lunes, 30 de octubre de 2023

Negruras

"¿Qué ves?" Preguntó el maestro. La pregunta se repitió con la docena de gentes que en medio de la madrugada se apretujaban para la sesión de chamanismo. Se detuvo con una. Era una muchacha que, todavía, estaba en el Micaela Bastidas. Era una niña, en realidad. "¿Porqué miras este frasco? ¿Que hay allí? ¿Qué ves?

La muchacha puso cara de miedo. De pánico. "Lo veo a él..." Y levantó su índice con hartísimo miedo, señaló a un muchacho, maltón, que en esos días se alistaba en el ejercito. "Es un espejo. Es él, así como está sentado ahorita, así se ve allí. Y juega con unos dados... Parece que está en un pampón... No se ve nada solo chopes en la distancia... Otra persona juega con él, también tira los dados, pero es invisible, está allí, pero no la puedo ver... Silba muy finito. Apenas se escucha". Una mujer se santiguó y puso las rodillas sobre el suelo... "Es el muerto" dijo. Y puso sus manos juntas y empezó un padre nuestro. Otras personas siguieron la oración.

"Shhhhhh" dijo el director de la mesada. "Silencio. Recen calladito". Regresó a mirar al muchacho y le preguntó ¿Puedo revisarte?". En la penumbra con la ayuda de una vela empezó por revisar su cabeza rapada, le preguntaba ¿Estás en el ejército, verdad? Y continuó ¿Supongo que te aburres cuando te toca vigilar la tubería del petróleo o los tanques en el tablazo? El muchacho sonreía... Creo, nervioso pero también con miedo a lo que se venía... Bajó por el cuello y le pidió que se saque la chompa y la camisa que iba debajo "¿Tienes frío?" Respondió que no. El hombre explicó que era por el calor de los lamparines, de las velas y de las personas que estaban en el salón. Le golpeó con los dedos a la altura de la muñeca, en la parte interna de la mano. ¿Quién te hizo este tatuaje? ¿Dice BIM 07? El muchacho calló la respuesta a la primera y respondió afirmativamente por la segunda.

Se fue hacia su privado, jaló del brazo al muchacho y le hizo una señal a una pareja, padres del intervenido. El muchacho intentó negarse... Al pararse, la niña sindicadora dijo en un grito ahogado "se va a morir... ¡Mamá, se va a morir!". El miedo ahora se apretujaban en el pecho de todos. Los silbidos del viento en medio de las quinchas, entre los agujeros de las calaminas, hacían que la madrugada fuera tétrica. Los mecheros parecían perder color, se quedaban en la purita brasa del pabilo y la penumbra se hacía más densa. El hombre, con vara en mano, lanzó dos vijamazos en el aire y gritó "silencio... Recen". Todos los sonidos de la naturaleza se apagaron, salvo los gimoteos de un par, o quizá de tres, mujeres cuyos miedos tomaron formas de lamentos y ayes.

En el salón oscuro, continuó la revisión corporal. Solo se escuchó un "sácate todo". Al cabo de unos minutos. Volvieron los cuatro a la sala principal... El chamán mostraba cara de preocupación... Puso su rodilla derecha en el suelo, su mano izquierda se apoyaba en una espada de madera negra, su mano derecha tomó un pocillo de San Pedro y lo bebió con devoción, esperó un tiempito. Se levantó y poniendo la espada al pecho, con la otra mano blandía otra, más fina, una que parecía una vijama. Blandía con fuerza sobre el aire y advirtió "Si alguno le cae un pencazo, ¡Aquiétese! ¡Firme! Y empezó con una especie de ritual:"Aires, vientos, soplos: sosténganse. Yo soy la voz de los encantos, de las virtudes, de los poderes. Yo mando... Aclárenme la suerte de esa alma pérdida... Les ofrezco perfumes  (lanzaba al aire agua florida), mieles (dejó caer en un lado de la mesa un poco de agua azucada) y vino blanco (un escupitajo de este alcohol se perdió en el aire). Dejen que descanse, que sus padres encuentren consuelo, alivien las almas de estos mortales".

Una ráfaga de aire abrió una de las ventanas. Y el hombre corrió a cerrarla, mientras volvió a gritar "silencio". Y reinicio una oración parecida... Pedía al aire, luz para el entendimiento, le muestre el espacio del difunto y la posibilidad de su rescate. El amanecer se aproximaba... Varios sorbos de San Pedro fueron compartidos entre el maestro la niña y el muchacho. Aquella, la niña, dejó que su boca hablara: "un disparo, otro soldado, una piedra con forma de caracol". Una mujer pedía a su marido que quería irse. El maestro espetó directamente a su oído "muestre que es una persona de bien, afuera bullen los espíritus negros, es mejor estar aquí... Rece". Blandía, ahora la espada y la vara. "Virtudes, aliviánenme de las mañas de maligno". Se veía cansado. El trino de las soñas y el canto de los chilalos lo invitaron a sentarse en una silla de madera... Jadeaba...

