viernes, 30 de abril de 2021

Solidaridad

¿Quién no se ha bañado en las aguas de las playas mancoreñas? ¿Quién no ha mojado su guargüero con una chevechita bien helada mientras el sol hacía la tarea de tostarle la piel sobre las arenas blancas que le acompañan?

A estos días, el covid ha golpeado al mundo, y en especial a aquellos que viven del día a día, por ejemplo, a los que viven de sus ofertas y servicio de turismo, los que se ven obligados a pleitearle a la vida en cada amanecer para tener algo con que llenar las tripas de los suyos. Sin perjuicio, en esa necesidad de seguir viviendo, el contacto con los visitantes se hace indispensable, por eso es que la enfermedad parece haberse asentando en las calles mancoreñas. Muchos de sus pobladores, en particular, gente de la tercera edad, necesitan oxigeno y con sus escasos recursos no es suficiente. Los vecinos se ayudan  entre sí para comprarlo, pero es insuficiente. La diafanidad de la brisa marina es desatendida por los malogrados pulmones de sus pacientes y, como entenderán, se requiere de más.

Hace unas semanas, se ha formado –ante las limitaciones estatales- un colectivo ciudadano “Respira Máncora 2021” con el afán de comprar una planta de oxigeno para ese pueblito turístico. Ahora mismo se tiene en la alcancía más de cien mil soles de recaudación, y es mérito de sus mismos habitantes: campaña "oxigenatón Mancora", comisionados tocando puerta por puerta, exalumnos organizados por wasap, naturales desde otros lugares del mundo, tiendas y centros de comercio, etc. han ofrecido sus aportes, pero sigue siendo insuficiente. La recaudación no es poca y todavía se necesita más. Hay que reinventarse y, la solidaridad adquiere otras formas, y para ella todo esfuerzo suma.

Hace un rato, y a mi solicitud, me llegó un talonario de rifas, en las que se anuncia como premio mayor un automovil. Tengo un deber natural de contribuir con mis conterráneos; pero simultáneamente, convoco a quienes alguna vez han gozado del espectáculo de sus efímeros paisajes crepusculares para que en conjunto podamos contribuir a esta causa médico-social. Los mancoreños conseguirán su propósito con la ayuda de todos aquellos que en alguna oportunidad han sido su habitantes pasajeros, que descalzos gozaron de la humedad de sus playas y de la frescura de su brisa.

Convocados estamos, los que llevamos a Máncora en el pecho y, también los que guardan gratos recuerdos de sus ceviches, de sus aguas, de sus soles veraniegos. Hay rifas para todos y, por favor no se amontonen, que la distancia social y la mascarilla bien puesta también son necesarias para que la solidaridad sea efectiva.

 

Soy de Uds. Escríbanme. Hago delivery a todo el Perú.

Agua

Jesús le preguntó a Felipe: ¿Con que compraremos pan para darle de comer a ésta gente?

Ayer me llamó Rossana para invitarme a participar en un proyecto: envasar 5000 botellas de agua para entregar a los militares, policías, médicos, paramédicos, enfermeras, técnicos que ahora mismo son la primera línea de formación en contra del covid-19. Y mientras ella hablaba yo me preguntaba por la importancia del asunto cuando en redes también se anima a la solidaridad para comprar mascarillas especializadas para el personal médico, se busca tener acceso a víveres no perecibles para repartir entre las gentes que menos tienen, se anima a las gentes a ser solidarios con los ambulantes ocasionales a los que sus hijos les claman por pan y se ven en la angustia de salir a vender por las calles frutas y verduras a riesgo de contagiarse, se invita a prestar ayuda con insumos de limpieza para los hospitales.

Una botella de agua puede ser el aliciente para el ánimo de un soldado que ha padecido los maltratos de las gentes en la boca de alguno de los puentes locales, ha de convertirse en la visera que le alivia el calor de los inquebrantables rayos solares, es el reemplazo del líquido que su cuerpo ha perdido dentro de esa funda militar en la que se esconde, como en todos, el miedo al contagio.. Un poco de agua es el combustible para el médico que está a punto de apagar sus propios motores ante la arremetida de los moribundos, es el aire limpio y fresco que disimula el cansancio de las enfermeras que se guardan las lágrimas ante la impotencia… Una botella de agua es la diferencia entre el desierto del desánimo y el verdor lluvioso del alma que se niega a la renuncia.

El asunto no podía terminar aliviándome el alma con el simple traslado de algunos soles de una cuenta a otra. Esta mañana quise compartir el proyecto con mis colegas, con algunos amigos, con mis familiares cercanos. El proyecto fue creciendo... Esa agüita que todavía no tenía envase, empezaba a dar sus frutos. Rossana me contó esta tarde que estaba buscando la impresión de las etiquetas a mejor precio  y otra pregunta me asaltó: ¿Y porque no entregarlas sin etiquetas? Decía un viejo amigo: “Si vas hacer las cosas, hazlas bien, que merezcan la satisfacción de tu conciencia”. Imagina que vas a la tienda y te ofrecen un producto envasado pero sin etiqueta ¿Qué harías? La norma obliga a enunciar el producto de qué se trata, su composición, fecha de envasado y de caducidad, la cantidad, la existencia de insumos que pudieran ser dañinos para la salud, etc. Si la donación es para nuestros mejores soldados, que sea conforme a lo que manda la ley. Ellos se lo merecen.

