viernes, 30 de noviembre de 2007

Corrupción y participación ciudadana

Laurence Chunga Hidalgo
Abogado
Las notas más saltantes de un periódico o de un programa de noticias son aquellas que exponen el lado oscuro de los hombres: asesinatos, hurtos, extorsión, corrupción, fraudes y estafas son algunos de los nombres jurídicos que adoptan estas conductas. En los últimos tiempos, los actos de corrupción son, de entre todos, los más saltantes. Los ciudadanos, lectores, oyentes o telespectadores “comen” de aquella inmundicia, cuando menos, el tiempo que necesitan para ver los diarios o la hora que dura el programa noticioso televisivo.Más de un ciudadano podría indicarme que no lee ese tipo de noticias o, lo que es más grave, que ni siquiera le interesa saber de nada, porque las “noticias son siempre las mismas” y porque “no hay nada nuevo bajo el sol”. Algo de razón habrá en sus palabras, pero ellas no exponen más que el desasosiego que produce saber que lo más saltante de nuestra vida en sociedad es aquello que más vergüenza debe producirnos. Otras gentes leerán la noticia y la imitarán, es decir se sumarán a la nociva ola de cometer fechorías. Un buen sector -mayoritario- esbozará una sonrisa socarrona y chancera. Pero sólo quedará en eso.La pregunta es ¿Se puede participar en la denuncia de dichos actos? ¿Cómo hacerlo al tiempo de las investigaciones y contribuir con la sanción a los corruptos? Ordinariamente, cada oficina pública tiene su respectiva “oficina de control interno” en las que se ventilan las denuncias por faltas administrativas, mientras que aquellos otros actos de corrupción que alcanzan ribetes delictivos se procesan en el Ministerio Público, primero, y ante el Poder Judicial, después. No obstante, luego del escándalo noticioso –que puede durar hasta dos semanas- la colectividad se desentiende de lo que pueda suceder con dichas investigaciones.Si se trata de una investigación judicial en la que se halla involucrado un funcionario municipal, digamos, por malversación de fondos, la Municipalidad afectada se halla debidamente representada por su procurador. Sin embargo, si dicha malversación ha afectado directamente a un comedor popular, un grupo vecinal, entonces es posible que estos puedan intervenir en el proceso a través de un “amicus curiae” (amigo de la curia) por el que, terceros ajenos al proceso ofrecen al juez su opinión respecto de algún punto específico sobre el que recae la investigación. Ordinariamente, los amicus curiae son utilizados en aquellos procesos donde está en juego el ejercicio de un derecho fundamental. En el Perú, la Defensoría del Pueblo recurrentemente hace uso de esta figura a fin de hacer conocer su posición respecto de determinadas situaciones que se debaten en un proceso judicial.En el derecho internacional, las organizaciones de derechos humanos recurren a la institución para presentar sus posiciones respecto de temas de interés público. Tal ha sido el caso del ofrecido por el Centro de Estudios Legales y Sociales ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en el caso Saldaño v/s Estados Unidos en la que sostenía la prohibición de expedir sentencia condenatoria atendiendo a pruebas basadas en prejuicios raciales. La Comisión Interamericana se pronunció por la admisibilidad de dicha presentación. No obstante, el amicus curiae no debería ser exclusivo de instituciones ligadas a los derechos humanos. De hecho no lo es. Las personas naturales también pueden hacer uso del mismo; por lo menos así ha ocurrido en el derecho internacional.
En nuestra jurisprudencia local no hay muchos antecedentes, sin embargo, dado que por imperio de la Constitución, los procesos judiciales por responsabilidad de funcionarios públicos y los delitos referidos a derechos fundamentales son siempre públicos, bien podrían las personas participar activamente haciendo valer sus posiciones respecto de las investigaciones que se realizan. Evidentemente, requerirá de conciencia plena de ciudadanía y de lucha frontal contra la corrupción de cada día.
Publicado en diario El Tiempo, Piura, 29 de noviembre de 2007