Le preguntó al muchacho ¿Has visto en el tablazo una piedra que tiene marcados círculos unos dentro de otros? El muchacho dijo que si y con una vara la dibujó sobre el piso de tierra y era más bien una especie de espiral y preciso que estaba en una hondonada, cerca a un ojo de agua donde suelen llegar cabras, burros y otros animales a tomar agua. ¿Has visto algo extraño por allí? ¿Alguna gallinacera? Casí como soltando una idea sin sentido, dijo: "Esa piedra es un portal, un altar viejo, vigente para nuestros antepasados". Luego de la respuesta, le pidió a su mujer que abra la puerta.  La claridad ingresó de sopetón... A poca distancia llegaban un hombre y una mujer, que muy poquito demoraron para ingresar. Saludaron y se pusieron al medio del salón. El maestro las santiguó con un poco de aguas de buen olor, les pegó un par de sablazos en las espaldas y, les dijo: "Tengo malas noticias: su hijo no está huido. Está enterrado en medio de tablazo, cerca de una piedra grande, marcada con círculos... Otro soldado lo mato". La pareja cayó al suelo de dolor... Sus gemidos rompieron el amanecer... 

El maestro, al despedir a sus invitados, les recordó la necesidad del silencio, del secreto. A los padres de la niña, los despidió con afecto mientras les decía: "Carajo, ve mejor que yo. Será una buena maestra.. pero tiene que aprender". A ella, le alcanzó un pan con huevo criollo y una garrafita de café... "Para el camino", le dijo mientras le sonreía afectuosamente.

Una semana más tarde, tres hombres -con la ayuda de un par de panteoneros- descubrían la fosa y encontraban el cuerpo putrefacto de un muchacho. Los peritos dijeron que había muerto de un disparo que ingresó por la mejilla y salió por la parte de atrás de la cabeza.
Nunca se supo nada más. Al menos yo no.


martes, 24 de octubre de 2023

Muerto

."¡Cojudezas hablas! ¡Cómo que has encontrado algo que parece un muerto en estos montes ¿Que puede haber en medio de estos parajes solitarios?"

Un arriero decía haber visto un bulto en forma de hombre. De ordinario, los arrieros solían trabajar en grupos. Llevaban productos de la costa y; de la sierra traían azúcar, chancaca, harinas, hierbas medicinales. La cooperación exigía tener uno o dos vigías que se adelanten algunos kilómetros con el afán de prevenirse de los forajidos, de los asaltantes de caminos. Un machete a la cintura o una buena carabina eran escudo contra cualquier mal... Preferían tomar atajos y divisar los pasajes estrechos desde la lejanía. También eran objeto de atención los cruces de las quebradas o la proximidad a despeñaderos que podía convertirse en espacios para emboscadas.

El vigía de ese amanecer, tomó sus aperos y aceleró el paso. Caminó a paso ligero quizá uno o dos kilómetros de ventaja. Se subió a una loma y se acomodó detras de ella, cerca de unos arbustos choposos. Miró atento a la distancia y, un tenue mal olor, parecido al de la carne podrida, le llamó la atención y decidió adentrase en en las sombras de los arbustos. Un hombre vestido con un poncho serrano y con sombrero de paja le esperaba. Estaba sentado con la cabeza escondida entre su pecho y las alas del sombrero... El allegado, en forma de saludo dijo: "Buen día buen hombre", pero la mudez del otro, lo puso al aguaite. Se acercó sigiloso y sin tocarlo, se agachó para verle la cara... ¡Estaba muerto! Una rama en forma de "y" le sostenía la cabeza... No había signos de sangre ni de nada, pero estaba bien muerto. La fetidez fúnebre ya era evidente y... El miedo le hizo salir de ese sitio... Se alejó lo más que pudo y se acercó a la piara, que al ver como corría, también se puso en alerta...

"Hay un hombre muerto, un hombre muerto..." y mientras sus piernas corrían,  con su mano señalaba la dirección opuesta. "Hay un hombre muerto, pero está sentado..." un caballo se ecabritó. "Carajo", dijo otro, "Alertas, todos al aguaite". Dos hombres, se ofrecieron de acompañantes, y fueron testigos de la escena: el hombre estaba muerto, ataviado con ropas serranas y acomodado sobre esa piedra para permanecer sentado. Se dieron cuenta que las ramas habían sido cortadas del mismo árbol y se las habían acomodado por debajo del poncho para disimular el hecho de la muerte violenta. No tocaron más, revisaron los alrededores pero no había huellas de nada...  

Regresaron con los suyos. Lavaron sus manos y sus caras con el afán de quitarse el olor del muerto. Mientras lo hacían; en conjunto decidieron seguir su camino, apretaron los cinchos de sus 'aperos' y siguieron su paso por el camino que les tocaba en los minutos siguientes. Al pasar cerca de donde estaba el cadáver se persignaron y, uno de ellos, mientras espueleaban a sus jumentos, en voz alta dijo: "por el alma de ese cristiano, Padre nuestro que estás en los cielos..." Los demas le siguieron en la oración.

El muerto, mientras tanto, se quedaba atrás. Solo. Solo con su propia muerte. No hablaron del asunto con nadie. La muerte, al fin y al cabo, también es silencio.



Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...