La justicia norteamericana, en 19 de abril de 1995, condenó al ciudadano Samuel Brownridge por el delito de asesinato en segundo grado de Darryl Adams, y le impone pena de entre 25 años y cadena perpetua. Cuatro años después, en diciembre de 1999, una corte de apelaciones de New York, confirmó la condena.
Tres años después, otro ciudadano es arrestado
y, con el afán de colaborar con la justicia para conseguir beneficios
relacionados con la pena, contó detalles del asesinato en el que Samuel
Brownridge había sido condenado. Fundamentalmente, indicó los nombres de los
participantes del mismo y detalló que Samuel Brownridge no era parte de los
coautores del hecho, pero reconocía que se parecía mucho a otro fulano –debidamente
identificado- que fue el real autor del disparo. Esta particular circunstancia
motivó la revisión del caso de Samuel.
En buena cuenta, se requirió de la declaración
de los otros malhechores que efectivamente participaron del hecho de muerte,
incluso de aquel que presuntamente habría sido el autor del disparo.
Lamentablemente, éste murió en un enfrentamiento policial antes de su
participación en el juicio y, otro testigo –también participe del asalto- no se
presentó a la audiencia; con lo que, Samuel B. tenía pocas posibilidades de
salir bien librado. Sin perjuicio, la defensa encontró la oportunidad de
revisar la investigación preliminar y se advirtieron graves defectos en la
misma: por ejemplo, que los reconocimientos de persona en fotografía no
incluían al condenado, que la ubicación espacial de testigo principal respecto
del lugar del asalto y muerte de Darryl A. no tenía ángulo de visión suficiente
y, con ello la revisión de la decisión se hizo posible.
Veinticinco años después de la condena, sufrida
en un centro de reclusión estatal, el Ministerio Público reconoció ante un juez
que, efectivamente la carcelería de Samuel Brownridge era un error del sistema
de justicia y, correspondía la anulación de su condena. En la audiencia, la
fiscal Melinda Katz, declaró: “Este es un día profundamente conmovedor para el
señor Brownridge. Después de décadas de proclamar su inocencia, este hombre que
cumplió 25 años de prisión por un delito que no cometió, finalmente se verá
libre de este error judicial”; el juez Joseph Zayas, por su lado, dijo: “El
Tribunal… coincide con las partes en que Brownridge ha cumplido con la pesada
carga de demostrar su inocencia fáctica” y agregó: “Y, lo que es más grave, ha
demostrado que desde el principio de este caso, casi todos los miembros del
sistema de justicia penal que participaron en este asunto le fallaron de una
forma u otra, lo que dio lugar a un grave error judicial”. Samuel Brownridge con
palabras entrecortadas argüía: “Para muchos de ustedes, esto puede parecer una
victoria, pero ahora que estoy aquí, ante ustedes, no puedo evitar ver la
pérdida”. Lloraba, no solo de alegría, sino también lamentando que su madre no
estuviera allí, para alegrarse con él…. Probablemente, este fue el momento más
emotivo e hizo que el juez también llorara sumándose a su tristeza. El juez
Sayas, finalmente, dijo: “Se supone que los jueces no deben llorar”, mientras
se secaba las lágrimas.
La importancia de... una buena investigación preliminar.
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