Algo esta mañana, una de esas cosas que uno no sabe explicar, me impulsó a repetir el primer mensaje en la plataforma de guasap.  En el trascurso del día, se fueron sumando varias manos más para ayudarnos con el envasado. La recaudación nos permite llegar a las  siete mil botellas… Se ha superado la expectativa inicial, pero la sed de esa muchedumbre no es poca, los días de emergencia se han extendido y es certero decir que durante un tiempo mayor a la cuarentena tengamos a esos mismos soldados haciendo lo indecible para que los que estamos en casa, o los que tengan que salir a trabajar no se obliguen a rendirse ante la enfermedad.

Felipe y los suyos se encargaron de darle pan a esas muchedumbres, ¿Será que podemos ayudarle con diez mil botellas de agua? Varios, generosamente, nos ha regalado de su agua, pero aún faltan aguateros.

Súmate y quédate en casa. Comparte.

domingo, 18 de abril de 2021

Procrustes

¿Recuerdas la historia de Procrustes? En realidad, parece que no es muy conocida, sin embargo, aparece entre las historias de dioses antiguos y cosmogonías clásicas. En los viejos caminos de Ática, vivía este sujeto, de quien, afirman algunos, era un mortal como tú y yo, pero otros sostienen era hijo de Poseidón y, por tanto, un semidiós. Un tercer grupo defiende que se trataba de un gigante, una especie humana, caracterizada por su fuerza y fiereza. Vivía junto con su mujer, en el sur de Grecia y, se caracterizaba por su apariencia afable y afectuosa para con los viajantes. Esa afabilidad se perdía cuando el desconocido se convertía en su invitado y más, si estaba solo.

Afirman que luego de ofrecerle comida y bebida al viajero, al tiempo del descanso lo invitaba a tomar una tarima que, a la vez, se convertía en su cadalso. El cansancio, sea de tanto caminar o de alguna sustancia psicotrópica en las comidas, le hacía caer en un sueño pesado y profundo que impedía se dieran cuenta de lo que iban a sufrir y, en caso de hacerlo, tal conciencia era tardía por la imposibilidad de escapar del tormento. Afirman que, si el peregrino era más pequeño que la cama, entonces lo sujetaban de las extremidades para estirarlo mediante un ecúleo mecánico y, si por desgracia el convidado era más largo que la tarima, entonces o, se le cortaban las extremidades o la cabeza, según la fútil decisión del nefasto anfitrión. La tercera opción -la de que la medida del durmiente sea aparente con las dimensiones de la cama- era igual de luctuosa: la muerte, en este caso, sobrevenía a la asfixia producida con una pesada manta de lana.

Cuentan que el tal Procrustes se encontró con la horma de su zapato cuando por esos lares caminaba Teseo en su peregrinaje de vuelta a Atenas. Quienes conocieron las múltiples hazañas del citado héroe afirman que al llegar a casa de Polipemón (era otro nombre con el se le conocía al torturador) tenía la intención de deshacerse de él y, mediante engaños lo convenció de que se acostara en su propia cama y, ya echado en ella, fue sujetado a la tarima y expuesto a los mismos métodos que el hospedero utilizaba en contra de sus infortunados pasajeros.

Desde esta historia -legendaria, como podrán notar- a nuestros días, se identifica en las ciencias médicas el “Síndrome de Procusto”, en el que se diagnostica la intolerancia a la diferencia, el rechazo a aquellos con características diferentes a las propias y, a contrario, se propugna la pretensión de mantener una uniformidad constante en la que las divergencias son mal vistas y/o castigadas. Desde esa perspectiva, tal sintomatología no sólo es aplicable a los individuos sino también a los colectivos sociales, de tal forma que, cuando en la discusión se intenta que todos piensen del mismo modo que los líderes o, como las mayorías, con el afán de que todo se ajuste a lo que se dice o se piensa a modo de uniformidad, se anuncia que lo que se quiere es que todos se acuesten en el “lecho de Procusto”. La diversidad, por tanto, es una apariencia y, si se trata de ideas políticas, entonces, bastaría con acusar al heterodoxo como de aquello peor que puede parir la sociedad para excluir sus ideas del espectro de la discusión pública. Basta con que le digas “terruco” (o “corrupto”) al otro para deshacerte de sus ideas sin justificar la inconveniencia práctica de las mismas. Denostar al distinto es una vieja herramienta con la que cortamos la cabeza de aquellos que no se acomodan convenientemente en la cama del nefasto Procrustes. Nuestras naturales tendencias a la clasificación y a la simplificación no pueden dejar por fuera la posibilidad de la discrepancia. 

Tal parece que, el tal Procrustes, en estos días, anda vivito y coleando por nuestra geografía.

Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...