Hoy es un día especial. Debemos estar felices… y aunque lo estamos, ésta no es completa. El Módulo Básico de Justicia de Chulucanas comprende a una comunidad laboral que se integra por funcionarios y servidores públicos, ligados a la rama jurisdiccional del Estado. Vivimos en estas cuatro paredes, ocho horas diarias y a veces hasta algunas más, como ahora, por ejemplo, que muchos deben recuperar horas perdidas o, en otras oportunidades, ofrecer tiempo adicional para que la carga de exceso se aligere. Esa convivencia motiva conflictos. Y ahora mismo estamos enfrascados en uno. La comunicación ha sido muy poca pero el chismorreo ha tenido mejores alas. Nos ha sobrepasado al punto que nos ha puesto a unos contra los otros y ha motivado que los dimes y diretes sean la laguna en la que nos inundamos y eso repercute en nuestra voluntad de servir, en nuestra proyección familiar y hasta en la forma de mirar a los otros; al punto que hasta creemos que se carcajean de nosotros cuando se ríen. Qué difícil es trabajar así. Estoy seguro que no es la primera vez en la que nos encontramos en nudos laborales. Se han dado casos, aquí en este mismo espacio, donde se superaron los impases; es muy probable que fueran de menor envergadura; pero finalmente la solución fue alcanzada. Por eso es que las celebraciones no deben sólo quedarse en la evanescencia de un brindis, en el compartir un almuerzo rodeándonos de los que nos son afines. Es la oportunidad de hacer un alto para verificar nuestras contribuciones diarias y ver de qué modo hemos favorecido a esta crisis en nuestro colectivo laboral. Es verdad que en medio de cuarenta gentes entre las que trabajamos es imposible que todos seamos amigos de todos. Sería una utopía. No obstante, ofrezco el firme propósito de intentar relaciones cordiales con todos, por lo que hago firme el compromiso de evitar caras adustas y ofreceré un saludo o un agradecimiento afable. Si esto es así, creo que la sinceridad fluirá como el Ñacara por su cauce y, habrá menos temor de expresar las cosas, de decirlas de frente, de encarar los problemas y de darles una mancomunada solución. Es posible que, en medio de nuestros conflictos y nuestras ausencias de comunicación no sepamos cual es la causa de la misma. Si tan sólo tuviéramos la voluntad de preguntar ¿por qué estás molesto/a conmigo? Ya la pregunta es un buen comienzo. Decía antes que la sinceridad debe fluir. Si. Es necesario. Pero es necesario ofrecer un cauce, un espacio por donde fluir. Nuestra sonrisa para con los otros –pero una sonrisa veraz- posibilitará que podamos expresarnos sin fingimientos, sin hipocresías. La sinceridad posibilitará –a su vez- la comunicación. Esa que nos permite sentarnos en una misma mesa y decir las cosas para que sean aclaradas para que los puntos sobre las íes estén debidamente definidos, para evitar los malos entendidos, para deshacernos de los dimes y diretes. Dicen que, para hacer negocios es necesario sentarse a la mesa y plantear las posiciones antes de pedir las bebidas. Al mediodía almorzaremos, hagamos el esfuerzo de que a ese tiempo, si ya tenemos o creemos tener problemas con uno o varios de nuestros compañeros de trabajo, cuando menos hayamos hecho el esfuerzo de buscarle una salida a ese problema. El inicio es difícil… nos costará dar nuestro brazo a torcer, pero la pregunta es simple ¿Por qué te has molestado conmigo? Hagamos las paces, nos sentiremos mejor. Posibilitaremos que queramos compartir la bebida y beber de la misma botella de agua. Ojalá nuestros colectivos malestares encuentren en esta fecha un circunstancia propicia para desvanecerse mediante el dialogo alturado. Recordemos que son ocho horas de convivencia, que deben recargarnos constantemente de optimismo, que deben posibilitar la sonrisa y el buen trato a los usuarios. Sí a los usuarios. Ellos son razón fundamental de nuestra labor: trabajamos con personas para servir a otras personas. El Módulo Básico de Justicia se creó hace trece años y su establecimiento suponía “una reingeniería de los procesos existentes, una reorganización administrativa y una reorganización de funciones para hacer los Juzgados más efectivos y eficientes. En particular, se separan las funciones administrativas de las judiciales, permitiendo al Juez dedicarse completamente a las funciones jurisdiccionales” según se establece en el proyecto "Mejoramiento de Acceso a la Justicia", enmarcado con el Convenio de Préstamo Nº 1061/OC-PE, suscrito el 12 de Diciembre de 1997 entre la República del Perú y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y en un mismo espacio geográfico se podía encontrar no sólo juzgados sino también oficinas del Ministerio Público, del Ministerio de Justicias –Defensorías de Oficio- y establecimiento de la Policía Nacional. Así empezó este módulo; sin embargo la población ha crecido, se ha requerido de más juzgados, de más personal jurisdiccional y ha motivado que estas instituciones se separen: ahora el Ministerio Público luce un imponente edificio, los abogados del Ministerio de Justicia se ubican a unos cuantas decenas de metros de distancia, pero también se ha instaurado un nuevo modelo procesal y el servicio de internet y la telefonía celular posibilitan que esas distancias desaparezcan. Aún después de esa separación, las personas que requieren justicia siguen llegando… cada vez más. De ordinario son personas que nunca tuvieron un proceso antes y que, para disminuir costos se ofrecen como los secretarios de sus propios abogados para llevar y traer documentación, en muchas ocasiones sin comprender suficientemente lo que presentan y esperando siempre que la resolución que les notifican sea aquella que les haga justicia. A esas personas que, desencantadas de ir y volver, una y otra vez desde estas oficinas a las de sus representante legales, se cansan y se malhumoran. Nosotros debemos convertirnos en los funcionarios y servidores afables capaces de comprender sus ausencias jurídicas y asimilar sus desencantos. Debemos ofrecerles de la mejor forma una sonrisa y el trato cordial que disminuya sus malestares. Aún cuando nos encontremos muy inquietos porque se nos vencen los plazos, porque tenemos un abogado incisivo o insidioso, siempre nuestro mejor rostro y una sonrisa sincera para quienes son la causa de nuestro trabajo diario. No importa la hora, así el sol sea el más despiadado, pues el tiempo, como dice Mandela, debemos usarlo sabiamente “y darnos cuenta de que siempre es el momento oportuno para hacer las cosas bien”. Estoy seguro que podemos hacerlo. Hagamos que nuestra felicidad sea real y completa. Buenos días.
sábado, 21 de septiembre de 2013
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