El hombre levantaba la mano con la breve fortaleza que le permitían sus años avanzados. El vehículo frenó en una distancia larga y, con el claxón intentaba llamarle la atención. El conductor prefirió poner la reversa y darle el lado del conductor. El pasajero era un hombre viejo. Más de lo que la velocidad vehicular te permite atender con detalle. "Me llamo Faustino" dijo mientras lentamente se inclinaba para ingresar a la cabina. Su bastón era el sustento para sus despaciosas rodillas y, luego de acomodarse en el asiento, dejó al viento un suspiro de alivio. Sus zapatillas mohosas y su rostro y manos encallecidos por el sol eran testigos de su vida de campo. Luego de mostrar el puño en señal de saludo, continuó su presentación. Me dijo sus apellidos, pero mi mala cabeza los ha olvidado. Con su voz avejentada me señaló: "Voy a Cerro Mocho, me puede llevar" y luego de la aceptación, en los escasos cinco minutos que nos separaban del destino, conocí una historia que se escribe de manera semejante a lo largo de los despoblados costeños.
El miedo, a veces, le pone límite a la posibilidad de conocer esas otras vidas, pero si la vida misma te permite la opción de darle el asiento a un ocasional pasajero, más allá de que pudiera ensuciar tus asientos, exponer el olor de sus sudores o a aguantar los chillidos de un niño acompañante, te darás cuenta que es como tú: un pasajero de este mundo que, y a diferencia, no tuvo la suerte de ir al volante. ¿Quien sabe si la mujer con el niño en brazos y que te levanta la mano lleva a su cría moribunda en busca de ayuda médica? ¿Cómo es que no se te ocurrió pensar que el par de niños que juguetones levantan sus manos quieren llegar a punto a su colegio? El hombre con su mochila al hombro puede que seas tú, en otro pellejo, y su interés es la prontitud a su destino.
Don Faustino tiene 87 años. Se iba a buscar a su huesero de cabecera para que le acomode su pierna porque hace tiempo que se la rompió en una caída de un burro "fatal" y ahora le impide caminar. "De cólera carajo, vendí el burro al primer camalero que pasó por aquí... Jajajaja. Ahora me lamento". Mientras regresaba a mirarme, remató con una sonrisa: "Ya me quedé sin carro". Volvió a sonreír, ahora con tristeza.
Y luego volvió a sus recuerdos. Afirma que cuando tenía 20 o 21 años trabajó por la montaña. "Los Wiesse de El Alto había comprado 1000 cabezas de ganado cebú, ganado montañero y había que cuidarlo. Era ganado que trajeron de mangahurco, Ecuador... Pagaban bien, carajo. Era buena vida: fíjese que la caja de cerveza costaba 4.50. Pagabas con cinco soles de oro y tenías vuelto. La cerveza venía en cajas de cartón".
Sus recuerdos se desenvolvían con preguntas breves. Afirma que el establo estaba en Barrancos y, desde allí a la montaña había un día entero de camino "a uña de mula". Trabajaba 25 días y los días restantes del mes eran de descanso. En esos tiempos, afirma que vivía en Miramar, en las orillas del Chira. Hacía el viaje de Mancora a Talara y, luego "cómo quien se va a Portachuelos, cogías algún camioncito que iba hacia Miramar... Compraba un buen pescado en Mancora y ya luego... en ceviche o frito... la vida era barata". Sus frases inconclusas exponían que hubo tiempos mejores en su larga existencia.
El hombre suspira en sus recuerdos y me pregunta a modo de reafirmación "¿Ud. es de Mancora, no? Allí vive -bueno vivía- mi amigo Elifoncio Serna ¿Lo conoce?" Y el mismo responde: "A lo mejor ya no está. Que será de su vida... Era un bien amigo".
La entrada a Ignacio Escudero le obliga a mirar con atención dónde debe bajar. Me indica que lo deje en la farmacia, pero prefiero llevarlo hasta la proximidad de la casa de su amigo. Mientras me pide disculpas por su lentitud, me vuelve a preguntar sobre su amigo Elifoncio y, sonriente me pide que le dé sus saludos. Me ofrece su mano rugosa y me anuncia un buen viaje. Mientras sus pasos calmosos lo alejan, le deseo un feliz día del padre y que sus siete hijos desperdigados por el mundo -cuatro mujeres y tres varones- le saluden con afecto.
Gracias Dn. Faustino por su compañía. Está mala memoria mía me ha hecho olvidar sus apellidos... "Atoche" era el de su madrecita.
1 comentario:
Hotels Near Casinos & Resorts in South Dakota - Mapyro
Hotels near Casinos & 출장마사지 Resorts in South Dakota. Casinos 경기도 출장안마 Near Casinos & Resorts, Stateline, 충주 출장샵 IA, 대전광역 출장안마 Oklahoma, Western, South Dakota. 천안 출장마사지
Publicar un comentario