lunes, 12 de noviembre de 2007

Máncora: muy próxima a la centuria

Laurence Chunga Hidalgo
Abogado y Aprendíz de historiador

En la década de los ochenta, en medio de los campos que circundan “Cerro Pelao”, tres kilómetros al norte de Máncora, además de la denominada “granja de Pedro Lama”, el botadero de basura del distrito y algunas ladrilleras, no había más que eso, campos. La mayor parte del año, secos, pero con hierba seca, algarrobas y otras hojarascas suficientes para dar de comer a los pequeños rebaños de cabras de los vecinos de Máncora y de lugares aledaños dedicados al pastoreo. Por allí, mi abuelo Concepción Hidalgo -“el papá Concio”- pastoreaba su hato de cabras. Las jornadas eran largas, pero en medio de ellas, las horas de descanso, nos permitían escuchar las historias con las que los mayores suelen exponer la sabiduría que les envuelve. En esas conversaciones la historia contada no era la misma que la que escuchábamos en las aulas. En esos días de niñez, uno no quiere ver las diferencias, probablemente con el ánimo de no desconfiar del abuelo pero tampoco del profesor.
Allí, en esas bucólicas “clases de historia” pude saber que Máncora era más antigua a aquellas referencias que querían explicar el origen del nominativo desde la conjunción de un sustantivo inglés (man=hombre) y un verbo castellano mal pronunciado (correr), que pudo haberse dado en los tiempos en que el distrito despuntaba por la riqueza ictiológica de sus aguas. Decía mi abuelo que conoció lo que ahora es Máncora cuando tenía aproximadamente nueve años, es decir, hacía 1915 y que sólo había dos casitas de madera, a orillas del mar y, éste, además, golpeaba a muy pocos metros de los cerros que aparejan la iglesia, la municipalidad y el coliseo municipal. Sin embargo, a esos tiempos, ya existía el distrito de “Máncora” pues la Ley 818, del 14 de noviembre de 1908 lo había creado. Entonces nos preguntamos ¿Sí en 1915 había “solo dos casitas” dónde estaba Máncora cuando fue creado? ¿Cuál era su poblado más importante? ¿Dónde se ubicaba su centro administrativo? o ¿quizá mi abuelo erró en sus recuerdos?
En otros artículos hemos rescatado la importancia de “Máncora” en los tiempos virreinales, sin embargo es necesario precisar que, en aquellos días más que referirse a un centro poblado específico, el nombre hacía referencia a una extensa porción geográfica que se extendía desde la orilla sur del río Tumbes hasta Pariñas, llamada “Hacienda Máncora”, la que alcanzó renombre gracias a su ganado mular.
El nombre y su referencia no fueron distintos en el siglo XIX, pero era evidente que existían poblaciones en tan extenso territorio. El asunto es que, no hallaban asentados en el lugar donde ahora se encuentra el poblado de Máncora, sino que se estaban desperdigados a lo largo de la amplia extensión de la hacienda. La quebrada Fernández estaba adosada de gentes dedicadas al pastoreo de ganado caprino y lo mismo ocurría en la quebrada Pariñas, que tenía muy próximos los poblados de Talara y Lobitos, y en las orillas medianamente extensas del mar que le baña. Es preciso indicar que en la segunda mitad del s. XIX, la hacienda había dejado de ser rentable por su ganado para convertirse en el centro de explotación del petróleo, permitiéndoles buenos réditos a sus propietarios. Quizá por allí se hallen las razones de la creación del distrito.
La Ley 818, nos ofrece indicios justificatorios de la inexistencia de un poblado “Máncora” suficientemente importante que permita su nombramiento como capital del distrito. Dice el texto legislativo “créese (…) un nuevo distrito que se denominará Máncora y cuya capital será el pueblo de Talara”. Lustros más tarde, la ley Nro. 12217, de 17 de marzo de 1955, reconoce que el distrito de Máncora tiene como capital el poblado del mismo nombre, y a la vez, le recorta grandes extensiones de su territorio para crear otros distritos.
Mi abuelo no había evocado mal sus recuerdos, sin embargo era necesario confrontar los datos para saber que eran ciertas sus afirmaciones. La “Máncora” de nuestra niñez y adolescencia no es la que conoció mi abuelo, tampoco era la hacienda de renombre de otros tiempos y, menos aún podía gloriarse de ser el territorio en que se ubicaban los mejores yacimientos petroleros de la región. Desde aquellos días, los de las caminatas pastoriles, Máncora y sus alrededores han cambiado: ya no existen esos campos libres donde los ganados caprinos corrían a sus anchas… todo ha sido cercado. Sin embargo, la naturaleza le bendice otra vez y le ofrece una oportunidad: su paisaje marino y la energía de sus olas la han convertido en espacio de turismo y recreación para miles de turistas. Es ahora, la hora en que, sin hacendado y sin ganado mular, sin grandes extensiones de territorio y sin riqueza petrolera, sea el turismo, la llave del progreso que Máncora olvido, un día, en su desconocido pasado. Feliz cumpleaños, Máncora. Feliz 99 aniversario.



Miedo

Su agenda no tenía espacios... Cada año compraba en el pasaje de la calle Lima, -que está cerca a la sede de justicia- una agenda portafolio...