Laurence Chunga Hidalgo
En las últimas semanas, Piura ha sido visitada por antiguos y, también, nuevos visitantes. Los primeros, representados por el calor veraniego y las lluvias, “siempre” inesperadas e inoportunas; los segundos, nuestros vecinos del mundo globalizado: los delegados de la Cooperación Económica Asia Pacífico. Una oportunidad para el comercio, las inversiones y el turismo. Sin embargo, la confluencia de unos y otros, fue la ocasión propicia para mejorar la infraestructura de nuestra ciudad o para exponer, una vez más, la precariedad de la misma.
Los más precavidos fueron los empresarios hoteleros. Desde mediados del año pasado iniciaron las labores de remodelación y ampliación de los hoteles de la ciudad. Las lluvias del presente año, apenas retrasaron las obras previstas. Salud por eso. No podemos decir lo mismo de quienes tuvieron la felicísima idea de embellecer las pistas de nuestra urbe –por lo menos de las avenidas principales y de entrada a nuestra patria chica- al tiempo en que era posible la llegada de las lluvias veraniegas.
Los especialistas anunciaron un año seco con ausencia de lluvias, sin embargo éstas se presentaron e hicieron destrozos tanto en la ciudad como en las partes altas de la región. Casi nos quedamos sin reflejos para atender la emergencia, pero no se nos ocurrió mejor idea que decir que lo que se quiso de decir era que “el fenómeno de El Niño este año no se presentaría” aunque tal afirmación no garantizaba que las lluvias llegaran por otras causas climáticas. El asunto es que, éstas, literalmente, nos inundaron. El veleidoso río Piura nos puso de vuelta y media: el peligro de que alguno de los puentes colapsara motivó que un par de veces dos, de los tres puentes que unen a Castilla con Piura, dos se cerraran para evitar la repetición de desgracias pasadas. Sobre este punto, tampoco nos pusimos de acuerdo: algunos afirmaron que tales decisiones fueron políticas y no técnicas, que los puentes tiene la capacidad suficiente de soportar más agua de la que en el presente año hemos visto pasar. No sé. En eso no me meto. Lo que no se pudo evitar es que el río se nos metiera por en medio de las tuberías de evacuación y nos saludara desde el interior de nuestras casas a plena luz del día.
Al tiempo de tanta ingratitud climática, nos abordaron nuestros esperados visitantes del APEC que, si bien encontraron algo apaciguado a nuestro río loco, no podemos decir lo mismo respecto de nuestra caótica ciudad, que agujereada y apestosa pretendía embadurnarse de belleza. No hemos cambiado: la Av. Progreso de Castilla pese al cambio de carpeta asfáltica, en alguno de sus tramos ya presenta “nuevos” encalaminados y hundimientos, mientras que en otros, los parches se hacen evidentes y empiezan a desmoronarse; en Piura, el encuentro de las Avs. Circunvalación y Loreto nos dejan un grave malestar olfativo y un desagradable paisaje. No digamos nada del mercado central, del camal municipal o de las broncas callejeras de nuestros concejales. Pese a ello y por sobre nuestros problemas cotidianos, la exquisitez de los potajes de nuestra cocina regional, tradicional y moderna, los acordes de nuestra Orquesta Sinfónica Municipal de Piura, el verdor pluvioso de nuestros paisajes, la riqueza de nuestros recursos naturales y la calidez de nuestra gente han sido condiciones suficientes para superar largamente nuestras deficiencias y alcanzar convenientemente las expectativas de nuestros invitados.
Como decía alguno de ellos, sólo resta esperar que la inversión llegue en las próximas semanas, meses o años. El tema que no debemos olvidar es la necesidad de la responsabilidad social y medioambiental que se requiere. Lo demás cae por su propio peso.
Los más precavidos fueron los empresarios hoteleros. Desde mediados del año pasado iniciaron las labores de remodelación y ampliación de los hoteles de la ciudad. Las lluvias del presente año, apenas retrasaron las obras previstas. Salud por eso. No podemos decir lo mismo de quienes tuvieron la felicísima idea de embellecer las pistas de nuestra urbe –por lo menos de las avenidas principales y de entrada a nuestra patria chica- al tiempo en que era posible la llegada de las lluvias veraniegas.
Los especialistas anunciaron un año seco con ausencia de lluvias, sin embargo éstas se presentaron e hicieron destrozos tanto en la ciudad como en las partes altas de la región. Casi nos quedamos sin reflejos para atender la emergencia, pero no se nos ocurrió mejor idea que decir que lo que se quiso de decir era que “el fenómeno de El Niño este año no se presentaría” aunque tal afirmación no garantizaba que las lluvias llegaran por otras causas climáticas. El asunto es que, éstas, literalmente, nos inundaron. El veleidoso río Piura nos puso de vuelta y media: el peligro de que alguno de los puentes colapsara motivó que un par de veces dos, de los tres puentes que unen a Castilla con Piura, dos se cerraran para evitar la repetición de desgracias pasadas. Sobre este punto, tampoco nos pusimos de acuerdo: algunos afirmaron que tales decisiones fueron políticas y no técnicas, que los puentes tiene la capacidad suficiente de soportar más agua de la que en el presente año hemos visto pasar. No sé. En eso no me meto. Lo que no se pudo evitar es que el río se nos metiera por en medio de las tuberías de evacuación y nos saludara desde el interior de nuestras casas a plena luz del día.
Al tiempo de tanta ingratitud climática, nos abordaron nuestros esperados visitantes del APEC que, si bien encontraron algo apaciguado a nuestro río loco, no podemos decir lo mismo respecto de nuestra caótica ciudad, que agujereada y apestosa pretendía embadurnarse de belleza. No hemos cambiado: la Av. Progreso de Castilla pese al cambio de carpeta asfáltica, en alguno de sus tramos ya presenta “nuevos” encalaminados y hundimientos, mientras que en otros, los parches se hacen evidentes y empiezan a desmoronarse; en Piura, el encuentro de las Avs. Circunvalación y Loreto nos dejan un grave malestar olfativo y un desagradable paisaje. No digamos nada del mercado central, del camal municipal o de las broncas callejeras de nuestros concejales. Pese a ello y por sobre nuestros problemas cotidianos, la exquisitez de los potajes de nuestra cocina regional, tradicional y moderna, los acordes de nuestra Orquesta Sinfónica Municipal de Piura, el verdor pluvioso de nuestros paisajes, la riqueza de nuestros recursos naturales y la calidez de nuestra gente han sido condiciones suficientes para superar largamente nuestras deficiencias y alcanzar convenientemente las expectativas de nuestros invitados.
Como decía alguno de ellos, sólo resta esperar que la inversión llegue en las próximas semanas, meses o años. El tema que no debemos olvidar es la necesidad de la responsabilidad social y medioambiental que se requiere. Lo demás cae por su propio peso.