaba la lira como sólo él sabía hacerlo… Tenía algunos seguidores y, eso fue suficiente para que también se diera por cierto que estaba vivo. Algunos lo anunciaban alegando que no había muerto, que no se suicidó y, otros –me parece los que más- predicaban que había resucitado… Ilusos…
Martín… si la pensamos mejor, cualquiera de las dos situaciones tiene algún fundamento. ¿Cómo no pensar que no hubiera muerto y que su muerte había sido fingida si –desde sus excentricidad- había convencido al Senado mismo que la muerte de su madre no era un asesinato sino el ejercicio de la legítima defensa? Si había podido falsificar otras dos muertes adicionales –la de su hermano y de su esposa- ¿Cómo no pensar que pudiera haber matado a otro y ponerlo en su lugar? Quizá puede que dudes del tema de la resurrección, pero es igual de plausible… Recuerda que Nerón era un dios romano. Se le rendía culto como tal. De hecho en el Coliseo Máximo había una escultura con su rostro, en la que se tenía su imagen bajo la advocación del “dios sol”… La pregunta ¿Qué tan difícil le sería resucitar si finalmente era un “dios”? ¿Por qué tendría que ser imposible si algunos judíos también decían que su maestro había resucitado al tercer día?
Así va el asunto… A Nerón quisieron borrarlo de la historia pero fue insuficiente con mandar a destruir sus retratos y todo aquello que tuviera su nombre… Y la última ¿Sabes que en su tumba, por buen tiempo, hubo un par de centinelas resguardando por si ocurriera aquello que la gente esperaba? Mucha, mucha gente le dejaba flores, velas…. Algunos hasta de clamaban, sin desfachatez, sus poemas y pedían su intercesión ante los dioses; otros exigían su regreso: las carreras de caballos no eran las mismas sin él. Ello dio lugar a la leyenda de su tumba.
Aahhh... Pero esa... Esa te la cuento con un ceviche… Habla, ¿vas?

No hay comentarios:

Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...